Crítica película Secundarias de Arturo Dueñas

Ficha

Año: 2023.

Duración: 81 min.

País: España.

Dirección: Arturo Dueñas.

Idioma original: castellano.

Guion: Beátrice Fulconis, Olga Mansilla, Inés Acebes, Marta Ruiz de Viñaspre, Pino de Pablos y Arturo Dueñas. (Representación de la obra teatral Cartas al emperador de Roberto García Encinas y Teatro del Navegante).

Fotografía: Álvaro Sanz Pascual.

Música: Óscar Martín Leanizbarrutia y Siloé Lecorps.

Reparto: Béatrice Fulconis, Olga Mansilla, Inés Acebes, Marta Ruiz de Viñaspre, Pino de Pablos, Raúl Escudero.

Productora: La Esgueva Films.

Género: Drama, comedia, teatro en el cine.

Sinopsis

Un grupo de actrices va a representar en un teatro la obra Cartas al emperador sobre un agonizante Carlos I, al que se le aparecen como fantasmas de pesadilla las mujeres más importantes de su vida. Vemos a las actrices llegar a sus camerinos, preparase, charlar, y salir a escena. Durante la representación veremos esa parte, la que sucede entre bastidores, y parte de lo que sucede en el escenario a través de una pantalla o por un lateral del mismo. El tiempo previo a la representación y la propia representación las contemplamos en tiempo real, en una pluscuamperfecta realización de las unidades de tiempo, espacio y lugar clásicas. Ahora bien, no todo sale según lo previsto. 

Crítica

Con la sala llena, con mucha expectación, asistimos al estreno de Secundarias, última película de Arturo Dueñas. Lo hicimos en los cines Casablanca, tras su proyección en la 68 edición de la SEMINCI. No era para menos después de haber visto otras películas del cineasta, documentales u obras de ficción, largos o cortometrajes, como Aficionados (2010), Tierras construidas (2015), Corsarios (2015), Pessoas (2020) o Dajla. Cine y olvido (2020). Es una prueba de que Valladolid no es solo ciudad de espectadores, de público de cine, sino también de creadores, y de un pequeño ámbito de producción que debería cuidarse y potenciarse.

Secundarias tiene mucho de proeza cinematográfica pues ha sido rodada en un único plano secuencia que dura 81 minutos. Parte de la representación de Cartas al emperador (obra teatral de Roberto García Encinas y de la compañía Teatro del Navegante), en un teatro como el Calderón de Valladolid, y de todo eso que no vemos y que sucede entre bastidores, más allá de los personajes representados, como son las actrices (en este caso) que los encarnan con sus vicisitudes y sus historias personales a cuestas.

Teatro y cine se hibridan, dialogan, como lo hacen la realidad y su representación: las actrices van llegando a sus camerinos, se visten, se maquillan, hablan, vamos conociendo algunos rasgos de sus personalidades, de su situación personal, y a la vez la representación comienza, se desenvuelve, entre la precisión y la improvisación, entre los nervios, las dudas, y la comprobación de que las cosas están saliendo bien, hasta que…

Arturo Dueñas, en la presentación y en el coloquio posterior, comentaba su intención con Secundarias de romper esa falta de distanciamiento brechtiano que encuentra en el cine como espectáculo, pero no así en el teatro, donde tras la representación los actores salen al escenario y saludan: somos intérpretes y esto ha sido una representación, nos recuerdan. Por eso quería rodar una película donde lo representado (la obra teatral sobre Carlos I y los fantasmas de las mujeres que formaron parte de su biografía o su memoria), se combinara con las vidas de las actrices que encarnan a esos fantasmas, en el tiempo real que dura una representación y sus preámbulos, y que eso solo podía hacerse recurriendo a un solo plano secuencia. Un objetivo, en mi opinión, conseguido de forma sobresaliente.

Esas actrices no solo encarnan a los personajes de la obra, sino también a los personajes que son ellas misma entre bastidores, a la vez que construyen el guion de la película, desde el libreto previo combinado con las propias improvisaciones que se dan en el mismo momento del rodaje, y que resuelven con la maestría que ya conocemos en Olga Mansilla, Inés Acebes, Pino de Pablos, Marta Ruiz de Viñaspre y Béatrice Fulconis. Ellas, las secundarias del título, son los pilares de la película y de la obra teatral, y consiguen mantener un entramado cinematográfico e interpretativo que se adivina bastante complejo (como espectador), pero que se ve con naturalidad, frescura y mucho humor. Obra coral, por tanto, en la propia escritura del guion como en la dirección de escena, en la que la improvisación adquiere un peso importante. El título de Secundarias, el hecho de que sean actrices (salvo un distante Carlos I) las que componen mayoritariamente el reparto, o esos fantasmas de mujeres que interpelan a Carlos I, arrinconadas en parte por la historia,  envían un mensaje claro y militante por parte de la película sobre invisibilidades y sobre lucha por la igualdad entre mujeres y hombres.

Decisiones del cineasta como el uso del color o del blanco y negro, o de los formatos (3/4 en buena parte del film), son pertinentes, de gran belleza formal, y consiguen el efecto que buscan: diferenciar lo representado en el escenario del teatro de la propia realidad (entre comillas sea dicho), que es la de las vicisitudes de esas actrices entre los bastidores, tras las bambalinas. Habrá una fusión final, que no se debe desvelar, pero que gravita desde el inicio de la película, y que es un hilo de intriga que marca un cierto in crescendo y que mantiene al espectador atento y curioso.

Realmente la presentación de Secundarias tuvo el carácter de un acontecimiento. Pero tranquilos, la película está en el cine y en los cines. Y hay que ir a verla. No me la perdería, desde luego.

Gonzalo Franco Blanco

Revista Atticus