Crítica película La sociedad de la nieve de Bayona

Ficha

Título original: La sociedad de la nieve

Año: 2023

Duración: 144 min.

País: España

Dirección: J. A. Bayona

Guion: J. A. Bayona, Bernat Vilaplana, Jaime Marqués, Nicolás Casariego. Libro: Pablo Vierci

Reparto: Enzo Vogincic, Matías Recalt, Agustín Pardella, Tomas Wolf, Esteban Kukuriczka, Francisco Romero, Rafael Federman, Felipe González Otaño, Agustín Della Corte, Valentino Alonso, Simón Hempe, Fernando Contigiani, Benjamín Segura, Luciano Chatton, Agustín Berruti, Juan Caruso, Rocco Posca, Andy Pruss y Esteban Bigliardi

Música: Michael Giacchino

Fotografía: Pedro Luque

Compañías: Apaches Entertainment, Telecinco Cinema, Benegas Brothers Productions, Cimarrón Cine, El Arriero Films. Productor: Belén Atienza, Sandra Hermida. Distribuidora: Netflix

Género: Drama. Aventuras | Basado en hechos reales. Supervivencia. Naturaleza. Años 70. Zonas frías/polares

Grupos: La tragedia de Los Andes

Sinopsis

    En 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, fletado para llevar a un equipo de rugby a Chile, se estrella en un glaciar en el corazón de los Andes. Solo 29 de sus 45 pasajeros sobreviven al accidente. Atrapados en uno de los entornos más inaccesibles y hostiles del planeta, se ven obligados a recurrir a medidas extremas para mantenerse con vida.

Crítica

Juan Antonio García Bayona (Barcelona, 9 de mayo de 1975), más conocido como Juan Antonio Bayona o J. A. Bayona (o simplemente Jota), se ha convertido en uno de los mejores directores (y productores) del cine español. Sus cuatro películas anteriores son auténticos éxitos y demuestran que son películas hechas en España al más puro estilo hollywoodiense, entendiendo como tal esa manera de hacer cine como una gran producción implicando un buen número de profesionales y medios.

Con su película La sociedad de la nieve, ha establecido unos nuevos límites donde nunca había llegado el cine español. Venía dando muestras de hasta dónde podía llegar el director catalán. Su éxito de público y crítica con su primera película producida por Guillermo del Toro (El orfanato, 2007) auguraban una brillante carrera. La película estuvo nominada a catorce categorías de los Premios Goya, de los cuales se alzó con el máximo galardón en siete de ellas. Lejos de acomodarse, subió un poco más el listón. Se enfrentó a la recreación de uno de los tsunamis más devastadores que hemos conocido. Con Lo imposible (2012), llevó a la gran pantalla la historia de una familia española que sufrió el tsunami en Tailandia, en el océano Índico en 2004. No parecía tener límites: rodó en inglés y contó con la presencia de dos grandes actores del momento, Ewan McGregor y Naomi Watts. En su primer fin de semana recaudó cerca de nueve millones estableciendo el récord al mejor estreno de la historia de la taquilla española. Fue nominada a los Oscar y a los Globos de Oro. En España, otra vez fue seleccionada en catorce categorías, pero en esta ocasión alcanzó el premio en cinco de ellas (en aquella edición, en 2013, hubo buena cosecha entre las que destacaron Blancanieves de Pablo Berger o Grupo 7 de Alberto Rodríguez).

Su tercer largometraje fue Un monstruo viene a verme (2016), adaptación de la novela homónima de Patrick Ness, coprotagonizada por Lewis MacDougall, Felicity Jones y Liam Neeson. La película obtuvo nueve Goyas en la trigésima edición. Ese mismo año fue designado por Steven Spielberg para dirigir la secuela de Jurassic World, que contaría con un presupuesto inmenso (cerca de 260 millones de dólares). Jurassic World: el reino caído se estrenó en 2018.

A Bayona, su paso por los EE. UU. le ha sentado muy bien. Con las entregas de la película Jurasic Word y de algunos capítulos de la serie El señor de los anillos, ha pulido su estilo y afinado el diente cinematográfico. La sociedad de la nieve es una coproducción de España y los Estados Unidos (de la mano de Netflix) con un presupuesto de sesenta millones, la más cara en la historia del cine español. En ella el director aborda las peripecias de los supervivientes del accidente del avión que se estrelló en los Andes en 1972. El director barcelonés sabe conjugar a la perfección la puesta en escena con un sentimentalismo ya expresado en sus anteriores entregas. Sabe hacer compatible el espectáculo con el acercamiento más íntimo al ser humano cuando se enfrenta a una de las situaciones más límites: la supervivencia en un entorno hostil y sin apenas medios para poder salir adelante. Una situación inigualable para poder resistir los setenta y dos días con treinta grados bajo cero con una altitud cercana a los 3700 metros.

Para finalizar estos apuntes de su carrera, en 2013 recibió el Premio Nacional de Cinematografía en el marco de la sexagésimo primera edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Elegida para representar a España en los próximos Oscars, La sociedad de la nieve, clausuró la octogésima edición del Festival Internacional de Cine de Venecia y ha sido nominada en trece categorías para los premios Goya que se celebraran en Valladolid en febrero de 2024. A estas candidaturas hay que añadir las cuatro que ha conseguido para los Oscars: mejor película internacional, mejor banda sonora, mejores efectos visuales y mejor maquillaje y peluquería, elevando un poquito más el listo en el cine español.

Al hablar de La sociedad… ineludiblemente hay que hacer referencia a una de las anteriores películas ¡Viven! (1993, Frank Marshall). Antes hubo otra, sin pena y con la gloria de ser la primera, a cargo del director mexicano René Cardona. Realizada en 1976, lleva por título Supervivientes de los Andes. En la película ¡Viven! Marshall recoge los mismos hechos (accidente del avión en el que viajan los componentes de un equipo uruguayo de rugby) pero centrándose más en las dificultades para encontrar el lugar exacto y las dificultades por sobrevivir que en el drama personal e íntimo que supone encontrarse a esa altitud y abandonados a su suerte. Muchos críticos tildaron a esta película de americanada. El libro homónimo (1974, Piers Paul Read) fue escrito tras recoger los testimonios de los dieciséis supervivientes del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya. La sociedad de la nieve está basada en el libro homónimo del uruguayo Pablo Vierci que fue publicado en 2009.

Pocos son los que pueden decir que no saben nada de los hechos que narra La sociedad de la nieve. A estas alturas y tras más de cincuenta años casi todo se sabe de aquello. Su epopeya bien se pudiera recoger en un relato clásico con su planteamiento, con su nudo y con su desenlace. Un grupo de hombres y algunas mujeres se suben a bordo de un avión de las fuerzas armadas uruguayas con destino a Santiago de Chile. Durante el recorrido, en plena cordillera andina, sufren un accidente. Unos cuantos sobreviven al impacto. Esperan al rescate, pero este no llega. Al final, tras casi dos meses de abandono en plena montaña y en unas condiciones infrahumanas, dos de los supervivientes inician la tarea de llegar a algún punto civilizado. Estos son los hechos, pero lo que realmente sucedió allá arriba solo lo conocen hoy ya unas pocas personas, lo demás que nos ha llegado son recreaciones. La de Bayona no es una más. Jota se centra en las profundidades de cada personaje, en cómo lo percibe cada uno de ellos y en cómo se relacionan entre ellos para superar la adversidad, la tremenda adversidad de verse allí solos, abandonados, sin apenas equipo para sobrevivir y… sin alimentos.

La película que ha creado Bayona es espectacular. Recrea un accidente de forma verosímil y si no fuera por lo que es, se podría decir que de una belleza inigualable. Los amigos se encuentran distendidos repartidos por el estrecho interior de la aeronave. El comandante avisa de las primeras turbulencias y les invita a que se sienten y se abrochen sus cinturones, pero no hacen mucho caso e incluso el humor negro asoma. Son los nervios. La situación se empieza a complicar. El director dilata el suspense. Y finalmente ante la imposibilidad de superar las montañas, el choque es inevitable y se produce el desastre: los asientos se incrustan unos detrás de otros; se oyen ruidos del choque de metales entre sí, al mismo tiempo que vemos (y oímos), cómo se fractura un tobillo. Espeluznante. El silencio, la oscuridad da paso a los primeros gritos de auxilio.

En unos pocos minutos nos transmite tensión, angustia, dolor, incertidumbre, temor y horror. Enseguida empezamos a sentir frío, flaqueza y muy pronto desesperación. Han sobrevivido un buen puñado de amigos, pero otros han quedado partidos dentro de los restos del fuselaje del avión de las fuerzas armadas uruguayas y otros diseminados por el camino al haber perdido la cola del aparato.

Nadie alberga muchas dudas de que, en los próximos Goya, Bayona se vaya a llevar un buen puñado de galardones (esperemos que también en los del otro lado, el norteamericano) y a buen seguro que alguno de ellos será en los aspectos técnicos.

El plantel de actores es, en su mayoría, unos grandes desconocidos. A diferencia de lo que ocurrió en Lo imposible, aquí el director no busca unos rostros conocidos. Busca ese anonimato de unos protagonistas que se convirtieron héroes en su propia vida sin haberlo buscado. Era un grupo de amigos, universitarios, de buena posición social (la mayoría), católicos y con una muy buena condición física al ser deportistas. Casi se podían considerar privilegiados. Muchos de ellos verían la nieve por primera vez en sus vidas. El equipo de rugby Old Christians Club pasó a ser la base de una sociedad primitiva a 3700 metros de altitud en la que nada era como en la tierra que acaban de dejar. Aquí el dinero no vale nada y los tabúes mentales hay que dejarlos a un lado para que el instinto más primario se imponga. Para sobrevivir a tanta desgracia hay que comer y el alimento, ahí está. O comes o mueres. No hay más, es un paso natural. Otra cosa es lo que cada uno piense. Los demonios interiores ahí están y aunque la cámara no los refleje, su presencia es más que evidente. Al final, la nueva sociedad tiene que tirar de lo más viejo (incluso antes de la Ley) que no es otra cosa que el uso y la costumbre (las normas jurídicas al final se desprenden de hechos que se han producido repetidamente en el tiempo en un territorio concreto). Y en esta sociedad empieza a funcionar la solidaridad, la ayuda al necesitado, el echar un mano en lo que sea y lo que sea, sea, a veces, tan ingrato como preparar «el alimento» y en ayudar a otros a comer. El director catalán se aparta de la explotación de lo que es la tragedia en sí, para centrarse en esos personajes. Al final, estamos ante una recreación escrupulosa del dolor, del miedo a la muerte y la fuerza de la esperanza. Aquí radica una de las grandes bazas de Juan Antonio Bayona y que hace de La sociedad de la nieve una de las grandes películas españolas, en la psique de cada protagonista y en cómo cada uno ha tenido que enfrentarse a la cuestión.

Si en el apartado de la dirección de actores, Jota lo borda, en la elección del paisaje y ese reflejo en la gran pantalla no se queda atrás. Los paisajes son espectaculares y el barrido de la cámara para captar toda esa grandiosidad y por ende todo ese aislamiento, con ausencia de la banda sonora, en silencio, es desasosegante a la vez que bello. ¿Cómo puede existir un lugar tan bello y a la vez tan inhóspito y capaz de alberga tanto dolor?

En La sociedad de la nieve, como en anteriores entregas de Bayona, encontramos emoción en las acciones espectaculares y grandiosas, pero también encontramos ese plus de emotividad, de humanidad, dentro de ese alarde técnico que podemos ver en su puesta en escena. No se recrea en la desgracia ni en la cuestión clave (y que pudiera resultar morbosa) de la antropofagia, pues esta se presenta como una cosa normal, una evolución de la situación ante la carencia de alimento. Y punto. O nos morimos aquí, o salimos de esta, y para salir hay que comer. No hay más. Hay una escena que resume muy bien parte de lo que allí dentro del fuselaje vivieron los supervivientes. Es cuando debaten la situación y analizan lo que a su cuerpo les va a pasar tras una semana sin comer adecuadamente. Ya tienen los ojos hundidos, apenas tienen fuerza, flaquean hasta en el ánimo, el deterioro físico y moral empieza a ser evidente. Les rodea la pesadumbre. Cuando empiezan a alimentarse, casi la siguiente escena ya se ha establecido el humor entre ellos, hay otra chispa. Hay vida.

Todos aquellos que sobreviven a algún accidente, les entra el sentimiento de culpa bajo la pregunta: ¿y por qué yo? En La sociedad… al accidente sobrevivieron veinticinco personas. Después de unos cuantos días, una avalancha arrastra la desgracia. ¿Qué mente puede idear tal brutalidad y acabar con la vida de aquellos que habían sobrevivido en un primer momento al accidente, que se habían alimentado de sus propios congéneres y zas… de un plumazo se acabó? ¿Y por qué yo?

La sociedad de la nieve es, entre otras muchas cosas, la consolidación de Bayona como un gran director. Escribe con su cámara y sabe conjugar los efectos especiales, con una gran puesta en escena y una emotiva historia que, aún no saliendo de su bolígrafo, la hace suya y nos la transmite magistralmente convirtiéndonos en verdaderos protagonistas de la misma.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus