La Wagner en el Laboratorio de Las Artes de Valladolid

La Wagner en el LAVA

Compañía de teatro del argentino Pablo Rotemberg

Una impresión puede llegar a ser algo efímero. Trata de acordarse de lo que “queda atrás” (para decirlo con palabras de John Berger) cuando la escena ha desaparecido. El conocimiento coexiste con lo visto, con lo conocido. Las escenas que vemos esta noche,  sin embargo sobreviven por su cuenta.

Fue pensando en una pintura de Monet Impression Soleil Levant como el crítico Castagnary acuño el término impresionismo. Me acordé del crítico mientras veía a Ayelén Clavín, Carla Di Grazia, Josefina Gorostiza  y Carla Rimola asaltar el LAVA.

El contenido emocional de espectáculo que nos ofrecen esta noche es altísimo. Solo hay que mirarlas los ojos. Emociones alejadas del puritanismo que vinculan al espectador con la imaginación y su capacidad  de dejarse raptar, de dejarse arrastrar por la voluntad. La voluntad, en muchas fases de las danzas de no entender nada. Y aunque se llegara a entender, aunque se llegara a comprender algo de lo que allí está pasando no agotaríamos su significado.

Todo lo que está pasando allí está en las películas de Pasolini, en los libros de Sade, en El imperio de los sentidos, en las consultas de Carl Jung y Freud, en las catedrales góticas, en los cuentos, en las leyendas, en las consultas de Manolo Espina, y en la fantasía de los espectadores.

Porque lo visto esta noche impresiona y fascina al mismo tiempo. Aquí lo que se propone no es una tarea fácil de llevar a cabo. No. El espectador tiene la obligación, la tarea de armonizar lo consciente y lo inconsciente. Y de interpretar todo lo que está pasando. La mayor verdad que descubre el que mira es que el alma es más impenetrable que el cuerpo. Si fuéramos a la consulta del psiquiatra nos diría que “que el peligro no provine de la naturaleza sino del hombre y que en las grandes crisis no se puede nadar y guardar la ropa”.

Para Jung los sueños, las visiones y los presentimientos no sólo compensan y equilibran la actividad de la vigilia, sino que dialogan con una “realidad” de la que no puede dar cuenta la causalidad física, sino que depende de los procesos arquetípicos del inconsciente.

Siguiendo las teorías de Jung, la sexualidad es demasiado simple para explicar la complejidad de la psique. Lo que emerge del inconsciente puede ser sublime y  rastrero.

El espectador tiene la palabra. La Wagner ya nos ha dicho todo lo que tenía que decirnos.

Marcos Pérez

Revista Atticus