67 SEMINCI – Nothing (Nada) de Trine Piil Christensen y Seamus McNally

67 SEMINCI – Sección Oficial – Nothing (Nada) de Trine Piil Christensen y Seamus McNally

Ficha

Título original: Intet

Año: 2022

Duración: 87 min.

País: Dinamarca

Dirección: Trine Piil Christensen, Seamus McNally

Guion: Trine Piil Christensen. Novela: Janne Teller

Música: Johan Carøe

Fotografía: Bo Bilstrup

Reparto: Vivelill Søgaard Holm, Harald Kaiser Hermann, Peter Gantzler, Mia Lerdam, Shahbaz Sarwar, Maya Louise Skipper Gonzales, Sigurd Philip Dalgas, Ellen Fensbo, Andrea Halskov-Jensen, Theodor Philip MacDonald, Claus Riis Østergaard, Paw Henriksen, Biljana Stojkoska, Laura Allen Müller, Sarah Boberg

Productora: Coproducción Dinamarca-Alemania; Film og Lydholm, Komplizen Film

Género: Intriga. Drama | Adolescencia

Sinopsis

    Pierre Anthon y sus compañeros de clase de octavo acaban de comenzar el curso cuando él declara que la vida no tiene sentido, se marcha del colegio y se encarama en lo alto de un árbol de donde se niega a bajar. Esto provoca una crisis existencial entre sus compañeros, quienes deciden reunir sus pertenencias más valiosas en un ‘montón lleno de sentido’ con el reto de convencer a Pierre Anthon de que está equivocado. La película está basada en el ‘best-seller’ homónimo de la autora danesa Janne Teller.

Crítica

            Irreverente, iconoclasta, estrambóticamente real en su irrealidad, nacida de una novela cruda, pero las imágenes no ahorran, sino que abundan, en esa degeneración nacida de una idea de regeneración.

            Planteada como una vuelta de tuerca a la historia de Simón en el desierto, aunque aquí no hay desierto ni este asceta es cristiano ni estilita, sino un adolescente que se sube a un árbol para contar que todo en la vida, en esta sociedad, es mentira y que sólo quieren que seamos una fotocopia de una fotocopia de una fotocopia anterior, sin dejarnos aportar nada ni creer en nada que ya no se haya creído. Pierre-Anthon, que así se llama, abandona la clase y se va a vivir a la copa de un árbol cercano a su casa. No hay nada buñuelesco, pero el maestro surrealista está en todos lados: existe una Tristana, una Belle de jour, un oscuro objeto del deseo, y rezuma la iconoclastia de Viridiana constantemente. Hay un microcosmos envenenado, o que se va envenenando, a medida que avanza el metraje porque todos deciden aportar algo a su compañero para convencerle no sólo de que baje, sino de que sea feliz al hollar el suelo. No puede ser más cierta la frase de “el infierno está lleno de buenas intenciones” que en esta película danesa.

            La narradora, una de las compañeras de clase, va viendo como degenera absolutamente toda la idea inicial al ver que todo lo que traen sus compañeros son cosas que ya no utilizan y no algo que logre hacer bajar de la copa a quien, en teoría, tanto aprecian.

            Y comenzamos a descubrir quién es quien y cómo sobrellevan sus yoes: el social, el familiar y el íntimo. A los padres y al profesor se les pueden poner mil peros y todos los deja apuntados, con humor, pero sin perder la tragedia, el guion: una madre que se acuesta con el director, el hijo del director que se oculta tras la idea de una familia feliz que no existe, una madre ausente y que va a lo suyo, un padre perdido en el pasado por la pérdida de un hijo en edad infantil y que es incapaz de ver que tiene otra hija y que debe seguir por ella; y el maestro, que desencadena todo con una falta de tacto espectacular al exigir a sus alumnos una estupidez que piden los burócratas de Copenhague, en lugar de tener mano izquierda con este puñado de adolescentes.

            Y todo se convierte en un experimento de Psicología social donde todos piden algo que realmente quieran a uno de sus compañeros y es éste quien elige que tiene que llevar el siguiente. Muzafer Sherif estaría encantado de ver esta película.

            Tras esto comienza la transgresión de todos los pilares y principios de esta adormilada sociedad occidental de comienzos de milenio. Así, la que desea ser diseñadora de moda debe entregar como ofrenda sus sandalias nuevas, el hijo del director la bandera del instituto, la hermana del niño muerto, exhuma el cadáver de su hermano para poder despedirse a su manera y no como mandan ridículos y antiguos cánones de dolor (el duelo debe ser siempre íntimo y no algo social, tal y como siempre nos proponen)… Y cada ofrenda es más salvaje que la anterior: al musulmán de la clase se le exige su alfombra para rezar tras haber cortado el cabello rubio platino de su novia por exigencia de otra chica, el cristo de la iglesia del pueblo, la virginidad de la chica más guapa de la clase, el dedo (presuntamente desvirgador) del chico con quien le dicen que lo tiene que hacer, y hasta la cabeza de una perrita que los acompaña en su templo de ofrendas, un almacén abandonado. Y todo es cada vez más denso, más irrespirable, más brutal, porque todos los cambios sociales cuestan y más cuando un grupo se cree imbuido de una ética superior para hacerlo, en este caso, ayudar a su compañero… Pero todo se descubre, el compañero baja tras otro oprobio más de la sociedad actual: confundir provocación con arte, y que te paguen por ello (Damian Hirsch es el ejemplo más contundente en la actualidad).

            Entonces este Simón baja de su columna arbórea para ver ese conjunto de ofrendas convertidas súbitamente en arte y copiada por todo el país por otros grupos de adolescentes, micos de imitación gracias a eso que llaman redes sociales y, como toda red, sirve para atrapar, no para expandir. Pero nuestro danés trasunto del estilita opina y quiebra todo lo que soberbiamente creían sus compañeros bueno para él. Y, muy a la manera del genio de Calanda, aparece El ángel exterminador, pero repartido en eso tan nuestro (de esta sociedad) y propio de los cobardes de Fuenteovejuna.

            Sin desperdicio. A mí, como aficionado e investigador en esto de la Psicología grupal y la teoría de grupo, me daba para un ensayo… Pero no es este el lugar, aunque sí el tema.

            Mucho me temo que será un fracaso de taquilla si se logra distribuir: la verdad nunca es agradable a la cara y como dijo John Lennon: “ser honrado no te traerá muchos amigos, pero sí los adecuados”.

La directora danesa Trine Piil, junto con el director del cortometraje Ice Merchants, João Gonzalez en la 67 SEMINCI

La directora danesa Trine Piil en la 67 SEMINCI

Carlos Ibañez

fotografías: Luis Gracia Reglero

Revista Atticus