Critica película El colibrí de Francesca Archibugi

Crítica El colibrí de Francesca Archibugi por Gonzalo Franco Blanco

Ficha

Título original: Il colibri.

Año: 2022.

Duración: 126 min.

País: Italia.

Dirección: Francesca Archibugi.

Idioma original: italiano.

Guion: Francesca Archibugi, Francesco Piccolo, Laura Paolucci. (Adaptación de la novela El colibrí de Sandro Veronesi, Ed. Anagrama).

Fotografía: Luca Bigazzi.

Música: Battista Lena.

Reparto: Pierfrancesco Favino, Kasia Smutniak, Bérénice Bejo, Nanni Moretti, Laura Morante, Sergio Albelli, Benedetta Porcaroli, Francesca De Martini…

Productora: coproducción Italia-Francia. Fandango Produzione, RAI Cinema, Les Filmes des Tournelles, Orange Studio.

Género: melodrama. Sinfonía de la vida.

Premios: David de Donatello, 2023, Mejor guion adaptado.

Sinopsis

La película cuenta toda la vida de Marco Carrera (Pierfrancesco Favino) en dos horas: oftalmólogo de profesión, padre de familia, tahúr durante un tiempo, entre otras muchas cosas, al que en su familia apodaron «El colibrí» por su baja estatura. Lo cuenta desde su adolescencia, cuando conoció en la playa a Luisa (Bérénice Bejo), la mujer que amará toda su vida; pasando por Roma, donde vivirá durante años junto a su esposa Marina (Kasia Smutniak) y su hija Adele (Benedeta Porcaroli); y regresando a Florencia, donde mantiene la amistad con el psicoanalista Daniele Carradori (Nanni Moretti), que tiene su particular visión de la vida y del compromiso con la misma.

.

Crítica

El colibrí del título de la película alude al apodo que le asignaron a Marco, el protagonista, por su pequeña estatura, luego corregida por un tratamiento médico. Pero a la vez es una metonimia, una metáfora de más amplio significado, pues también alude a esa capacidad del colibrí de aletear y mantenerse suspenso en el mismo sitio mientras liba. Característica que parece encajar con la personalidad de Marco, fiel a un amor de adolescencia, es cierto, pero a la vez algo no contradictorio con ser durante un tiempo un diestro tahúr de póker, o ser un buen padre, o un buen hijo, o un buen hermano, o amigo de un gafe o de un excéntrico psicoanalista. Marco es una buena persona; alguien que se esfuerza por comprender, apoyar y amar a los demás, o por sobreponerse a las tragedias que se suceden en su vida, en forma de muerte por suicidio o por enfermedad: una hermana, una hija… Marco, como un colibrí simbólico, vuela y aleta para mantener su propio equilibrio emocional ante la adversidad y la tragedia, ante el amor y el desamor, para no caer en el vacío si dejara de aletear. Como todos, supongo. No es un héroe ni un antihéroe, es alguien que solo busca el caos calmo.

La vida de Marco, en lo que concierne a su personalidad, o a su destino, no es más que una vida que se puede semejar a la de cualquier otra persona en la sociedad occidental y dentro de cierta clase social. Marco y su familia forman parte de la burguesía profesional e ilustrada del desarrollismo italiano (años sesenta y setenta del siglo XX), y en este aspecto el dinero (como ocurre con la gente acomodada) no se convierte en un obstáculo en sus biografías, o en un incómodo tema de conversación. Pero, sobre todo, la particularidad de Marco, lo que le hace singular, viene determinado por su actitud ante la vida, que no es otra que la de cierto epicureísmo, en sentido filosófico, que le hace respetar a la gente desde la comprensión de sus grandezas y miserias, o que tras el dolor provocado por la desgracia, sepa asumir la muerte de los seres queridos honrando su memoria. La vida de Marco es su vida tal como se contaría en un obituario, pero también las vidas que hubieran podido ser y que no llegaron a serlo, como su vida posible pero no consumada con Luisa -de la que siempre estuvo enamorado- y la aceptación de esa realidad.

La película es una adaptación de la novela homónima de Sandro Veronesi, de 2020, que fue Premio Strega en Italia, como lo fue Caos calmo (2006), y fue adaptada al cine por Antonello Grimaldi en 2008, con la participación como actor con un inmenso Nanni Moretti. El caos calmo al que alude el título de la novela y de la película parece una contradicción, pero la inmovilidad del protagonista tras cierta tragedia, se parece a un símil utilizado en El colibrí: el hecho de que en el ojo del huracán no se sufran los efectos del torbellino de vientos de su anillo.

El colibrí (la novela) no tiene una estructura lineal, hay saltos cronológicos que van de lo más cercano a lo más lejano de la historia contada y viceversa, con hechos correspondientes a un periodo de unos sesenta años, es decir, casi toda la vida de los protagonistas; es una obra, además, que recurre a textos de cartas como en una novela epistolar, o introduce listados de novelas de una colección de ciencia ficción con glosas sobre ellas. Es una estructura, por tanto, bastante libérrima que adopta las técnicas narrativas de la modernidad, pero no de una forma dura, sino amable, pues el objetivo del novelista es contarnos una historia por medio de pinceladas impresionistas, con personajes bien definidos, reconocibles y con los que podamos establecer lazos de complicidad, y hasta de emotividad. Las características propias de una novela permiten al escritor iniciarla con un golpe de efecto, con una aldabonazo que coloca al lector en ese fase del pacto ficcional en que intuye que va a seguir leyendo hasta el final la obra que tiene entre las manos.

La cineasta, Francesca Archibugi, deja este episodio inaugural de la novela para otro momento del tempo propio del film. Manteniendo también la estructura no lineal, las características que son propias de la narrativa cinematográfica, o la presencia de actores con distintas edades a lo largo de la película, han debido aconsejar a los guionistas ceñirse más a la cronología, iniciándose esta con la adolescencia de los personajes y con actores de esa edad. Solo a partir de la edad adulta los protagonistas son los actores principales del film hasta su vejez, en los que se les ha caracterizado con las nuevas técnicas de maquillaje, de forma bastante eficaz pero no perfecta.

Este vaivén entre episodios de distintos momentos de la biografía de los personajes, requiere cierta atención por parte del espectador, sin que llegue a ser un obstáculo para seguir bien el hilo narrativo. Con cierta morosidad en lo que sería la presentación del film, que lo es también del hilo narrativo principal: esa historia de amor platónico que se mantiene toda la vida entre Marco y Luisa, con el encuentro en la playa, el distanciamiento posterior, el reencuentro en París, o la correspondencia epistolar que mantendrán siempre. En tanto ocurren otras cosas en la vida de Marco que, desde el punto de vista narrativo, funcionan a veces como episodios dentro de la película: la historia de Adele, la hija de Marco, que creía que tenía un hilo atado a su espalda, la de Marco y su extraña amistad con el psicoanalista y juez de cancha de tenis Carradori, o las aventuras con un amigo también tahúr -y gafe- por garitos y salones un tanto al estilo de Relato soñado de Arthur Schnitzler (adaptado a su manera por Stanley Kubrick en Eyes Wide Shut).

Es en la segunda parte del film, una vez que todos los episodios y los vicisitudes de las vidas de Marco y del resto de personajes se van centrando, cuando emerge lo mejor de la cinta, pues todo conduce a ese vuelo “estático” del colibrí, a ese caos calmo ya citado, en el que los dramas, enemistades y contradicciones de la vida pierden sentido ante el peso de la propia muerte y cómo aceptarla, si se puede, con dignidad y libertad. Son las escenas de mayor intensidad emocional e incluso de gran altura cinematográfica.

Es difícil imaginar a un Marco Carrera que no fuera interpretado por Pierfrancesco Favino. Hubieran podido ser otros actores, como es obvio, pero tras fijar su rostro, como actor, al de Marco, como personaje, es difícil imaginar uno distinto. Es el mismo Favino de El traidor (2019)de Marco Bellochio, con una actuación monumental, pero si allí interpretaba a un personaje oscuro y siniestro, aquí, en El colibrí, encarna a un hombre contradictorio pero sencillo, capaz de emocionarnos cuando representa a un abuelo asombrado ante un parto o atónito ante una muerte que llegara en unos segundos.

En un film con buenos actores y actrices, hay un personaje casi hecho a la medida de Nanni Moretti, como es el del psicoanalista y juez aficionado de partidos de tenis, Daniele Carradori. Espléndida también Bérénice Bejo como Luisa, la amada de Marco, en una película en buena parte coral por el número de actores en el elenco.

Melodrama o drama… Sinfonía de la vida en todo caso, si se me permite esta libertad. Es difícil asignar un género a esta película que nos habla de toda una vida, la de Marco, con todo lo que formó parte en ella y con todo lo que podría haber formado parte.

Os dejo un tráiler:

https://youtu.be/pQj7C0n-x8E

Gonzalo Franco Blanco

Revista Atticus