67 SEMINCI – Crítica película No bears de Jafar Panahi

67 SEMINCI – Sección Oficial – Crítica película No bears de Jafar Panahi

Ficha

Título original: Khers Nistaka

Año: 2022

Duración: 107 min.

País: Irán

Dirección: Jafar Panahi

Guion: Jafar Panahi

Fotografía: Amin Jaferi

Reparto: Jafar Panahi, Mina Kavani, Naser Hashemi, Vahid Mobasheri, Bakhtiyar Panjeei, Mina Khosrovani, Bülent Keser, Sinan Yusufoglu, Reza Heydari

Productora: JP Production. Productor: Jafar Panahi

Género: Drama

Sinopsis

    Dos historias de amor paralelas en las que los deseos de las parejas se ven frustrados por obstáculos ocultos e inevitables, la fuerza de la superstición y la mecánica del poder.

Crítica

            Sin medias tintas ni paños calientes, primera gran apuesta a Espiga de oro, salvo la valiente, muy valiente cinta danesa Intet, que vimos el lunes. Panahi, discípulo aventajado y, diría yo, avanzado, de Abas Kiarostami, nos muestra la realidad de dos mundos que están en éste y que parece que no nos toca nada más que de refilón porque hay muchos intereses para que así sea.

Un director, el propio Panahi, rueda una película en el extranjero, en Turquía, pero tiene prohibido salir del país, Irán, con lo cual rueda desde un pueblo fronterizo, polvoriento, abandonado y perdido entre supercherías y tradiciones antediluvianas para poder ir dando órdenes a su ayudante y equipo, que están en Anatolia rodando una historia, paralela y rotunda, sobre la inmigración ilegal a la que se ven sometidos los refugiados políticos de Oriente Medio en la penosa Unión Europea donde gentuza ultranacionalista gobierna en países hechos socios en esas ampliaciones extrañas hacia el este de finales de la primera década del milenio.

Así, Panahí nos habla de lo duro que es ser director de cine en ese Irán dictatorial de los ayatolas y de la moral religiosa por encima del individuo. Y lo terrible que es sobrevivir para una pareja de exiliados jugando toda su vida a algo ilegal para poder ser legales. En medio de todo esto una tradición, que es la palabra para decir estupidez consuetudinaria, habitualmente y que sirve de excusa para barbaridades de trogloditas allá donde se pronuncia.

Y el guion gira y gira: la película casi documental por un lado y Panahi a caballo entre la idea de huir y la de dar gusto a los paisanos del pueblo fronterizo donde se aloja para aliviar tensiones entre dos familias por el honor de una niña ofrecida, desde el corte de su cordón umbilical, a un hombre del pueblo, aún niño en ese momento, claro. Pero que exige que se cumpla la tradición independientemente de los sentimientos, propios y ajenos. Y el realizador teheraní además fotografía para no aburrirse el pueblo y sus habitantes y un niño dice que tiró una foto a la chica ofrecida desde su parto con uno que no es a quien se la otorgaron, aquí se convierte en una película sobre el absurdo de las tradiciones, con tomas que recuerdan al último cine de Samuel Fuller o a proyectos fallidos de Antonio Mercero. La resolución de ambas historias tiene mucho que ver con la desesperación y la ecuación de Averroes, ésa sobre la ignorancia y la violencia que el cordobés expresó hace casi nueve siglos y que tan vigente está en la actualidad.

Cine muy superior a la media, muy bien rodado, con un guion técnico muy bien definido, con dos excelentes historias muy bien mezcladas y sin supeditación de una a la otra. Y el tipo de película muy bien elegida para ambos casos y sin perder la unidad argumental.

Da gusto cuando el cine es social sin poner pancartas, de calidad sin renunciar a nada por cómo cuenta la historia, y humano, sin intereses más allá del arte, que se supone en séptimo lugar según la catalogación de Ricciotto Canudo y que debería presidir cualquier festival de cine allá donde se realice.

Lo mejor, sin duda, el título y su referencia a lo que consigue el miedo y su efecto en cualquier ser humano y que cualquier malandrín de este mundo utiliza para aprovecharse. No hay osos.

Carlos Ibañez

Revista Atticus