67 SEMINCI – L’immensità de Emanuele Crialese

67 SEMINCI – L’inmmensità de Emanuele Crialese con Penélope Cruz

Ficha

Título original: L’immensità

Año: 2022

Duración: 98 min.

País: Italia

Dirección: Emanuele Crialese

Guion: Emanuele Crialese, Francesca Manieri, Vittorio Moroni

Fotografía: Gergely Pohárnok

Reparto: Penélope Cruz, Vincenzo Amato, Filippo Pucillo, Aurora Quattrocchi, Giuseppe Pattavina, Elena Arvigo, Laura Nardi, Alvia Reale, Carlo Gallo, Luana Giuliani, Rita De Donato, Patrizio Francioni

Productora: Coproducción Italia-Francia; Chapter 2, Wildside, France 3 Cinéma, Pathé, Canal+

Género: Drama | Años 70

Sinopsis

Roma, años 70. Clara y Felice acaban de mudarse a un piso nuevo. Su matrimonio está acabado: ya no se aman, pero son incapaces de separarse. Lo único que los mantiene unidos son sus hijos, en los que Clara vuelca su deseo de libertad. Adriana, la mayor, acaba de cumplir 12 años y presencia muy de cerca los estados de ánimo de Clara y las tensiones cada vez mayores entre sus padres. Adriana rechaza su nombre y su identidad, quiere convencer a todo el mundo de que es un chico, y su obstinación hace que el ya frágil equilibrio familiar alcance un punto de ruptura. Mientras los niños esperan una señal que los guíe, todo cambia a su alrededor y en su interior.

Crítica

Arranca la sexagésima séptima edición de la SEMINCI, en su edición matutina y antes de No mires a los ojos que se proyectará esta tarde en la gala inaugural, con una película ambientada en Roma a mediados de los años setenta y protagonizada por nuestra estrella más internacional: Penélope Cruz.

El milagro económico se siente en una sociedad italiana donde van proliferando nuevos distritos para albergar a la nueva clase trabajadora. Clara (Penélope Cruz), ha abandonado la España de Franco, está casada con Felice (Vincenzo Amato) y tienen tres hijos: Adriana (Luana Giuliani), doce años, Gino y la pequeña Diana. Forman una familia acomodada que pertenecen a una de esas sagas familiares donde la abuela ejerce de nexo de unión. Parecen nadar en la abundancia a juzgar por los deportivos de los que hacen gala. Pero el matrimonio ha alcanzado su cénit y ya no da más de sí. Clara se desvive por Adriana, que en la intimidad gusta que le llamen Andrea y de cara a sus parientes y amigos Adri, pero que no esconde su deseo de ser un chico en vez de habitar en un cuerpo de niña. El punto de ruptura lo constituye la aventura extramatrimonial de Felice y su secretaria que dará como fruto un embarazo no deseado.

Desde los inicios vemos a una Clara extrovertida, como ama de casa juguetona que no duda en poner la mesa con sus tres hijos a ritmo de música discotequera a todo volumen desarrollando una curiosa coreografía con mantel y platos como atrezo y ellos en pijama.

Su relación matrimonial es un puro cliché: estar a la espera de los deseos del marido ya sean la cena o ya sean para «cumplir con el débito conyugal». Pero Adri, demuestra tener mucho más madurez y juicio que los dos juntos y trataran de boicotear contantemente los machismos a los que se ve sometida su madre (eran tiempos de piropos soeces y acoso por las calles de Roma).

Clara llega un momento en el que no puede con la situación. No puede con el paripé delante de la familia de su marido; y no puede con la futura llegada de ese vástago de la mano de Felice. El incendio del salón del domicilio familiar, ante lo que parece un evidente descuido de Clara, se ve forzada a la reclusión en un institución para «descansar» y poder recuperarse.

El multipremiado director italiano Emanuele Crialese (Respiro, 2002, Nouvomondo, 2006 y Terraferma, 2011) presentó su nueva película en la pasada edición del certamen de Venecia. Parece haberse inspirado en algún episodio de su propia infancia. Es, por lo tanto, su película más personal, un viaje a la memoria a través de los recuerdos de su infancia reelaborados desde el mundo actual. En esta película nos muestra un universo ambientado en esas casas con papeles pintados llenos de dibujos geométrico y colores que hoy nos horrorizan al pensar que alguno de esos ejemplos habitó por nuestras casas. Pero también ese universo nos muestra un catálogo de sentimientos que los protagonistas van mostrando según van viviendo la experiencia en sus propias carnes. Adri, reo en un cuerpo que no desea, experimenta la relación con una chica. Su aspecto andrógino fomenta esta relación. Son los chicos los que deben de poder experimentar sus cuerpos más allá de lo que determina el sexo con el que te dota la naturaleza y el género al que quieres pertenecer (o experimentar, en definitiva, vivir libremente).

El director se apoya en una estupenda fotografía (Gergely Poharnok) que resalta esos interiores muy habituales en algunas de las películas de Pedro Almodóvar. También es muy destacable el imaginario de toda una época donde la TV estaba muy presente en el hogar y servía como referencia. Adri tiene un mundo idealizado lleno de fantasías donde su madre ese el motor. Se la imagina como Raffaella Carrà o la rubia Patti Bravo cantando Grazie amore mio. (ambas caracterizaciones magníficas) o se imagina ser dueño de su propio destino al cantar Love Story como si fuera Johnny Dorelli.

Lo mejor de la película, que se presenta fuera de concurso, es que no pone el acento en los culpables porque no los busca, solo muestra lo que sucede dentro de esa familia que acabará (nos imaginamos que con la ruptura) en una de esas tantas familias desestructuradas. Hay un gran dolor en la madre Clara, interpretada por una magistral Penélope Cruz; hay un sufrimiento latente en todas las actuaciones de Adri en pos de ser Andrea, un chicón molón que gusta a la chicas; hay un descontrol en el apenas un adolescente, Gio, que llama la atención aliviando sus necesidades fuera de lugar; y sufrimos por la pequeña Diana que trata de poner paz en el hogar, en un acto simbólico como es el que unan los meñiques los dos hermanos mayores por sus desavenencias.

Me quedo con la terrible escena, casi al final, donde el padre estalla en la mesa tratando de poder comer con un poco de silencio en su casa ya que Diana se niega a comer, exteriorizando así el trauma que tiene. Una estampa machista que me gustaría decir que qué lejos queda ya. Pero… nada más lejos de la realidad. La hipocresía sexista le cuesta abandonar algunos dormitorios y salones del siglo XXI.  

L’ímnensità es una película meritoria, con buenas intenciones, y con dos poderosas actuaciones femeninas de la mano de Penélope Cruz y la jovencísima Luana Giuliani. La primera dando vida a una mujer que trata de sacar a su familia de la mejor forma posible, con dignidad y orgullo, inculcando felicidad, atrapada en su propio hogar y tratando de que sus hijos dejen a un lado la realidad; y la segunda dando vida a un atormentado personaje, que aún disfrutando de su ser no puede ser feliz por la incapacidad de compartirlo con los demás sin ser señalada, o juzgada. Un cine que revisa el pasado con una invitación a la reflexión futura.

Emanuele Crialese en la 67 SEMINCI

Luisjo Cuadrado

fotografía: Luis Gracia Reglero