Las gárgolas de la Casa de las Conchas, Salamanca

Las gárgolas de la Casa de las Conchas, Salamanca por Dolores Herrero Ferrio

La Casa de las Conchas de Salamanca se presenta como uno de los ejemplos de arquitectura civil más bellos de la ciudad salmantina. Magnífico prototipo de unión estilística en la España de finales del siglo XV y principios del XVI, la casa se construye por encargo de Rodrigo Maldonado de Talavera, caballero de la Orden de Santiago, no obstante, las obras fueron continuadas por su hijo Rodrigo Arias de Maldonado. A principios del siglo XVIII, el edificio se reformó y amplió.

La casa, emblema de la nobleza y del poder político de la aristocracia de la época, aúna diversas influencias artísticas cuyo resultado queda patente en este soberbio edificio civil con elementos góticos, renacentistas, platerescos y también mudéjares.

Patio interior

El espléndido patio interior está dividido en dos cuerpos: el inferior con arcos mixtilíneos sobre pilares, y el superior con arcos escarzanos sobre columnas de mármol de Carrara, con una barandilla de hermosa decoración. El patio da cabida a las catorce excepcionales gárgolas que embellecen este magnífico recinto.

Costado oeste

En el cuerpo superior del patio y comenzando por el costado oeste del mismo, tenemos las cuatro primeras gárgolas. La primera, que hace esquina con el costado sur, es un cuadrúpedo alado, una de las fi guras más representadas en las gárgolas. Desde hace cinco milenios, el cuadrúpedo alado aparece en todas las grandes civilizaciones. Las cuatro patas semejan al león, al toro o al caballo, y las alas al águila o halcón. Surgió entre el valle del Nilo y Mesopotamia, y de ahí se extendió hacia Persia, China, Asia Menor, Grecia e Italia. El cuadrúpedo alado que mejor simboliza la fortaleza es el que posee patas de león y alas de águila. En la simbología judeocristiana tiene un significado negativo: «Será abominable para vosotros todo bicho alado que anda sobre cuatro patas» (Lev. 11, 20-21). Esta gárgola posee además una tráquea marcada y alas de murciélago, rasgos de tipología demoníaca que le confieren un aspecto temible.

Las otras tres gárgolas de este lateral representan distintas fi guras de perro, uno de los animales más habituales en las gárgolas. Simbólicamente, el perro es ejemplo de lealtad y vigilancia, protector de las casas y sus habitantes. Tenemos referencias desde la Antigüedad, recordemos a Cerbero que custodiaba el Hades. En relación con la simbología cristiana aparece como perro pastor que guarda su rebaño y lo protege del lobo, al igual que el sacerdote guarda y protege a sus feligreses del diablo. No obstante, sabemos que el simbolismo de los animales encierra tanto poderes positivos como negativos, y sus representaciones hacen referencia a estos poderes, sirviendo en muchos casos para simbolizar virtudes o defectos humanos, por lo que el perro también posee un simbolismo negativo. En su Historia Eclesiástica, Eusebio de Cesarea (ss. III-IV) compara al perro con el diablo basándose en el Cancerbero. Aunque la Edad Media recuperó el simbolismo del perro como amigo fi el del hombre, hay textos medievales donde aparece como símbolo de algunos vicios y pecados, como la envidia. El Libro de los Enxiemplos (s. XIV) lo muestra como la personificación de los hipócritas, lisonjeros e ingratos. El perro simboliza también en ocasiones a la nobleza. Estas tres gárgolas tienen la cara achatada y el cuerpo rechoncho. Son figuras muy peculiares y expresivas, con una labra magnífica que se revela en algunos rasgos de las caras.

Costado norte

La primera de las cuatro gárgolas del costado norte representa un antropomorfo, un híbrido con cabeza de hombre y cuerpo de cuadrúpedo. Tiene melena lacia y aparece mesándose una larga perilla, un posible gesto de dolor o aflicción. Lleva casquete en la cabeza (Fig. 7). Los antropomorfos son semihumanos, animales que poseen rasgos físicos humanos, o que llevan algo que los identifica con hombres y mujeres, como la vestimenta, etc. El antropomorfo es una criatura fascinante y enigmática perteneciente al imaginario de los monstruos. En la Edad Media, una de las posibles funciones simbólicas de las gárgolas en catedrales e iglesias, es la función intimidatoria. Las gárgolas representando un hombre-animal podrían simbolizar pecadores que se han ido transformando en animales al haber caído en el pecado; almas condenadas y castigadas por sus faltas y que asimismo se las prohíbe entrar en los templos. Estas gárgolas podrían haber tenido una intención de provocar miedo al creyente que así veía los resultados de sus pecados.

La siguiente gárgola está descabezada y sólo conserva el cuerpo de un cuadrúpedo (león o perro) similar al de otras gárgolas del patio.

La tercera figura semeja un grifo (la boca está deteriorada). Tiene cuerpo y cola de león, y alas, plumas y penacho de ave. El grifo es un animal mitológico, mitad águila (parte superior) y mitad león (parte inferior). Su representación se remonta a la Antigüedad (Persia, Babilonia, India antigua). Plinio (s. I) dice que son originarios del país de los escitas (Rusia septentrional), y Esquilo (ss. VI-V a. C.) los sitúa en Etiopía. En Grecia y Roma se consideraban guardianes de las tumbas. El grifo es símbolo de sabiduría y también guardián de tesoros, especialmente de la esmeralda. Poseen tanto los atributos del león como los del águila, animales de importante simbología cristiana, por lo que se presenta como uno de los mejores emblemas de la doble naturaleza de Jesucristo: el busto de águila representa la divinidad de Cristo, y el cuerpo de león representa su humanidad. En cuanto a sus poderes negativos, el grifo simboliza a menudo a Satán por su pico de rapaz y sus garras de depredador.

La cuarta gárgola, que hace esquina con el costado este, es nuevamente un perro de cuerpo rechoncho y cara achatada, que lleva en la zona ventral una pequeña fi gura irreconocible debido al desgaste. Es frecuente ver criaturillas situadas debajo de algunas gárgolas y en diferentes actitudes: mamando, burlonas, grotescas, pisoteadas, agarradas… En general, estos pequeños «acompañantes» tienen connotaciones negativas y maléficas, tanto por sus gestos y actitudes, como por la posición que ocupan, ya que se sitúan en las partes bajas y «viles» del cuerpo de la gárgola.

Costado este

Seguida de esta última tenemos, en el costado este, una gárgola que representa un león (está muy deteriorada). Tiene larga melena y apoya una pata en un bulto indefinido. El león es probablemente el animal más representado en las gárgolas. Se trata del rey de los animales terrestres, adoptado por la iconografía cristiana, León de la Tribu de Judá, símbolo de Cristo. El león nunca cierra los ojos, incluso cuando duerme, con lo cual es también símbolo de vigilancia, de ahí que aparezca en tumbas, edificios y en puertas como aldabón. En cuanto a su significado negativo, aunque no es habitual, puede considerarse símbolo de soberbia o del anticristo; o bien como león rugiente o demonio que se apodera de las almas.

La siguiente gárgola es muy singular. Aunque está descabezada y sin manos, vemos una figura de aspecto antropomorfo. De cintura para abajo parece llevar una especie de faldilla con adornos y relieves. En relación a la indumentaria, en las figuras de hombres y mujeres vemos vestimentas de diversos tipos sociales (monjes, sacerdotes, caballeros…). No obstante, a veces podemos observar un tipo de faldilla, un atavío ligado a la imagen del diablo. Su primera aparición fue en el Salterio de Utrecht (s. IX); también aparece en otras obras como el Salterio de Winchester (s. XI), o el tímpano de la Abadía de Conques (Francia). La falda, como elemento rudo y simple, se vincula a los que están fuera de la sociedad, salvajes y marginados. También es probable que esta falda provenga de las representaciones griegas de los sátiros.

La siguiente gárgola que hace esquina con el costado sur, aunque representa un animal, aparentemente un perro, muestra una larga perilla que le confiere la categoría de demonio.

Costado sur

En el costado sur tenemos las tres últimas gárgolas. La primera de ellas es un antropomorfo, un cuadrúpedo alado con cabeza humana. Animales con cabeza o tronco humanos, para Dante emblemas del mal y de Satán, tenemos en el imaginario de seres mitológicos y fabulosos por ejemplo a los sátiros, los centauros o las sirenas, símbolos también de una sexualidad desmedida. Es una gárgola de una gran expresividad como indica el gesto del entrecejo y las arrugas del rostro, con expresión de sufrimiento o dolor. La perilla y las orejas ligeramente puntiagudas le dan asimismo un aspecto demoníaco.

La segunda figura es un león de larga melena con la cabeza ladeada. Las cabezas y cuerpos torcidos o ladeados aportan dinamismo y expresividad a las gárgolas.

La última gárgola es muy pintoresca. Se trata de un cuadrúpedo alado, con alas trazadas y cabeza de aspecto fantástico. Única y completamente distinta al resto de las gárgolas del patio, sus ojos redondos y huecos, cejas sobresalientes, y su gran boca que parece sonreír, la convierten en una fi gura grotesca y muy imaginativa.

Epílogo

Las fascinantes gárgolas de la Casa de las Conchas poseen una gran riqueza formal y tipológica. En general, las fi guras representadas muestran una destacable expresividad y plasticidad. Algunas poseen características comunes como los cuerpos rechonchos con caras achatadas o cabezas ladeadas. La iconografía es, como hemos visto, muy variada (animal, híbrido, antropomorfo, demonio). No obstante, destacamos las figuras del león y del perro, no sólo por su consideración como animales guardianes y protectores —emblemas de poder y fidelidad, cualidades vinculadas a la nobleza— sino porque el león forma parte del escudo de los Maldonado que se puede ver por todo el edificio; una muestra de la importancia de la nobleza y del poder que encarnaba.

Es en la Casa de las Conchas, y en general en la ciudad de Salamanca, donde podemos apreciar la coexistencia de estilos y donde pasamos, a través del arte, de la Edad Media a la Edad Moderna. Se trata sin duda de una transición sin sensación de brusquedad, todo lo contrario, ya que la combinación crea un conjunto elegante y armonioso.

«Todo se mueve y se rehace», dice Baltrušaitis. Los grutescos grecorromanos, la decoración de los márgenes, las flores, las criaturas fantásticas. Todo esto fue aprovechado por la Edad Media, pero no se quedó ahí, sino que el Renacimiento lo recogió y readaptó.

Sin duda es en esta ciudad donde se refleja claramente la frase de Burbank Bridaham en la que afirma que, incluso el Renacimiento, deseoso de liberarse de toda mancilla producida por el «vulgar» gótico, no pudo resistirse a adoptar las gárgolas dentro de su estilo. Y el mejor ejemplo de esto lo tenemos en Salamanca, posiblemente la ciudad de las gárgolas y los monstruos más bellos de España, y donde los artistas trabajaron con la más desbordante imaginación.

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Dolores Herrero Ferrio

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