68 SEMINCI – Crítica película The Sweet East de Sean Price Williams

68 SEMINCI Crítica The Sweet East – Carlos Ibañez

Ficha

Título original: The Sweet East

Año: 2023

Duración: 104 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Sean Price Williams

Guion: Nick Pinkerton

Reparto: Talia Ryder, Earl Cave, Simon Rex, Ayo Edebiri, Jeremy O. Harris, Jacob Elordi, Rish Shah

Música: Paul Grimstad

Fotografía: Sean Price Williams

Compañías: Base 12 Productions, Marathon Films

Género: Drama | Road Movie

Sinopsis

The Sweet East es un picaresco viaje a través de las ciudades y los bosques de la costa este de EE.UU. emprendido por Lillian, una estudiante de último curso de secundaria de Carolina del Sur que tiene su primera visión del mundo en un viaje de estudios a Washington, D.C.

Crítica

Propuesta fresca, aunque algo irregular, de Sean Price Williams, un director independiente que rueda una rocambolesca historia de la picaresca americana con fondo de road movie, pero sin protagonismo del vehículo y la carretera, sino de la protagonista, la magnífica Talia Ryder, cuya imanadora imagen conduce la película por distintos homenajes estéticos y de guion a directores que claramente han influido en Williams.

La historia comienza con un pos coito de la protagonista con un compañero de instituto de poquitas luces al que vemos que no aprecia ni lo más mínimo durante su viaje de fin de curso en el instituto a Washington D.C. y donde tras un incidente de una perturbada con una pistola en un bar huye con un tipo con aspecto de punk rocker trasnochado y que es un activista antisistema. Rodado al estilo de La Factoría de Andy Warhol incluido un sexo masculino repleto de piercings muy al estilo de los excesos del creador del East Village neoyorkino. De aquí, y continuando con su escapada a hacia ninguna parte o hacia cualquier parte, Lillian acompaña al tipo hasta Baltimore y desde allí, hacia el norte, a Trenton y a reventar un encuentro de supremacistas blancos, pero allí, y desorientada tras descolgarse del grupo de activistas se ve en el medio del encuentro que, en teoría, iba a reventar. Allí conoce a un hombre bueno, aunque trastornado con las ideas racistas y con algún problema con el sexo femenino. Le ofrece casa y le compra ropa. Pero ella juega con su sexo con él y le ofrece puertas abiertas, desnudos a sus ojos a cambio de ir con él a Nueva York y su bolsa roja dada por el mal encarnado por un tipo calvo tatuado y que ella, como buena pícara sospecha que es algo atractivo. Aquí el rodaje recuerda al Woody Allen más íntimo, el que toma la base en Bergman, el de Interiores o Manhattan, y muestra, también, un guiño a El Coleccionista, la joya de William Wyler, pero dando le la vuelta: si Terence Stamp coleccionaba mariposas muertas, el supremacista lo hace con polillas vivas y una discreta y escrupulosa observación de ella, frente al encierro brutal de Samantha Eggar.

Roba la bolsa roja en Nueva York en cuanto el hombre va a buscar algo a la calle y conoce en su escapada a una directora y productor que la ven como una aparición porque es tal y como veían a la protagonista del guion que querían rodar. Aquí hay planos de La noche americana, de Truffaut, y discusiones en diálogos como las que el realizador francés nos ofrecía en su cinta pedagógica sobre el cine y un rodaje, pero todo se convierte en el final de Grupo Salvaje, haciendo surgir balas por todas partes con una violencia que no se advertía en el metraje hasta ese momento. Peckinpah en estado puro, humor negro incluido.

Logra huir con la ayuda de un tipo amable, pero extraño, un ayudante de producción que le saca del tiroteo causado por quienes buscaban lo que hay en la bolsa roja que Lillian, entonces bajo el nombre de Annabel, había sustraído. Y el rodaje vuelve a cambiar a planos que intercambian la fría calidez del interior donde su salvador la encierra, con la calidez gélida del otoño en Vermont del extraño grupo que mora allí. Y vemos un guiño a Trono de Sangre, de Kurosawa, y una mofa a la violencia al contar una historia rocambolesca al huir y quien le salva en su huida.

Curiosísima película que muestra las distintas realidades sociales de un país tan enorme como distante entre éstas. Va de menos a más y sólo alguna irregularidad le priva de un aplauso rotundo, lástima.

Talia Ryder nos regala una completísima interpretación que sostiene la producción cuando el guion baja de calidad y el montaje no logra maquillar las carencias de realización.

Primera propuesta de esta edición que no me saca del cine pensando que he perdido el tiempo.

Carlos Ibañez

Fotografía: Luis Gracia Reglero
Sean Price Williams. Foto: Luis Gracia Reglero
Talia Ryder. Foto: Luis Gracia Reglero

The Sweet East, a competición en Sección Oficial, es, como bien ha descrito Javier H. Estrada, director de programación de la Seminci en un chascarrillo, «cine indie de verdad, no del de Sundance». Todo un despliegue visual en 16 milímetros para narrar la odisea de Lillian (hipnótica Talia Ryder, dignísima sucesora de Chloë Sevigny como musa de la escena independiente norteamericana) a lo largo y ancho de los Estados Unidos contemporáneos.

«Nick Pinkerton (el guionista) y yo sentíamos que teníamos que hacer una película que nos gustase ver», ha confesado Sean Price Williams, el director del filme, durante un encuentro con los medios en el que ha detallado cómo el argumento bebe de sus experiencias juveniles. The Sweet East narra las aventuras y desventuras de Lillian, un cruce entre la Alicia de Carroll, la Dorothy de El mago de Oz (Victor Fleming, 1939) y la Justine de Sade que recorre el país en una alocada y picaresca road movie. «Sean estaba abierto a que crease mi propio personaje, me hizo sentir que era una parte importante de la película», ha sostenido Ryder, también protagonista de otro de los últimos ‘clásicos’ del cine indie, Nunca, casi nunca, a veces, siempre (Eliza Hittman, 2020).

Williams, que ha defendido el papel de los festivales y las salas de cine frente al auge de las plataformas, con quienes ha deslizado que «nunca trabajaría», ha ejercido como director de fotografía para realizadores como Abel Ferrara y los hermanos Safdie antes de su ópera prima, que llega a Valladolid tras su paso por la Quincena de Cineastas de Cannes.

Revista Atticus