Circunnavegación se escribe con V de Valladolid (1/2)

Circunnavegación se escribe con V de Valladolid por Carlos Ibañez y Pilar Cañibano

´Asiento y Capitulación hecha con Fernando de Magallanes y el bachiller Ruy Falero, caballeros de la Orden de Santiago y naturales de Portugal para ir a descubrir la Especiería. Hecha en Valladolid, a 22 de marzo de 1518. ´

´Relación de las provisiones que ante nos, los oficiales de Sus Altezas de la Contratación de las Indias que residimos en esta muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, presentaron los comendadores Fernando de Magallanes y el bachiller Ruy Falero sobre el viaje que han de hacer para ir al descubrimiento de la especiería es en la forma siguiente: …´

Las capitulaciones de Magallanes, 1518

Con estas palabras comienza el documento por el que Magallanes y el nuevo rey, Carlos, y la reina, su madre, Juana se comprometen a circunnavegar el mundo con el fi n de alcanzar las Molucas, la Especería, sin tocar el continente africano, al que sólo los navegantes portugueses podían acceder en virtud de los acordado en el Tratado de Tordesillas firmado por en 1494 entre los reyes de Portugal y las Españas. Y para esto debemos ir a los antecedentes y personajes previos a tamaña gesta.

Antecedentes

Colón pisa las Indias el 12 de octubre de 1492 y el celoso rey portugués, Juan II, todo un intrigante y repleto de complejos tras lo éxitos de su antecesor, Alfonso V, el africano, recibe al almirante de la mar Océana para enfado de Isabel y Fernando, más de Isabel, lógicamente, porque tal y como dijo la soberana Trastamara las Indias descubrió Colón para Castilla y para León. Cuando el navegante regresó al reino castellano fue impelido a responder de su mal comportamiento y éste se disculpó y logró el compromiso de tres viajes más con el patrocinio de aquella corona que se expandía y que quería seguirse expandiendo.

Así, el rey luso pidió al papa un acuerdo para que sus marinos pudiesen explorar llegando a una entente, que hoy llamamos El Tratado de Tordesillas, en la que los soberanos de ambos reinos ibéricos se reunieron en la noble villa, luego prisión y tumba de su hija Juana, acordaron que Portugal tenía pleno poder para desembarcar en las costas de África y las tierras que hubiese a trescientas cincuenta leguas al oeste de su corona.

Juan creyó aquello una victoria y un gran acuerdo, pero, en realidad, los reyes católicos se aseguraban todo el comercio con las Indias y más allá, de ahí que la Especiería, las actuales islas Molucas, fuese algo, por ley, español y a ellos correspondía su comercio y explotación.

Juan falleció y su sucesor, menos intrigante y sanguinario engrandeció su país, aunque había heredado una corte repleta de corrupción, la misma que negó a Ruy Faleiro ser cosmógrafo real por su baja cuna y no caer en gracia al chambelán de la corte de Sintra.

Así, Manuel obtuvo estos cuatro eventos durante su reinado haciendo de su corona la más rica de la vieja Europa:

1498 – Vasco de Gama descubre la ruta marítima Atlántica hacia la India. 1500 – Pedro Álvares Cabral descubre el Brasil. 1505 – Francisco de Almeida se convierte en el primer virrey de la India. 1504-1511 – El almirante Afonso de Albuquerque asegura para Portugal el monopolio de las rutas marítimas del Océano Índico y del golfo Pérsico.

De ahí le viene el sobrenombre de El afortunado. Pero todo lo que parecía a su favor se convirtió en su contra por aquel dicho castellano de que no hay peor cuña que la del mismo palo y fue una pareja de portugueses quienes dieron la mayor gloria que el nuevo rey, Carlos, recién llegado de Flandes, con su refinamiento y sus vampiros económicos como consejeros, pudiese desear desde el punto de vista comercial. Así, aquel muchacho despierto, aunque ignorante de las costumbres y razonamientos, además de la lengua, de su nuevo, y vastísimo territorio, ordenó a su secretario castellano, el ubetense Francisco de los Cobos, negociar con el bachiller Ruy Faleiro y su socio, Fernando de Magallanes, unas capitulaciones para alcanzar la Especería por la ruta occidental, de aquí, de hacerlo por el oeste, nació la primera circunnavegación hecha por el hombre.

Pero nos hemos saltado un eslabón, la reina Juana I de Castilla, la loca. Encerrada en Tordesillas por su padre con la connivencia de su primogénito, quien llegó a Valladolid para jurar los fueros de Castilla ante las cortes en la bellísima villa, según sus propias palabras. La heredera de los reyes católicos aquejada de una profunda depresión tras la repentina muerte de su esposo el inadmisible de todo punto Felipe I, el hermoso, en 1506 y tras un millar de discusiones airadas con sus padres, y tras el fallecimiento de Isabel, su madre, con el regente, el cardenal Cisneros, quien, al regreso en 1508 del rey de su conquista de Nápoles, coligió con éste encerrar a la reina Juana en Tordesillas por una supuesta vesania y cuando ambos fallecieron, primero el rey de Aragón y después el regente purpurado, el heredero, Carlos, mantuvo en tan vergonzante situación de encierro a su madre. Pero su primogénito había de aprender de su madre su profunda fe, su legislación a favor de mujeres e indígenas en las tierras nuevas y todo lo que derivó en otro gran acontecimiento acaecido en Valladolid años más tarde, La Controversia de Valladolid.

Pero regresando a nuestro tema, Carlos se encontró una Castilla que le imponía ser un rey que hablase su lengua y que se rodease de menos intrigantes flamencos. Así, el rey nombra a un castellano como secretario, un hombre con fama de eficiente y no dado a la molicie, que de eso tenían los nobles castellanos en la corte de Malinas. Y para que se comience a ver su castellanización, y tras recibir la corona, y comenzar sus audiencias como monarca encomienda a este castellano la formalización de las capitulaciones con Faleiro y Magallanes.

Ruy Falero (Faleiro en portugués) era un estudioso bachiller lusitano al que una corte repleta de favoritismos y corrupción habían evitado ser cosmógrafo real en la corte de Sintra, así que, al sentirse agraviado, cosa fácil porque era un hombre capaz de soliviantarse por cualquier cosa, como escribían algunos de sus coetáneos durante su etapa en Sevilla, y con su amigo y socio Fernando de Magallanes (Fernâo de Magalhâes, en portugués), un marino experimentado que poseía especial habilidad para comandar expediciones y más mano izquierda que su socio y compañero de negociaciones frente al secretario del futuro emperador.

Las negociaciones

De esta manera, el acuerdo habla de la dotación que la corona dará a tan ambicioso proyecto y lo que sacará a cambio. En nombre el nuevo rey, que acababa de tomar posesión de su corona lleva las negociaciones el secretario que las cortes de Valladolid le han impuesto: Francisco de los Cobos, quien ejerce de hábil comisionado y se coloca en primera línea de la política al ser el único castellano, de Úbeda, Jaén, en una corte que el rey había llenado de flamencos, alguno de ellos tan desalmado como Guillermo de Croÿ, el señor de Chièvres, o tan sibilinos como el regente que dejó en 1520 para ir a defender sus intereses como posible emperador en Aquisgrán, Adriano de Utrecht, quien fue nombrado papa durante dicha regencia.

Todo había comenzado cuando ambos socios habían decidido acudir a Valladolid para la toma de posesión del nuevo rey. La rica villa entonces era un hervidero social y económico ya antes de su llegada, pero con aquellas Cortes y el ascenso a la corona del nuevo rey, que iba a tomar posesión, la población multiplicó sus habitantes y su galanura y Faleiro y Magallanes acudieron como moscas a la miel esperando ser recibidos, tal y como habían solicitado. Para ello debieron antes concretar la cita y ser recibidos por altas estancias antes de alcanzar la del mismísimo rey. Así, en marzo de 1517 Juan de Aranda les concertó una cita en Valladolid con el canciller Jean le Sauvage. Por lo visto, los dos lusos incluyeron un globo terráqueo en su primera presentación sobre el que explicaron su proyecto. Estaban seguros de que encontrarían un estrecho en América que los conduciría directamente al Mar del Sur. Y lo estaban porque habían visto un mapa de Martín de Behaim, en manos de Manuel I, rey de Portugal, en el que aparecía. Asimismo, prolongaron la raya de Tordesillas hacia el sur indefinidamente, dejando al descubierto que las islas de la Especiería caían en zona de dominio español. No parece que sus explicaciones sobre aquel rudimentario globo fuesen convincentes hasta volver loco al canciller, claro, que tampoco Colón arrancó cerradas ovaciones un cuarto de siglo antes y descubrió el nuevo mundo.

Carlos dio orden de establecer capitulaciones que, dado su poder y la habilidad de su hombre en las negociaciones, fueron muy beneficiosas para la corona y para Castilla.

De esta manera, el rey sacó condiciones ventajosas a cambio de ceder embarcaciones ya salidas de los astilleros y una marinería experta y curtida en viajes a través del Atlántico. Aunque arduas fueron las negociaciones cuando en la empresa va la vida y también la riqueza.

De cualquier modo, el nuevo rey quería tomar cierta iniciativa ante la cantidad de empresas privadas que se estaban llevando a cabo sin la participación de la corona, bien por los tejemanejes de los nobles ricos de Sevilla y los comerciantes de los nuevos productos, especialmente la vainilla y la canela; bien por la inacción del hasta entonces regente, el cardenal Cisneros. Además, otro portugués, el piloto Esteban Gómez, según informó el obispo Fonseca el 2 de marzo de 1518, se acababa de presentar en la corte un proyecto similar. Es fácil imaginar la desolación de Ruy Faleiro que tanto había luchado por sacar a flote su plan. Finalmente, las gestiones de Aranda, que se basaron sobre todo en los amplios conocimientos cartográficos y geográficos del lisboeta, decantaron la balanza a su favor.

Además, los consejeros traídos por Carlos desde la corte de Malinas con él querían enriquecerse con todo lo que llegaba de aquel vasto paraje descubierto por Colón un cuarto de siglo atrás. Era tal la soberbia de alguno de los venidos de Flandes que las Cortes instaladas en Valladolid exigieron al príncipe que si quería ser rey debía comportarse como un rey de Castilla y hablar la lengua y nombrar consejeros, administradores y secretarios castellanos. Todo con tal de librarse de nuevos cortabolsas, pues Castilla ya tenía los suyos propios y ya consideraban que soportaban suficientes impuestos como para alimentar a cerdos nuevos, tal y como dijo María Pacheco con ocasión de un encendido discurso en Segovia cuando las Guerras de las Comunidades estaban próximas a prender.

De manera que Carlos da plenos poderes de negociación a su nuevo secretario para que negocie en nombre de la corona, con el tiempo ese secretario será su hombre fuerte, el único en el que siempre se puede confiar, tal y como le dice a su hijo Felipe en una de sus cartas, y quien le presentará a Tiziano Vezelio, el mejor retratista de la época, miembro de la pujante escuela veneciana, cuando Carlos fue a ser coronado emperador por el papa a Bolonia en 1530.

Así, de los Cobos hace acopio de información de lo que en Sevilla y San Lúcar de Barrameda hay para que los portugueses puedan llevar en su viaje sin desangrar las arcas de Castilla y, de paso, parar los pies al país vecino y a su rey, Manuel I, el afortunado, quien durante su mandato obtuvo pingües beneficios por los descubrimientos y explotación de dichos descubrimientos anteriormente citados, aunque fue un tanto ciego al no colonizar los puertos donde comerciaba, hecho que no aconteció hasta el ascenso a la corona de Felipe II y, especialmente, con su hijo, Felipe III, quienes dotaron de infraestructuras y edificaron ciudades donde los portugueses sólo tenían licencias comerciales.

Y esta era la forma de parar a aquellos navegantes que habían hecho de Portugal el país más rico del mundo, hecho luego aprovechado, años más tarde por Carlos para casarse con Isabel, hija de Manuel I, y poder cobrar, así, su dote, novecientos mil ducados de oro, que aliviaron los gastos de mil guerras y otras mil compras de votos para poder convertirse en emperador y heredar el Sacro Impero Romano Germánico de su difunto abuelo Maximiliano. De aquí los derechos de su primogénito, Felipe II, sobre la corona de Sintra.

Dado que, además, no podía sacar, por orden de las Cortes de Valladolid, metales preciosos de Castilla, de los Cobos hubo de ingeniárselas para que llevasen mercaderías de intercambio para su largo viaje y no moneda acuñada en metales nobles. De ahí vino que comerciaran con anzuelos, espejos y hasta con naipes a su llegada al puerto de Santa Lucía, luego Río de Janeiro, el 13 de diciembre de 1519, tal y como explica el cronista del viaje, Antonio Pigafetta.

Varios banqueros castellanos se pusieron en contacto con de los Cobos para los avales para el viaje y, así, Valladolid se volvía a poner a la cabeza del comercio en Castilla enriqueciendo a la corona, a sus banqueros y a esta villa ya con aspiraciones de ciudad y de futuro, que vino de la mano del heredero de Gante y sus ideas de un gobierno nuevo alejado de privilegios y centralizador del poder frente al medievalismo que algunos seguían pretendiendo imponer, tal y como le tocó soportar después, durante la Guerra de las Comunidades. Pero el primer paso ya estaba dado y ya nada podía pararlo. Magallanes puso aquí ese paso, el comercial.

Entonces Falero comenzó a negociar, intentando ser duro, pero sabiendo que el joven rey, y en su nombre el veterano secretario, podrían no ser tan magnánimos y sacarles mucho por muy poco. De esta manera comienza el documento de las capitulaciones que deja bien a las claras quien es el socio mayor de la empresa:

Capitulación entre el Rey Nuestro Señor y Fernando de Magallanes y el bachiller Ruy Falero El Rey Por cuanto vos, Fernando de Magallanes, caballero natural del Reino de Portugal, y el bachiller Ruy Falero, así mismo natural del dicho Reino, queriéndonos hacer señalado servicio, os obligáis de descubrir en los términos que nos pertenecen y son nuestros en el mar océano, dentro de los límites de nuestra demarcación, islas y tierras firmes [continentales], ricas especierías y otras cosas de que seremos muy servidos y estos nuestros Reinos muy aprovechados, mandamos asentar para ello con vosotros la capitulación siguiente:

Falero y Magallanes aceptaron todas y cada una de las imposiciones porque calcularon que la Especería les daría pingües beneficios y les haría ricos de por vida. Además, ellos tenían ideas y mapas, además de experiencia en navegación, pero carecían de bienes, barcos, mercaderías y marinería para tan magna empresa. De modo que Francisco de los Cobos estrujó cada detalle del contrato económico sabedor de que su señor necesitaba dinero por unas arcas exhaustas y la necesidad de comprar votos entre los príncipes alemanes a fin de tomar la corona del Sacro Imperio Germánico.

Se puede leer entre los asientos firmados el 22 de marzo de 1518 la única prebenda que Falero, hombre ya de cierta edad, requería para sí, una licencia de exclusividad durante diez años, aunque ellos, tanto él como su socio Magallanes, pretendían fueran veinte los años.

Primeramente, que vosotros, con la buena ventura, hayáis de ir y vayáis a descubrir a la parte del mar océano dentro de nuestros límites y demarcación. Y porque no sería razón que, yendo vosotros a hacer lo susodicho, se vos atravesasen otras personas a hacer lo mismo, y habiendo consideración a que vosotros toméis el trabajo de esta empresa, es mi merced y voluntad, y prometo, que por término de diez años primeros siguientes no daremos licencia a persona alguna que vaya a descubrir por el mismo camino y derrota que vosotros fuereis.

Así, el rey ganaba tiempo, aunque, en principio pareciese que perdía algo de dinero, pero diez años, en los tiempos en los que al menos se tardaba un año en ir y otro en volver suponían, como máximo, cinco viajes a las Molucas, y eso tan vasta corona se lo podía permitir, y más después de los pingües beneficios que estaban comenzando a dar la canela y, sobre todo, la vainilla, a pesar de los impedimentos que empresas privadas habían tratado de poner a las empresas del nuevo rey aprovechando la corona vacante desde el fallecimiento del regente Cisneros hasta la llegada del hijo de la convaleciente Juana desde el norte. Los armadores y dueños de las navieras sevillanas jugaron a desembarcos por debajo del tonelaje para disminuir el pago del quinto regio y con la llegada de Cobos al servicio del Habsburgo Trastamara eso comenzó a descender, Así, los barcos volvieron a llegar llenos y a no desembarcar parte de la carga en San Lúcar o Coria por parte de contrabandistas que luego revendían su pequeña parte como bien podían. Evadir impuestos siempre ha sido algo consuetudinario en España.

Del mismo modo debían aguardar una carta de confirmación firmada de puño y letra del mismísimo rey y su madre la reina Juana para comenzar la empresa y en la que el rey exigía lo pactado por su secretario en tiempo y forma completamente cerrado.

Capitanía a los dichos Magallanes y Falero Doña Juana y Don Carlos, su hijo, por la Gracia de Dios Reina y Rey de Castilla. Por cuanto Nos habemos mandado tomar cierto asiento y concierto con vos, el bachiller Ruy Falero y Fernando de Magallanes, caballeros naturales del Reino de Portugal, para que vayáis a descubrir por el mar océano, y para hacer el dicho viaje vos habemos mandado armar cinco navíos con la gente, mantenimientos y otras cosas necesarias para el dicho viaje, confiando de vosotros que sois tales personas que guardaréis nuestro servicio, y que bien y fielmente entendereis en lo que por Nos vos fue mandado y encomendado, es nuestra merced y voluntad de vos nombrar, y por la presente vos nombramos por nuestros capitanes de la dicha armada, y vos damos poder y facultad para que, por el tiempo que en ella anduviéreis hasta que con la bendición de Nuestro Señor volváis a estos nuestros reinos, podáis usar y uséis del dicho oficio de nuestros capitanes, así por mar como por tierra, por vosotros y por vuestros lugartenientes, en todas las cosas y casos al dicho oficio anexas y pertenecientes, y viéreis que conviene a la ejecución de nuestra justicia en tierras e islas que descubriéreis, según y de la manera que hasta aquí lo han usado los nuestros capitanes de ende que han sido. Y por esta nuestra carta mandamos a los maestres, contramaestres, pilotos, marineros, grumetes, pajes y otras cualesquiera personas y oficiales que en la dicha armada fueren, y a cualesquiera personas que estuvieren y residieren en las dichas tierras e islas que descubriéreis, y a quien lo en esta carta contenido, toca y atañe, y atañer pueda en cualquier manera, que vos hayan, reciban y tengan por nuestros capitanes de la dicha armada, y como a tales los acaten y cumplan vuestros mandamientos, so la pena y prisión que vosotros de nuestra parte les pusiéreis y mandáreis poner, las cuales Nos, por la presente las ponemos y hemos por puestas, y vos damos poder y facultad para las ejecutar en sus personas y bienes. Y que vos guarden y hagan guardar todas las honras, gracias, mercedes, franquezas, libertades, preeminencias, prerrogativas e inmunidades que, por razón de ser nuestros capitanes, debéis haber y gozar, y vos deben ser guardados. Y es nuestra merced y mandamos, que si en el tiempo que anduviéreis en la dicha armada se movieren algunos pleitos y diferencias, así en la mar como en la tierra, los podáis librar y determinar, y hacer sobre ello cumplimiento de justicia bien y sumariamente en tela de juicio, y para librar y determinar los dichos pleitos, y para todo lo demás en esta nuestra carta contenido y al dicho oficio de capitanía anexo y concerniente, vos damos poder y facultad, con todas sus incidencias y dependencias anexionadas y conexionadas. Y los unos ni los otros no hagáis ni hagan en otra manera. Dada en Valladolid, a xxii días del mes de marzo de mdxviii años. Yo el Rey. Yo, Francisco de los Cobos, secretario de la Reina y del Rey, su hijo, Nuestros Señores, la hice escribir por su mandado.

En la misma Carlos exhortaba y dirigía los movimientos de Magallanes para que todo se realizase con arreglo a los especificado en Valladolid.

El Rey

Lo que vos, Fernando de Magallanes, caballero natural del Reino de Portugal, y el bachiller Ruy Falero, así mismo del dicho Reino, en el viaje que con la buena ventura habéis de hacer es lo siguiente:

—Primeramente, habéis de ir derechamente a la ciudad de Sevilla, a presentar vuestras provisiones y capitulaciones a los nuestros oficiales de la dicha Casa de la Contratación de las Indias que reside en la dicha ciudad, y solicitaréis que, conforme a ellos y a lo que yo, acerca de ello, les mando escribir, vos armen luego los cinco navíos que yo vos mando dar, y vos lo abastezcan de la gente y cosas necesarias. Y habéis de hacerme saber, algunos días antes que esté presto todo, para cuándo pensáis partir, y así mismo cuando estuviéreis prestos y a la vela, porque de todo quiero ser informado.

—Así mismo, como sabéis, yo he de nombrar personas que vayan con vos en la dicha armada por nuestros factores, contadores o escribanos, como Nos quisiéremos, para que tengan cuenta y razón de la gente y mercaderías nuestras que en ella llevaréis, y tomen y reciban todo lo que de ello resultare.

—Habéis de tener mucho cuidado que en lo que hubiéreis de hacer en el dicho viaje, así en el regate y contratación de las mercaderías y cosas que en nuestro nombre se hubieren de hacer, se haga por las dichas personas que así nosotros nombraremos para ello, y no por vosotros ni por otra alguna [persona], y por ante nuestro escribano de la dicha armada. Y que todo lo que hubiéreis de hacer que toque a nuestro servicio, lo hagáis tomando el parecer de las dichas personas, y con su acuerdo, y siendo todos juntos y conformes para ello, y sobre todo vos encomiendo la conformidad de entre vosotros.

—Otrosí, vos mando que todo lo que de la dicha armada nos perteneciere, así de rescate y contratación, como en otra cualquier manera, lo hagáis entregar luego libremente, por ante el escribano de la dicha armada, al nuestro tesorero o factor que en ella Nos enviaremos, conforme a nuestra instrucción que para ello llevare, para que él lo traiga a los nuestros oficiales de la Casa de la Contratación de las Indias de Sevilla.

—Ítem, luego que con la ayuda de Nuestro Señor hubiéreis llegado a las dichas tierras e islas que así vais a descubrir, me hagáis saber vuestra llegada lo mas presto que ser pueda, para que yo sepa como sois llegados en salvamiento, como yo espero en Su misericordia.

Hecha en Aranda de Duero, a [en blanco] de abril de (m)dxviii años. Yo el Rey. Por mandado del Rey, Francisco de los Cobos. Lunes por la mañana, 10 de agosto del año 1519, una vez que la escuadra tuvo a bordo todo lo que era necesario, como igualmente su tripulación, compuesta de 237 hombres, se anunció la partida con una descarga de artillería, y se desplegaron las velas de trinquete. (Antonio Pigafetta, Viaje Alrededor del Mundo, crónica de la circunnavegación).

Con esta carta el rey se aseguraba que todo llegaría al factor real del puerto, para dar fe de todo lo entregado de la carga, de Sevilla y que nada moriría en extraños puertos, como lo antes expuesto de comerciantes y navieros de la ciudad hispalense y reviviría en forma de contrabando a ambas veras del Guadiana, dada la nacionalidad de los dueños de la idea.

Comienzo del viaje

Tras casi un año organizando el viaje, contratando marinería, mercaderías y poniendo las naves a punto hasta el más mínimo detalle, por fin los doscientos treinta y siete hombres partieron rumbo a la Especería, aunque, en realidad, iban a dar la vuelta al mundo en barco.

Lunes por la mañana, 10 de agosto del año 1519, una vez que la escuadra tuvo a bordo todo lo que era necesario, como igualmente su tripulación, compuesta de 237 hombres, se anunció la partida con una descarga de artillería, y se desplegaron las velas de trinquete. (Antonio Pigafetta, Viaje Alrededor del Mundo, crónica de la circunnavegación).

Hubo un incidente capital que fue el mandato real de que Ruy Faleiro no se hiciese a la mar y fuese sustituido por un comandante español ante el mal consejo a Carlos de que dos eran demasiados portugueses en la ruta (así fue dispuesto por una Real Cédula, fechada el 26 de julio de 1519. En su lugar fue nombrado un español, Juan de Cartagena que sería quien finalmente acompañaría a Magallanes). O bien, por la vesania e irascibilidad creciente que sufría el bachiller, aunque ésta es difícil de sostenerse porque luego del viaje aconsejó al ya emperador sobre diferentes aspectos relacionados con las Molucas y Carlos le dio una pensión vitalicia de 100.000 maravedíes anuales a perpetuidad, sobre las rentas de la Casa de la Contratación de Sevilla por sus magníficos servicios a la corona. Por desgracia Faleiro enfermó y poco pudo disfrutar de sus cien mil monedas de cobre, al año siguiente de la concesión de dicha pensión, Bartolomé de Argensola afirmó El astrólogo Faleiro, perdido el juicio, quedó en la casa de locos en Sevilla. No se tiene la certeza exacta de su fallecimiento, pero, varios testimonios coinciden en afirmar que murió perturbado y olvidado en ese mismo año de 1523.

Y desde el Guadalquivir, el río Betis que escribe el cronista, bajaron hasta San Lúcar de Barrameda, donde esperaron a que los capitanes se reunieran para tomar las decisiones adecuadas hasta arribar en Canarias. Así que se hicieron a sus respectivas chalupas mientras la marinería terminaba de avituallar las naves y siguieron las instrucciones de Magallanes y el mapa que Falero trazó según el visto por el rey y las cartas de Juan de la Cosa, muerto pocos años atrás en la actual Colombia durante una refriega con indígenas hostiles, presagio quizás de lo que le acontecería a Magallanes en Cebú.

Partimos de San Lúcar el 20 de septiembre, dirigiéndonos hacia el sudoeste, y el 26 llegamos a una de las islas Canarias, llamada Tenerife, situada en 28 grados de latitud septentrional. Detuvímonos ahí tres días en un sitio adecuado para procurarnos agua y leña: en seguida entramos en un puerto de la misma isla, llamado Monte-Rosso, donde pasamos dos días.

Y desde el actual El Médano prosiguieron hasta el Atlántico sur tras aprovisionarse de toda el agua dulce que pudieran y madera para ebanistería y resina para calafatear, porque desde Canarias había demasiadas leguas de Atlántico hasta volver a avistar tierra. También hicieron acopio de cítricos para prevenir el escorbuto, auténtico enemigo de cualquier expedición marina hasta el siglo XX, cuando los vapores pudieron incorporar varios motores y los cascos comenzaron a ser de acero.

Magallanes se salta el Tratado de Tordesillas en virtud de la ley del mar y arriba en costas africanas por necesidad de provisiones y fondea, tras dejar Cabo Verde en las costas guineanas, en lo que hoy sería Sierra Leona o, quizás, por las indicaciones de Pigafetta, Liberia o incluso la vecina Costa de Marfi l, que se encuentra en el grado 8 de latitud norte exactamente.

El lunes 3 de octubre hicimos rumbo directamente hacia el sur, pasando entre el Cabo Verde y sus islas, situadas por los 30° 30’ de latitud septentrional, y después de haber corrido durante varios días a lo largo de la costa de Guinea, arribamos hacia el 8° grado de latitud septentrional, donde existe una montaña que se llama Sierra Leona.

Con todo esto el cronista nos cuenta además que nadaron junto al casco del barco tiburones y describe sus hileras de dientes y como su pesca fue exitosa al tiempo que poco fructífera dada la incomestibilidad de los grandes y lo poco aprovechable de los pequeños.

Durante los días serenos y de calma, nadaban cerca de nuestra nave grandes peces llamados tiburones. Estos peces poseen varias hiladas de dientes formidables, y si desgraciadamente cae un hombre al mar, lo devoran en el acto. Nosotros cogimos algunos con anzuelos de hierro; pero los más grandes no sirven para comer y los pequeños no valen gran cosa.

Así que el viaje fue aprovechado también para la Oceanografía y la Zoología en sus albores, quizás más por la sorpresa de los animales encontrados que por la observación empírica, pero ahí está el dato.

También habla de aves (¿carentes de cola y otras de patas?) que no hacen nidos y también de pájaros que devoran los excrementos de las otras y de peces voladores y de grandes bancos de peces reunidos en determinados lugares del Atlántico. Es decir, que el cronista entretiene su tiempo de navegación en la observación, descripción y escritura de los aspectos no humanos del viaje concediendo a su relato una inesperada profundidad.

Y así lo hace hasta que avistan Brasil (Verzino, que así se denomina a esas tierras en Italia en el siglo XVI y Pigafetta no evita su conocimiento vernáculo). Arribaron más al sur, en la actual Río de Janeiro, porque en ese momento esa zona caía fuera del acuerdo de 1494. Y Pigafetta habla de la simpleza de los indígenas y cómo se negociaba con ellos con las mercancías, baratijas y fruslerías en general, debido a que el rey no podía sacar metales preciosos de Castilla, tal y como había jurado ante las Cortes de Valladolid del año anterior, y que de la necesidad la marinería hace virtud.

Aquí hicimos una abundante provisión de aves, de patatas, de una especie de fruta que se asemeja al piñón del pino, pero que es extremadamente dulce y de un sabor exquisito, de cañas muy dulces, de carne de anta, la cual se parece a la de vaca, etc. Realizamos aquí excelentes negociaciones: por un anzuelo o por un cuchillo, nos daban cinco o seis gallinas; dos gansos por un peine; por un espejo pequeño o por un par de tijeras, obteníamos pescado suficiente para alimentar diez personas; por un cascabel o una cinta, los indígenas nos traían una cesta de patatas, nombre que se da a ciertas raíces que tienen más o menos la forma de nuestros nabos y cuyo gusto se aproxima al de las castañas. De una manera igualmente ventajosa, cambiábamos las cartas de los naipes: por un rey me dieron seis gallinas, creyendo que con ello habían hecho un magnífico negocio.

Entramos a este puerto [actual Rio de Janeiro] el día de Santa Lucía, a 13 días del mes de diciembre.

En Brasil el calor es extremo, recordemos que viajan en pleno verano austral, y aquello vino bien a la tripulación antes de los duros días que esperaban camino del cambio de océano. Así, la travesía se torna dura camino del sur, de los hielos antárticos y la pérdida de la estrella polar, tan necesaria para los antiguos navegantes. Y comienza la búsqueda del estrecho.

Y Pigafetta, con la visión de la cristianización universal, habla de la credulidad de los nativos y de la facilidad para convencerles de la idea del dios único y todo lo que encerraba el bautismo. Recordemos que estamos en los años previos a la extensión del luteranismo y el erasmismo causaba furor en España al estar su obra recién traducida al castellano y lo proclive que el nuevo rey era a esta teoría tan ciceroniana de la doctrina de la fe. Años más tarde el propio Carlos promovió la luego famosa Conferencia de Valladolid, en 1521, que hubo de cerrarse en falso ante la proximidad a la declaración como anatema por parte de aquel papa enfermizo que era León X, aunque su sucesor, el regente de Castilla, Adriano de Utrecht, Adriano VI, lo suavizó, Clemente VII prácticamente lo enterró… Pero Pigafetta habla sólo de la facilidad dada su bondad y no de teologías ni las salvajadas que eso comportaban en aquellos años.

Después nos habla el cronista de su viaje hacia el sur y el lugar donde fue devorado junto a su tripulación Juan de Solis años atrás por una tribu caníbal. Y, aun así, Magallanes desembarca con cien hombres para capturar a alguno de aquellos antropófagos del sur del actual Brasil. Y desde allí hasta el sur con dos meses de navegación costera sin encontrarse ser humano ninguno hasta que al sur de las coordenadas 49º 30’ y mientras buscaban leña los marineros vieron a un gigante cubierto por una capa de piel.

Aquí viene uno de los oscuros acontecimientos del viaje, cuando Magallanes manda apresar a dos de esos gigantes y sus mujeres y encadenarlos con el fin de trasladarlos hasta España a modo de esclavos, recordemos que Portugal era la corona que inició tan monstruoso negocio tras el Tratado de Tordesillas y poseer los derechos de desembarco y colonización en las costas africanas y Magallanes no quiso perderse semejantes ejemplares dada su fortaleza y estatura descomunal. El cronista habla de cómo se les engañó hasta ponerles los grilletes. Él pertenecía a esa cultura del todo vale con tal de enriquecerse tan de los mercaderes portugueses. España tuvo esclavos, cosa que no honra a nuestros antepasados, pero tenía una ley en la que se establecía un estipendio, la no separación de las familias y la posibilidad de manumisión comprando su propia libertad. Por decirlo claramente: no eran ganado como en Portugal y ya no digamos en Inglaterra y, más tarde, Holanda.

Días más tarde tomaron aquellas tierras en nombre del rey y plantaron una cruz en un monte cercano, desde entonces denominado Montecristo. Y el viaje se hizo crudo, duro y para marinería experimentada. Las naves crujían ya por la baja temperatura de las aguas del Atlántico sur y la proximidad del Antártico. A partir de aquí: pesca, alimentación y orden de confesar y comulgar como buenos cristianos a todas las tripulaciones como buenos cristianos ante lo que se avenía.

Y entonces lo visto por Pigafetta en el mapa de Manuel, el afortunado, el diseñado por Martin Behaim. Reproducimos el texto tal y como lo contó el cronista:

Continuando nuestra derrota hacia el sur, el 21 del mes de octubre, hallándonos hacia los 52° de latitud meridional, encontramos un estrecho que llamamos de las Once Mil Vírgenes, porque ese día les estaba consagrado. Este estrecho, como pudimos verlo en seguida, tiene de largo 440 millas o 110 leguas marítimas de cuatro millas cada una; tiene media legua de ancho, a veces más y a veces menos, y va a desembocar a otro mar que llamamos Mar Pacífico. Este estrecho está limitado por montañas muy elevadas y cubiertas de nieve, y es también muy profundo, de suerte que no pudimos echar en él el ancla sino muy cerca de tierra y en veinticinco a treinta brazas de agua.

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Circunnavegación se escribe con V de Valladolid (2/2)

Carlos Ibañez y Pilar Cañibano

Revista Atticus