Exposición Zóbel. El futuro del pasado en el Museo del Prado

Nuestra visita a la exposición Zóbel. El futuro del pasado por Luisjo Cuadrado

Autorretrato de Fernando Zóbel, 1952. Archivo Fernando Zóbel, Biblioteca y Centro de Apoyo a la Investigación, Fundación Juan March, Madrid

La exposición de Zóbel. El futuro del pasado se encuentra en el Museo Nacional del Prado desde el pasado noviembre. No es frecuente que la institución madrileña rinda homenajes al arte contemporáneo, pero los tiempos cambian y desde hace ya un tiempo los límites se van rompiendo y traspasando fronteras. En esta ocasión, se reivindica la figura de Fernando Zóbel, un artista que se «formó» pasando horas y horas en las salas del Museo del Prado tratando de encontrar un lenguaje propio a través de una variada gama de fórmulas que conectará la tradición artística de las grandes figuras con el arte contemporáneo. Es decir, tradición antigua, frente a lo moderno.

Fernando Zóbel de Ayala y Montojo (Manila, 1924-Roma, 1984) es una de las figuras más importantes del arte contemporáneo español. Pertenecía a una de las familias más influyentes de Filipinas. Durante años viajó por Europa para recalar en Suiza donde estuvo estudiando y, posteriormente, en los Estados Unidos. Allí se licenció Filosofía y Letras, magna cum laude por la Universidad de Harvard, con un estudio sobre Federico García Lorca. Es en esta época cuando comienza a pintar motivado por una lesión en la columna en 1942, que le tuvo postrado durante un tiempo. Sus primeras exposiciones se celebraron en Boston en 1951 y en Manila al año siguiente. Años después, en 1955, retorna a España y toma contacto con los artistas que están en pleno auge en ese momento. Entre ellos destacan figuras como Manuel Millares, Gerardo Rueda o Antonio Saura. Mantiene su residencia en Filipinas, en concreto Manila, donde la Universidad de Santo Tomás le concede un doctorado honoris causa y también mantiene su actividad de docente dando clases de arte en la Universidad Ateneo de Manila. A partir de la década de 1960 comienza la evolución como pintor abstracto con un claro influjo de la caligrafía china alcanzando un estilo propio muy definido y característico con apariencia simple y espontánea no exentos de estudio y planificación. En 1966 se afincó en España, en Cuenca. Allí fundará el Museo de Arte Abstracto Español en las Casas Colgadas, uno de los lugares más emblemáticas de la ciudad manchega. En 1980 dona todo su fondo artístico al Museo y la Fundación Juan March se encarga de su mantenimiento y administración hasta el día de hoy.

De forma prematura, cuando estaba a punto de cumplir sesenta años, un infarto acabó con su vida, en Roma, el 2 de junio de 1984. 

Su obra forma parte de las colecciones de los museos más importantes del mundo. A lo largo de su corta vida llegó a participar en más de ciento cincuenta exposiciones colectivas y cuarenta de manera individual.

Fernando Zóbel en Harvard, Massachusetts, en los años 50.
Foto: fotógrafo desconocido

Ahora, el Museo Nacional del Prado, en colaboración con la Comunidad de Madrid, reúne cuarenta y dos pinturas, medio centenar de cuadernos de apuntes y ochenta y cinco dibujos y obra sobre papel procedentes de colecciones españolas, filipinas y norteamericanas. De esta manera rinde un merecido homenaje a una de las figuras más relevantes de la pintura española en la segunda mitad del siglo XX: Fernando Zóbel. Traspaso lo límites geográficos de los tres continentes –Asia, Norteamérica y Europa— donde transcurrió la vida del genial artista.

La contemplación de la obra de Fernando Zóbel constituye un apasionante ejercicio de pedagogía (una de las grandes preocupaciones del artista). Sus dibujos enseñan a mirar la obra de una manera lenta, sosegada y reflexiva.

El Prado explora la obra del artista a lo largo de dos itinerarios imprescindibles para valorar su original contribución al arte contemporáneo. El primero de ellos tiene que ver con su formación, con los orígenes de su vocación al estudiar a los grandes pintores no ya solo los que se pueden contemplar unos metros más allá en estas mismas salas, sino la herencia obtenida por los viajes realizados por el mundo. El otro itinerario sigue la obra de Zóbel mostrando como el dibujo fue la herramienta que le acercó a la modernidad de una forma original y alternativa. Hay que tener en cuenta el carácter erudito y cosmopolita de Fernando Zóbel, nacido en Manila, en el seno de una rica familia, formado en Estados Unidos y Centroeuropa en los mejores centros educativos, para acabar por instalarse a vivir en España.

Fernando Zóbel, dibujo y anotaciones sobre Las Hilanderas de Velázquez en una de sus visitas al Museo del Prado. Cuaderno de apuntes n.º 125, 1982.
Archivo Fernando Zóbel, Biblioteca y Centro de Apoyo a la Investigación, Fundación Juan March, Madrid

Fernando Zóbel realizaba cuadernos de dibujos que llevaba siempre consigo y luego guardaba celosamente; solo unas pocas personas escogidas alcanzaban a verlos. Son de variado formato, aunque siempre pequeños, la mayoría encuadernados especialmente para él y realizados con el mejor papel que pudiera encontrar japonés al principio, hasta que dio con uno igual de bueno en Cuenca). Se han conservado casi un centenar y medio de ellos. La presente exposición reúne el mayor conjunto que se ha mostrado nunca.

Catálogo Zóbel. El futuro del pasado. Página 16

La exposición está comisariada por Felipe Pereda, Fernando Zóbel de Ayala Professor of Spanish Art en la Universidad de Harvard, y Manuel Fontán del Junco, director de Museos y Exposiciones de la Fundación March, ambos muy ligados profesional e institucionalmente a la figura del pintor.

Para completar este recorrido por la obra de Zóbel, al final de la exposición –y junto a numeroso material documental gráfico y visual– se proyectará el documental Memorias del instante. Los cuadernos de Zóbel, producido específicamente para la muestra y cuyo tema es la larga conversación con los maestros del pasado que puebla los casi doscientos cuadernos de apuntes que dejó el artista.

Hay que recordar que la Fundación Juan March es la institución que conserva el legado del artista. Entre sus tesoros se encuentran más de cien cuadernos de bocetos y notas que Zóbel fue recogiendo a lo largo de su vida. Fernando Zóbel tenía un gran sentido estético y buscaba los mejores papeles para plasmar esas ideas. Al principio recurrió al papel japonés, pero años, después, parece que encontrar uno de los mejores papeles en la propia ciudad de Cuenca. Estos objetos son verdaderas obras de arte por sí mismos. Es una muestra de la idiosincrasia de su creador. Requiere estudio, requiere contemplación, requiere reflexión, requiere tiempo de ejecución del boceto sentado frente a la obra con lo que se produce un diálogo entre el pasado (aquel que ejecutó), el presente (a la hora de la ejecución) y el futuro que es el momento en que nosotros, años después contemplamos la creación. Siento debilidad por estos objetos. Ahora queremos plasmar la esencia en las instantáneas a través de nuestros móviles con el deseo de que tal vez, en unos días, en una semana, podamos volver a contemplar y, en el mejor de los casos, podamos hacer un dibujo o boceto. Pero eso, la mayoría de las veces no ocurre. Nos falta tiempo. Por eso es digno de alabanza y admiración aquellos que se enfrentan a las obras de arte y recogen en sus cuadernos sus impresiones o pensamientos reflexivos durante ese proceso creativo. Es el compañero inseparable de cualquier artista. Es muy posible que esas impresiones se plasmen en una creación propia, o no. La función ya la cumplió, ahora nosotros somos los que disfrutamos de ella al contemplar ese proceso tan íntimo. 

Alegoría de la Castidad, 1505
Lorenzo Lotto
Óleo sobre tabla, 43 × 34 cm
Washington D. C., National Gallery of Art. Samuel H. Kress Collection, 1939.1.147

Ahora, con la exposición del Museo Nacional del Prado, tenemos la oportunidad de ir un poquito más allá y poder contemplar la inspiración plasmada en el cuaderno frente a la obra original que contempló Fernando Zóbel como es el caso del cuadro La alegoría de la castidad (1505, National Gallery de Washington) de Lorenzo Lotto. El cuadro del pintor veneciano alude a la alegoría del amor. Una mujer se encuentra recostada en el tocón de un árbol en medio de un árbol, distraída es espiada desde detrás por un sátiro-mujer, mientras que otro sátiro-hombre se encuentra, en primer plano a la derecha, con las piernas abiertas mostrando su sexo mientras termina de beberse una jarra de vino. Encima de la joven, un cupido arroja pétalos de margaritas en su regazo con un guiño claro a su fertilidad. La interpretación que el artista hizo queda plasmada en sus cuadros que llevan por título El sueño de la doncella I y II (en el catálogo 54 y 55), así como los dibujos preparatorios. Es un ejercicio que nos lleva a la esencia de la abstracción, no hay nada figurativo solo la idea recogida a través de colores, formas insinuadas, veladas y algún trazo suelto. Es una forma muy original de alcanzar la sustancia compositiva del cuadro. Son un ejercicio artístico surgido como el proceso creativo a partir del estudio de la obra.

Fernando Zóbel, The Dream of the Damsel, 1967.
Harvard Art Museums/Fogg Museum, Purchase through the generosity of Paul J. Haldeman

Fernando Zóbel llegó a manifestar que su instrumento para hablar con los cuadros era su cuaderno de dibujo. Estos cuadernos contienen bocetos con alusión a obras de Goya, Tintoretto, Velázquez, Ribera o Murillo. Como viene siendo habitual en la institución madrileña del Museo Nacional de Prado la exposición se complementa con una serie de actividades y un extenso catálogo sobre la misma.

Os dejo este pequeño vídeo a modo de síntesis.

https://www.rtve.es/play/videos/telediario/zobel-museo-prado/6735877/

Hasta el 5 de marzo se puede contemplar en el Museo Nacional del Prado, Madrid.

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus