Crítica película Blonde de Amdrew Dominik

Crítica de Blonde de Andrew Dominik por Almudena Martínez

Ficha técnica

Título original: Blonde

Año: 2022

Duración: 2h 47 min (167 min)

País: EEUU

Dirección: Andrew Dominik

Reparto: Ana de Armas, Adrien Brody, Bobby Cannavale, Lily Fisher, Julianne Nicholson, Xavier Samuel, Evan Williams

Música: Nick Cave, Warren Ellis

Fotografía: Chayse Irvin

Productora: Brad Pitt, Dede Gardner, Jeremy Kleiner – Plan B Entertainment

Género: drama, drama psicológico, película basada en obra literaria

Sinopsis

Inspirada en la extraordinaria obra literaria de Carol Joyce Oates, Blonde recupera la figura de la actriz icono del Hollywood de la edad dorada, Marylin Monroe. A partir de momentos reales vividos por la actriz -señalados en el film a través de una película emblemática, una fotografía publicada en una revista, una polaroid del álbum familiar…- despega la ficción, que difumina la “versión oficial” de ese momento a través de un punto de vista muy personal de su director, Andrew Dominik (Chopper, El asesinato de Jesse James a manos del cobarde Robert Ford).

Comentario

Norma Jeane

Blonde no es Marilyn. Ni Ana de Armas. Blonde es Norma Jean Baker. Esta cinta de larga duración está dedicada a la mujer que se escondía detrás de Miss Monroe, de aspecto lánguido y frágil, de estado mental depresivo y ansioso. A la mujer llena de obsesiones y traumas, de complejos y de deseos jamás cumplidos. Es la historia de sus abortos, de sus fallidas relaciones con los hombres de su vida, de la obsesión desesperada por encontrar al padre y saciar el complejo de Electra, del diálogo tóxico entre su cuerpo y su mente, de sus intentos de quitarse la vida, y del odio hacia ese papel en el que tenía que dejarse la piel todos los días: Marilyn Monroe.

En primer lugar, hay que arrancar de la base de que el film no se trata de una biografía o un biopic -otro más- de la actriz californiana. Está inspirado en la ficción novelada que escribió  Joyce Carol Oates en el año 2000 y con la que fue finalista del Premio Pulitzer ese mismo año. Con esta idea fundamental parte Dominik: de la narrativa cinematográfica ficcionada regalando momentos que sucedieron y que están documentados; otros que pudieron ser reales; y los más bellos, los que nunca existieron y salieron de la imaginación de Oates y en los que se inspiró Andrew Dominik para crear su propia fantasía.

Antes de comenzar a ver la película hay que tener en cuenta que Blonde duele. Blonde hace daño. Es una película dura, violenta, cruda, sin piedad. Blonde te cala en ese hueco recóndito de tu mente donde no quieres volver y donde no te atreves a mirar jamás. Mucho se ha hablado de la calificación de la película por edades. El espectador que se atreva con Blonde negará rotundamente que se trate de una película pornográfica. Solo los que nunca han visto una película pornográfica seguirán equivocados. Las -no tantas- escenas sexuales de la cinta son explícitas, están justificadas, son feroces, violentas y casi la totalidad de ellas, no consentidas.

Partiendo de una narración lineal en el tiempo, que arranca con la infancia de la pequeña Norma -una casi debutante Lily Fisher que apunta maneras- en Los Ángeles junto a su madre Gladys -intensamente interpretada por la actriz Julianne Nicholson- iniciamos a conocer a la pequeña Blonde. Dominik la retrata siendo criada por su madre en California. Una madre esquizofrénica y paranoica que tiene como único propósito el encontrar al padre de Norma. Una progenitora fanática del cine y de la música -en su casa tocaba el piano y en un segundo plano se atisba un cartel de Luces de ciudad– que le marcará para siempre. La huella del trauma infantil le acompañará durante toda su vida. Marilyn nunca lo ocultó. Para ella, su padre (su “daddy”) siempre tendría el rostro de Clark Gable, con el que coincidiría más adelante en Niágara. En la película, su progenitor está representado en una fotografía parlante en blanco y negro de un hombre calcado a Humphrey Bogart, con gabardina y sombrero al estilo Casablanca. De este modo, el director de fotografía -brillante Chayse Irvin- crea un aura de misterio en torno a la figura paterna que la actriz nunca llega a conocer. Y con la que Dominik abre y cierra el círculo de Blonde de forma magistral.

Es a través de las fotografías -también a través de las escenas musicales o de momentos clave de la vida pública de Marilyn- donde empiezan los capítulos, conscientemente difuminados por la cámara, como si fueran recuerdos o sueños. La fotografía en blanco y negro junto a Di Maggio -un Bobby Cannavale en el difícil rol de marido maltratador- en la ventana; el vídeo casero de su matrimonio con el escritor e intelectual Arthur Miller – interpretado por un melancólico y adorable Adrien Brody- con quien Norma Jeane experimenta por primera vez un período de estabilidad y de felicidad en su vida, y que se vio enturbiado por los varios abortos que sufrió la actriz y que le fueron practicados frecuentemente. En ocasiones espontáneos -sufría de endometriosis- pero la mayor parte de las veces debido a las exigencias de la productora que no quería a una Marilyn embarazada. Esta agónica situación le llevó a autolesionarse y a varios intentos de suicidio, sumiéndola en la cueva del alcohol y los barbitúricos hasta el final de sus días.

Escenas como la del avión antes de encontrarse con el presidente Kennedy bien parecen tomadas de un videoclip musical de los Rolling Stones o de la película Trainspotting (Danny Boyle, 1996). La cámara persigue a la actriz -cual paparazzi- en una claustrofóbica y desesperada búsqueda laberíntica de un baño donde poder vomitar la resaca de la noche anterior sin que nadie la moleste. Este episodio forma parte del sufrimiento que inunda gran parte de las tomas. En ocasiones adopta la forma del filo de una cuchilla y en otros momentos, el dolor viene de la mano de los quirófanos repletos de médicos -en su gran mayoría hombres- que observan, cortan, sacan, cosen a la muñeca y le hacen volver a la vida de Hollywood, a disfrazarse de la rubia de perlas y diamantes en que la habían convertido.

Estrellas fugaces

El film es además una crítica directa y descarnada al sistema cinematográfico de la década de los 50 y los 60. Es la denuncia de un sistema patriarcal, formado por hombres de hielo que decidían el destino de los maniquíes-actores. Muchos de ellos se convirtieron en “juguetes rotos” (Grace Kelly intentó volver al cine tras su etapa como princesa de Mónaco, pero falleció en un misterioso accidente automovilístico) o el maravilloso Montgomery Clift, con el rostro para siempre señalado y la botella de whisky en la mano escondiendo su homosexualidad en un teatro construido de mentiras). Otra muestra de la miseria de la decadencia de las estrellas de Hollywood nos lo aporta Cukor en A star is born (1956) con Judy Garland como protagonista prediciendo lo que le iba a suceder posteriormente.

Las constelaciones que formaron Marilyn, Cass Chaplin (en la enigmática mirada de Xavier Samuel) y Eddy G. Robinson Jr. (Evan Williams) cerrando el triángulo, componen la constelación o el “trío Géminis”, dejando a los espectadores la parte más lírica de esta narración cinematográfica.

Andrew Dominik resalta el lado humano de Marilyn sin caer en estereotipos erróneos como el del juguete “juguete roto” o el del “sex symbol” que muere de forma trágica muy al estilo de James Dean (bajo el lema “muere joven y deja un cadáver bonito”); y más recientemente, en 2011 la cantante Amy Winehouse o el mito de los noventa River Phoenix. Promesas del cine, de la industria musical, que fallecieron de forma prematura y violenta.

El director y los actores

El director, en sus muchas entrevistas sobre esta “película sorpresa” -bautizada de esta forma en el Festival de San Sebastián de este año-, responde a una de las preguntas más repetidas en una entrevista para la plataforma Netflix sobre el acento de Ana de Armas. ¿Una actriz cubana puede dar vida a Marilyn Monroe? ¿Será capaz de imitar su voz y su acento californiano? Dominik afirmó que estaba seguro de que sí porque cuando la actriz entró en el escenario e hizo la prueba para el casting, irradiaba luz. Prácticamente todos los que estaban allí dentro del plató se enamoraron de ella. Incluso él mismo. Y pensó que Ana podría hacer todos los papeles que se le pusieran por delante. Vio el brillo y la determinación en sus ojos. La prueba fue perfecta y desde entonces a Ana de Armas le ha cambiado la vida.

Efectivamente, Ana de Armas está impecable en su papel, su trabajo de introspección ha sido arduo y ha dado fruto. El parecido es innegable, y borda la dulzura, el dolor, la angustia y la dualidad asfixiante entre Norma Jeane y Marilyn.

La misma Ana, en la presentación de Blonde en la Biennale de Venecia, declaró que el papel de Marilyn ha sido el mayor reto profesional de su carrera. La actriz insiste en la podredumbre de la industria del cine de los años 50 y 60, que contrataba a actores por una duración de diez años y los “explotaba”, casi siempre actuando en los mismos roles. No es el caso de De Armas. Para Marilyn, esta industria supuso una tortura. Fue encasillada en el papel de chica rubia tonta, picante, sexy y poco inteligente. Ana de Armas analiza la industria del cine actual. En este momento, la industria y la productora tienen mucho menos peso que el público y las redes sociales. Crítica y público a través de los nuevos medios de comunicación y la rápida difusión de la información, pueden decidir en cualquier momento si eres un actor o actriz bueno o malo, si les caes bien o mal, llevando al éxito o al fracaso a un film o un actor.

¿Por qué Marilyn Monroe se convirtió en un mito, en un icono después de su muerte, que inspiró a la cultura pop, a cantantes de la talla de Madonna o a artistas famosísimos como Andy Warhol…? ¿Por qué todavía hoy sigue siendo objeto de fascinación? Puede ser por el enorme desconocimiento de la vida privada de la actriz, de Norma Jeane. Denigrada por las mujeres de su época, que no la consideraron “la chica de al lado” (girl next door) sino rival en potencia para su matrimonio y más en línea con “la tentación vive arriba”. En otras palabras, Marilyn era una posible rival que amenazaba sus matrimonios y ponía en duda el tradicional “american way of life”. Sin embargo, Marilyn estaba muy por encima de todo aquello. La protagonista de Blonde se concentra en el lado frágil de la Monroe, en su enfermedad mental, en sus obsesiones y traumas, deseos y frustraciones; exhortando al público a ser más empático y a tomar conciencia de la importancia de la salud mental en las personas. De Armas reconoce que fue más Norma Jeane que Marilyn. Que trabajó para sacarla a la luz, para mostrar al espectador facetas de la actriz que se ocultaron porque no se doblegaban al papel de “chica sexy”. La protagonista deja claro que aunque la mayoría de su producción estuvo dedicada a la comedia, Marilyn habría sido perfectamente capaz de llevar a cabo un papel dramático porque estaba preparada para ello. Derribando clichés.

Marilyn se formó en el Actor’s Lab de Hollywood, y para pagar sus estudios trabajó como niñera, empaquetó paracaídas y posó como modelo. Cuando su contrato terminaba, ejercía la prostitución en Sunset Boulevard, dato recogido por Donald Spoto en la biografía que hizo de la actriz en el 1993. Es en esos momentos en los que Norma Jeane sale a la luz. Los papeles secundarios e incluso hacer de extra en las películas la sumían en un estado depresivo, de no ser nunca suficiente. Se había cansado de interpretar roles carentes de expresividad y anodinos. Por ejemplo, en la película Eva al desnudo, apenas aparece en pantalla para recitar una frase o esbozar una sonrisa. No cejó en el empeño, su formación era para ella algo fundamental en su carrera como actriz. Pocos conocen que Marilyn se inscribió en la Universidad de California para estudiar crítica literaria y artística. Que consiguió tres Globos de Oro, un premio David de Donatello a la mejor actriz extranjera y que hizo cambiar su contrato con la Fox para poder interpretar un rango de personajes más amplio y experimentar con otras industrias cinematográficas, así como obtener una subida considerable de su sueldo.

Es esa Norma Jeane Baker la que Dominik y De Armas exploran a lo largo de las casi tres horas de metraje. También el espectador se enamora de ella. De Ana y de Norma. Y de Marilyn, pero menos. Nos enamora el cristal de Bohemia del que estaba compuesta su armadura, de sus lágrimas, de su sangre negra en los fotogramas más sórdidos, de su llanto, de sus cicatrices y heridas y de su sonrisa esperanzadora. Pero también de sus tristezas infinitas y enfados monumentales. Es imposible no caer rendidos ni empatizar con esa criatura que, cuando la policía halló su cadáver, se topó con el cuerpo blanco e inmaculado de una muchacha minúscula; de pelo casi blanco, seco y castigado por los tintes; de uñas desechas por los nervios, muchas de ellas rotas; y con las cicatrices de los numerosos abortos y operaciones ginecológicas.

Imprescindible Blonde. Imprescindible la Marilyn de brillantes, sedas y lentejuelas, de sonrisas fucsia y miradas de gata. E imprescindible, sobre todo, la Norma Jeane escalofriante, frágil y enferma que llena la pantalla de lágrimas, impotencia, incomprensión y ternura.

Os dejo un tráiler:

Almudena Martínez Martín

Revista Atticus