El teatro de las estatuas 2/2

El teatro de las estatuas por José Miguel Travieso

Representativo de aquella iconografía es el recientemente recuperado Descendimiento del Museo Diocesano de Spoleto, de finales del XII o principios del siglo XIII, que procede de la iglesia de Santa Maria Annunziatta de Roccatamburo, perteneciente al municipio de Poggiodomo, provincia de Perugia. Presenta la fi gura central de Cristo, con los brazos desclavados, acompañada por la izquierda de José de Arimatea sujetando su cuerpo y la Virgen en actitud declamatoria con los brazos levantados, disponiéndose en la derecha Nicodemo desclavando los pies y San Juan, que repite la gesticulación de la Virgen, todas ellas con restos de policromía, una tímida búsqueda de realismo y una significación acorde con el drama propugnado por las recientes órdenes mendicantes instaladas en los municipios.

Entre los conjuntos conservados, uno de los más antiguos es el Descendimiento del oratorio de San Antonio Abad de Pescia, en Toscana, uno de los más antiguos conservados y buen ejemplo del afán, a principios del siglo XIII, por constituir con diferentes personajes un verosímil «teatro de estatuas», capaz de rememorar los principales contenidos de la fe no sólo por su simple contemplación, sino por generar la escena un profundo sentimiento emotivo a través de su elocuente lenguaje plástico. El grupo de Pescia, que podríamos considerar como arquetípico de este tipo de representaciones italianas, prescinde de las fi guras de los ladrones que incorporan los grupos catalanes y en su diseño se decanta por la tímida búsqueda de naturalismo propia del gótico.

La escena se ubica dentro de una hornacina practicada en el muro y está compuesta por cinco figuras: Cristo con los brazos desclavados y caídos formando un ángulo de 80º, el torso inclinado hacia adelante con una soga que cruza el pecho y discurre por debajo de las axilas para retenerle a la cruz, sujetando uno de los cabos Nicodemo mientras José de Arimatea encaramado a una pequeña escalera le sujeta por la cintura. A los lados la Virgen y San Juan, mucho más estáticos, se aproximan dolientes a cada una de las manos perforadas de Jesús. Todas las figuras guardan restos de policromía aplicada con pintura al temple.

De 1236 data el Descendimiento que en una vitrina se muestra en el Museo del Louvre de París, una obra en madera policromada procedente del Lacio o Umbría que está compuesta por una monumental fi gura de Cristo, de gran rigidez, con una esmerada cabeza de larga melena, ojos cerrados, el torso ligeramente ladeado hacia la derecha, la cabeza inclinada y los dos brazos desclavados y caídos, mientras José de Arimatea con esfuerzo le retiene por las piernas y Nicodemo con los brazos levantados sujeta la cuerda que le mantiene pendiente de la cruz. A un lado aparece San Juan en actitud declamatoria. En el conjunto, bastante bien conservado a pesar de la pérdida de la cruz y de la figura de la Virgen, prevalece un movimiento contenido que le proporciona solemnidad y la expresividad necesaria para transmitir el momento dramático, a lo que contribuyen las aplicaciones polícromas que se conservan casi en su integridad, respondiendo a la estética aportada por el incipiente gótico de influjo francés

Estos conjuntos italianos del siglo XIII, ya decisivamente decantados hacia la búsqueda del movimiento y naturalismo que definen al gótico, presentan sus propias características, como la fi gura de Cristo remarcando su muerte terrenal, con larga melena, los dos brazos desclavados y caídos formando un ángulo, piernas verticales, pliegues del perizoma dominados por la simetría y el cuerpo sujetado a la cruz por una cuerda que recorre el pecho y lo cruza por debajo de las axilas, lo que permite a José de Arimatea y Nicodemo centrar sus movimientos en la sujeción de las rodillas y los pies, al tiempo que estas fi guras incorporan un sensible movimiento al levantar los brazos y disponer las piernas flexionadas, una de ellas a mayor altura al apoyar el pie sobre un fingido peñasco o el peldaño de una pequeña escalera. Igualmente varía la gesticulación de la Virgen y San Juan que, conservando una gran rigidez y verticalidad, son figuras vestidas con largas túnicas y mantos, levantan los brazos al frente a la altura de la cintura y flexionados por el codo en ademán de recibir con anhelo el cuerpo de Cristo o haciendo un gesto de lamentación, siguiendo unos modelos con evidentes reminiscencias bizantinas.

El tamaño de estos grupos leñosos, próximo al natural o ligeramente mayor, hace presuponer su utilización en los dramas litúrgicos, como integrante de unas actividades multidisciplinares de contenido catequético en las que se combinaba escultura y música, liturgia y teatro, especialmente en las celebraciones del Viernes Santo, cuando está probada su presencia en las funciones dramáticas conmemorativas de la Pasión, con ritos celebrados primero en el interior y después en el exterior de los templos, donde la ceremonia de la Depositio era acompañada con cantos como el Lamentum virginis.

En el complejo museístico del convento de San Francisco de la pequeña población de Montone (Perugia), abierto en 1995 para recoger obras pertenecientes a colecciones de Umbría, se halla recogido un fragmentario grupo del Descendimiento cuya hechura se data entre 1260 y 1270. Procede de la iglesia de San Gregorio Magno, extramuros de Montone, donde recibía culto en el altar mayor colocado dentro de un armario con puertas doradas y venerado como un Calvario, siendo revelada su verdadera identidad con motivo de su reciente restauración. Repite los valores escénicos que adquirían una especial significación en la celebración del Viernes Santo, con la habitual composición formada por cinco fi guras, aunque haya desaparecido la de Nicodemo y las conservadas presenten visibles mutilaciones en los brazos, seguramente a causa de la aplicación rigurosa de las doctrinas de Trento, que impuso formas más graves de expresión religiosa, lo que originó que estos grupos fuesen desmembrados o modificados, en ocasiones quemados, y sustituidos por nuevos crucificados y dolorosas, salvándose algunos, como posiblemente ocurrió en este caso, al ser readaptado como un Calvario.

Hoy representa un importante testimonio de la escultura umbra en madera del siglo XIII, con un Cristo que conserva la tradición románica de cuatro clavos, fi guras hieráticas de la Virgen y San Juan y dinámicas representaciones de José de Arimatea y Nicodemo procediendo al desenclavo encaramados sobre pequeñas escaleras.

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El teatro de las estatuas

José Miguel Travieso

Revista Atticus