68 SEMINCI – Crítica película El amor de Andrea de Manuel Martín Cuenca

Crítica El amor de Andrea de Manuel Martín Cuenca – Carlos Ibañez

Ficha

Título original: El amor de Andrea

Dirección: Manuel Martín Cuenca

Guion: Manuel Martín Cuenca, Lola Mayo

Reparto: Lupe Mateo Barredo, Fidel Sierra, Cayetano Rodríguez Anglada, Agustín Domínguez, Irka Lugo, Jesús Ortiz, Inés Amieva, José M. Verdulla Otero

Año: 2023

Duración: 101 min.

País: España

Música: Vetusta Morla

Fotografía: Eva Díaz

Compañías: Coproducción España-México; La Loma Blanca PC, Lazonafilms, Nephilim Producciones, Alebrije Cine y Video, RTVE, Canal Sur. Distribuidora: Filmax

Género: Drama | Familia

Sinopsis

    Andrea, una chica de 15 años, quiere recuperar el amor de su padre, que desapareció de sus vidas cuando se divorció de su madre. Andrea recuerda a un padre amoroso y no puede entender por qué ahora no quiere ver a sus hijos. Tomás y Fidel, sus dos hermanos pequeños, son sus compañeros infatigables en esta aventura que habla de amor, familia y desencanto.

Crítica

            ¡Qué lástima de guion técnico teniendo en cuenta la enjundia del literario! ¡Qué gran elenco artístico! ¡Qué falta de aprovechamiento de la luz de Cádiz! ¡Cuántos errores de racord! ¡Qué banda sonora más poco capaz de ahondar y subrayar los muy bien hilados momentos dramáticos!

            Pero vayamos por partes, comenzando por Lupe, la adolescente que borda el papel de Andrea, con su mirada límpida hasta en el dolor, sus gestos pausados y una economía gestual que nos lleva recordar a otras grandes de la interpretación. Qué buena elección la de los niños Fidel y Tomás, tan naturales, aportando una visión de cómo piensa un niño en sus diferentes edades ante una idéntica situación (psicología evolutiva práctica, nada de manual como se ve en otras producciones). Impecables los padres y su problema respecto a los hijos, porque ellos son sujetos pacientes de sus decisiones y sus silencios, los que están generando disforia continuamente a Andrea, que lucha por ser una mujer adulta antes sus hermanos, pero a la que su madre, para según que cosas, ve como una cría. Impecables ambos sin la necesidad del dramón y la confrontación que nos regalan tatas veces este tipo de películas desde Kramer contra Kramer. Y Abel, el amigo paciente de Andrea, y su tutor del instituto, papel bisagra que sabes que siempre que aparece va a pasar algo, aunque no sea un giro de guion sino una amable continuación hacia una solución lógica, al menos para el amor de Andrea.

            Se nota la libertad que otorga el director a sus actores y el trabajo con las texturas para que esa Tacita del Plata no fuese la de postal sino la real, la que viven los gaditanos cada día, con desconchones en los muros, necesidades de pintura y espacios llenos de vida, que no de turistas. Es como si un gaditano saliese a la calle con su cámara a pasearla como hace cada día y nos lo contase a través de ese padre dolido, esa madre que tiene que contar la verdad de una vez y una chica que desea que la cuesta que tiene que subir hacia la edad joven no le pese tanto y cree que el alivio está en el amor perdido y que desea reencontrar, porque de niña lo tenía y lo creía seguro.

            Repletos de detalles de guion y desmitificaciones: el libro que lee hasta el hartazgo, la marcha dispar en el instituto, el vete tú a saber qué que es Abel, el regalo de éste, que tanto dice de lo que él ve de ella.

            Y el baile, las habaneras, tan gaditanas como de las grandes Antillas, como cantó Carlos Cano hace media vida.

Carlos Ibañez

«El cine de escuadra y cartabón a mí no me interesa». Así de tajante se ha mostrado Manuel Martín Cuenca durante la presentación de su última película, El amor de Andrea, en un Salón de los Espejos abarrotado de medios y espectadores.

El cineasta, que firma el guion junto a Lola Mayo, propone una nueva obra sobre afectos y desafectos familiares que supone un punto de inflexión en su filmografía. Es una película de esencia naturalista, despojada de todo ornamento, mucho más luminosa que sus anteriores trabajos y localizada en la Bahía de Cádiz sobre una niña que intenta recuperar la relación con un padre ausente.

«Hay algo fundamental en los jóvenes que tiene que ver con el afecto, con la búsqueda de afecto», ha incidido Martín Cuenca, que aboga por huir del costumbrismo y del drama más seco para acompañar la historia de «vida», «sonrisas» y «ganas de vivir».

Acompañado de parte del equipo de la película, el autor de obras como La hija (2021) y Caníbal (2013) ha ubicado el germen de la historia en una conversación con Lola Mayo hace más de una década que, durante la pandemia, comenzó a tomar cuerpo. «Comparto con Manuel esa preocupación por lo que es la familia y los niños», ha señalado Mayo, que ha aclarado que lo que buscaban con este filme era representar a los niños «de una forma horizontal: no como futuros ciudadanos, sino como actuales personas». 

En esa línea, la búsqueda de jóvenes actores para encarnar a los protagonistas se alargó durante un año hasta hallar a Lupe Mateo, quien da vida a Andrea. «El cine es muy físico, está hecho de piel», ha expuesto Martín Cuenca para concluir que su interés no pasa por el actor ni la actriz, sino por «las personas que hay detrás».

Guillermo Galván, integrante del grupo Vetusta Morla, que ha compuesto la banda sonora de la película, ha desgranado los pormenores de un proceso que comenzó con el tema que aparece durante los créditos finales y que sirvió como base para levantar el resto de la música que aparece en el filme, enmarcada en el género de la habanera y siempre concebida «desde la mirada de la protagonista», según ha precisado. 

Os dejamos un enlace con el tema final de Vetusta Morla.

fotografías: Luis Gracia Reglero

Revista Atticus