Crítica película El hilo invisible de Paul Thomas Anderson

Un gran ejercicio de lenguaje fílmico

«Reynolds ha hecho realidad mis sueños y a cambio le he dado lo que más desea: todo mi ser».

Alma

Ficha

Dirección: Paul Thomas Anderson

Guion: Paul Thomas Anderson

Reparto: Vicky Krieps, Daniel Day-Lewis, Lesley Manville, Brian Gleeson, Harriet Sansom Harris, Camilla Rutherford, Gina McKee, Lujza Richter, Julia Davis

Montaje: Dylan Tichenor

Arte: Mark Tildesley

Música: Jonny Greenwood

Productores: Paul Thomas Anderson, Megan Ellison, Daniel Lupi, JoAnne Sellar

Productores ejecutivos: Chelsea Barnard, Peter Heslop, Adam Somner

Productora: Annapurna Pictures, Focus Features, Ghoulardi Film Company, Perfect World Pictures

Distribución: Universal Pictures |

 

Sinopsis

En el glamuroso Londres de los años 50, tras la guerra, el célebre modisto Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) y su hermana Cyril (Lesley Manville) son el centro de todas las miradas en el mundo de la moda británico: visten a la realeza, estrellas de cine, herederas, miembros de la alta sociedad, debutantes y damas con el inconfundible estilo de la Casa Woodcock.

Por la vida del diseñador desfilan todo tipo de mujeres, brindándole inspiración y compañía, hasta que se cruza en su camino una joven de convicciones férreas, Alma (Vicky Krieps), que pronto se convierte en un pilar de su día a día como musa y amante. La vida de Woodcock, hasta entonces cuidadosamente controlada y planificada como todos sus patrones de costura, se ve sacudida por el amor.

En su última película, Paul Thomas Anderson pinta un luminoso retrato tanto de un artista en un viaje creativo, como de las mujeres que hacen girar su mundo. EL HILO INVISIBLE es la octava película de Paul Thomas Anderson y su segunda colaboración con Daniel Day-Lewis.

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Comentario

Antes de abordar el comentario en sí, creo conveniente ofreceros esta pequeña introducción de la mano del propio director Paul Thomas Anderson (ofrecida en el dossier de prensa).

Londres, 1955: La ciudad se recupera de los efectos producidos por la II Guerra Mundial entre cartillas de racionamiento, escombros y la niebla. La coronación de la reina Isabel II ha insuflado vida a un país escaso de optimismo. En el centro de este nuevo ímpetu se encuentra Reynolds Woodcock, el hombre que viste a condesas, herederas, estrellas de cine y grandes damas. Sus creaciones hacen que las más tímidas se llenen de valor y las menos atractivas se sientan maravillosas.

Sin embargo, el Sr. Woodcock no es un hombre fácil, tratar con él casi se equipara a enfrentarse a los ejércitos fascistas. Tiene un enorme talento, es el mejor, pero también es quisquilloso, egocéntrico y difícil. En The House of Woodcock, la empresa que lleva con su hermana Cyril, incluso hay reglas para las reglas. Las modelos y las clientas van y vienen en su vida, ofreciéndole inspiración y compañía momentánea, mientras Cyril se ocupa de que La Casa funcione sin impedimentos.

Un buen día, una joven inmigrante originaria de Europa del Este llamada Alma entra en la vida de Reynolds, perturbando su mundo perfectamente ordenado con esa terrible fuerza llamada amor. Su primera reacción es de incomprensión, pero empieza a obsesionarse. ¿Será capaz de resistir a la tremenda atracción del amor, consagrándose a su profesión y permaneciendo soltero, o podrá Alma demostrarle que las alegrías de la vida son mayores cuando se comparten? ¿Podrá Cyril proteger a su hermano de las buenas intenciones de Alma, o se dará cuenta de que una Casa que no cambia es, de hecho, una casa muerta?

Estamos ante la octava película del director californiano Paul Thomas Anderson: Sydney (1996), Boogie Nights (1997), Magnolia (1999), Punch-Drunk Love, Embriagado de amor (2002), There Will Be Blood, Pozos de ambición (2007), The Master (2012) e Inherent Vice, Puro vicio (2014). No ha cumplido los 50 años y ya ha dado muestras de maestría en las labores de dirección. No es de extrañar que sean muchos los que esperan/esperamos con ansiedad su nueva entrega.

Ahora en 2018 nos ha llegado El hilo invisible (Phantom Thread) una deliciosa historia inspirada, de manera libre, en la vida del Cristóbal Balenciaga (1895 – 1972), el innovador y revolucionario modisto que introdujo un nuevo corte en los vestidos, así como el encaje, dotando a sus creaciones de una envidiable elegancia. El modisto protagonista se llama Reynolds  Woodcock y en vez de París (centro operativo del creador vasco), la acción se desarrolla en Londres, ciudad donde acude la realeza, junto a la alta sociedad, para que les vista. El hilo invisible nos cuenta una historia de amor entre un genio y su musa, entre un maestro y su alumna, ambientado en una Inglaterra que está sobreponiéndose a los duros años de guerra. Woodcock está interpretado por Daniel Day Lewis. Puede ser su último papel (según sus propias manifestaciones) y se ha entregado a él como si lo fuera, en cuerpo y alma. Alma, la musa, está interpretado por Vicky Krieps (simultánea la cartelera con El joven Marx de Raoul Peck). Junto a ellos, como hermana de Reynolds, Lesley Manville (Mr. Turner, Another Year, Todo o nada) dando vida a Cyril, siendo la tercera columna de esta intensa relación triangular.

Reynolds Woodcock es un modisto, soltero, testarudo, maniático, egocéntrico, pero un genio con la pluma y la tijera. Capaz de dejar plantado a alguna dama de la alta alcurnia londinense. Para eso está su hermana, para tratar de reconducir al genio y tratar de protegerlo del mundo exterior y evitar que nada le perturbe. Cyril es una mujer dominante que no se amilana. Se conocen y se respetan mutuamente. Mujer impecable que ha optado por no casarse. Su hermano es la relación más importante. Sabe cuándo dejarlo solo y cuándo no molesta su compañía. La irrupción de Alma en la vida de ambos supondrá unos cambios en rutina diaria, que no serán aceptados de buen agrado. Cyril más que una adversaria, ve en Alma otra musa pasajera, una más. Pero pronto descubrirá que Alma ha llegado para quedarse, que no es como las demás, que tiene orgullo a pesar de no ser más que una campesina. Así que no dudará en echar una mano para que sepa gestionar a Reynolds. Alma, por su parte, se lo tomará muy en serio y no se dejará amedrentar fácilmente.

«Hagas lo que hagas, hazlo con cuidado». Unas palabras que pronuncia Alma en una de las primeras citas con Reynolds. Una frase tan sencilla, pero tan conmovedora. Y así es la propia creación de Paul Thomas Anderson, quien demuestra un gran amor por este oficio.

No se concebiría la película sin la participación de Daniel Day Lewis. Ahora que ya lo hemos visto, no se concibe el proyecto sin él. Participó en el guion. La filmografía del actor londinense es apabullante. Variados registros y bajo la dirección de grandes directores. Estas son algunas de las películas más significativas: Mi hermosa lavandería (1985, Stephen Frears); Mi pie izquierdo (1989, Jim Sheridan); El último mohicano (1992, Michael Mann); En el nombre del padre (1993, Jim Sheridan); Gangs of New York (2002, Martin Scorsese); Pozos de ambición (2007, Paul Thomas Anderson) y Lincoln (2012, Steven Spielberg). Ha recibido tres premios Oscars como mejor actor.

Reynolds Woodcock es un personaje que se define por sus acciones. Desde el comienzo el director lo retrata sabiamente con cuatro pinceladas a través de su acicalamiento diario: cómo se afeita, cómo se peina, cómo se viste… Y un toque brillante: confiesa a Alma un secreto íntimo al descubrirle que en los forros de los abrigos se pueden guardar muchas cosas. Reynolds lleva en el suyo un mechón de cabello de su madre cosido cerca del pecho. Un homenaje a la mujer que le transmitió ese don, pero también que lo define como un hombre atormentado (complejo de Edipo). Es como una marca indeleble de su arte y solo será descubierto para aquellos que tenga la sabiduría de ver.

– New York, NY – 12/11/17 – New York Premiere of Focus Features «Phantom Thread»
-Pictured: Vicky Krieps, Paul Thomas Anderson (Director), Daniel Day Lewis, Lesley Manville -Photo by: Marion Curtis / StarPix -Location: Harold Pratt House

Reynolds es intolerante, se vuelve agresivo al tratar de imponer su voluntad; es encantador en su fase inicial (seduce a Alma nada más verla, cuando esta ejercía de camarera); amante del orden desde un punto de vista autoritario; culpabiliza a los demás de que todo vaya mal (chantaje emocional); no sabe encajar una crítica; no le sacas de su rutina; cualquier crítica lo ve como una amenaza a su personalidad; son frecuentes sus cambios de humor; y, someten a sus víctimas. Da rienda suelta a su contención en lo minucioso de su hilvanada con la «huida» cuando toma el volante de su deportivo. Es un amante de la velocidad. Hay un detalle que viene a definir esta relación nada más empezar a salir ambos, en su primera cena: Reynolds le quita el carmín de los labios de Alma, «me gusta ver con quién hablo». Queda dicho todo. Vamos hacia una relación tóxica («Hagas lo que hagas, hazlo con cuidado» -Alma). El giro argumental que introduce Anderson sitúa a El hilo invisible como un thriller inquietante, lleno de suspense, fruto de esa relación enfermiza. Reynolds ve en la joven a un perfecto maniquí para vestir con sus modelos; ve a una modelo para la pasarela; ve a una musa a la que acudir para su inspiración y ve en Alma a una amante ocasión a la que prefiere vestir que desnudar, acompañante ideal para fiestas y saraos en donde luce los vestidos sobre su belleza.

El papel de Alma lo interpreta magníficamente Vicky Krieps. Un papel difícil porque al principio tienen que representar a una joven que trabaja de camarera para acabar siendo la señora de una de las mejores casas de costuras de la época: la Casa Woodcock. Tendrá que romper muchas barreras. Hay que recordar que en aquellos momentos, las costumbres y los códigos sociales imperantes en el sistema de clases en la sociedad londinense tenían mucho peso, a pesar (o precisamente por eso) de estar viviendo la postguerra. Alma está «locamente» enamorada de Reynolds. Pero el divo casi roza en un comportamiento psicópata a medida que la relación se va volviendo monótona y habitual. Se vuelve inaccesible, pero Alma ve un resquicio, que intentará explotar, cuando descubre que el modisto necesita de alguien cuando se encuentra débil. El punto magistral es la escena donde los dos amantes se encuentran en la cocina (solo por ella ya bien merece la pena acudir a verla). Un momento mágico, construido sobre el suspense y la expectación de qué es lo que va a suceder. Un nuevo giro nos deslumbrará (qué pena que no pueda desvelar más para no destripar la película para aquellos que todavía no la hayan visto) con un perturbador y sorprendente final de escena. Magistral, sutil y perverso juego de gestos, miradas entre dos combatientes de oscuras e inteligentes mentes.

 

Uno de los grandes méritos de la película es el gran trabajo de documentación que hay detrás. Es ese hilo invisible. La recreación de esos pequeños talleres artesanales de Londres que a menudo eran pequeñas empresas familiares (como en la propia película regidos por dos hermanos), a diferencia de lo que sucedía en París con grandes los centros de trabajo, como el Dior, que daban trabajo a centenares de personas. Si esto es lo habitual en estas grandes producciones. No lo es tanto el que el protagonista prácticamente realizase un curso de patronaje, de corte y confección. Se sumergió tanto en la vida del creador vasco que hasta llegó a copiar uno de sus vestidos al final de esa preparación. Los trajes de la película no solo debían de parecer auténticos, tenían que alcanzar la sofisticación de la época. Para ello el uso de las telas era clave. Se tuvieron que empapar de lo que era moda en aquellos años a través de revistas de la época como Vogue y Harper’s Bazaar y estudiar imágenes de archivo de Pathé de Gran Bretaña en YouTube. No escatimaron esfuerzo. Mark Bridges y su equipo consultaron los archivos del Museo Victoria y Alberto donde se encuentra una gran colección de trajes de Balenciaga. La Casa Woodcock no solo era un taller. Era el teatro de los sueños para la alta sociedad londinense. Las clientas acudían al escenario para ver el desfile de las modelos por los pasillos de la casa.

A parte de la reconstrucción de ese escenario, importante también era situarlo en un contexto. A principios de los años 50, Londres era el centro de la moda británica. La Guerra había acabado. La ciudad se encontraba seriamente dañada, con sus infraestructuras destrozadas. Solares llenos de escombros. Había escasez en los suministros y también en la mano de obra. Pero a pesar de todo, en el lujoso barrio de Mayfair (casas señoriales del siglo XVIII de altos ventanales como se refleja muy bien en la cinta) alberga un importe núcleo de modistos. Las casas de moda londinenses se basan en las de París (Christian Dior), con mucha más tradición y peso. Había un esquema organizativo muy claro. Al año se hacían dos colecciones, una de otoño/invierno y la otra de primavera/verano. Se organizaban para que allí acudieran las clientas. Los encargos requerían tres pruebas y se tardaban alrededor de cuatro semanas en su confección. En cada casa había vendedoras, modelos, sastres modistas, socias, clientas… Casi todo el personal era femenino. Y también había hombres ejerciendo la profesión de modistos como es el caso del prestigioso y afamado Reynolds Woodcock, personaje de ficción (en la historia destacó Norman Hartnell, modisto de Su Majestad la Reina y, posteriormente, por Orden Real modisto de la reina Isabel, reina madre. También fue modisto de la reina Isabel II.)

 

Volvamos a nuestro Hilo. Podemos encontrar algunas referencias a ese cine, ya casi inexistente, de suspense de los años 40 que nos remite indudablemente a esa maravillosa Rebecca de Alfred Hitchcock. Son varios los guiños al cine del director británico. Desde el propio apellido del protagonista (Reynolds Woodcock) hasta la «tercera» en discordia, la protagonista femenina de Cyril versus Mrs. Danvers (ama de llaves).

 

Con todo lo revelado hasta aquí a nadie le pueda extrañar que El hilo invisible esté nominada a la Mejor Película y a otros 5 premios Oscar. No sería una sorpresa que se alzara con más de un galardón por su exquisitez y delicado planteamiento. Pero ya sabemos de las veleidades de la Academia y lo mismo se va de vacío.  El hilo invisible se perfecciona con una buena banda sonora, aunque algunas veces se nota demasiado, a cargo de Jonny Greenwood (integrante de la banda Radiohead). De corte clásico, casi está presente en todo el metraje.

 

Sencilla pero compleja en sus matices. Con distintos niveles de lectura. De bello envoltorio y agradable visión. Quien o quienes se acerquen a ella tendrá que disponer de más de dos horas para visionarla y descubrir esos ricos matices como pespuntes invisibles. Y pasa un poco como la alta costura, no todo el mundo se sentirá cómodo con ella. El hilo invisible nos muestra una relación de pareja descarnada, dónde el hombre ejerce un poder enfermizo y la mujer, idealista, quiere ser el objeto de sus desvelos. La fuerza de la puesta en escena, con estudiados planos, con una cuidada y cálida fotografía, con la mano suave de ese rodar pausado, convierten a El hilo invisible en una de las obras más delicadas y perfeccionistas que hemos visto en los últimos meses. Alta costura en una película con personalidad propia.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus