Crítica película La mesita del comedor de Caye Casas

Ficha

Año: 2022.

Duración: 91 min.

País: España.

Dirección: Caye Casas.

Idioma original: castellano.

Guion: Caye Casas y Cristina Borobia.

Fotografía: Alberto Morago.

Música: BambiKina.

Reparto: David Pareja, Estefanía de los Santos, Claudia Riera, Josep Riera, Itziar Castro, Eduardo Antuña, Emilio Gavira, Gala Flores, Paco Benjumea, Cristina Dilla, Clàudia Font.

Productora: Alhema Production, Apocalipsis Producciones, La Charito Films.

Género: Drama, Terror, Humor negro.

Sinopsis

María ((Estefanía de los Santos) y Jesús (David Pareja), han sido padres recientemente después de recurrir a técnicas de reproducción asistida. El bebé centra toda la atención de los padres y, en buena parte, es el origen de sus encontronazos. Lo que no pueden suponer es que la compra de una simple mesita de comedor para el salón de su piso se convertirá en la causa de uno de los peores horrores que nadie se atreva a imaginar.

Crítica

El miércoles 13 de diciembre se presentó en los cines Casablanca (Valladolid) La mesita del comedor. El productor y uno de los actores, Josep Riera, hicieron de maestros de ceremonia de una producción independiente que busca su hueco en las salas de cine. Algo difícil cuando se pueden estrenar en España de doce a catorce películas por semana. Iba a asistir al preestreno el director, Caye Casas, pero no pudo hacerlo porque quería estar en el homenaje a Itziar Castro, fallecida hacía unos días, y que es una de las actrices de la producción.

Caye Casas y Cristina Borobia tenían, sin duda, una buena idea, un buen guion y suficiente capacidad cinematográfica para rodarlo, como ya vimos en Matar a Dios (2017). El dinero era el justo pero, como en una buena película de serie B, la historia era tan buena que con unos buenos actores (como es el caso), un piso como casi único escenario y un pequeño equipo, se podía hacer una película grande.

El objetivo como en Psycho era horrorizarnos sin recurrir a tramas fantásticas o sobrenaturales. Un horror que (como en tantos cuentos Guy de Maupassant), surge de un hecho imprevisto que puede tener consecuencia atroces. Hechos, a veces, de los más cotidianos, consecuencias del azar o de la mala suerte, que desatan a la vez comportamientos humanos tantas veces inexplicables, absurdos pero verosímiles, propios de nuestra psicopatía social.

Si en la película de Hitchcock la sorpresa que produce el horror se demora hasta el final, en la película de Caye Casa es algo que sucede casi al principio de la cinta, pero que solo conoce y sufre uno de los protagonistas (el padre) y los espectadores que la vemos y permanecemos como testigos mudos. Es un secreto que no puede desvelarse, que Jesús (David Pareja) no se atreve a contar a su pareja, María (Estefanía de los Santos), ni a su hermano (Josep Riera), ni a la novia de este (Claudia Riera). La angustia inexplicable y el comportamiento errático de Jesús produce angustia, desazón, pero también da lugar a momentos de desahogos provocado por un humor muy negro derivado de la situación, y que funciona como una válvula de escape, como teorizó, entre otros, André Bretón en su Antología del humor negro.

La situación clave ha sido preparada convenientemente por los guionistas: la pareja ha tenido un hijo casi en el límite de la edad para ello; es una decisión sobre todo de María, como lo es la decoración del piso donde viven, con cuadros falsos propios de los años setenta, sofás imperiales y muebles-bar de espantable recuerdo. Es posible que Jesús, el padre, esté abrumado por el nacimiento y cuidado del niño, que María, la madre, esté muy centrada en cuidar al bebé, cuya llegada tanto ha deseado. Es posible que la pareja viva en una crisis coyuntural o permanente, propia de la convivencia. El caso es que Jesús se empeña en comprar esa mesita de comedor de gusto espantoso para María (y para los espectadores), pero que a Jesús le mola, o le mola quizá tener razón por una vez, animado por un vendedor que le intenta convencer de que el espanto de mesita es puro “vintage”. Es, en todo caso, su manera de reafirmar su capacidad de tomar decisiones en algo (ya que no lo ha hecho respecto al hijo recién nacido), y quizás es hasta probable que le guste la mesita.

Desde esta presentación, muy realista, verosímil, con una interpretación actoral convincente, en ese espacio cutre del piso que es todo un mensaje (como en Psycho la casa de Norman), es de donde surge el horror, lo inconcebible. Algo que perturba uno de los tabúes de nuestra actual sociedad. Uno de los pocos tabúes, podemos pensar, que se mantienen, pero que sigue existiendo y que puede que tenga un larga vida en una cultura ñoña donde se vuelve a censurar (= prohibir) por motivos ideológicos, o a promover ese engendro de la “cancelación” u otros horrores (estos también lo son) en nombre de lo políticamente correcto.

El humor negro es algo que le gusta a Caye Casa, como comprobamos en esa película libérrima que es Matar a Dios. Y desenfadada y algo provocativa, porque el arte cinematográfico debe ser descarado y atreverse con lo intocable a ciertas partes de la sociedad, sea la religión, la infancia, o la patria, o lo que se les ocurra. Un humor negro, muy negro, como gusto personal, y porque funciona como una válvula de escape necesaria para la desazón que vive Jesús, el protagonista, y como la vivimos al otro lado de la pantalla los espectadores que lo estamos contemplando. Una desazón que no la produce una ambientación tenebrosa o fantasmagórica, sino una situación muy cotidiana, con un tono casi de realismo social, o de una comedia de situación centrada en los conflictos propios de las parejas… Toda una trampa de normalidad para contrastar con el horror que se viene encima de Jesús, el padre, y finalmente de toda la familia.

El guion, la ambientación sobria y muy adecuada, la música de BambiKina con percusiones y cierto tono neofolk, las sobresaliente interpretación de todos los actores y actrices, contribuyen a conseguir el efecto deseado por el director: mantener la angustia, la desazón, hasta la secuencia final.

David Pareja y Estefanía de los Santos bordan sus personajes: el de Jesús indeciso y luego torpe y sudoroso; el de María, apoyado en una voz estridente, en su papel de madre segura de sí misma y que se come el mundo La única subtrama del film se atreve a bordear también otro tabú social, y lejos de ser una descarga de la tensión lo que hace es aumentarla indirectamente y resultar decisiva en la resolución de la intriga.

En esa sobriedad narrativa de la película hay que subrayar que los dos hechos principales de la trama se producen fuera de campo, lo que resulta un eficaz recurso narrativo en una puesta en escena que salvo algunos discretos efectos propios del cine de terror convencional o de las series audiovisuales, resulta perfecta para desarrollar un guion muy medido.

Macabro, tabú y film de culto (añadiría), son los tres calificativos que me vinieron a la cabeza mientras veía la película. Esta cinta no fue seleccionada por el Festival de Sitges en la edición de 2022, lo que resulta sorpresivo y preocupante, pues la película, aparte de su notable calidad, puede convertirse en obra de culto con el tiempo. El Festival Macabro de México, en cambio, sí la seleccionó en su sección oficial con buen criterio.

Comentaba Josep Riera en la presentación de la cinta, que esta película “no se tenía que haber hecho por el horror que produce”, y lo decía con cierto sentido del humor bastante negro. Y añadía el productor, o el actor presente, que en un festival de cine en Transilvania (casualidades de la vida), una señora levantó la mano y en castellano confesó que ella había vivido en carne propia unos hechos parecidos a los narrados en la película. Se hizo un espeso silencio en la sala abarrotada.

Normal, cabe decir.

Os dejo un tráiler:

Gonzalo Franco Blanco

Revista Atticus