La medicina y el arte

La medicina y el arte por José Carlos Brasas Egido

Partiendo de una premisa incuestionable, la de que la medicina y el arte se nutren de un mismo fondo común: el humanismo, me propongo en este artículo trazar una breve síntesis acerca de cómo se ha reflejado la Medicina en las manifestaciones artísticas, y de manera especial en la pintura.

En efecto, esta última es seguramente la actividad artística que ha dejado mayor número de testimonios sobre la medicina y la figura del médico. Son muy numerosos los cuadros, dibujos y grabados de todas las épocas que tienen a la medicina como asunto central. Los médicos, sin duda han protagonizado un buen número de obras de arte.

Como fácilmente se comprende, el tema es amplísimo, imposible de abordar en un solo artículo, me ceñiré fundamentalmente a poner de manifiesto cómo se ha visto e interpretado la medicina y la profesión del médico a lo largo de la historia de la pintura.

Y en ese sentido, y a muy grandes rasgos, las interpretaciones artísticas se mueven casi siempre entre dos polos opuestos y visiones antagónicas: la positiva y la negativa, la laudatoria y la crítica. Por un lado, el reconocimiento del prestigio y la dignidad de la profesión, la admiración y el respeto que merece la actividad de la medicina, así como la acción benefactora y humanitaria del médico como sanador; es decir, por una parte, las virtudes; y por otro lado, y por el contrario, los vicios y defectos; es decir, al lado de la visión encomiástica, está también la crítica y la satírica, el tratamiento irónico, burlesco, llegando incluso hasta lo mordaz, que ha merecido la figura del médico, por supuesto, de los falsos médicos, los médicos ignorantes y vanidosos, dualidad que vemos también reflejada perfectamente en la literatura.

La Medicina, ha merecido de siempre la atención de los artistas, bien por un lado a través de gran númédicos célebres e ilustres como exaltación y homenaje), retratos con mayor o menor presencia de atributos y símbolos de la profesión, o bien, por otro lado, en otros casos, representando los pintores escenas en las que se ejecutan distintas actuaciones médicas, tanto diagnósticas como terapéuticas.

Siguiendo una evolución cronológica, como es sabido, desde el antiguo Egipto llega a Grecia la práctica de la medicina, actividad puesta bajo la protección de Asklepios, dios de la medicina, hijo de Apolo, que después recibirá culto en Roma con el nombre de Esculapio. En Grecia, en esos primeros siglos se cultiva una medicina mágico-religiosa. Los médicos son los sacerdotes de Asklepios, los «Asclepíades» y se cura a los enfermos en los templos, asclepeion (en plural «asclepeia») en que recibe culto el dios, a los que llegan por cientos los peregrinos. Asclepios llegó a contar con más de trescientos templos en Grecia y Roma. El más famoso fue el de Epidauro, en el Peloponeso, del que se conservan numerosas ruinas y su célebre teatro. En España, el más importante fue el santuario de la ciudad griega de Ampurias, donde se halló la famosa estatua del Museo Arqueológico de Barcelona. El atributo de Asclepios es la serpiente que aparece enrollada en su bastón, es un animal sagrado, que muda su piel, es signo de renovación, de sanación y por eso es el símbolo y emblema de la medicina y la farmacia.

Más modernamente, encontramos como ilustración de uno de aquellos «asclepeia» un hermoso cuadro de un pintor británico del siglo XIX, el victoriano John William Waterhouse, en el que se representa a Un niño enfermo traído al templo de Esculapio.

No solo ejercía funciones médicas Asclepios, también toda su familia, su mujer y sus hijos e hijas. Desde el primer momento encontramos también médicas. Así lo vemos en un cuadro de Rubens en la Galería Nacional de Praga Higea y la serpiente (identificada a veces erróneamente con Cleopatra). Higea, hija de Asclepios, es la diosa de salud (de su nombre proviene la palabra higiene). También era hija suya Panacea (que significa «la que todo lo cura»). Higea deposita el antídoto en la boca de la serpiente sagrada para que el veneno de esta se transforme en remedio beneficioso para la salud del enfermo.

En la legendaria Guerra de Troya, tenemos conocimiento por Homero de los nombres de dos médicos, dos cirujanos, que atendían y curaban a los guerreros y héroes heridos en las batallas, en concreto Macaón y Podalirios, ambos hijos de Asclepio.

Así, lo refleja un conocido fresco de Pompeya en el Museo Arqueológico de Nápoles: en el que uno de estos médicos de campaña, en este caso Yápige, le está extrayendo de su muslo a Eneas la punta de una flecha. Acompañado de su hijo Ascanio, la curación tiene lugar ante la atenta mirada de su madre Venus.

Adentrándonos ya en la historia de la medicina en Grecia, como es sabido, el paradigma del médico antiguo fue Hipócrates. Considerado fundador y padre de la Medicina, encarna la figura del médico por excelencia. Fundador de la escuela que lleva su nombre, revolucionó la medicina, estableciéndola como una disciplina separada de otros campos a los que se había asociado tradicionalmente, como la religión.

No sabemos cómo era el rostro de Hipócrates. Conocemos un buen número de retratos escultóricos idealizados, bustos romanos, copias a su vez de otros griegos anteriores. De uno de ellos hace Rubens una recreación en un grabado, de 1638. Ya de época medieval encontramos la representación de Hipócrates, entronizado, sosteniendo uno de sus escritos del Corpus hipocraticum, en una miniatura realizada por un artista bizantino del siglo XIV, en la Biblioteca Nacional de París.

Las pinturas que representan episodios de la vida de médicos famosos encuentran su principal plasmación en los denominados cuadros de historia, género característico de la pintura europea del siglo XIX y cuyo origen hallamos en Francia, a partir de los pintores neoclásicos. En ese sentido se conocen algunos de esos grandes lienzos que tienen como protagonista la fi gura mítica de Hipócrates.

Así, por ejemplo: Hipócrates rechazando los regalos de Artajerjes, cuadro del neoclásico Louis Girodet-Trioson. Acompañado por algunos de sus discípulos, Hipócrates, con gesto digno, rechaza, sin mirarlos siquiera los valiosos presentes que le ofrece la embajada persa enviada por el rey Artajerjes. Los persas le pedían que fuera con ellos para curar a sus tropas, diezmadas, por una epidemia. El Padre de la Medicina se negó, aduciendo que el honor le impedía atender su petición. Mucho se ha criticado esta negativa hipocrática de atender a los enfermos enemigos ya que va en contra de la obligación del médico de dar asistencia médica incluso al enemigo.

Con respecto a la época romana, la medicina sobre todo era ejercida por los cirujanos-barberos. En Roma, en un primer momento la fi gura del médico estaba escasamente considerada desde el punto de vista social, era una ocupación inferior. Se consideraba un trabajo manual y era algo indigno de un hombre instruido. Frecuentemente las familias romanas de clase alta tenían un esclavo como médico. Ese desdén se tenía sobre todo por los cirujanos. Ya entonces había una clara separación entre «médicos» propiamente dichos y los «barberos-cirujanos». Esa separación se mantendría a lo largo de los siglos, hasta casi prácticamente el siglo XIX.

Los primeros médicos dignos de tal nombre en Roma fueron griegos y surgen en los primeros años del Imperio romano.

De entre los más grandes, el que más destacó fue Galeno, el médico por antonomasia. Griego, de Pérgamo, allí ejerció primeramente como cirujano médico de los gladiadores y adquirió gran experiencia en el tratamiento de heridas. Gran anatomista, fue llamado a Roma por el emperador Marco Aurelio, del que fue médico de cámara. Sus tratados ejercieron enorme influencia constituyendo durante muchos siglos la máxima e indiscutible autoridad médica.

Hasta nosotros ha llegado una interesante imagen medieval de Hipócrates y Galeno debatiendo juntos, en una pintura mural al fresco, románica del siglo XII y conservada en la cripta del Duomo de Anagni (Lazio, Italia).

De Galeno podemos también recordar un grabado de Rubens basado en un retrato escultórico de época romana, así como la primera imagen de una Lección de anatomía, en una pintura al fresco en la pared de las catacumbas de Villa Latina, en Roma, del siglo IV.

Tras esa etapa de la Antigüedad, y abordando ya la medicina en la época del cristianismo, en la Edad Media surge la fi gura de Cristo médico, por su compasión hacia los enfermos y sus curaciones milagrosas. Dado que además de curar, perdonaba los pecados se le consideraba un médico completo que sanaba a la vez el cuerpo y el alma, el médico perfecto. A través de la historia de la pintura son innumerables las escenas con sus curaciones milagrosas podemos recordar, entre otras mucha: La curación del ciego, de El Greco o bien La curación del paralítico en la piscina probática, de Murillo).

Desde la Edad Media se propagó y arraigó extraordinariamente el culto a los santos sanadores para aliviar todo tipo de males. Como es sabido, la práctica de la medicina se puso bajo la advocación de san Lucas y de los santos Cosme y Damián.

El patrono protector de los médicos fue el evangelista san Lucas, un santo que procedía de Antioquía, donde ejerció la profesión de médico.

Entre otros muchos ejemplos, lo vemos representado en una miniatura en un folio de matrículas de la Universidad de Basilea, o bien en una pintura gótica, también del siglo XV, obra de Juan Hispalense, en el Museo del Prado: San Lucas operando, en el que el evangelista realiza una trepanación.

Asimismo, junto al evangelista, son los santos Cosme y Damián, los patrones de los médicos, cirujanos y boticarios. Hermanos gemelos y naturales de Arabia, médicos de profesión, eran conocidos como «los no cobradores» porque no cobraban las consultas ni los remedios a los pobres. Patronos del trasplante de órganos. La escena más representada es una de sus curaciones milagrosas, El milagro de la pierna negra, que ha sido representada en multitud de pinturas e incluso en esculturas y relieves, tal como lo relata Santiago de La Vorágine en La Leyenda Dorada.

Entre otros muchos ejemplos podemos citar aquí la tabla de Fernando del Rincón, pintor español de comienzos del siglo XVI, en el Museo del Prado, o la pintada por Pedro Berruguete, en la Colegiata en Covarrubias.

Volviendo a la historia de la medicina otro hito importante lo hallamos, como es bien conocido, en el islam. Al igual que otras muchas ramas del saber, los conocimientos médicos alcanzados en Grecia y Roma se trasladaron al mundo árabe.

Entre otros, en el mundo islámico hallamos otro de los grandes nombres de la medicina árabe, el persa Avicena, el más grande de los médicos, el príncipe de los médicos como le llamaban sus discípulos.

Esta publicación sobre La medicina y el arte esta publicado en Revista Atticus Nueve

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José Carlos Brasas Egido

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