Andrzej Wajda: el notario del drama nacional polaco

Andrzej Wajda: el notario del drama nacional polaco por Carlos Barrio

En septiembre del año 2016 la Filmoteca de España organizó un ciclo en homenaje al cineasta Andrzej Wajda como conmemoración del noventa aniversario de su nacimiento en la localidad polaca de Suwałki. Dicho ciclo reunió algunos de los títulos más emblemáticos de una trayectoria tan longeva (con casi medio centenar de títulos a sus espaldas), como controvertida. Dicha retrospectiva comprendía siete títulos, algunos tan señalados como El Hombre de Mármol (Czlowiek z marmuru, 1977), La Boda (Wesele, 1972), Paisaje después de la batalla (Krajobraz po bitwie,1970) o la generalmente reconocida como su obra maestra de todos los tiempos: Cenizas y Diamantes (Popiól I Diament, 1958). La celebración de dicha retrospectiva, en aquel mes de Septiembre del 2016 , coincidiría también con el estreno mundial, en el Festival internacional de Toronto, de la que iba a ser su última contribución al séptimo arte, la espléndida Los últimos días del artista ( Powidocki, 2016), un biopic descarnado sobre la vida del pintor polaco de vanguardias, Wladyslaw Strzeminski, verdadero mártir de la libertad creativa frente a las imposiciones ideológicas del realismo socialista en las artes plásticas. A penas un mes más tarde de dicho estreno, Wajda fallecía en la ciudad de Cracovia, como consecuencia de complicaciones derivadas de una neumonía. Con su deceso desaparecía el que fuera probablemente el cineasta más conocido de la denominada Escuela de Lodz, que en sus sucesivas generaciones engloba a cineastas polacos tan notables como Roman Polanski, Krzysztof Kieślowski (1941-1996), Jerzy Kawalerowicz (1922-2007) o el prematuramente desaparecido Andrzej Munk (1921-1961) por citar sólo algunos ejemplos.

Wajda ha sido un director muy apreciado y reconocido en España sobre todo en la década de los setenta, la que unánimemente es reconocida como su mejor época desde el punto de vista creativo. SEMINCI organizó una retrospectiva de su obra en 1972 y publicó un libro sobre él. En 1976 el mismo festival le otorgó su máximo galardón a su película La tierra de la gran promesa (Ziemia obiecana, 1975). Películas como Las señoritas de Wilko (Panny z wilka,1979), Danton (1983), Miss Nobody (1997) o más recientemente Lech Walesa, la Esperanza de un pueblo (2013) se han proyectado en dicho festival. No obstante, la apreciación por su cine ha ido en declive, en la medida en que se ha considerado que sus películas tenían un tono panfletario o que resultaban excesivamente manieristas. Por otra parte, hay referencias a España en varias de sus películas que atestiguan la influencia que la cultura española ejerció en su formación intelectual y en su apreciación por el arte de nuestro país. Por ejemplo, en Cenizas y Diamantes, donde el personaje de Konrad Szczuka, el secretario del partido comunista al que debe asesinar el protagonista de la película, Maciek, es un antiguo combatiente de las brigadas internacionales en España. En la misma película también encontramos una escena donde éste escucha en un gramófono canciones de la Guerra Civil Española. En Cenizas (Popioly, 1965), drama histórico sobre la denominada Legión polaca de Napoleón, encontramos representado el sitio de la ciudad de Zaragoza por las tropas napoleónicas, en cuya composición escénica están muy presentes las llamadas Pinturas Negras de Goya o el surrealismo de Luis Buñuel, al que Wajda siempre tributó una encendida admiración. Wajda, quien además de cineasta fue director teatral y pintor, representó en repetidas ocasiones obras de dramaturgos españoles como Buero Vallejo, Calderón o Lope de Vega.

Wajda siempre solía decir que siempre queremos saber lo que somos, y que para conocerlo realmente debemos conocer de dónde venimos. De ahí que podamos aventurar la tesis de que el eje temático de su cine siempre haya sido el del descubrimiento de las raíces del drama existencial polaco, nación vinculada al romanticismo tanto en lo musical (Chopin, Józef Ksawery Elsner), lo literario (Adam Mickiewicz) o lo pictórico (Stanisław Wyspiański, Artur Grottger) y condenada a tener que luchar por su existencia frente a los apetitos expansionistas de sus naciones vecinas (Alemania, Rusia, Austria-Hungría…). En el cine de Wajda hay una obsesión por ejercer de notario de lo que ha ocurrido en su país a fi n de poder explicar lo que es hoy, y al mismo tiempo una obsesión por intentar escapar de una experiencia tan desoladora como traumática. En términos psicoanalíticos podríamos decir que en Wajda hay un eterno retorno de lo reprimido.

Otra característica muy acusada en el cine de Wajda es la de su marcado simbolismo. Que él toma de la obra de pintores decadentistas y simbolistas franceses como Gustave Moreau (1826-1898), o Odilon Redon (1840-1916), autores profundamente influidos por el romanticismo del que Wajda hace gala en muchas de sus películas y cuya obra éste estudió de primera mano cuando se formó como pintor en la Academia de bellas artes de Cracovia. Su obra cinematográfica está poblada de elementos simbólicos que intentan expresar conceptos de naturaleza abstracta caballos blancos o negros, crucifijos invertidos… Se trata de auténticas metáforas visuales como podemos apreciar en el famoso tiovivo que gira sin parar a las puertas de un gueto de Varsovia en llamas en la película, Semana santa (Wielki tydzien, 1995). Incluso películas completas son construidas en torno a una idea simbólica como es el caballo en Lotna o la joven Marytsa, símbolo de la Polonia tras la caída del muro, en Miss Nobody (1996). En muchas ocasiones el propio Wajda sintetiza magistralmente en una escena el mensaje de una película. Es célebre a este respecto el comienzo y el fi nal de la magistral Danton, basada en la obra teatral El caso Danton de Stanisława Przybyszewska (1901-1935), película en la que se contraponen de modos de entender la revolución: la exaltada y fanatizada de Robespierre y la supuestamente más moderada visión de Georges Danton, hastiado por los excesos del terror jacobino. La película comienza con la famosa escena de un niño en la bañera al que su hermana mayor, la ama de llaves de Robespierre, instruye implacablemente en el catecismo revolucionario sintetizado en la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Los errores del pequeño son objeto de reprensión por parte de su hermana mayor. Al final de la película, una vez decapitado Danton, mientras Robespierre yace enfermo en su lecho, observamos al pequeño, ya perfectamente ataviado como un bon citoyen jacobino, recitar impávidamente dicho catecismo. Con esta metáfora visual, Wajda logra sintetizar a la perfección la perversión de la inocencia revolucionaria, representada en la infancia.

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Carlos Barrio

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