Obituario: Sakamoto (1952 – 2023), en cinco notas

Sakamoto en cinco notas – Carlos Ibañez

El maldito cáncer se llevó a uno de los más talentosos compositores e intérpretes de la música de las dos últimas décadas del anterior milenio, con pinceladas de belleza de difícil alcance si no se es un genio, o algo muy cercano a esta definición.

            Ryuichi Sakamoto nos regaló una forma nueva y diferente de ver la música donde partiendo de bases rítmicas de sonidos de raíz, principalmente de Okinawa, el sur de la India y el golfo de Nigeria africano, una altura que nace de Debussy y todas sus influencias al piano, y una arquitectura nada mecánica él lograba alcanzar cotas inalcanzadas con anterioridad. Lirismo que partía de sus vastos conocimientos de la música étnica y del amor que sentía por su profesión.

            Si algo marcó su carrera, sin duda, fue el conocimiento en la universidad de los sonidos del mundo. El folclore, las armonías y los instrumentos con los que se conseguían esos sonidos que se imanaban a sus propias ideas como Bach a su fe o Lennon al pacifismo.

            Jugó, preciosa palabra cuando se habla de creatividad, con distintos instrumentos de teclas, así como sintetizadores y programadores, hasta alcanzar eso que decía Victor Hugo que por desgracia hay que morirse par ser alcanzado: la inmortalidad.

Primera nota

Junto con otros dos músicos y tras acabar su licenciatura de Musicología en la universidad, funda la Yellow Magic Orchestra. Y con ellos desarrolla su primigenia idea de lo que debe ser la música electrónica. Pero no sienta las bases de su sonido hasta su primer álbum en solitario, en 1978 saca a la venta Los mil cuchillos de Ryuichi Sakamoto. Se separa del sonido que hace con su banda y explora otros espectros, cosa que vuelve a lograr con su segunda experiencia fuera de la banda, B-2 Unit (1980) y sus corsés de electrorock, tan de moda a comienzos de los ochenta en occidente (Kraftwerk o Jean Michel Jarre) y Japón, extremo occidente como dijo en una ocasión Glenn Hugues al ser preguntado que por qué trabajaba tanto en Tokio. En este segundo álbum incluye Riot in Lagos, ahora convertido en un clásico de la fusión y donde el compositor tokiota juega con bases rítmicas del pueblo yoruba, al suroeste de Nigeria. A partir de aquí nace el mito y comienza a ser requerido para algo más que su música electrónica.

            Segunda nota

            En 1983 YMO se disuelve y Sakamoto se ve liberado de compromisos para centrarse en dos de sus pasiones: la música orquestal y la actuación. Nagisa Oshima le da la oportunidad de encabezar el elenco de su nueva obra, Feliz Navidad Mr. Lawrence, junto a otro músico de los grandes, David Bowie. Y su carrera como compositor se lanza al finalizar ese año. Gana el BAFTA y el Grammy. Y todo lo que eran proyectos se convierte en grandes proyectos acompañado de músicos de gran calidad, directores de incontestable prestigio y un gusto por lo orquestal que desata la ira de los seguidores de la música electrónica al tiempo que deja boquiabiertos a los aficionados a la música sin apellidos ni coletillas. De esta banda sonora cabe destacar el single Forbidden colours con el cantante de Japan, David Sylvain, que fue número uno en más de una docena de países incluido Japón, Reino Unido o Canadá.

            Tercera nota

            Bernardo Bertolucci y su El último emperador, le llevaría a conseguir un Óscar en 1987con sus compañeros de crédito David Byrne y Cong Su. Y el gran público, y las grandes salas de conciertos y mejores orquestas sinfónicas del mundo se rindieron a su manera de ver esto que llamamos música orquestal. Su forma de componer dejó estupefactos a ratos a los otros dos creadores, tan emblemáticos en ambos hemisferios, Byrne tras haber dejado a Talking Heads, en el occidental, y Cong, en el oriental, debido a la validad y limpieza de sus aportaciones, coa que advirtió el director italiano y tuvo en cuenta para su siguiente proyecto. Ese mismo año y absolutamente en solitario compuso la banda sonora de película anime Royal Space Force: The Wings of Honnêamise. Toda una pieza de culto tanto para los cinéfilos como para los melómanos.

            Cuarta nota

            En 1990 el realizador italiano vuelve a llamarle para realizar la banda sonora de su nueva obra. Se trata de una versión cinematográfica de la bella y profunda El cielo protector donde el compositor contaba con dos grandes puntos a su favor: el conocimiento de la música bereber y la toma de contacto con el autor de la novela, el dulcemente enigmático Paul Bowles. Y con esos mimbres construye una de las músicas más emblemáticas del cine más allá del todopoderoso Hollywood y sus dioses de la banda sonora. Nada tiene que ver con ninguno de ellos. Trabaja con estructuras más próximas a los maestros italianos y franceses de las décadas anteriores y a esto le suma, ya se ha dicho antes, su conocimiento de la música étnica de esta zona del norte de África. La suma apabulla a los que desean sólo música de acompañamiento y no la descripción de sentimientos y la profundidad psicológica que Sakamoto subraya con sus notas y armonías.

            Quinta nota

            Tras terminar este proyecto y volverse a reunir con sus compañeros de YMO Ryuichi acepta el compromiso, nada menor, de componer la música para la inauguración de los juegos olímpicos de Barcelona de 1992. Para ello se encierra en una isla griega para lograr la inspiración del Mediterráneo, sobre lo que iba a versar su composición. Tras unos meses en el Egeo entrega una composición nuevamente pulcra, repleta de bases rítmicas que nos recuerdan a las músicas, valiéndonos Serrat, de Algeciras a Estambul para estrenarse aquel 25 de julio en el estadio mientras La Fura dels Baus llenaban el área del césped con un barco que montaban en directo para atravesar la cancha de un extremo a otro. Nuevamente su maestría quedaba demostrada y en el medio compuso otra música, algo menos brillante, pero muy efectiva, para Almodóvar y su Tacones Lejanos, entre otras.

            Coda final

            Sakamoto también fue un activista de y por la paz. Enemigo de ese régimen conservador que gobierna el archipiélago desde la derrota del 45 y de sus formas de generar riqueza aprovechando la idiosincrasia del pueblo nipón. Fue famoso verle tocar un piano desafinado tras el maremoto y el desastre de Fukusima, cosa que según algunos medios podría haber sido el detonante de su cáncer colono rectal, el que ha acabado con su vida hace unos días, mientras cambiábamos el disfraz de carnaval por el de semana santa en España. Dijo: “Fui a ver uno de esos pianos ahogados en agua del tsunami cerca de Fukushima, y lo grabé. Por supuesto, estaba totalmente desafinado, pero vi que era hermoso. Pensé: ‘La naturaleza lo ajustó’…”

            Sakamoto fue un creador sin fronteras ni techos, y eso se notó desde su más simple sonido hasta su más abigarrada composición. Dejamos aquí su frase sobre la vida, el tiempo de ésta y su creatividad:

            “El tiempo en nuestro universo es siempre de una sola dirección: Sin vuelta atrás, sin marcha atrás”.

            Quizás por eso lo aprovechó tan sumamente bien.

Carlos Ibañez

Revista Atticus