Crítica película Godland de Hlynur Palmason

Crítica película Godland de Hlynur Palmason – Luisjo Cuadrado

Ficha

Título original: Vanskabte Land

Año: 2022

Duración: 143 min.

País: Dinamarca

Dirección: Hlynur Palmason

Guion: Hlynur Palmason

Reparto: Elliott Crosset Hove (Lucas), Ingvar Sigurðsson (Ragnar), Vic Carmen Sonne (Anna), Jacob Hauberg Lohmann (Carl), Ída Mekkín Hlynsdóttir (Ida), Waage Sandø (Vincent), Hilmar Guðjónsson (traductor).

Música: Alex Zhang Hungtai

Fotografía: Maria von Hausswolff

Compañías: Coproducción Dinamarca-Islandia-Francia-Suecia; Snowglobe Films, Join Motion Pictures, Maneki Films, Garagefilm International, Film I Väst

Género: Drama | Siglo XIX. Religión

Sinopsis

A finales del siglo XIX, un joven sacerdote danés llega a Islandia con la misión de construir una iglesia y fotografiar a sus habitantes. Pero, cuanto más se interna en aquel implacable paisaje, más se sume en las ansias de la tentación y el pecado.

Crítica

Godland, tercera película dirigida por el islandés Hlynur Pálmason (1984), está protagonizada por Elliott Crosset Hove como Lucas, un sacerdote luterano danés que es enviado a Islandia para supervisar el establecimiento de una nueva iglesia parroquial. Como si fuera un nuevo apóstol. Está ambientada a finales del siglo XIX y su fe se verá puesta a prueba por las duras condiciones del viaje y de la vida rural en la isla. Está inspirada en unos hechos reales: el descubrimiento de siete placas fotográficas de vidrio de aquella época, tomadas por el cura.

Nos encontramos con una película que encaja a la perfección en lo que se denomina cine de autor. Se entiende por tal la película en la que el director tiene un papel preponderante, dando una visión exclusivamente personal a un guion propio o ajeno; realiza su obra al margen de las presiones y limitaciones que implica el cine de los grandes estudios comerciales, lo cual le permite una mayor libertad a la hora de plasmar sus sentimientos e inquietudes en la película. En el cine de autor, el autor es normalmente identificable o reconocible por algunos rasgos típicos en su obra. La película se estrenó en la sección Un Certain Regard (Una cierta mirada) en el Festival de Cine de Cannes de 2022.

En aquel momento Islandia era un territorio danés (desde finales del siglo XIV pasó a ser territorio de Dinamarca-Noruega). Los suelos estériles, las erupciones volcánicas y un clima implacable hacían la vida muy difícil en una sociedad cuya subsistencia dependía casi en su totalidad de la agricultura. En 1783, la erupción del volcán Laki condujo a una de las mayores catástrofes medioambientales en la historia europea. Ocho meses estuvo en activo lo que provocó la desaparición de un cuarto de la población. La extensa nube de gases tóxicos produjo alteraciones en el clima. Produjo seguías, y la consiguiente hambruna por espacio de tres años en toda Europa y norte de África, muriendo cerca de seis millones de personas.

A finales del siglo XIX, el sacerdote Lucas, luterano, recibe el encargo de viajar a Islandia para construir una iglesia y asentar parte de la población con la evangelización. Portaba una cámara de fotos para documentar la tierra y el viaje primero en un barco, después en un rudimentario bote de remos y por último a lomos de unos caballos. Le acompañan el traductor (lucas no tine ni idea de islandés) y unos trabajadores. Pero en su mochila había un exceso de arrogancia y un desprecio por la naturaleza. Allí se encuentran con el que va a ser el guía que los lleve por la isla, un rudo hombre, Ragnar (Ingvar Sigurdsson), maduro y curtido, que sabe entender y escuchar a la isla, pero que desconfía de los daneses.

En el punto de destino se encontrarán con una familia (padre, Carl, y dos hijas: Anna, una joven bella en edad casadera; e Ida una jovencita rebelde y algo menor y más traviesa que su hermana). Lucas, en un primer momento es acogido con agrado, pero el padre tiene que poner distancia física para evitar tentaciones. Su llegada produce una revolución entre la población ya que la construcción de la iglesia les sacará del tedio cotidiano.

Godland es una película de pioneros que nos pone en la órbita de esas otras películas de la conquista del oeste americano. En este caso con dos elementos en torno a los que gira la cinta: la existencia de Dios y el poder de la Naturaleza, la Tierra. Otro elemento que aglutina la película es la fotografía. Por aquellos años era un costoso procedimiento. Nuestro sacerdote Lucas tenía que ir cargado con las placas de vidrio, la cámara y el cuarto oscuro para poder revelarlas. El método supone la utilización del colodión, una especie de barniz que se vierte líquido a las placas. Esta especie de barniz se sensibilizaba en nitrato de plata. Las placas de vidrio tenían que estar muy limpias, para poder obtener imágenes nítidas y sin manchas. Para lograr una buena estampa se exigía la total inmovilidad de los retratados por espacio de unos segundos. Lucas escoge sus estampas y sus modelos y a veces esto puede causar cierta enviada.

El director nos ofrece un film con dos partes bien diferenciadas. Una primera, es el viaje duro (escogió la peor opción, pero la que le daba la posibilidad de conocer a la gente ¿qué gente?), con la cruz bendecida a cuestas y el equipo fotográfico del sacerdote danés. Y en una segunda parte, la propia construcción y el establecimiento del cura con su evangelio entre sus gentes. Hay, por lo tanto, un viaje por la desolación paisajística y el enfrentamiento a las fuerzas de la Naturaleza y, por otro lado, es la desesperación mental de un hombre que llega a dudar hasta de su fe por esas fuerzas y, por la tozudez de alguna de sus gentes.

Es una película en apariencia sencilla pero que pose unas cuantas aristas. Aborda cuestiones como la madurez (la que se alcanza con la experiencia, como así vemos desde el principio en el momento en que Lucas recibe el encarga de ir a Islandia, de un anciano sacerdote que posiblemente recibiera el mismo encargo). Nos habla de la rivalidad de los hombres, del manejo del orgullo y de la ira de sus protagonistas, acabando en un duelo, como en el viejo oeste, que ya presentíamos desde el comienzo entre los dos hombres, Lucas y Ragnar. Y también nos ofrece una visión del papel que tiene la mujer en esa sociedad tan viril y ruda con su aporte de agudeza y tacto. Ayuda en la ambientación una banda sonora de corte disonante de Alex Zhang Hungtai que nos mantiene en vilo ante el anuncio constante de la llegada de algún peligro.

Godland responde, como he dicho antes, a ese cine de autor básicamente por tres razones: porta una visión particular del tema que narra; afronta su película con mayor libertad alejado de los cánones habituales; y, por último, en Godland el director nos marca su estilo con un formato analógico casi cuadrado (1.33:1, con las esquinas redondeadas que le da un aspecto antiguo –como se puede comprobar en los fotogramas-). Pero no se queda ahí, sino que también deja su impronta en la manera de rodar y en cómo nos lo cuenta. Su director nos ofrece una película compleja, que invita a la reflexión, transcendente, pero que no es apta para todos los públicos. Es cine de autor y esto conlleva que tenemos que poner algo de nuestra parte. Quién mejor define la película es Javier Ocaña. El crítico ve en ella: «un enfrentamiento entre dos energías: la del progreso, la mente, la espiritualidad, la sabiduría teológica y hasta la tecnología (y esa cámara fotográfica primigenia), representada por el pastor protestante; y la de las tradiciones, la fuerza física y la sabiduría del terruño, personificada en el hombre que lo guía desde la civilizada Dinamarca hasta la desapacible Islandia, tierra sin árboles, porque no crecen o se los comen los animales».

Aunque lo podemos definir como cine de gourmet eso no quiere decir que sea una excepcional película. Destacaría un par de travellings de 360 grados que son una delicia. Rodados con suma lentitud. Son totalmente diferentes. Uno de ellos capta el imponente paisaje, la salvaje naturaleza, el viento que agita la hierba, el calmo silencio y el otro retrata, con una brillante coreografía, el jolgorio de la puesta de largo del fin de las obras de la iglesia, la reunión de los vecinos que consigue olvidar por un momento sus quehaceres diarios.

El director islandés parece estar más centrado en la belleza del paisaje, en lo inhóspito del terreno, en lo agreste, en lo hostil y en lo ruda que es la vida en esos confines del fin del mundo que se olvida (por momentos) de dar vida a sus personajes, bien delineados, pero a los que les falta «alma». No conseguí empatizar con alguno de ellos y eso provoca que no acabe de entender las motivaciones que los lleva a realizar los actos que realizan y que son la clave de la película: la condición humana, la violencia de la masculinidad. Me ha pasado como a su protagonista Ragnar, islandés, que entendía y se expresaba en danés, pero ante el cura, solo con conocimientos del danés, no le daba la gana hablarlo. Yo veía a los personajes, pero no entendía sus motivaciones (o me constaba entenderlas, o por lo menos alguna de ellas). Y eso me sacaba un poco de la historia y en alguno momento me pareció un poco tediosa y algo pretenciosa. Pero reconozco sus méritos por su concepto y la forma de su realización con un cine académico, pulido, algo que no abunda por nuestras pantallas.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus