Crítica película La ballena (The Whale) de Darren Aronofsky

Crítica La ballena de Darren Aronofsky por Luisjo Cuadrado

La ballena

Ficha

Título original: The Whale

Año: 2022

Duración: 117 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Darren Aronofsky

Guion: Samuel D. Hunter. Obra: Samuel D. Hunter

Música: Rob Simonsen

Fotografía: Matthew Libatique

Reparto: Brendan Fraser, Sadie Sink, Samantha Morton, Ty Simpkins, Hong Chau, Sathya Sridharan, Jacey Sink

Compañías: A24, Protozoa Pictures. Distribuidora: A24

Género: Drama | Familia

Sinopsis

    Un solitario profesor de inglés con obesidad severa (Brendan Fraser) intenta reconectar con su hija adolescente en una última oportunidad de redención.

Crítica

Hablar sobre la película La ballena (The Whale) de Darren Aronofsky es hablar del papel que Brendan Fraser hace en la misma: de cómo lo hace y lo que significa.

Darren Aronosky es el director de propuestas tan interesantes como Cisne negro (Black Swan, 2010), El luchador (2088) o Noé (2014); dispares pero interesantes propuestas. Para esta película ha tomado la obra de teatro del mismo nombre de Samuel D. Hunter que trata del declive de un profesor de universidad que tras la muerte de su amante decide seguir un proceso de ingesta hipercalórica para convertirse en un obeso desmesurado y condenarse a la muerte.

Muy sucintamente el argumento se reduce a que Charlie (Brendan Fraser) es un profesor de literatura que ahora se gana la vida dando clases sobre el arte de escribir desde su casa, on-line. Tiene una gran amiga, Liz (Hong Chau) que hace las veces de cuidadora porque Charlie está francamente mal de salud. Por la escena aparece un joven, Thomas (Ty Simpkins) misionero/miembro secta con la misión de salvar su alma. Charlie tiene una hija, Ellie (Sadie Sink) –atención a esta promesa-que a toda costa quiere ganarse su amor tras años de abandono («es la única cosa buena que he hecho en la vida»). Es fruto de la relación con su exesposa Mary (Samantha Morton).

En cuanto a los intérpretes poquita cosa podemos decir porque casi toda la acción se centra en Fraser. A él le acompañan, una muy solvente Hong Chau como su amiga. Ambos tienen escenas conmovedoras. Muy creíble. Y como su hija destaca Sadie Sink, también muy brillante por su naturalidad y fuerza.

Charlie es un hombre que se ha metido en una espiral de autodestrucción sin fin. Es un hombre roto, sin rumbo que vive agobiado por los sentimientos de dolor y de culpa. Decide entregarse a comer todo lo que pilla hasta que llega el momento que se convierte en una ballena varada en su vivienda. Sin poder moverse apenas, sin tener más contacto con el exterior que aquellos que le traen la comida (incluso solo los oirán para evitar desagradar a los repartidores) y las pocas visitas que recibe. Todo se desarrolla en ese espacio claustrofóbico que es su vivienda, salvo un par de oníricos flashbacks.

Brenda Fraser tuvo su momento de gloria en la década de los años 90. Buen mozo, alto, guapo, fornido, se hizo un hueco en la industria de Hollywood en el campo del blockbuster. Ejemplo son la trilogía de la Momia y su papel en George de la jungla. Seguro que se encontraba más cómodo con papeles como el de Crash (Paul Haggis por el que se llevó un Oscar. Pero no sabía decir que no a tanto y tanto papel de aventurero. No quería dobles de acción y ese ajetreo sin tregua le pasó factura en lo físico obligándole a retirase y tomar un respiro. Pero la meca del cine, no se lo permitió. Esa máquina de devorar, convirtió al actor en un juguete roto. Pero a Fraser no se le ha olvidado la faceta de actor más del cine independiente como la anteriormente citada o Dioses y monstruos (Bill Condon, 1998). Este papel es un regalo que le hace el director neoyorquino para que se enfrente a sus propios monstruos y deje atrás esa mala temporada en la que le ha pasado de todo.

Su actuación, en uno de los papeles más complejos y difíciles de los últimos tiempos, enternece y convence desde sus inicios. El director nos manipula un poco para llegar a este sentimiento. Le vemos orondo encima del sofá/varadero como se masturba mientras ve una película porno y a punto de estar de morir en el intento. Esta es la secuencia inicial, toda una declaración de intenciones. Pero, por otro lado, le vemos ese lado sensible que conecta con sus alumnos y les transmite, a través de su poderosa voz (les veta la web cámara, mostrándose como lo que es: un hombre culto, educado, sensible y amable), las sapiencias no tanto para escribir una buena obra sino para encauzarlo en los currículos o en las tesis o los trabajos de postgrados. Y, sobre todo, con ese análisis literario de la obra de Herman Melville Moby Dick que nos lleva a la metáfora que entronca con su gordura y que luego veremos que tiene algo más que ver con la brillantez del trabajo ya que actúa como Macguffin a lo largo de la película. Es sobrecogedor ver como Charlie es incapaz de levantarse sin ayuda del andador; es incapaz de agacharse a por una simple llave que se le cae al suelo; y no puede ni tan siquiera coger el teléfono desde su butaca cuando se le cae. Todo ello hace que estemos ante una actuación descomunal tanto en el esfuerzo físico como en el trabajo de introspección, es decir, el psíquico. Su mirada es limpia, cautivadora, en la que vemos el drama que sufre el actor. Porque La ballena no es una película sobre la obesidad mórbida y el papel de la comida basura en la sociedad actual. Nada de eso. Tiene que ver más con el ser diferente, con la aceptación de uno mismo.

A pesar de lo conmovedor de la historia y gracias a ella, seguro que muchos de los espectadores cuando la próxima vez veamos a un obeso lo haremos con otros ojos, le falta algo para ser esa gran obra de referencia. Se nota mucho que los actores están encorsetados (no me refiero a Charlie). Parece que están pendientes de llegar a su marca para darse la vuelta y soltar su frase de guion. Esto provoca que en algunas escenas se note esa falta de naturalidad. Afortunadamente esto sucede en pocas escenas. Eso no pasa en otras grandes adaptaciones teatrales como Un Dios salvaje (Roman Polanski, 2011). Pero en La ballena su director no ha sabido salir de esa habitación. Hay momento memorables y emotivos cuando Charlie trata de explicar a su hija su vida o pequeños gestos determinantes como cuando por ejemplo un repartidor simpático, que tratar de empatizar con sus clientes, quiere ser muy guay y desde el pasillo exterior a la vivienda le pregunta a Charlie por su nombre y cómo se encuentra. Así una y otra vez. Pero se deja llevar por la curiosidad y en una de estas, espera a ver quién es el que está tras la puerta, y es cuando ve a la ballena acudiendo a por su comida. Junto con la mueca de horror, un exabrupto se le escapa por su boca.

Aronofsky, a pesar de que busca en exceso el sentimentalismo, nos presenta un drama psicológico sobre la necesidad del afecto, de amar, creando un ambiente tenso que llega a su punto culminante con el clímax. Antes dije que la película no aborda el tema de la obesidad mórbida. No es lo importante de la película, aborda otros cuántos temas como el papel que ocupa la religión en la sociedad (un tanto opresiva), castrante; la homofobia y sus derivaciones como son el trato al ser diferente; el consumo de comida basura (con el consecuente «problema» de los repartidores a domicilio); las relaciones paternofiliales; o el papel que se le da al físico en la sociedad actual. Por lo tanto, no es de extrañar que la película en algún momento nos incomode, nos toque alguna fibra y nos invite a la reflexión.

Me disgusta el título porque lo asocio con el insulto. Decir estás más gordo que una ballena es uno de los peores insultos que puedes decir alguien si le quieres dañar su autoestima. A pesar de ese título que te lleva a un montón de grasa dejando a un lado la gran humanidad de su portador, me gustó La ballena por esa rotunda actuación de Brenda Fraser que sobrecoge en lo físico (cuando se tiene que levantar del sofá y comienza a desplazarse, con sus cerca de trescientos kilos, bum, bum, con tremendo esfuerzo y penalidad; y sobrecoge en lo emocional al ver a un hombre corriente que desborda grasa viviendo una vida inmerso en un caos. Caos provocado por la no asunción, entre otras cosas de la pérdida de un ser querido, los varapalos que nos da la vida y que él no acaba de encajar.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus