67 SEMINCI – Crítica película Eo de Jerzy Skolimowski

67 SEMINCI – Crítica película Eo de Jerzy Skolimowski

Ficha

Título original: EO

Año; 2022

Duración: 86 min.

País: Polonia

Dirección: Jerzy Skolimowski

Guion: Jerzy Skolimowski, Eva Piaskowska

Música: Pawel Mykietyn

Fotografía: Michal Dymek

Reparto: Sandra Drzymalska, Lorenzo Zurzolo, Mateusz Kosciukiewicz, Isabelle Huppert, Tomasz Organek, Saverio Fabbri

Productora: Coproducción Polonia-Italia; Skopia Film, Alia Film. Productor: Jerzy Skolimowski

Género: Drama | Animales

Sinopsis

    El mundo es un lugar misterioso, sobre todo visto a través de los ojos de un animal. En su camino, EO, un asno gris de ojos melancólicos, se topa con buena gente y otra no tan buena, conoce la alegría y la pena, y la rueda de la fortuna transforma, según el momento, su buena suerte en desastre, y su desdicha en felicidad inesperada. Pero nunca, en ningún momento, perderá la inocencia.

Crítica

Con Eo me esperaba una película amable guiado, tal vez, de forma ingenua, por la imagen aquella de los años setenta del Burrito blanco, ropa sedosa para el baño y el dormitorio que pobló muchos de nuestros sueños (ya tengo una edad). Nada más lejos de la realidad al contemplar la película del veterano director polaco Jerzy Skolimowski (acaba de cumplir ochenta y cuatro años).

Un buen amigo, crítico de cine para más señas, me comentó que en este oficio lo primero que tienes que ver es desde qué punto de vista el director decide contar la historia. En esta ocasión no hay lugar a la duda: nuestro Eo es el auténtico protagonista. La película narra las aventuras de un burro que por la intercesión de un grupo de militantes anti maltrato de los animales es liberado de la cautividad a la que es sometido al trabajar doblemente: una como si de un actor del circo se tratara, participa en un show en el que prácticamente se hace el muerto para luego revivir; y, dos, tirando de una carreta transportando chatarra. Allí, entre la farándula, tiene el cariño incondicional de Kasandra, una joven integrante artista circense que se ocupa del animal. A partir de ese momento su vida se convierte en una desventura pasando de mano en mano como una vulgar mercancía sin más valor que la fuerza de Eo o su propio peso anhelado por un carnicero despiadado que solo ve en él carne para embutido. Y desde ese momento, la película se convierte en una denuncia de los abusos que los burros bípedos comenten contra los cuadrúpedos (y otras especies). Su visión es un caleidoscopio de las atrocidades. Mostrado desde la perspectiva visual del propio animal (imágenes difuminadas, borrosas o con planos virados a color rojo). Eo consigue, en algunas ocasiones, escapar. Otras es «cazado» y transportado en un camión como si de un cerdo fuera (se cruza con uno de esos transportes por si no habíamos pillado la similitud).

A veces Eo actúa de justiciero implacable propinando una buena coz a algún indeseable. Otras veces es el propio sujeto que sufre las iras de las bestias humana. Hay un pasaje hilarante pero que está lleno de crueldad. Eo acude como espectador circunstancial de la final de un partido de fútbol y en plena algarabía los burros hooligans adoptan a Eo como uno más de la pandilla. Le abrazan, le colocan la bufanda albiceleste, le dan cerveza (¡por favor!) y le acompañan en sus rebuznos contra el equipo contrario. Una burda metáfora, pero muy llamativa y llena de excesiva violencia.

Me ha costado digerir la película. Eo es una cadena de sucesos que acontecen en la vida del burro desde que sale del circo (lugar que nos muestran como si fuera el único posible para una vida digna de Eo). Encuentros llenos de brutalidad subrayado por la música (volumen altísimo) estridente para crear una tensión añadida a los rebuznos como grito de libertad (o de hartazgo de la violencia que ve a su alrededor). Cuando más o menos tengo la idea en la mente de lo que estoy viendo, el director polaco nos muestra un episodio bizarro e incongruente y diría que casi inexplicable con una Isabell Huppert (qué poderío) rompiendo planos (bueno en realidad son platos, pero su aparición supone eso, una ruptura de plano de lo que veníamos viendo con la brutalidad animal) frente a un cura joven sexy.

Una apuesta fílmica muy arriesgada de una fábula contemporánea que quiere ser el reflejo de la decadencia de una Europa donde la violencia parece acampar a sus anchas. Irritante y molesta a partes iguales. Lo bueno es que al terminar la proyección te dices aquello que oías a tu madre al despertarte de una pesadilla cuando estabas durmiendo con las sábanas de Burrito blanco, ea, ea, ya pasó. Ya pasó.

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus