67 SEMINCI – Los pasajeros de la noche de Mikhaël Hers

67 SEMINCI – Sección Oficial – Los pasajeros de la noche de Mikhaël Hers

Ficha

Título original: Les passagers de la nuit

Año: 2022

Duración: 111 min.

País: Francia

Dirección: Mikhaël Hers

Guion: Mikhaël Hers, Maude Ameline, Mariette Désert

Música: Anton Sanko

Fotografía: Sébastien Buchmann

Reparto: Charlotte Gainsbourg, Quito Rayon Richter, Noée Abita, Megan Northam, Thibault Vinçon, Emmanuelle Béart, Laurent Poitrenaux, Didier Sandre, Ophélia Kolb Kasapoglu, Calixte Broisin-Doutaz

Productora: Nord-Ouest Films, arte France Cinéma

Género: Drama | Años 80

Sinopsis

    París, 1981. Soplan vientos de cambio la noche de las elecciones y los franceses toman las calles, eufóricos. Pero a Élisabeth le cuesta compartir el ambiente general de optimismo. Su matrimonio está llegando a su fin y ahora tendrá que mantener a su familia. Está angustiada, y a su padre y a sus hijos adolescentes les preocupa que no consiga superar su pena. ¿Y si escuchar sus propias emociones le ayudara a llenar poco a poco esa página en blanco en la que se ha convertido su futuro?

Crítica

            Definir la rutina a través de un drama disfrazado de comedia donde todo se mueve en la cotidianidad de una familia que pierde al padre por divorcio y que nace la noche en que Mitterrand gana la presidencia de Francia, cuando todo el mundo pensaba que era de izquierda y no sospechaban aún que era de sí mismo y ese nivel de egoísmo no tiene nada que ver con esa ideología, al menos sobre el papel, y todo se desarrolla en una paralelismo extremo y muy bien llevado, al menos hasta esa generación de tres finales seguidos capaz de sacar de la historia a cualquiera.

            Magníficamente interpretada por todos los actores, desde el que juega al fútbol en el estudio de radio y ofrece una galleta hasta Charlotte Gainsbourg, quien lleva el mayor peso de la acción. Dulce, conmovedora, generosa, solidaria, pero, sobre todo, superviviente. Ella, como decía el personaje de Juliette Binoche en Herida, le convierte en alguien que sabe que puede aguantarlo todo y salir de ahí. Ha padecido cáncer de mama, un divorcio y un no saber qué hacer con su vida tras éste y a de todo sale y con nota, aunque le cueste ir hacia delante sabe que debe hacerlo. Y comienza a  trabajar de telefonista en una emisora de radio, en un programa nocturno con una jefa estrella de las ondas parisina, y allí conoce a quien le salva gracias a salvarle, Tallulah, una joven nómada o vagabunda, según lo que el espectador y su orientación sociocultural desee, que llega al programa para hablar de sí misma, pero que, en realidad no sabe de qué quiere hablar, pero esa madre superviviente se la lleva a su casa para que su proceder cale en ella misma y en la jovencita de vida dura y errante.

            Traba amistad con los hijos adolescentes y muestra su instinto de lograr lo que todo el mundo a pesar de todas sus limitaciones económicas en la escena en la que se cuelan al cine y vemos un homenaje a Rohmer en la película en la que se cuelan. Pronto el menor de los hermanos, el chico, que tonteaba con una compañera de estudios, cae rendido ante el nuevo miembro de la familia. Y todo va pasando hasta que pasa lo inevitable, que es el sexo, donde Tallulah hace de Amy Winehouse diciéndole que no es buena para él. Y vemos como exuda en sus poemas amor, dolor y abandono. Para cuando esto ocurre el gobierno de Mitterrand ya es una decepción para los votantes de izquierda, tal y como se muestra a través del personaje de la hermana mayor, activista comprometida con los valores sociales por los que se votó al falso socialista, y todo va a esa ninguna parte que es la rutina que nos envuelve a los urbanitas y más en las ciudades grandes.

            Pasan otros cuatro años. Matthias, el chico cree haber olvidado a Tallulah, pero escribe en el rincón donde hizo el amor con ella, y trabaja para sobrevivir en una piscina como taquillero. Su madre sigue en la radio, pero debe aceptar un trabajo a media jornada en una biblioteca para llegar a fin de mes y la hermana mayor se ha independizado a un piso que más parece una comuna que un hogar. Y todo va bien, hasta la estupenda figura del abuelo, siempre faro que ilumina el barco de esa familia que parecía zozobrar al principio de la cinta, hasta que reaparece la preciosa Tallulah, con un deseo de volver a ser ella misma y pidiendo ayuda, sin decir una sola palabra, a su única, aunque impostada, familia. Ahora es heroinómana, no obstante, sin ningún ejercicio de exhibicionismo de jeringuillas o venas amoratadas y más pinchadas que las ruedas de una bici abandonada, y los dos miembros de la familia que aún viven en el hogar familiar se turnan para sacarle de ese muladar que es la politoxicomanía.

            Y el amor en positivo y en negativo reaparece creando luces y sombras en ellos y en la película. Para la protagonista, Elisabeth, es un novio que surge de un usuario de la biblioteca, para Matthias es Tallulah y todo el empíreo que es la vida a su lado. La primera lo consolida, el segundo lo sufre y todo se resume en que hay que vender la casa, ya en 1988, cuando hay que reelegir o echar a Mitterrand, y la sensación de abandono es total, cosa que muestra al final la casa desnuda que ya no es, ni parece, un hogar, en una escena muy poética y donde el paralelismo sociopolítico es más que evidente para cualquiera que conozca la historia reciente del país vecino. Y nos vienen a la mente grandes maestros que tocan la comedia de la vida, como Louis Malle, Manuel Poirier o Patrice Leconte, capaces de contar lo cotidiano con una poesía nada habitual y todos ellos están en los tres finales que muestra el director, saturando un tanto y alargando muchísimo el metraje, su gran error, para mi humilde gusto.

            Siempre nos quedará la imagen de lo que es una familia en la bellísima escena del baile a cuatro con la canción de Joe Dassin, pura belleza.

Mikhaël Hers – Les passangers de la nuit 67 SEMINCI
Les passangers de la nuit 67 SEMINCI

Carlos Ibañez

Revista Atticus