Relato – Contra el cielo

Contra el cielo por Salvador Robles Miras

CAPÍTULO 1

Dionisio apenas necesitó unos segundos para contar el dinero que contenía la caja registradora de su tienda de golosinas. “Menos que ayer y más que mañana”, se dijo, resignado, mientras, arrastrando los pies, rodeaba el mostrador para dirigirse a la puerta de la calle a echar la persiana. No pudo hacerlo porque, a un metro de la puerta, una atronadora explosión lo despegó del suelo. “¡Dios mío!”, exclamó antes de perder el conocimiento sepultado bajo un alud de cascotes, cromos, frutos secos y caramelos, muchos caramelos. El mundo de Dionisio se había venido estrepitosamente abajo. Eran las nueve de la noche del segundo lunes de junio de uno de los primeros años del milenio.

Un minuto antes de la explosión, un todoterreno de color rojo se había detenido frente a la tienda de Dionisio, al otro lado de la calzada, a un par de metros de la marquesina de la parada de autobuses de la calle Azul, en la periferia de Villa del Norte. En el momento en que una mano fina de largos dedos abría la puerta trasera del vehículo, este saltó hecho pedazos por los aires. Cuatro personas perdieron la vida en el siniestro: los tres ocupantes del automóvil, que murieron en el acto, y Dionisio, quien falleció en el hospital diez días después a causa de las heridas sufridas.

Horas antes de que el Ministerio del Interior lo confirmara de manera oficial, en cuanto el tam tam del boca a oreja propaló el rumor de que en el suceso habían muerto tres de los miembros del comando Bravo, uno de los más sanguinarios de la Organización, la opinión pública se barruntó que no se trataba de un atentado, sino de un accidente, quizás un ajuste de cuentas del destino. Varias horas más tarde, ya bien entrada la noche, el rumor se convirtió en noticia. Los más de cincuenta kilos de explosivos que transportaba el coche con destino a algún infierno habían estallado de manera fortuita, y los muertos pertenecían a la Organización.

Al leer Contra el cielo, todos sabemos a que se refiere cuando sitúa la escena en la Villa del Norte o cuando alude a la Organización. Hablamos de Bilbao y hablamos de ETA. Así de claro y así de sencillo. Pero no es sencillo hablar de ello ni está nada claro que no te miren de reojo al tratar este tema en una novela. Los que no vivimos allí no conocemos la situación, no conocemos como se desenvuelve el pueblo en su día a día. El quehacer cotidiano se ve allí alterado tanto si tomas partido por unos o por otros.

La ficción de Salvador Robles nos aporta algo de luz para aquellos que desconocemos la cuestión vasca, por lo menos en su aspecto de vivir el conflicto in situ. Con una prosa cuidada, donde cada párrafo ha sido reescrito hasta encontrar las palabras deseadas, Robles nos plantea una historia basada en un hecho real: un día estalla un coche en el que viajan tres personas. A partir de este dato Salvador Robles escribe un relato. El arranque se puede resumir en el siguiente párrafo: Un coche en el que viajan dos hombres y una mujer estalla en un barrio de Villa del Norte. De inmediato, la opinión pública, espoleada por la prensa, atribuye a los tres ocupantes del vehículo su pertenencia a la banda terrorista conocida como la Organización.

A partir de ahí un padre se empeña en demostrar la inocencia de su hija. Un hecho que no nos es ajeno de alguna manera. Es un tema de actualidad: los datos que figura en la red de cada uno de nosotros y como una información errónea, distribuida sin el más mínimo rigor, te puede costar muchos sinsabores.

Salvador Robles Miras nació en Águilas (Murcia), aunque reside en Bilbao desde los diez años. Está casado y tiene un hijo. Es periodista y pedagogo, y ha publicado hasta la fecha más de 20 libros. Me lancé a la aventura editorial en su faceta de libros con La fi esta de las palabras por su bella y concisa prosa.

La novela de Robles es un buen relato, bien escrito, con dominio del lenguaje. Sabe expresar sentimientos en situaciones dolorosas y retrata de forma magistral a sus personajes (atención a un secundario de lujo Jesús, el abuelo de Teo). Mantiene la expectación y hace que “nos cueste” dejar de leer. Muy recomendable.

Os dejo uno párrafo:

La Dehesa estaba abarrotada de parroquianos. Era la hora habitual en la que los chiquiteros del barrio, cumplida su jornada laboral, se dedican a recorrer en cuadrilla los bares de la zona antes de recluirse en la penumbra del salón de sus respectivas casas, junto a los miembros de su familia, casi siempre en silencio, a ingerir, durante dos o tres horas, la ración de televisión que necesitaban para conciliar el sueño, y afrontar así, con renovadas fuerzas, a la mañana siguiente, las exigencias de un nuevo día que, sin embargo, para un buen número de ellos, será un calco de los precedentes. Torre de Lis ha sacado una nueva edición. No te la pierdas

-Luisjo Cuadrado

Este fragmento de Contra el cielo está publicado en Revista Atticus 40

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Contra el cielo

Salvador Robles Miras

Revista Atticus