Los Big-Eyes de Margaret Keane

Los Big-Eyes de Margaret Keane por Alma

A sus 90 años Margaret Keane, nacida el 15 de septiembre de 1927, en Nashville, Tennessee, sigue pintando. Margaret siempre ha estado, pintando y dibujando desde una edad temprana, comenzó a los diez años a dibujar grandes ojos. Sus primeras pinturas famosas las hizo en la playa, al norte de San Francisco en los años 50. El arte de Margaret se extendió rápidamente y comenzó el movimiento Big-Eyes a principio de los años 60. Su obra ha inspirado el diseño de muchos juguetes y dibujos animados, como Little Miss No Name Dolls, Blythe muñecas de la historieta Powerpuff Grils, creadas por Craig McCraken. Recientemente a numerosos ilustradores, artistas del Nuevo Surrealismo Contemporáneo y Pop como Yoshitomo Nara, Mark Ryder y Tim Burton. Uno de los artistas favoritos de Margaret es Amadeo Modigliani. Su arte tuvo gran repercusión en su pintura alrededor del año 1.959, momento en que comenzó su obra como profesional. También Margaret estuvo influenciada por Van Gogh, Henri Rousseau, Leonardo da Vinci, Gustav Klimt, Edgar Degas, Picasso, Sandro Botticelli y Paul Gauguin. Cada uno de estos artistas han influido a Margaret en el uso del color, la dimensión y la composición. Juntos a estos grandes artistas y el genio creativo, Margaret con sus Big Eyes, ha inspirado a los artistas de hoy. Es una de las pintoras más prolíficas, una carrera de más de 60 años de arte atemporal.

La realización de unos cuadros absolutamente inconfundibles, en los que reproduce niños y animales que comparten siempre una característica común: poseer unos ojos anormalmente grandes, que otorgan a su mirada una cualidad insólita y la dotan de un plus de expresividad que acentúa su profunda tristeza. Margaret además de pintar niños y niñas con grandes ojos, para el negocio de Walter, intentó crear una colección paralela para fi rmarla con su nombre. En esta serie tuvo bastante que ver su admiración por Modigliani, sus niños aparecen más delgados, se estilizan, dejan de ser niños o niñas para convertirse en mujeres de rasgos masculinos. Es una pintura menos sensiblera y más elegante. Inspirada por otros artistas, creó sin proponérselo su propio estilo. El fenómeno «Big Eyes» se extendió gracias a la capacidad para el marketing de Walter Keane, el único mérito que corresponde atribuirle. Resultó ser un manager formidable. Llenó el mercado de reproducciones con los grandes ojos llorones. Estaban por todas partes, bares, escaparates de tiendas, distintos objetos de decoración… Hasta logró imprimir aquellas miradas que derramaban un lagrimón en posters y tarjetas de felicitación, utilizando la última tecnología de impresión.

La obra de Margaret forma parte de la fascinación que despierta la pintora. Es ella misma, una mujer que vive en su propio universo. «He sido tan infeliz como los niños que pinto», contaba algunas de sus motivaciones personales (recogidas en un texto recogido bajo el título Mi vida como artista famosa).

Walter Keane: la historia de un engaño

La historia de machismo y fraude comienza en Berlín en 1946. Un joven estadounidense llamado Walter Keane estuvo en Europa para aprender a ser pintor. Allí estaba él, mirando con el corazón destrozado a los niños de ojos grandes peleando por los restos de comida en la basura. Como más tarde escribió: «Como si estuviera incitado por una especie de desesperación frenética, bosquejé a estas víctimas sucias y deshilachadas de la guerra con sus magulladas y laceradas mentes y cuerpos, sus cabellos enmarañados y sus narices moqueando. Aquí mi vida como pintor comenzó en serio». Walter Keane, se casó con Barbara Ingham, de quien se divorció en 1952. Padre de una hija, vendedor de juguetes pedagógicos que el mismo hacía (títeres, marionetas, etc.) y agente inmobiliario.

Margaret, nacida como Peggy Doris Hawkins en Nashville, Tennessee, comenzó a dibujar grandes ojos a los diez años. Margaret se casó muy joven, con Franck Richard Ulbrich, al que abandonó. Tuvieron una hija, Jane. Para ganarse la vida de forma modesta, hacía retratos de transeúntes en la calle e intenta vender también sus dibujos de niños con ojos grandes. Su hija Jane era la modelo de toda esa carpeta repleta de pinturas que exponía en la acera, para ver si alguna persona les devolvía la mirada.

Vende barato y encima deja que los clientes regateen cediendo siempre. No estaba preparada para promocionarse y todo esto añadido a su gran timidez, resultaba no ser una buena vendedora de sus obras. En la misma calle a pocos metros de Margaret estaba un apuesto joven de amplia sonrisa. Era, Walter Keane que también intenta vender sus paisajes parisinos de los que presume ser el autor. Su atractivo no es sólo físico, sino también por todo lo que cuenta: de su vida bohemia en París; de lo que ha aprendió sobre el impresionismo francés y de artistas como Monet, Picasso. Habla de ellos como si fueran amigos de barra de bar.

Margaret y Walter fomentan su relación gracias a la pasión que tienen en común: la pintura. Vuelven a coincidir en una galería de arte y comienzan una amistad que, ante la insistencia de Walter, termina en boda. Se casaron en 1955 en Honolulu, después de haber obtenido el divorcio de sus parejas. Walter Keane era codicioso y quería hacerse rico con los cuadros que pintaba su nueva esposa. Y resultó ser, además, un maltratador y estafador. Un día en febrero de 1957, los dos esposos pudieron exhibir sus trabajos en una sala pública y las pinturas de Margaret Keane fueron muy apreciadas y vendidas rápidamente.

Walter Keane aseguró que él era el autor. Su esposa firmaba solamente como Keane. Muy rápidamente Walter Keane expone los lienzos que su esposa pintaba, en los Estados Unidos (New York, Chicago, etc.). Comienza a construir un mito alrededor de él. Estrellas de Hollywood como Zsa Zsa Gabor, Adlai Stevenson, Rober Wagner, Joan Crawford, Natalie Wood, Kim Novak, Jerrry Lewis, Liberace… no sólo compraban sus cuadros originales, sino que además encargaron a Keane que pintara retratos con grandes ojos de sí mismos. Sin embargo, ninguno de ellos perdió su valioso tiempo en posar para Walter. Él les explicaba que todo lo que tenían que hacer era enviarle una fotografía. Es así como el fraude iba tomando forma. Al igual que con la Mona Lisa, se decía que si uno miraba a esos niños durante un tiempo, sus miradas te seguían por toda la habitación. Al final, Walter Keane se hizo multimillonario y famoso con «su obra».

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