El órgano de regal a la luz de la Historia

El órgano de regal a la luz de la Historia por Ana Caramanzana Santamarta

Un encargo muy especial Hace casi un año, nuestro taller recibió un encargo poco habitual: la construcción de un instrumento que si bien en el pasado ocupó un lugar destacado, hoy es para muchos el gran desconocido. Ese instrumento, cercano al órgano y del que hablaré a continuación, recibe el nombre de Regal.

El maestro organero autor de esta obra, Berchtold Soergel, se formó en Alemania en la Escuela Profesional para organeros de Ludwigsburg y en dos talleres artesanos, obteniendo la titulación como constructor de órganos, claves y pianos por la Cámara de Artesanía de Múnich y la Escuela Profesional de organeros. Además completó este aprendizaje con otro como maestro carpintero especialista en instrumentos. En España ha trabajado en el taller del maestro organero Gabriel Blancafort y allí, además de tener el privilegio de coincidir con este gigante de la organería española, conoció de primera mano y trabajó en algunos de los órganos más destacados de la Escuela Catalana. Hace dieciséis años, B. Soergel fundó su propio taller de órganos en Medina de Rioseco (Valladolid), junto a la musicóloga y organera Ana Caramanzana (autora de este trabajo).

Para la presentación de este instrumento que tuvo lugar el pasado 23 de noviembre, se buscó un marco de singular belleza: La Capilla de los Benavente, que se encuentra en el interior de la Iglesia de Santa María en Medina de Rioseco. Se elige este lugar por varios motivos: Primero porque este instrumento vive uno de sus momentos de mayor apogeo coincidiendo con la época en la que se construye y termina esta capilla y segundo por ser este un lugar de gran belleza.

El cierre de una obra es siempre un momento muy especial para el organero. Y el final de este trabajo, que tanto esfuerzo y trabajo ha supuesto, no se podía tampoco improvisar. Por eso se prepara con ilusión y detalle.

En silencio primero, y escuchando su obra en la intimidad de unos pocos después1, el artesano constructor, que tantas horas de soledad ha pasado con este instrumento, se despide ahora de aquello que le ha acompañado estos últimos meses. Y lo hace de la mejor manera posible, al son de la música que la organista Alicia del Olmo tañe con tanto acierto y sensibilidad.

Una mirada de largo alcance

Aceptamos este reto con miedo y agradecimiento. Con miedo, porque eran muchas las dudas y las preguntas que nos hacíamos acerca de la construcción y el sonido que debía tener este instrumento y porque además, eran muy pocas las fuentes a las que podíamos acudir para resolver las dudas que ya antes de comenzar y después durante el proceso de creación, irían surgiendo. Y con agradecimiento por la confianza que se había depositado en nosotros para realizar este proyecto.

Una vez recibido el encargo nos pusimos en marcha, conscientes de que habría que transitar caminos muy diferentes hasta llegar a nuestra meta. Esos caminos nos permitirían conocer mejor este instrumento y su pasado, para finalmente nacerlo de nuevo.

Las sendas que emprendimos para acometer este singular proyecto, fueron muchas y variadas, y todas ellas nos llevaron a lugares sorprendentes. Quizás se esté preguntando el lector qué caminos fueron esos. Por un lado, la historia de este instrumento y su evolución en el tiempo a través de las fuentes escritas. Por otro, la música que se tocó en él.

Las fuentes en las que el maestro organero Soergel ha basado su trabajo, han sido principalmente dos: el tratado Syntagma Musicum (1614-1619) del organista y compositor alemán Michael Praetorius. Y el tratado sobre órganos L’art du facteur d’orgues (El arte del constructor de órganos) que el benedictino francés Dom Bedos escribió en la segunda parte del siglo XVIII y que fue publicado entre 1766-78.

En la lectura atenta de las fuentes escritas, sentimos que las palabras se convierten en puente que unen el pasado lejano con el presente. Y precisamente allí, en las palabras, pudimos situarnos directamente en el contexto histórico de este instrumento, conocer mejor su personalidad, y hacernos una idea de su sonido. B. Soergel ha construido este instrumento conforme a los documentos, los planos y la idea que el monje benedictino francés Dom Bedos tenía del regal en la segunda mitad del XVIII, sin renunciar a su estilo personal y a su idea de sonido.

Por último, el estudio de las fuentes y de la música, exigían a su constructor una tercera vía esencial para que las dos primeras dieran su fruto. Me estoy refiriendo al silencio.

Lugares de encuentro

Antonio Colinas, poeta y premio nacional de poesía, dijo que había que «conocer la realidad para valorarla, amarla y desentrañarla». Conocer, valorar, amar y desentrañar, fueron parte esencial del trabajo del organero, el cual antes de ponerse «manos a la obra», se acercó a esa realidad de la que habla el poeta, con el deseo de aprender de ella y recrearla de nuevo.

Durante ese tiempo de estudio y de escucha, de investigación y de silencio, se entabla un diálogo fructífero entre el artesano constructor y el instrumento que está por llegar. Con el tiempo, el organero se va dando cuenta que el instrumento que hasta el momento sólo vive y existe en su pensamiento, se va presentando a sus ojos como «un espacio abierto a un tiempo vivido».

Durante todo el proceso de construcción y creación, el organero, ha sabido conjugar de un modo equilibrado y sabio, por un lado la tradición heredada de siglos, y por otro lado, la innovación técnica de cada época. Podríamos decir, que el creador de este bello instrumento, ha mirado al pasado para seguir aprendiendo de él, al tiempo que no ha renunciado a lo nuevo. Diría entonces sin miedo a equivocarme, que sólo cuando el organero es capaz de basar su trabajo en esos tres pilares del estudio, aprendizaje, tradición e innovación, presentes en este instrumento, es cuando su oficio se convierte en expresión de máxima creatividad e identidad cultural.

Cada instrumento se convierte así en una obra de arte única, porque se construye para un marcoespecífico y una finalidad concreta. Conseguir que el resultado final se adapte a las necesidades del músico y al espacio arquitectónico en el que será utilizado, ha exigido y exige unos saberes y unas facultades técnicas, artesanales y teóricas que el autor de este instrumento, ha ido adquiriendo, desarrollando y perfeccionando a lo largo de su vida profesional, primero como aprendiz de un oficio artesano y después como maestro organero al frente de su propio taller.

«En soledad de saberes y atención de mirada»

Después de semanas intensas de estudio y reflexión, comienza el organero a imaginar y a escuchar, el sonido de este instrumento.

A solas con una idea que ya es realidad en su interior, el organero decide entonces que es el momento de dibujarla, pasarla a papel y fijar así las medidas y el lugar exacto que ocupará cada elemento. Dice el poeta que «nombrar es poseer», en el caso del organero podríamos decir que dibujar es para él «poseer ».

Una vez terminados los planos, que en este caso fueron dibujados a escuadra y cartabón, llega el momento de elegir aquellos materiales encargados finalmente de «encarnar» la idea. Por eso lo primero será elegir bien la madera. Y su elección no obedece sólo a cuestiones puramente estéticas. Se construye con madera maciza y no con aglomerado o madera contrachapeada, no por capricho o con el mero fin de agradar a la vista, sino porque ésta cumple una función acústica que otros materiales no pueden asumir. El mueble es además la caja de resonancia del instrumento y es esencial elegir bien con qué material y de qué manera se va a construir.

Para la construcción de este instrumento se han empleado entre otras las siguientes maderas: nogal, roble y boj. La elección de cada tablón es un momento que exige además de tiempo y atención, muchos conocimientos: que la madera esté recta, que el tablón no tenga vicios, que los nudos se puedan «salvar » sin grandes complicaciones y sin tener que desperdiciar demasiado material, que la personalidad de la madera, expresada en la forma y el color, aparezca en todo su esplendor y sin que sea objeto de ninguna manipulación, etc.

El artesano, enamorado de su trabajo, pasará mucho tiempo en su taller en «soledad de saberes y atención de mirada», acariciando lo que está por venir, anhelando escuchar la voz de este instrumento y esperando encontrarse a solas con su obra, la cual le seguirá «hablando» incluso, cuando ya no esté.

A lo largo de las diferentes fases de construcción y hasta llegar al final, el organero conjuga la tradición heredada de siglos y la innovación técnica de su época. Podíamos decir que en este trabajo, hay todo un proceso de interiorización del Patrimonio Cultural Inmaterial, expresado no sólo en unas técnicas de trabajo, sino en un conjunto de saberes que deben ponerse en práctica, especialmente en la construcción y restauración de instrumentos históricos.

Es por eso que la labor del organero es de «salvaguardia » de una tradición que sigue viva no sólo en su trabajo, sino también en el vocabulario técnico que utiliza, en las palabras que usa para llamar las cosas, en los instrumentos que construye y restaura y por su puesto en la música que después se tocará en ellos.

Esta publicación sobre El órgano de regal a la luz de la Historia esta publicado en Revista Atticus Nueve

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Ana Caramanzana Santamarta

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