Crítica Los exámenes de Cristian Mungiu

Película Los exámenes de Cristian Mungiu – Luisjo Cuadrado

Título: Los exámenes

Título original: Bacalaureat

Año: 2016

Duración: 128 min.

País: Rumanía

Dirección: Cristian Mungiu

Guion: Cristian Mungiu

Fotografía: Tudor Vladimir Panduru

Reparto: Adrian Titieni, Maria-Victoria Dragus, Vlad Ivanov, Ioachim Ciobanu, Gheorghe Ifrim, Emanuel Parvu, Valeriu Andriuta, Claudia Susanu, Adrian Vancica, Liliana Mocanu, Lia Bugnar, Tudor Smoleanu, Andrei Morariu, Rares Andrici, Constantin Cojocaru, Robert Emanuel

Productora: Coproducción Rumanía-Francia-Bélgica; Les Films du Fleuve, Mobra Films Productions, Why Not Productions, Canal+, Ciné+, Eurimages, France 3 Cinéma, France Télévisions, Groupama Romania, Orange, Romanian Film Board, Wild Bunch

Género: Drama | Familia. Colegios & Universidad. Medicina. Drama psicológico

Sinopsis

Romeo es un médico de casi 50 años que dejó atrás las ilusiones relacionadas con su matrimonio, ahora acabado, y su Rumanía, destrozada por los acontecimientos. Para él todo lo que importa ahora es su hija, de 18 años. Tras los exámenes finales, la joven irá a estudiar a una prestigiosa escuela en Inglaterra. En la víspera del examen, la hija es atacada en la calle. A partir de entonces, hará todo lo posible para garantizar que ello no perturbe el destino que ha elegido para su hija.

La cinta obtuvo en 2016 los siguientes premios: nominada a Mejor película extranjera en los premios César; en el festival de Cannes premio al Mejor director (ex aequo); y también fue nominada al Mejor director y Guion en los premios del Cine Europeo.

Comentario

El cine de La 2 (RTVE 2) en su programación de los sábados ofrece una variopinta cartelera de cine europeo, de ese que solemos denominar como cine de autor. Desde aquí aconsejo que no dejen de lado la programación que este espacio ofrece. Es cine del bueno, alejado de criterios comerciales. Eso sí, no es un bocado apto para todo el público, reconozco que a veces se busca más una película de mero entretenimiento que te ayude a evadirte de una mala jornada o que, simplemente, no tengas el ánimo para detenerte en profundidades. La última película que han programado ha sido Los exámenes (Bacalaureat, 2016) del apreciado director Cristian Mungiu.

Esta película me sirve como introducción para dejar cuatro pinceladas de ese nuevo cine rumano que surge a partir de la caída del dictador Nicolae Ceaușescu (1918 – 1989). A raíz de la ejecución del dictador se produce una serie de reformas en el mundo cinematográfico que van desde la asunción de nuevas temáticas como la financiación de nuevos proyectos presentados por una generación de directores que van a colocar a la industria cinematográfica rumana en el centro del panorama mundial (gracias a los reconocimientos de festivales como el de Cannes). La falta de recursos agudiza el ingenio y gracias a ese pequeño apoyo consiguen sacar adelante pequeñas producciones de bajo coste con especial hincapié en tendencias minimalistas y realistas en las que se nos presenta a un personaje muy cercano al ciudadano rumano medio que surge de esa nueva sociedad. Deja a un lado el cine patrio en el que se nos presenta a un ciudadano como modelo, como héroe nacional para centrarse en otro habitante rodeado de problemas que le surgen en su día a día. Durante el régimen, los directores se veían obligados a ceñirse a los dictados del programa nacional y si bien realizaban sus películas, se veían obligados a introducir ciertos valores educativos al servicio del régimen.

Algunas de las características de este nuevo cine rumano tienen que ver con la presencia «de lo político», o del uso de la cámara fija o cámara en mano y el uso de esos planos fijos. También hay un claro rechazo de la música no diegética. Se suele rodar en los entornos urbanos que ayuda a captar esa nueva realidad de una nueva situación política y social en un país que, poco a poco, va abandonando las estructuras de un pasado comunista. Hay algunos críticos que han considerado esta etapa como un movimiento neorrealista ya que revelan (como sucediera en el neorrealismo italiano) unas nuevas condiciones sociales contemporáneas usando técnicas cercanas al documental. Es un cine narrativo, en el que van sucediéndose los planos y es como si no sucediera nada, pero que tiene su enjundia. Una película que constituye un buen ejemplo de este nuevo cine rumano es 4 meses, 3 semanas y 2 días (2007) del mismo director que ahora vamos nos ocupa, Cristian Mungiu.

Pero hay otros apellidos que no debemos olvidar como Puiu o Porimboiu que han cosechado un buen número de galardones en diferentes certámenes y también han obtenido el beneplácito de la crítica y, sobre todo, de los espectadores. Algunas de sus propuestas son: La muerte del señor Lazarescu (Cristi Puiu, 2005), 12:08 Al este de Bucarest (Corneliu Porumboiu, 2006), Crulic, camino al más allá (Anca Damian, 2011) sin olvidar las dos obras de Mungiu.

El tema de la educación es un auténtico campo minado a la hora de afrontarlo las decisiones que hay que tomar de cara al futuro de un hijo. Los deseos de los padres, a veces, no suelen coincidir con los de los hijos. Y entonces se produce la confrontación por el «bien suyo». ¿Qué es lo que estás dispuesto a hacer por tu hijo? ¿Qué línea roja quieres traspasar? Así entramos de lleno en Los exámenes. Para ello hay que tener en cuenta que la acción se desarrolla en Rumania, en un momento actual en el que parece que ciertos comportamientos se mantienen a pesar de haber desaparecido el viejo régimen comunista.

Romeo (Adrian Titieni) y Magda (Lia Bugnar) forman un matrimonio en pleno ocaso. Forman parte de esa primera generación tras la caída del comunismo. Durante su etapa juvenil se creyeron ser los idealistas perfectos para aplicar la nueva filosofía de hacer siempre lo correcto cueste lo que cueste, aunque esto suponga una serie de contrariedades. Siempre parece ser más fácil la opción de dejarse llevar por la corriente que la de remar en su contra. Siempre nos apetecerá más un dulce que una almendra amarga y siempre es difícil abstraerse a la intención de buscar el camino más corto para conseguir nuestro propósito que ya sea saltarse una fila para comprar unas entradas o tocar palillos para que tu expediente sea el primero. Romeo se ha convertido en un reputado médico. Magda, siempre alicaída, trabaja en una biblioteca. Juntos han criado a su hija Eliza (Maria Dragus) en una serie de valores donde el esfuerzo pesa por encima de otras cuestiones. Se ha convertido en una brillante estudiante que está a punto de acabar su bachillerato y emprender rumbo a Inglaterra donde una beca la está esperando para su formación. Solo tiene que cumplir con el «trámite» de sacar buenas notas en los últimos exámenes (algo así como nuestra selectividad/EBAU) pues tiene un excelente expediente académico. Pero (siempre existe un pero) Eliza sufre una agresión el día anterior a los exámenes que le van a trastocar sus planes futuros.

Una de las cuestiones sobresalientes en esta película es que el director nos muestra el día a día de cada uno de los personajes. No juzga los comportamientos, solo plantea los hechos. Esto es suficiente para saber que cada uno de ellos tiene una vida, un pasado y que algo ha sucedido en ese pasado que está condicionando su relación con los demás. La propia Magda siempre está taciturna, con su cigarrillo entre los dedos, como ausente (todo indica que se encuentra bajo los efectos de tranquilizantes), huidiza. Romeo tiene una doble vida, evidente desde casi el principio de la cinta. El novio de Eliza parece no ser trigo limpio y se convierte en una amenaza no solo para la propia Eliza sino para su padre que es el único que parece ver el peligro (como cualquier padre). El comisario de policía que no parece tener un expediente libre de sospecha y que se encuentra un tanto «despistado» tras su ruptura matrimonial. Nos encontramos ante la pantalla un tanto en ascuas pendientes de cual es lo próximo que nos va a desvelar en la siguiente escena. El suceso detonante, la agresión que sufre Eliza, la utiliza el director para poner el acento sobre el gran mal que acecha a las democracias y que no es otro que la corrupción.

La corrupción está muy presente en esta cinta del director rumano Mungiu, quien se ha convertido en un fino diseccionador, con la cámara como bisturí, de la sociedad rumana. Lo hace de forma sutil al igual que los personajes tratan de alcanzar aquello que quieren sorteando la legalidad o el cauce establecido. Circulan sobres con dinero para alcanzar los objetivos. Todo se hace de forma muy velada, educadamente: mira a ver si por favor puedes hacer esto, pero solo por si acaso; perdone que le moleste, pero venía para ver si era posible lo mío, no volveré a molestarle más…

Los niveles de corrupción son muchos. Muchos piensan que eso solo ocurre en los grandes despachos de la Administración o de las grandes corporaciones. Pero lo cierto que este mal endémico puede tener nombre y apellidos. No es lo mismo que te engorden la cuenta por interceder en la concesión de una gran obra, que cobrar por adelantarte unos cuantos puestos a la hora de una operación quirúrgica, o que hacer una llamada para interesarte por el estado en que se encuentra una solicitud. Pero el hecho… es el mismo. Traicionas el ideal por el que has luchado toda tu vida. Tiras de influencia para beneficiarte y lo haces porque tienes acceso a ello.

Filmadas con sobriedad sin maniqueísmos, las secuencias llevan la firma de Cristian Mongiu: cámara al hombro que sigue la nuca de los protagonistas, hasta que se para, momento en el que la cámara se centra en el/los sujeto/s. Con planos fijos, sin prisa en la resolución. No echa mano de música, de banda sonora que subraye (en esta ocasión, al protagonista se le asocia una música clásica, en el aparato de caso o en el coche, que denota su estatus). La secuencia con la que arranca la película es la tarjeta de visita de Mungiu. Alguien lanza una piedra contra el cristal del salón de la familia. Se oye, pero no vemos quien ejecuta la acción. Esto lo volvemos a ver más adelante en otra situación en la que se ven comprometidos los intereses de la familia. ¿Tal vez es un ajuste de cuentas o, simplemente es que Romeo no acaba de entrar por el aro, plegándose al sistema? Es una duda que el guionista/director nos deja.

Cabe destacar la gran actuación de Adrian Titieni (actor que interpreta a Romeo) quien lleva casi todo el peso de la acción de forma estoica. El director/guionista le ofrece un papel bien definido que ejecuta de maravilla. Vemos la transformación que sufre el personaje a lo largo de las dos horas de película. Bajo la fachada de un hombre honesto se encuentra una persona que tiene sus debilidades y que se vale de su posición para intentar favorecer los intereses de su hija. No es que tire todo por la borda por un hecho puntual sino, más bien es un hombre resignado que ha decidido ir tirando. No quiere sucumbir a la tentación de coger el sobre, pero tiende la mano, mira para otro lado. Se apunta, así a la mecánica de la cadena de favores (hoy por ti, mañana por mí) que es lo que precisamente había detestado, junto a su mujer, de su país.

Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos. Queremos darle la mejor educación porque esto le puede dar un plus y así tener las mejores oportunidades. Romeo y Magda han educado de la mejor manera posible a Eliza. La han mimado y consideran que, para ellos, es de capital importancia que su hija encuentre la oportunidad fuera de esas fronteras. Circunstancia que ellos no quisieron o no se atrevieron a realizar porque son unos idealistas y confiaban que podían cambiar el mundo (ese pequeño microcosmos que es Rumania) con su pequeña aportación. Clases particulares y una actitud pedagógica en consonancia son algunas de las herramientas que le proporcionan a su hija. Y todo bajo los principios de la honradez, de la justicia, de la decencia, del no tener miedo y que sea la virtud el faro de sus acciones.

Los exámenes es una propuesta del director rumano Cristian Mungiu en la que aprovecha un hecho puntual para presentarnos una pequeña radiografía de la sociedad rumana en la que se nos plantea la cuestión tan vital como es la qué harías en favor de tu hijo. ¿Todo vale? ¿O solo vale y es incuestionable cuando somos nosotros los sujetos en pos de nuestro propio beneficio?

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus