Crítica película Anatomía de una caída de Justine Triet

Ficha

Título original: Anatomie d’une chute

Año: 2023

Duración: 150 min.

País: Francia

Dirección: Justine Triet

Guion: Arthur Harari, Justine Triet

Reparto: Sandra Hüller, Swann Arlaud, Milo Machado Graner, Antoine Reinartz, Samuel Theis, Jehnny Beth, Saadia Bentaïeb, Camille Rutherford, Anne Rotger, Sophie Fillières

Fotografía: Simon Beaufils

Compañías: Les Films Pelléas, Les Films de Pierre

Género: Thriller. Drama | Drama judicial / Abogados/as

Sinopsis

    Sandra, una escritora alemana, vive con su marido Samuel y su hijo ciego, Daniel, en un chalé en medio de los Alpes franceses. Cuando Samuel fallece en misteriosas circunstancias, la investigación no puede determinar si se trata de un suicidio o de un homicidio. Sandra es arrestada y juzgada por asesinato, y el proceso pone su tumultuosa relación y su ambigua personalidad en el punto de mira.

Crítica

Máriam Martínez-Bascuñán

Sobre Anatomía de una caída de Justine Triet

Artículo “Cloacas reales: de Kate Middleton a RTVE

El País, 31 de marzo de 2024

Ya han pasado muchas semanas desde que Anatomía de una caída de Justine Triet se estrenara en nuestras pantallas. Y unas cuantas más desde que la vi por primera vez, allá por finales de octubre de 2023 en la última edición de la SEMINCI. No había vertido ningún comentario sobre ella, pero las películas no las elegimos, sino que nos eligen a nosotros. Una y otra vez me la encuentro de forma cotidiana. Así que… allá vamos. Posiblemente cuente más de lo deseado. Trataré de no desvelar más de lo necesario para aquellos que se mantienen vírgenes y aún no han visto esta excepcional película. Esta será una crítica diferente a las habituales. O eso espero.

Puede ser más que evidente establecer un antecedente en la película Anatomía de un asesinato de Otto Preminger de 1959 con James Stewart, Lee Remick y Ben Gazzara en los papeles principales. Se exponen los hechos ante un jurado para demostrar la inocencia de su cliente (un teniente de una base militar) que mató al dueño de un bar porque (presuntamente) violó a su mujer. La similitud en el título parece una alusión directa, pero además tienen como denominador común que ponen en duda la culpabilidad del acusado sin habernos mostrado lo que sucedió realmente. Una extraordinaria cinta que, entre otras virtudes, nos pone en la piel del jurado para que consideremos los hechos y podamos emitir nuestro juicio. Es una de las grandes películas sobre juicios criminales (a la altura de nuestra amada Matar un ruiseñor).

Aunque también puede beber de otro de los grandes directores y su difícilmente igualable Testigo de cargo. Me refiero a Billy Wilder y la magnífica Marlene Dietrich. Película que también se enjuicia a un hombre acusado de asesinato (Tyrone Power).

Anatomía de una caída nos sitúa ante un hecho que sucede en los primeros minutos de la película: un hombre, Samuel Maleski (Samuel Theis) yace sobre la nieve con un gran charco de sangre alrededor de la cabeza. A partir de ahí se construye el relato alrededor de los otros dos protagonistas: su hijo Daniel (Milo Machado Graner) y su mujer Sandra Voyter (Sandra Hüller), incluso podemos meter a un cuarto elemento que es el fiel perro, Snoop, compañero inseparable de Daniel, quién tienen especial protagonismo (además, luego se unirán el fiscal y el abogado defensor).

La directora nos plantea la cuestión de si la mujer, escritora de profesión, de origen alemán, es la culpable de esa muerte (si es una asesina) o si la caída de Samuel es fruto de la mala fortuna (caída accidental) o de una muerte voluntaria (suicido). Hay que recordar que la caída se produce desde la parte de la casa, el ático, que está sufriendo una transformación gracias a la habilidad de Samuel que quiere convertir esa zona en una especie de apartamento turístico, de su chalet en los Alpes franceses, que sufraguen las obras. 

La cinta deriva en algo más. Es el retrato de un matrimonio en plena crisis en el que cada uno de los protagonistas parecen ir a su bola. Ella con sus devaneos hacia las mujeres; él con un pasado con alguna relación extramatrimonial y mientras Daniel, en medio de las trifulcas, al que hay que sumarle su discapacidad visual. Desde luego que el muchacho no es el más ciego del trío. Él, a pesar de su corta edad, demostrará una madurez impropia de esos once años (algo forzada -todo sea dicho-) y será quien tenga la clave para inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Además, Anatomía de una caída pone el foco en el papel de la justicia en un momento en que cualquiera te puede acusar sin apenas pruebas (malditos bulos) o el papel de la intimidad y las cuestionadas redes sociales y fenómenos virales.

Vayamos con los hechos. Sandra recibe en su casa a Zoé Solidor (Camille Rutherford) una estudiante que está haciendo su tesis de grado. La música de su marido Samuel retumba por toda la casa de forma ensordecedora, incomoda hasta el punto de hacer inaudible la conversación de las dos mujeres. Es su afición, pero también lo hace por molestar un poco.

Samuel está algo cargante porque apenas sale de casa ya que tiene que arreglar esa parte de la buhardilla (una especie de desván habitable) y convertirla en una fuente de ingresos para la maltrecha economía familiar. Su sueldo como profesor no le alcanza y su proceso creativo en la escritura de un libro se ha visto alterado por, entre otras cosas, esta circunstancia.

Sandra, ante la imposibilidad de seguir con la entrevista acompaña a Zoé a su coche y regresa a casa. Intenta dormir una siesta. Daniel saca a pasear a Snoop por los alrededores del chalet todo ello nevado. Cuando el pequeño regresa a su casa, se encuentra con su padre tirado en la nieve con una herida mortal en su cabeza. Empieza a llamar a su madre quien acude a la escena.

A partir de este momento se plantea la duda de si la caída de Samuel obedece a un simple accidente doméstico; o si, por el contrario, se ha tirado; o, por último, si Sandra ha tendido algo que ver en esa precipitación al vacío. Las dudas están planteadas. No disponemos de más elementos para nuestro juicio.

La herida en la cabeza podía ser como consecuencia de un golpe con un objeto contundente, pero se da la circunstancia que, según la autopsia (y al analizar la escena del crimen) todo parece indicar que Samuel se golpeó contra una esquina de una pequeña construcción que está a los pies de la casa. Pero no descarta el crimen y la policía sospecha de Sandra. Sandra decide contratar a un viejo amigo que ahora es abogado. Se trata de un apuesto Vincent Renzi (Swann Arlaud) quien bebió por los vientos de la escritora.

El juicio. Todo se judicializa y el caso se convierte en un largo juicio mediático. Un implacable fiscal (Antoine Reinartz), con su sagaz interrogatorio va acorralando a Sandra. Lo que parecía una relación ideal de pareja se va desgranando poco a poco que no era todo miel sobre hojuelas. Salen los gustos de Sandra (declarada bisexual) se cuestiona si ha tenido relación con otras personas, si ella o eso era lo que provocaba que Samuel sufriera fuertes depresiones y si el resentimiento que este tuviera hacia su mujer se pudiera traducir en algo más. También salen a escenas los celos profesionales, ya que los dos son escritores. Samuel le acusa de plagiar una novela que había desechado en un principio. Y también los resentimientos y las culpas se ponen sobre la mesa. Samuel tuvo un accidente conduciendo su vehículo y una distracción produjo que el pequeño Daniel ahora sufra problemas de visión. Su madre no lo olvida y culpabiliza a su esposo. Los celos, la envidia y el resentimiento son las tres patas de este destartalado taburete sobre el que se asienta esta familia.

El ámbito familiar. Lo que sucede tras las puertas de una casa queda dentro de esa micro sociedad doméstica, salvo que los gritos traspasen las paredes o como en el caso que nos acontece, uno de los integrantes de esa pareja se dedique a grabar las discusiones entre ambos. Samuel por mor de su profesión de escritor, a veces, graba conversaciones que tienen entre ambos. Ella lo sabe. Él dice que es para documentarse y que los diálogos de su ficción tengan cierto grado de verosimilitud. Nada que objetar. Lo que pasa que una de esas grabaciones es remitida a la sala y todos ya opinan. Una discusión tremenda entre ambos (uno de los mayores logros de la película, pues el drama, la tensión está fuera de la escena, no vemos nada solo oímos las voces, cosas que se caen y, claramente, alguna agresión).

Sandra a vece parece mostrarse como una esposa sumisa, con sus cosas, con sus deslices extramatrimoniales, y otras veces se muestra enigmática y celosa hasta el punto de inculcarnos la duda de su versión.

El diablo está en los detalles. Hay que prestar atención lo que Sandra le dice a Zoé en los primeros compases de la película. Sandra es escritora de eso tan de moda que es la autoficción. La muchacha quiere saber que es ficción y que es verdad en la escritura de Voyter. Si se puede inventar, crear a partir de un suceso, de una realidad. Esto enlaza con los libros de Sandra y lo que sus textos recogen. Y así, una vez más, llegamos a la eterna cuestión de que si lo que está escrito en el libro lo dice el personaje (los deseos de matar a una persona) o, si, por el contrario, es el reflejo de su autor, la persona que lo ha escrito. La autoficción no es una biografía. Mejor dicho, la autoficción toma aspectos biográficos para ficcionar la realidad sin que tenga que rendirse a los criterios de sinceridad o de autenticidad que sí que los tiene que tener la autobiografía.

Al final el juicio se convierte en un espectáculo mediático. La verdad (otra vez cuestionada) importa muy poco. Es mucho más importante los posibles tejemanejes de una escritora para asesinar a su marido que el «simple» suicidio de un mediocre escritor/profesor.

Uno de los más perjudicados con las largas sesiones del juicio es el propio hijo. A Daniel, tras oír a su madre, le saltan las dudas. ¿Qué es lo que pasó allá arriba? La relación maternofilial se deteriora y tendrán que ser el propio crío el que se forme su propia opinión demostrando así una madurez impropia de su edad (luego volveré sobre él en un aspecto clave en la película). Daniel escuchaba las peleas de sus padres. Pero nunca llegó a pensar que su madre pudiera ser una asesina. Esa duda le destroza. Y saber que su padre pudiera ser un suicida, tampoco le ayuda. Ambas cosas le desconciertan. Sabe que es el único testigo en la maltrecha relación de sus padres y le convierte en un elemento imprescindible para salvar a su madre. Puede inclinar la balanza llevando a su madre a prisión.

Poco (o nada) parece haber cambiado la sociedad desde la película de Anatomía de un asesinato. En ella, en 1959, como está sucediendo en la actualidad, la víctima que ha sido violada, se la interpela por lo que estaba haciendo y cómo lo estaba haciendo momentos antes de ser ultrajada. Y al final, el abogado (la fiscalía), ante la ausencia de las bragas, acaba por preguntarle si tiene por costumbre usar esa prenda (también le preguntó por una prenda en desuso como es la faja), lo cual parece que pudiera ser la causa de incitar al agresor al ver las voluptuosas formas de la mujer (excepcional papel que hace Lee Remick como Laura Manion). Aquí, en Anatomía de una caída también se cuestiona a la mujer.

Otto Preminger, en Anatomía de un asesinato, situaba el punto de vista en una pareja (Ben Gazzara y Lee Remick) cuyo comportamiento nos transmite una clara ambigüedad. En Anatomía de una caída, Triet sitúa el punto de vista en una mujer que es acusada de asesinato. Ella ha triunfado en el mismo campo que su marido (ambos escritores). Ella ha relegado al marido al cuidado del hogar y al cuidado de su hijo Daniel. Ella es la que ha mantenido una relación (o relaciones) extramatrimoniales. Circunstancias todas ellas que, tradicionalmente (y sin que nadie me tache de machista) se han atribuido al hombre. Por lo tanto, el juicio se convierte en un juicio social a la mujer. Lo que se le perdonaba al hombre aquí sirve para acentuar la condena contra la mujer. Sandra es mostrada, como muchas mujeres asesinas en la ficción, como una mujer compleja, ambigua, fría, intelectual y despiadada que tiene una de sus mejores virtudes en saber controlar sus emociones. Pero, al final, como le sucede a Laura (Lee Remick) se la tacha de buscona, de frívola.

Ya dentro de una valoración personal, uno de los mejores momentos y el más revelador de la película es la discusión que Samuel grabó (y como la directora la introduce en la misma). Preminger no recurrió al flashback para mostrar lo que había pasado. Aquí Triet echa mano de ese recurso para mostrarnos un hecho capital: la violencia doméstica. Pero lo hace de manera soberbia conjugando los hechos con el fuera de campo. Vemos a Samuel (pocas veces se nos muestra) empezando la conversación. La cosa se va calentando y nos sustraen las imágenes para centrarnos en el audio (es mucho peor imaginarnos lo que fue la agresión que, tal vez, la propia agresión). Eso nos sobrecoge el alma y aquellos que hayan oído/presenciado una de estas discusiones domésticas, a buen seguro sabrán de lo que hablo.

Otro de los grandes méritos que tiene la cinta (habrá que dejar de utilizar ese anacrónico sustantivo como sinónimo de película) es el poder que tiene de suscitar un debate tras su visionado en función de lo que cada uno de los espectadores ha visto. ¿Es culpable o es inocente Sandra? Una calculada ambigüedad. Claro que nos lanza otra pregunta inquietante: ¿realmente interesa la verdad?

Quizás, para este modesto opinador, el punto más flojo es la resolución. ¿Es culpable Sandra de la muerte de su marido? Aquí aparece el niño. A Daniel le han hecho protagonista al esconder un as en la manga. De manera muy burda. La primera vez que vi Anatomía… me pasó desapercibido. Pero en la segunda… vi los hilos de la marioneta. No puede ser que el niño en un momento del juicio diga que oí una vez decir a mi padre tal o cual cosa. Noooo. Eso no puede ser. Me lo tienes que haber mostrado antes. Daniel empieza a pensar que su padre se pudo suicidar y trae a colación la conversación que tuvo con su padre cuando su perro Snoop enfermó. No sabemos si es una invención de Daniel o si realmente su padre le dijo aquello (porque no vemos en acción al padre). ¿Verdad o ficción? Un mal recurso en una buena película.

Gran mérito la elección del elenco. El pequeño Milo Machado Graner junto a unos resultones, Antoine Reinartz, Swann Arlaud, Samuel Theis (brillante en lo poco que está en la pantalla) no desentonan para nada. Pero contar con la actriz del momento es todo un lujo. Sandra Hüller vive una luna de miel con el cine. La vimos recientemente en otra película que coincidió también en la pasada edición de la SEMINCI, La zona de interés (ambas fuera de concurso). Otro trabajo meritorio lo hizo en Toni Erdmann (Maren Ade, 2016). Lleva casi todo el peso de la película. Tiene que hablar en alemán y lo tiene que hacer en francés. Mantiene un rostro impenetrable (algo que para muchos pudiera ser un defecto pero que aquí es una virtud). Se muestra como una esposa fría y una madre algo distante sin perder la compostura. Su papel, como la propia vida, tiene sus contradicciones. Tiene altibajos, alegrías y su actuación casi se nos muestra como si de un documental se tratara. Muy solvente.

Justine Triet, la cineasta parisina, es autora de otros títulos como La batalla de Solferino (2013) y El reflejo de Sibyl (2019), película, por cierto, en donde ya trabajó con Sandra Hüller en una interesante pero poco convincente historia a caballo entre la escritura creativa y la psicología). Ha escrito el guion junto a su pareja Arthur Harari (actor en esta última entrega reseñada). Tiene mérito haber llegado hasta la cima con apenas apoyo. El premio de Cannes le dio un buen espaldarazo, pero, por el contrario, el Centro Nacional del Cine francés la descartaba como representante del país para los Oscar. Sí que lo hizo en otras categorías, pero no en la de mejor película internacional. Francia prefirió mandar A fuego lento (drama entre fogones con Juliette Binoche).

Aupada por los numerosos galardones y con el viento a favor de buena parte de la crítica, Anatomía de una caída no solo nos remite a esa gran película de Otto Premiger, que la encuadra en ese singular apartado del cine y el derecho. Ambas tienen el denominador común de que la del juzgado es un fiel reflejo de una sociedad que no ha abandonado ese mundo misógino de la mano de algún fiscal indecente. Triet nos entrega un relato en donde disecciona la condición humana cuyos personajes no dejan de enzarzarse en violentas disputas con la utopía de la igualdad de la pareja de fondo. Todo ello con muy buenas maneras invitando al espectador a la reflexión, sin maniqueísmo, aunque al final eche mano de un burdo recurso para que todas las piezas acaben por encajar en este singular puzle. La directora juega con la palabra durante su película y lo lleva hasta el acertado título para aludir no solo a la caída física de la pareja protagonista sino al de la propia relación conyugal. Aroma de suspense (al más puro estilo del gran maestro) con el apoyo de una banda sonora minimalista cuyo montaje nos lleva del ritmo frenético al reposado sin brusquedad. Sin duda, hay que verla. 

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus