Crítica película El triángulo de la tristeza de Ruben Östlund

Crítica El triángulo de la tristeza de Ruben Östlund por Luisjo Cuadrado

Ficha

Título original: Triangle of Sadness

Año: 2022

Duración: 147 min.

País: Suecia

Dirección: Ruben Östlund

Guion: Ruben Östlund

Fotografía: Fredrik Wenzel

Reparto: Harris Dickinson, Charlbi Dean, Zlatko Buric, Dolly De Leon, Woody Harrelson, Vicki Berlin, Henrik Dorsin, Sunnyi Melles, Jean-Christophe Folly, Iris Berben,

Compañías: Coproducción Suecia-Francia-Reino Unido-Alemania; Plattform Produktion, SVT, Film I Väst, arte, Coproduction Office, arte France Cinéma, Eurimages, ZDF/Arte, Imperative Entertainment, BBC Films

Género: Comedia. Drama | Sátira. Supervivencia. Comedia negra. Comedia dramática

Sinopsis

    Tras la Semana de la moda, Carl y Yaya, pareja de modelos e influencers, son invitados a un yate en un crucero de lujo. Mientras que la tripulación brinda todas las atenciones necesarias a los ricos invitados, el capitán se niega a salir de su cabina, a pesar de la llegada inminente de la célebre cena de gala. Los eventos toman un giro inesperado y el equilibrio de poder se invierte cuando se levanta una tormenta que pone en peligro el confort de los pasajeros.

Comentario

Estamos ante la película de un director que se ha convertido en uno de los creadores transgresores, rebeldes y brillantes, de la última década. Hasta se ha convertido en un hombre mediático. Tras su galardón de la Palma de oro en el pasado festival de Cannes, su entrevista apareció en buena parte de los diarios y prensa especializada. Se trata del cineasta noruego Ruben Östlund que se va creando un estilo propio, no exento de polémica (por su búsqueda de la provocación), con su mirada crítica y ácida. En 2014 realizó una interesante película Fuerza mayor donde un matrimonio con un hijo disfruta unas vacaciones en una estación de esquí cuando una avalancha pasa sobre ellos y el padre huye dejándolos solos. Ya mostraba una crítica social como uno de los elementos significativos en ese sello personal. Años después, con The Square gana su primera Palma de oro, en 2017. Se trata de una crítica irreverente con el mundo del arte como protagonista que cuestiona distintos aspectos de la sociedad nórdica relacionados, entre otros, con el racismo. Y ahora nos presenta otra crítica a la sociedad que le acoge con una propuesta sin filtros como es El triángulo de la tristeza. Un alarde peliagudo pues no es fácil criticar al capitalismo desde el propio sistema en el que estás inmerso. Pone el acento en la estupidez humana de esta sociedad patriarcal en el que parece que la mediocridad y la superficialidad es la moneda corriente en nuestras relaciones.

La película está dividida claramente en tres apartados. En el primer acto, Carl y Yaya (Harris Dickinson y Charlbi Dean) son una pareja de jóvenes modelos que tratan de hacerse un hueco en el mundo de la moda. Arranca la película con una crítica a ese mundo tan competitivo que es el de la moda y en particular el momento del casting. Hay una burla en el cuestionamiento de los sueldos. Es uno de los pocos ámbitos donde la diferencia del salario es a favor de las mujeres. Los modelos lucen palmito con el torso desnudo y su libro de fotos bajo su brazo. Sátira enorme al decirles que desfilen de tal o cual manera. Momento en que nos describe la razón del título. Aunque hay controversia pues algunos lo conocen como el triángulo de la belleza y otros como triángulo de la juventud, pues es en esa etapa cuando el rostro empieza a envejecer. Se trata de una figura geométrica imaginaria que surge como resultado de unir el punto más alto de cada pómulo al centro de la barbilla. A los veinticinco años este triángulo apunta hacia abajo, a partir de los cuarenta se invierte. Carl y Yaya forman una pareja muy guapa. Deciden ir a cenar y cuando llega la cuenta, a Carl no le gusta que su pareja se haga la longuis. Una mera pregunta banal (no sin cierta malicia) desencadena una tormenta en forma de reproches. Todo por ocultar su verdadera vida que es una pantomima como muchas otras de las que se esconden detrás de tanto postureo.

En el segundo acto el microcosmos es un yate de lujo donde impera la frivolidad desde el momento en que vemos como la jefa del personal les dice, a sus trabajadores, que lo más importante del crucero es el primer momento, cuando llegan los clientes, y el último, cuando se van (sobre todo a la hora de ganarse las propinas). Carl y Yaya han sido invitados por alguna de las marcas en la que ella es influyente a través de sus redes sociales. Se dedican a cuidar de su físico, lucir palmito y documentar su aburrida vida (por mucho que él nos muestre que está leyendo Ulysses de James Joyce, otra pose más, no se lo cree nadie). A todo lujo, rodeados de gente asquerosamente ricos como alguno de ellos llega a denominarse. Dinero ganado con actividades tan lucrativas como la venta de armas (una encantadora pareja de vejetes que alardean de «vender instrumentos para la defensa de la democracia» y se quejan de lo mal que lo pasaron cuando tuvieron que retirar unas minas, porque mataban personas de manera indiscriminada, perdiendo el 25% de beneficios) o a la venta de mierda –abono- de un ruso capitalista (nos proporcionara unos brillantes gags mediante una lucha dialéctica con el capitán norteamericano a la sazón marxista). Frente a ellos están los tripulantes y personal de servicio del yate que pertenecen a otro rango social inferior. En la narración el humor negro está muy presente. Ese capitán alcohólico y marxista con sus discusiones con el ruso no tienen desperdicio. El primero Interpretado por un sensacional Woody Harrelson y el segundo por un magnífico Zlatko Burić.

La cena del capitán (al que logran sacar de su habitación) se celebra el peor día posible. Un temporal que provoca una fuerte marejada en el exterior zarandeando el barco con el consiguiente mareo del pasaje. Todos sufran el malestar, llegando al cénit con la inundación del barco con las aguas fecales como una metáfora nada sutil. En la película no hay espacio para la insinuación o la delicadez como parece que tampoco lo hay en el mundo actual donde parece primar la zafiedad. Una escena escatológica desproporcionada y alargada en exceso. El director tiene todo planificado. Es posible que obedezca a unos estereotipos admitidos en nuestra sociedad (tal vez nos está invitando a una reflexión) como es que los ricos se nos muestran de raza blanca y bellos y el personal de mantenimiento tiene la piel más oscura muy alejados del canon de belleza actual.

Hay una sátira (una más) brutal cuando por mor de los caprichos de una rica que quiere ver como el personal se tira por un tobogán. Hasta los ayudantes de cocina tienen que salir para cumplir los deseos dejando sus rutinas para complacer sus deseos.  

En el tercer acto la protagonista es la isla. Un escenario que sirve para cambiar los roles que antes estaban jerarquizados en el yate. Ahora desaparece la fuerza del dinero. Ahora los participantes, los náufragos son lo que son, lo que valen por sus acciones, no por lo que tienen. Si sabes cazar, comerás, sino estarás subordinado al que tiene el poder de saber conseguir los alimentos necesarios para sobrevivir en ese medio hostil. Las necesidades primarias hay que satisfacerlas y se desatan los instintos más básicos de los personajes. Y ahí aparecerá una figura que se impone sobre el grupo que antes tenía un papel muy secundario. Ahí surge una sociedad distópica, con un nuevo líder que aprovecha la inutilidad de los ricos a la hora de desenvolverse en un mundo donde no vale el dinero y donde un reloj de lujo solo es moneda para comprar voluntades. El materialismo ha desaparecido, pero surgen los recelos, las envidias, el favoritismo… se establece una nueva jerarquía. Y la debacle se produce cuando esa nueva estructura social corre el riesgo de desintegrarse.

La paradoja que se produce en esta nueva sociedad que ha creado el grupo es que enseguida crean un nuevo modelo y… siguen manteniendo la estructura de unos arriba y otros más desfavorecidos abajo. Con los roles invertidos repiten el mismo esquema. Un buen experimento sociológico.

El triángulo de la tristeza es una película coral llena de personajes esperpénticos, exagerados con el fin de provocarnos, con un exceso de escenas escatológicas que busca incomodar al espectador. Recientemente hemos visto algo parecido con Babylon. Es como si hubiera descubierto el efecto visual del vomito (llevado al extremo) y ahora nos lo meten hasta en la sopa. Una vez, vale, pero tantas… Es una película que está llena de excesos. Y como viene siendo habitual en los últimos meses le sobran unos cuantos minutos.

Tanto la estética como el planteamiento nos recuerda a la premiada serie de televisión (se puede ver en la plataforma HBO) The White Lotus, la segunda temporada (ambientada en Sicilia), donde nos muestra como los ricos se divierten en hoteles de lujo y como hay otros que quieren parecerse a ellos.

La nueva entrega del director noruego Östlund es una feroz crítica a la sociedad actual. Se podría decir que es un teatrillo de la estupidez humana. Llena de aforismos y que en cada secuencia hay una crítica social. Es sarcástica y provocadora, hiriente y a veces humillante. Crítica a innumerables aspectos como es la banalidad de las redes sociales; el ascenso social meteórico gracias a conseguir dinero a espuertas sin tener en cuenta el mérito; a la estructura social creada a partir del tanto tienes tanto vales; la dicotomía entre dos sistemas como son el capitalismo o el marxismo. Es una comedia pero que deja un poso muy triste al ver reflejada en la pantalla las pornomiserias humanas, de las que, de una manera u otra, participamos muchos de nosotros en algún momento de nuestras vidas. Hay una escena brillante que me encantó y que viene a ser una buena sinopsis, sobre todo de esa última parte pero que actúa como una metáfora casi del momento actual. El grupo está atemorizado por los sonidos salvajes que les llegan del bosque. Es el terror a lo desconocido en un ambiente inhóspito. Cuando descubren la fuente de su temor, uno de ellos se acerca, espoleado por el grupo, para enfrentarse a ese ogro. Cuando consigue vencerlo (solo es un inocente animal), todos se muestran exultantes, eufóricos, vitorean al lanceador porque han desatado sus más bajos instintos y alzan los brazos jubilosos como una manada que se ha impuesto al miedo. Terrible.

Podría seguir hablando de cuestiones técnicas, de la música o del papel de los distintos personajes, pero creo que ya está todo planteado. Por cierto, un recuerdo para la actriz Charlbi Dean por su brillante actuación. Falleció al poco tiempo de haber rodado la película –agosto 2022- y no pudo disfrutar de las mieles del éxito. Un film que ha recibido un montón de críticas que tienen que ver con sus excesos pero que yo me quedo con la parte más lúdica y divertida, sin olvidar que es una película que pone el acento en este mundo actual lleno de banalidades y hedonismo, en esa búsqueda de una justicia social y que hay veces que quieres vivir un con un estilo de vida propio, pero que, en ocasiones, es incompatible con mantener tu poder e independencia. Pero también es una película que ha recibido un montonazo de alabanzas tras su paso por Cannes y sus tres nominaciones a los Óscar: mejor película, mejor director y mejor guion original. A sí que lo mejor (como casi siempre) es que acudan a ver la película y así formarse su propia opinión. Y como he dicho antes El triángulo de la tristeza está llena de aforismos y ya se sabe: un aforismo es una novela de una sola línea (Leonid S. Sukkorukov). Vayan al cine.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus