Día Mundial de la Poesía en Revista Atticus

Poesía para vencer al coronavirus ese maldito bicho

Ayer, 21 de marzo, fue el Día Mundial de la Poesía. Más que nunca, desde Revista Atticus recomendamos la poesía para estos días (o cualquier otra lectura que nos anime a la introspección). Son días en los que nos encontramos con un montón de horas libres por delante y hay una saturación de tareas, la mayoría de ellas parecen tener el sentido de alejarnos de nuestros sentimientos. Lo que nos está pasando, nos invita a la reflexión. Es el momento de hacer limpieza y, y tal vez, de abandonar de tantas redes sociales que nos distraen de los más importante: vivir la vida con libertad. Hoy continuamos con unas bellas poesías. K. O’ Meara, irlandesa, escribió su poesía allá por 1869, como vislumbrando lo que doscientas cincuenta años después pasaría. César Vallejo, Luis Cernuda y una poesía que hemos encontrado en las redes (hay algo bueno en tanto desbarajuste) atribuida -sin poder contrastar- a la Hermana Lucía (Carmelita Descalza). Disfruten con la lectura.

Y la gente se quedó en casa.

Y leyó libros y escuchó.

Y descansó y se ejercitó.

E hizo arte y jugó.

Y aprendió nuevas formas de ser.

Y se detuvo.

Y escuchó más profundamente. Alguno meditaba.

Alguno rezaba.

Alguno bailaba.

Alguno se encontró con su propia sombra.

Y la gente empezó a pensar de forma diferente.

Y la gente se curó.

Y en ausencia de personas que viven de manera ignorante.

Peligrosos.

Sin sentido y sin corazón.

Incluso la tierra comenzó a sanar.

Y cuando el peligro terminó.

Y la gente se encontró de nuevo.

Lloraron por los muertos.

Y tomaron nuevas decisiones.

Y soñaron nuevas visiones.

Y crearon nuevas formas de vida.

Y sanaron la tierra completamente.

Tal y como ellos fueron curados.

(K.O’Meara – Poema escrito durante la epidemia de peste en 1800)

Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozará en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma

de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

César Vallejo, 1915-1918

Si el hombre pudiera decir lo que ama

Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

como una nube en la luz;

si como muros que se derrumban,

para saludar la verdad erguida en medio,

pudiera derrumbar su cuerpo,

dejando sólo la verdad de su amor,

la verdad de sí mismo,

que no se llama gloria, fortuna o ambición,

sino amor o deseo,

yo sería aquel que imaginaba;

aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

proclama ante los hombres la verdad ignorada,

la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina

por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,

y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

como leños perdidos que el mar anega o levanta

libremente, con la libertad del amor,

la única libertad que me exalta,

la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:

si no te conozco, no he vivido;

si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

Luis Cernuda

Si sabrá la Primavera

Si sabrá la Primavera

que la estamos esperando…

Si se atreverá a cruzar

nuestros pueblos despoblados,

colgando en nuestros balcones

la magia de sus geranios.

Si dejará su sonrisa

esculpida en nuestros campos,

pintando nuestros jardines

de verde, de rojo y blanco.

Si sabrá la Primavera

que la estamos esperando…

Cuando llegue y no nos vea

ni en las calles ni en los barrios,

cuando no escuche en el parque

el paso de los ancianos,

o el bullicio siempre alegre

de los chiquillos jugando.

Si creerá que equivocó

la fecha del calendario,

la cita que desde siempre

la convoca el mes de Marzo.

Si sabrá la Primavera

que la estamos esperando…

Cuando estalle jubilosa

llenando de puntos blancos

los almendros, los ciruelos,

los jazmines, los naranjos,

y no vea que a la Virgen

la preparan para el Paso.

Que se ha guardado el incienso,

el trono, la cruz y el palio.

Y que Cristo, igual que todos,

está en su casa encerrado,

y no lo dejan salir

ni el Jueves ni el Viernes Santo…

¿Pensará la Primavera

que tal vez se ha equivocado?

¿Escuchará los lamentos

de quien se quedó en el paro,

de quien trabaja a deshoras

por ayudar a su hermano,

de aquél que expone su vida

en silencio y olvidado?

¿Escuchará cada noche

los vítores, los aplausos

que regalamos con gozo

al personal sanitario?

¿Pensará la Primavera

que tal vez se ha equivocado

y colgará sus colores

hasta la vuelta de un año?

Si sabrá la Primavera

que la estamos esperando…

Que se nos prohíbe el beso,

que está prohibido el abrazo;

el corazón, sangre y fuego,

el corazón desangrado.

Si sabrá la Primavera

que ya la estamos soñando…

Asomados al balcón

de la Esperanza, esperamos

como nunca, que ella vuelva

y nos regale el milagro

de ver florecer la vida

que hoy se nos va de las manos…

¡Bienvenida, Primavera!

Hueles a incienso y a ramos,

con tu traje de colores

y los cantos de tus pájaros.

Ven a pintar de azul-cielo

esta tierra que habitamos.

¿No sentís que en este mundo

algo nuevo está brotando?

Si será la Primavera

que está apresurando el paso…

Hermana LUCÍA (Carmelita Descalza)

Revista Atticus