Crítica película La zona de interés de Jonathan Glazer – Luisjo Cuadrado

Ficha

Título original: The Zone of Interest

Año: 2023

Duración: 106 min.

País: Reino Unido

Dirección: Jonathan Glazer

Guion: Jonathan Glazer. Novela: Martin Amis

Reparto: Christian Friedel, Sandra Hüller, Ralph Herforth, Johann Karthaus, Imogen Kogge…

Música: Mica Levi

Fotografía: Lukasz Zal

Compañías: Coproducción Reino Unido-Estados Unidos-Polonia; A24, Film4 Productions, JW Films, Extreme Emotions, Access Entertainment. Distribuidora: A24

Género: Drama | Holocausto. II Guerra Mundial. Nazismo

Grupos: Adaptaciones de Martin Amis

Sinopsis

El comandante de Auschwitz Rudolf Höss y su esposa Hedwig se esfuerzan en construir una vida de ensueño para su familia en una casa con jardín cerca del campo.

Crítica

La zona de interés, la última película del británico Jonathan Glazer (Under the Skin, 2013), es una adaptación de la novela homónima del también británico Martin Amis, publicada en 2014.

Estamos ante una película que ha cosechado innumerables elogios. El director parte de un planteamiento muy sencillo de situarnos en un domicilio de una familia. Juega a recrear una estampa idílica ocultándonos la realidad de la situación. Nos va proporcionando pistas de que lo que estamos viendo no es ni una residencia ni una piscina de uno de los chalets de una buena urbanización en las afueras de cualquier ciudad de postín. Poco a poco vamos descubriendo que se trata de la vivienda del comandante de las SS Rudolf Höss (Christian Friedel), un teniente coronel de las Schutzstaffel (SS), y que esta se encuentra colindante al campo de concentración de Auschwitz. No, lo que estamos viendo no son nubes, y lo que estamos oyendo no son los disparos de los cazadores. Lo que vemos es el humo de las fábricas de muertos que fueron las cámaras de gas, y lo que se oyen son los disparos amedrentadores de los guardianes o, en el peor de los casos, de lo tiros que matan a los judíos que no se ajustan a las normas. Y vamos viendo a la vida cotidiana de la familia que se muestran con un cierto distanciamiento, el mismo que parecen mantener con el propio campo del horror. Mientras su mujer, Hedwig (Sandra Hüller, la actriz de moda en el cine europeo tras protagonizar Anatomía de una caída), solo se preocupa por gozar de ese privilegiado estatus que le permite disfrutar de la casa que nunca llegó a soñar, una preciosa villa con piscina rodeados de bonitas flores que otros se encargan de cuidar.

Y aquí es necesario aludir a la filósofa y teórica política alemana de origen judío Hannh Arendt (1906 – 1975) con su expresión la banalidad del mal recogido en su libro Eichmann en Jerusalén. En él recoge los hechos que sucedieron con motivo de la celebración en 1961, en Israel, del juicio a Adolf Eichmann por genocidio contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Por resumir y de una manera muy simplicista, Arendt manifestaba que una persona no tiene por qué presentar rasgos de carácter retorcido, o ser una persona desequilibrada. No. Nada de eso, una persona puede actuar con maldad simplemente por el deseo de medrar en su carrera, de ascender meteóricamente en su profesión, y que sus actos pasen por ser el cumplimiento de las órdenes de sus superiores. Obediencia a su cargo. El Holocausto se fraguó gracias a muchos mindundis de este tipo, como Eichmann o nuestro protagonista Rudolf Hös (reitero que de una manera muy simplista).

Volvamos a La zona de interés. Desde esos instantes iniciales asistimos a una doble lectura de lo que nos propone el director. Nos muestra, por un lado, esa vida incluso un tanto anodina y vulgar de los habitantes de la casa y por otro empezamos a vislumbrar que hay otra vida, otras vidas al otro lado de esa torre de vigilancia y sus muros. Dramas familiares como el que plantea Rudolf a su mujer porque se tienen que ir de allí por su inminente ascenso (qué cínica y despiadada se muestra su mujer que por nada del mundo quiere abandonar ese paraíso -tú te vas y yo me quedo con los niños-) frente a los horrores del Holocausto.

El director británico se vale de una estudiada puesta en escena con especial atención a la iluminación y a los planos. La mayoría son planos fijos, distantes (apenas podemos ver los detalles de los rostros) y con ausencia de movimientos de cámara. Todo muy cuidado para que espectador rellene los sucesos con ayuda de la Historia y bajo la premisa de que es mejor insinuar que mostrar. A veces, sobre todo en las escenas del exterior de la piscina, parece que estamos ante un gran plató de rodaje, y que nos convertimos en vigilantes. Glazer recurre de forma magistral al fuera de campo como lo hizo su colega László Nemes en la meritoria El hijo de Saúl. Hasta tal punto fue estudiado y cuidadoso el rodaje que los propios actores no sabían sin estaban siendo filmados (numerosas cámaras repartidas por el set) en un primer plano o en un plano medio o general.

La película está llena de detalles sutiles que una vez que los tamizas por la razón te producen escalofríos. El ver pasar a un «inocente» jardinero con el uniforme de los presos; la prueba del abrigo de visión frente al espejo con la inocencia de obviar (o no) la procedencia del mismo que a buen seguro su anterior dueña ha sido despojada de él; la contemplación de cómo todo el mundo juega alrededor de la piscina a escasos metros del campo de exterminio son detalles marcados por el distanciamiento emocional que el director Glazer trata de imprimir a sus personajes. Son muestras de lo que antes definía como la banalidad del mal. Parece que no sucede nada y lo que sucede es un drama más allá de los muros. Se produce una perspectiva de la realidad. Ellos no están haciendo nada malo. Es una vida normal como la de cualquier otro ciudadano (eso pensaban). Lo único que a ellos les ha tocado estar allí.

La película comienza de manera singular: un aviso. Pantalla en negro, unos minutos con la música disonante, chirriante a veces, de Mica Levi que empieza a parecernos muy largos y agobiantes. Esa construcción sonora nos produce desasosiego. Esa banda sonora ayuda «a ver» esa otra película con las atrocidades inimaginables y que no vemos que suceden al otro lado del muro. Glazer no ha querido que las atrocidades se vieran sino solo escuchadas.

El final nos conecta con ambos mundos: el de la Alemania nazi de los años cuarenta y el momento actual por medio de unas trabajadoras de la limpieza del museo del Holocausto. Vemos, tal vez, por esos mismos pasillos que antes veíamos al teniente coronel ahora lo recorren esas trabajadoras limpiando los cristales de las vitrinas donde se encuentran apilados montones de zapatos de los muertos, así como montones de bastones y muletas o montones de maletas (muchas de las cuales todavía conservan el nombre de sus propietarios) que una vez contuvieron sueños de vivir una vida digna. Ahora esos espacios son frecuentando por los turistas que contemplan absortos (y tal vez con horror) los restos de la barbarie. Muchos se preguntarán que cómo fue posible aquello. Quizás más allá del propio análisis cinematográfico es inevitable hacer la comparación con lo que hoy mismo está sucediendo en Ucrania, pero sobre todo en Gaza con el exterminio de una población. La repetición de los hechos se nos muestra cuanto menos como paradójicos. Tiempo después nos preguntemos que qué estábamos haciendo nosotros mientras sucedía ese drama. Esa muestra del lucro que se produce ahora con la desgracia de entonces nos invita a una reflexión. ¿Qué debes de hacer? Si lo mostramos como se hace en modo museísitico conlleva una organización, unos gastos no se trata de cobrar para enriquecerse unos poco. Pero si no se muestra (como muchos quisiera que siguen insinuando que aquello no sucedió) se olvida.

Una película que recoge ese lado oscuro, turbio, de la condición humana que desemboca en el genocidio de una parte de la población que nunca tuvo que haber sucedido y que nunca debe de ser olvidado. Una vez más, en esta ocasión gracias al buen trabajo de Glazer, vemos la importancia del séptimo arte a la hora de ayudarnos a comprender episodios de nuestra historia, aunque lamentablemente eso no sirva para conseguir que no se vuelvan a repetir.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado