67 SEMINCI – No mires a los ojos de Félix Viscarret

67 SEMINCI – No mires a los ojos de Félix Viscarret

Título original: No mires a los ojos

Año: 2022

Duración: 107 min.

País: España

Dirección: Félix Viscarret

Guion: David Muñoz, Félix Viscarret. Novela: Juan José Millás

Música: Mikel Salas

Fotografía: Álvaro Gutiérrez

Reparto: Paco León, Leonor Watling, Àlex Brendemühl, Juan Diego Botto, María Romanillos, Marcos Ruiz, Susana Abaitua, Sebastián Atienza, Noelia Garcia, Paula Isiegas

Productora: Coproducción España-Bélgica; Tornasol Films, Entre Chien et Loup, Movistar Plus+, RTVE

Género: Drama

Sinopsis

Damián acaba de ser despedido tras 20 años trabajando en la misma empresa. Su reacción, furiosa y un tanto violenta, le lleva a salir corriendo y a esconderse en el primer sitio que encuentra al salir de la oficina: un armario cargado en una furgoneta. El armario, con Damián dentro, es entregado en casa de Lucía y Fede, una pareja de la edad de Damián que vive con su hija adolescente, María. Esa misma noche, un impulso inesperado lleva a Damián a quedarse con la familia para convertirse en una misteriosa presencia que observará y se moverá desde la sombra. Adaptación de la novela homónima de Juan José Millás.

Crítica

            De cómo tratar de sostener algo insostenible con tan poquito. Giros de guion vistos mil veces, cámaras colocadas para tratar de nadie sabe qué, porque ni angustian (más bien aburren por sus excesos de metraje al principio) y una carencia absoluta de coherencia que sólo salva la magnífica actuación de Paco León, que aprovecha a las mil maravillas tanto sus escenas como la escasa definición psicológica del resto de los personajes basados en un guion flojísimo nacido de una lectura bien hecha, pero nada más, de una de las novelas más desiguales de Juan José Millás. No es que el resto del elenco artístico lo haga mal, ni mucho menos, pero son personajes cogidos con alfileres no en su conjunto sino por sus debilidades, sin profundizar en más: Lucía es maniacodepresiva, Fede un marido aburrido y adúltero, María una adolescente en plena inseguridad, Raúl (su noviete) un niñato maltratador, y los presentadores, O’Kane, es un presentador de televisión que mataría a su entrevistado en directo si eso le asegurase un subidón de audiencia e Iñaki Gabilondo haciendo de sí mismo como paradigma de un periodismo que ya no existe, el del entrevistador a calzón quitado, pero sin exhibicionismo ni escarnio por ello. Aquí viene un pero gordo en la película de Félix Viscarret: el giro de guion banaliza tan magnífico oficio en la mente enferma del protagonista, que juega constantemente a la multipremiada cinta coreana Parásitos vista desde la mirada del morador en cuerpo ajeno, en este caso el armario viejo de tres cuerpos y con un síndrome de Estocolmo inverso, porque idolatra a quien parasita, a la mujer de la familia.

            Después viene la canción que da título a la obra, de Golpes Bajos, y la lisergia autoinfligida por aquel ser solitario que se debate, y usa a sus construcciones mentales del mundo exterior, para justificarse. Algo así como lo que hace el protagonista de El fantasma del Paraíso en la joya de Brian de Palma, pero sin la calidad de guion ni el trabajo psicosocial de cada uno de los personajes que en la cinta de 1974 existe. Ahí flaquea y se abre por las costuras lo visto hoy en SEMINCI y que hará de película de la gala inaugural.

            Tanto dinero público en algo tan poco cuidado duele para alguien que ve cine, pero más aún cuando se produce. Y menos cuando constantemente se utilizan herramientas manidas y ya vistas hasta la saciedad, incluido el díptero sobre la serenidad del asesino. Norman Bates versión tipo que se autodenomina buena persona. ¿Y quién es buena persona cuando no tiene amigos? Nadie.

            Así que este cortometraje estirado como un chicle que comienza aburriendo por el exceso de cámara apuntando a los pies, encerronas en un armario recordando al Enterrado de Rodrigo Cortés, y no precisamente como halago; que después trata de lograr momentos de comedia e hilaridad casi infantil cuando el protagonista, que debía ocultar su rastro comienza a hacer las tareas del hogar y la justificación de todo esto en los efectos secundarios de un psicotrópico y la molécula de éste sobre la paciente que los toma no deja de conseguir que cualquier espectador que haya visto cine acabe buscando el reloj para ver cuánto queda.

            Tratar de salvar comercialmente esta película bajo la idea de que está basada en una novela de Millás, como si fuese un autor cinematográfico o cuyas historias lo parezcan; el interesante cambio de registro de Paco León, al que damos la bienvenida al monólogo interior y la economía gestual para llevarlo a cabo; y en la anécdota de que Iñaki Gabilondo se interpreta a sí mismo como epítome del periodismo de verdad es un bagaje bastante pobre y mucho me temo que su recorrido será corto.

            Por favor, trátennos como adultos, el cine de sensaciones y no de reflexiones no es para estas edades y, mucho menos, para inaugurar un gran festival de cine de autor como éste.

OLYMP

Carlos Ibañez

fotografías: Luis Gracia Reglero