Crítica película Un amor de Isabel Coixet

Ficha

Título original: Un amor

Año: 2023

Duración: 128 min.

País: España

Dirección: Isabel Coixet

Guion: Isabel Coixet, Laura Ferrero. Novela: Sara Mesa

Reparto: Laia Costa, Hovik Keuchkerian, Luis Bermejo, Hugo Silva, Ingrid García-Jonsson, Francesco Carril

Fotografía: Bet Rourich

Compañías: Monte Glauco AIE, Buena Pinta Media, Perdición Films, Movistar Plus+, RTVE, TV3. Distribuidora: BTeam Pictures

Género: Drama. Romance | Drama romántico

Sinopsis

    Tras huir de su estresante vida en la ciudad, Nat, de 30 años, se refugia en el pequeño pueblo de La Escapa, en la España rural más profunda. En una casa de campo destartalada, con un perro callejero, la joven intentará reconducir su vida. Tras lidiar con la hostilidad de la persona que le alquila la casa y la desconfianza de los habitantes del pueblo, Nat se ve obligada a aceptar una inquietante proposición sexual que le hace su vecino Andreas. Este extraño y confuso encuentro dará lugar a una pasión obsesiva y desbordante que envolverá por completo a Nat y la hará cuestionarse el tipo de mujer que cree ser.

Crítica

«Estamos ante dos universos artísticos difícilmente conciliables. Estético, colorista, delicado, sofisticado, elegante y esperanzador incluso dentro de la tragedia, el de la cineasta. Y lúgubre, sombrío, áspero, retador, seco y transgresor, el de la escritora.

Javier Ocaña

Crítico cine, El País

Llega a la gran pantalla uno de los grandes éxitos literarios del año 2020, Un amor de Sara Mesa de la mano de Isabel Coixet con la adaptación del guion de esta última y de Laura Ferrero. Tras su estreno en San Sebastián, el personaje de Nat y la diabólica propuesta de «el alemán» llenan las salas de nuestros cines.

La directora catalana Isabel Coixet (1960), guionista, traductora y escritora, nos lleva entregando sus interesantes propuestas desde su ópera prima Demasiado viejo para morir (1989), que le supuso la nominación como a la mejor dirección novel de los Goyas. Le siguieron, entre otras, Cosas que nunca te dije (1996), su primera película rodada en inglés, Mi vida sin mí (2003), galardona con un Goya al mejor guion original; la magnífica La vida secreta de las palabras (2005) con un inconmensurable Tim Robbins que fue premiada con cuatro Goyas; Mapa de los sonidos de Tokio (2009); Ayer no termina nuca (2013, premiada con cuatro biznagas de Plata); Aprendiendo a conducir (2014); Nadie quiere la noche (2015), protagonizada por Juliette Binoche; La librería (2017) por la que recibió el Goya guion a la mejor película (junto a otros dos) y Nieva en Benidorm (2022). También dirigió Foodie Love, su primera serie (2019) protagonizada por Laia Costa. Además, tiene unos cuantos documentales por los que también ha recibido numerosos galardones. Como se puede ver es una de nuestra cineastas más brillantes y polifacéticas.

Un amor es la adaptación de la novela de Sara Mesa. Cuidada y exquisita es muy fiel al libreto original. He vuelto a leer algún pasaje y me doy cuenta de que casi ha copiado los diálogos en algunas de las secuencias.

Los suplementos literarios de nuestros periódicos, en su momento, hace ya dos años, destacaron la novela que ambientaba la acción en La Escapa, una zona rural sin concretar de la geografía española. Si bien, el paisaje, y sus gentes nos hacen pensar en una zona entre las dos Castillas. Nat (Laia Costa), una joven muchacha traductora, que venía desarrollando su trabajo en una ONG donde transcribía los abusos de las víctimas para efectuar la denuncia de los hechos. Nat decidió trasladarse a esta zona rural porque no podía soportar aquello. Empatizaba demasiado con las protagonistas de estas historias hasta el punto de que eran ellas las que tenían que consolar con su abrazo a una abatida Nat. Contacta con un casero (Luis Bermejo) que goza de todos los topicazos posibles: machista, soberbio, rancio, grosero, egoísta y desalmado. A cambio de cuatro euros le cede una casa que no llega a la categoría de establo. Cuatro paredes, un jergón y algún precario servicio en donde pronto veremos que corre más el agua por fuera que por dentro de las cañerías. Al verla tan sola, como queriendo hacer una gracia le regala un perro sin nombre, huraño y con muestras de haber sido maltratado.

La casa está en las afueras del pueblo, al pie de unos cortados rocosos llenos de buitres. Esa soledad e independencia es lo que buscaba Nat. Una mujer que se muestra frágil, rota, pero que necesita rehacer su vida, en un entorno hostil no solo geográficamente sino también en el campo emocional. Pero para hacerse con un lugar y que la respeten tendrá que ir sorteando una serie de escollos. Tendrá que entender que el lugar tiene su propio ritmo, que los habitantes su propia sociología y tendrá que entender a la gente del campo. A pesar de todo Nat conseguirá establecer una serie de vínculos. Píter es un pseudo hippie que se dedica a decorar ventanas con plomo y vistosos vidrios de colores; Andreas, al que todo el mundo le llama «el alemán» resultará ser un introvertido y huidizo vecino, con unas claras intenciones, eso sí. Al final, la relación con Andreas centrará la vida de Nat. Las ausencias, los silencios y la sequedad de «el alemán» sacará de quicio a Nat. Una pareja de ancianos en donde ella, Roberta padece demencia. Otra singular pareja es la formada por sus vecinos, algo alocados y post modernos que huyen de la gran ciudad, Lara y Carlos, treintañeros, con dos hijas pequeñas y otro bebé en camino. Ella siempre mirando por encima del hombro a Nat. El pueblo (lógicamente sus habitantes) estarán pendiente de todo lo que le rodea a Nat. Es este el microcosmos que Isabel Coixet ha sabido llevar a la gran pantalla con mucha solvencia.

Cuando acabé de leer Un amor anoté al final de sus páginas que aquella situación me remitió a la película Dogville de (2003, Lars von Triers) interpretada magistralmente por Nicole Kidman. Ese chismorreo de la gente es lo que destaqué de la novela. En la película se mantiene ese cuestionamiento desde que el casero la recibe «que te crees que esto de vivir en el campo es todo tan bonito; eso solo sucede en los cuentos, guapa». El espectador es capaz de sentir el agobio, hasta la opresión en el pecho, de ese ambiente que rodea a la estancia de Nat: el aullido constante de los perros; la mala educación de algunos de los vecinos; y el no poder concentrarse ante el ordenador por ser incapaz de sobreponerse a eso de lo que huyó: el traducir la desgracia humana y poner negro sobre blanco. Al final, Nat tendrá que echar mano de la idealización del amor para poder sobrellevar este ambiente hostil. Y luego ya se sabe, los caminos del amor y las incoherencias en relaciones humanas se vuelven inescrutables.

La acción se centra en el ir y venir de Nat. Nat está interpretada magistralmente por Laia Costa. La acabamos de ver en otra película en el que el papel no está tan bien diseñado como en esta ocasión. Me refiero a El maestro que prometía ver el mar. Aquí Laia lucha con sus demonios interiores y con el afán de hacerse con el deseo de pertenencia a un lugar, rural, en contacto con el paisaje y con una vida alejada de la ciudad. Muy solvente. Hovik Keuchkerian sorprende con su papel de un hombre, horticultor parco en palabras, introvertido, huraño, áspero como el paisaje, y con un pasado que se le supone pero que no deja entrever. Mucha sobriedad. A Hugo Silva le da un barniz Isabel Coixet para que luzca como un pseudo hippie, un poco pedante y un mucho machista, como perfecto anfitrión. Ingrid García-Jonsson se muestra cínica, educadita, maligna y llena de perjuicios (ojo con la frase hacia el final que tiene que ver con las goteras, ahí lo dejo, invita a la reflexión). Junto a ella su pareja de pijo de fin de semana, Francesco Carril. Ambos bien, correctos. Y destaco también el papelón de Luis Bermejo. Le he cogido manía. Está soberbio y muy creíble (también un regalazo que le hace la directora) como un ser repugnante. En minutos tiene poca presencia, pero es brutal lo contundente que se muestra. Un papel de machista, misógino, despectivo e insensible. Disfruta provocando el daño.

Yo creo que en este personaje radica una cuestión principal de la película. Tiene que ver con la ética y la moral. Al aceptar la proposición que le propone Andreas es Nat, y solo Nat, la que tiene que dar su consentimiento. Al hacerlo acepta muchas cosas, pero la que no acepta es que el casero se crea con el derecho de acceder al cuerpo de Nat. Ella ha dicho que sí, pero se lo ha dicho a «el alemán» y punto. Eso no la convierte en el objeto de deseo del casero que ya la tenía ganas desde el momento en que la ve joven y desprotegida como un corderillo. También destacaría una secuencia clave y es cuando Andreas revela un poco de su pasado. Lamentablemente creo que es una situación un tanto forzada, demasiados gritos. Lo dura y emotiva que es esa escena rechina un poco. Mal resuelta, creo que la directora no lo aprovecha todo lo que el momento exigía. Una pena (que poco empaña el resultado final).

Aprovecho para destacar el buen momento en que vive el cine español. A las puertas de las nominaciones para los Goya de 2024, el cine, particularmente dirigido por mujeres, está teniendo un gran éxito. Son historias contundentes, la mayoría de ellas ambientadas en zona rurales de la España vaciada. Verano 1993 (2017) y Alcarrás (2022, Carla Simón), Cinco lobitos (interpretada por la propia Laia Costa, 2022, Alauda Ruiz de Azúa), 20.000 especies de abejas, (2023, Estibaliz Urresola Solagure) y ahora Un amor y las recientes La imatge permanent, (2023, Laura Ferrés) ganadora de la 68 SEMINCI y O corno (2023, Jaione Camborda) ganadora del Festival de San Sebastián Jaione Camborda. Sin olvidarnos de los directores que han brillado con Suro (2022, Mikel Gurrea) y As bestas (2022, Rodrigo Sorogoyen). Enhorabuena a nuestro cine que se está convirtiendo en una gran industria.

En definitiva, Isabel Coixet demuestra, una vez más, hábil en la investigación de la intimidad, hábil en la dirección de actores y hábil en el manejo de la cámara. No duda en rodar en un formato 4:3 puesto a las órdenes de la historia. Nos enclaustra un poquito más en ese ambiente cerrado del mundo rural y estos tonos sombríos de la tierra que tiñe la historia. Un amor es incómoda y se muestra agobiante. Una historia que nos acerca, una vez más, a una mujer que se tiene que enfrentar por un lado a sus propias contradicciones, a una exploración del deseo femenino, y por otro a la violencia latente y silenciosa del patriarcado, muy presente en ese mundo rural (y que lamentablemente no es el único). Una gran adaptación de la novela de Sara Mesa en la que la directora catalana sabe plasmar ese mundo interior tan complejo de su protagonista, Nat, a la vez que nos ofrece un retrato claustrofóbico de un pueblo (y sus gentes) de esa España que vemos con frecuencia en las últimas películas españolas.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus