Crítica película Saltburn de Emerald Fennell

Ficha

Título original: Saltburn

Año; 2023

Duración: 127 min.

País: Reino Unido

Dirección: Emerald Fennell

Guion: Emerald Fennell

Reparto: Barry Keoghan, Jacob Elordi, Rosamund Pike, Richard E Grand, Alison Oliver, …

Música: Anthony B. Willis

Fotografía: Linus Sandgren

Compañías: Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; LuckyChap Entertainment, Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), MRC Film, Media Rights Capital (MRC). Distribuidora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), Amazon Prime Video

Género: Drama. Thriller | Drama psicológico. Comedia negra. Sátira

Sinopsis

    Mientras lucha por encontrar su lugar en la Universidad de Oxford, el estudiante Oliver Quick se ve arrastrado al mundo del encantador y aristocrático Felix Catton, que le invita a Saltburn, la extensa finca de su excéntrica familia, para pasar un verano inolvidable.

Crítica

¿Qué decir de la primera producción de MGM desde que fue adquirida recientemente por Amazon? Que, sin duda es una reinterpretación de un clásico del siglo XX, que es Retorno a Brideshead con toques de Tom Ripley y mostrando una realidad a base de constantes mentiras. Aquí debemos hablar del sensacional el protagonista, Barry Keoghan, al que ya tuvimos la suerte de disfrutar en Almas en pena en Inisherin, o en la obra de Giorgos Lanthimos, El sacrificio del ciervo sagrado. Además, hay que resaltar la labor de los excelentes secundarios capitaneados, sin duda, por el papel de Rosamund Pike, impresionante.

Bien dirigida y sin torturar el libreto para que todo encaje como hacen algunos directores que escriben, sino con esa tradición de autores que saben llevar de la mano al guion técnico y el literario.

Saltburn habla y cuenta la vida elitista, pero carentes de gusto, de la clase alta inglesa: así, hablan del esperma de Enrique VIII en tono grosero o ven en la televisión Supersalidos, en un salón pequeño dentro de un gran palacio, mostrándonos la valva bajo la que se esconden y unen, mientras cenan cada noche de etiqueta. Van de enrollados, pero tratan a sus invitados de clase media como a criados.

Y todo se va convirtiendo en El talento de Mr. Ripley, y definiendo cada personaje por sus carencias y donde el tipo baboso y amoral que es el invitado pobre nos cae bien porque sabe sobrevivir en ese microcosmos infecto de egoísmos infinitos.

Escrita por la actriz y compañera de reparto en Barbie de Margot Robie y producida por el sello creado por ella y su marido para material creado por y/o para mujeres en esa industria tradicionalmente misógina, Luckychap, donde gracias a ello se puede permitir criticar los roles femeninos de la alta sociedad: modas sociales, como ser lesbiana, o la supuesta ninfomanía de la hija (si hubiese sido un hombre quien firmase esta cinta ya habría saltado alguna exaltada con la manida palabra de heteropatriarcado), mientras el primogénito, hace lo que le place, como el Dickie Greenleaf que compuso Jude Law sobre el texto que escribió Anthony Minghella de la novela de Patricia Highsmith, o el siempre reprobable manipulador que suele ser un heredero sin tutelaje, como es este Felix Catton encarnado por el limitado actor australiano Jacob Elordi.

A medida que avanza metraje cada vez descubrimos más carencias de la familia rica hasta que se produce un giro de guion definitivo con la visita del protagonista a su familia el día de su cumpleaños y donde su mejor amigo descubre la manipulación que ha sufrido él, habitual manipulador. Y entonces descubrimos al verdadero Oliver Quick (rápido). Aquí hay que hablar del juego de palabras de los apellidos de estos personajes de un Waugh revisitado, que es lo que son los CATTON, jugando con el elitismo conservador de Catón el joven, el senador romano. Además de un tema que hiela la sangre: la soledad como herramienta del mal, frente a la sociabilidad como mal plausible y muy aceptado. Ya lo apuntó Kubrick en la primera parte de su película La chaqueta metálica y Emerald Fennell lo subraya con una grotesca fiesta de cumpleaños como principio del fin.

Por si fuese poco hay un laberinto vital y mortal, como es la vida de Oliver y un guiño de la guionista a La huella, esa obra maestra de Joseph L. Mankiewicz, donde los protagonistas se muestran tal y como realmente son amparados por la topiaria y la falta de escrúpulos de ambos, por primera vez expuestos en el centro de ese entramado vegetal.

A partir de aquí los dioses travestidos de monstruos y viceversa, lo monstruos disfrazados de dioses, se muestran tal y como son… Y acabamos en otro regreso, el de Howards End, de la Merchant Ivory, y quién se queda con qué al final.

Sensacional aprovechamiento del 50 en lo técnico y el color digital etalonado como si fuese el Kodachrome de principios de milenio para subrayar la belleza que rodea al ser humano en su inmensa maldad cotidiana y la decadencia ya que el formato dejó de hacerse en 2009, tres años después del comienzo de la película, tal y como se muestra nada más comenzar la acción. Y la banda sonora, perfecta en cada segundo que acompaña al metraje y explicando todo sin decir nada.

Película para disfrutar, a pesar de algún mínimo error que baja su calificación y donde la astucia juega en el campo de la estulticia siempre alentada por la maldad, lo que la convierte en más atractiva e hiriente.

Os dejo un tráiler:

Carlos Ibañez

Revista Atticus