Yul Brynner: El actor que rompió las reglas del star system

Yul Brynner por Àngel Comas

Fue Ramsés, el rey de Siam, el cowboy robot, Salomón, Taras Bulba, Dimitri Karamazov, el príncipe Bunin, el “magnífico” Chris Adams, el barón Von Grunen, Pancho Villa, Catlow, Sabata, el Serpiente… casi siempre con la cabeza rapada, anticipándose a los skin heads y a la moda actual, y convirtiéndose en el primer galán sin pelo de la historia del cine. Antes de Yul Brynner los pelados al cero eran los malos, Peter Lorre, Eric von Stroheim o Max Schreck (Nosferatu). Yul Brynner cambió las reglas del estrellato masculino, triunfando en un terreno monopolizado por hombres atractivos, apuestos… y con pelo. Ahora cumpliría cien años.

“It” o “star quality”: lo que tienen las estrellas Por mucho que teoricen, sigue siendo un misterio descubrir lo que hace que un mal actor (o actriz) se convierta en estrella y, por lo contrario, un extraordinario actor (o actriz) no alcance nunca el estrellato. Y también hay diversidad de opiniones sobre si una estrella de cine nace o se hace. Aunque algunos productores listos lo intuyen con bastante certeza, pero se equivocan en infinidad de ocasiones y aún más en la época actual, marcada por las redes sociales, en la que la fama es efímera y está condicionada por factores incontrolables, imposibles de prever. En el Hollywood dorado se decía que las grandes estrellas tenían “it (ello)”, sin ninguna definición clara de lo que “it” significara exactamente. Otros preferían hablar de star quality, tampoco sin teorías convincentes. Todo era pura intuición aunque existían (y existen) especialistas para conseguirlo. No había reglas fijas sobre el por qué alguien se convertía en estrella, y nadie se explicaba cómo podían serlo gente tan dispar como Judy Garland, Mickey Rooney o Richard Widmark, aparte de por su calidad como intérpretes. Todos entendían que lo fueran galanes atractivos como Robert Taylor, Tyrone Power o Clark Gable o actrices con glamour como Carole Lombard, Jean Harlow o Joan Crawford, pero ¿y Bette Davis?, ¿y Spencer Tracy?, ¿qué atributos les habían convertido en estrella además de ser buenos profesionales? No sería por el físico, claro.


En todos los países se repetía la misma situación y llegar a ser estrella era (y sigue siendo) una auténtica lotería en la que convergen tantos factores que es un auténtico galimatías en el que tienen gran importancia tanto la imagen profesional como la personal. Rock Hudson, por ejemplo, se vio obligado a casarse para ocultar su homosexualidad, so pena de arruinar su carrera y, sin embargo, Marilyn Monroe podía acostarse con un presidente con total impunidad sin provocar ningún escándalo. En los tiempos que corren ahora, las preguntas que puedan hacerse sobre el estrellato cinematográfico trascienden del propio medio con su reflejo en las redes sociales, con inexplicables subidas y bajadas de popularidad, y poco tiene que ver la calidad interpretativa, el carisma o el glamour de antes, ya que todo es opinable y tan efímero, que a veces el cambio es cuestión de horas, de la suma acelerada de los me gustan o no me gustan. ¿Cómo se explica sino el éxito de ciertos influencers o instagramers? Con el boom de Internet todo se mezcla, y se han democratizado las opiniones, es cierto, pero tienen el mismo valor las de sospechosos desconocidos que las de reconocidas eminencias. Pero, ¿Quién decide quienes son los unos o los otros? Ahora puede ser estrellas (efímera, eso sí) cualquier chico o chica que solo haga publicidad o desfile por una pasarela. Lo malo es su probada influencia
medida por su número de seguidores. Las masas nunca son fiables. Cuando Yul Brynner decidió raparse la cabeza no era así.

El irresistible erotismo de una cabeza rapada Yul Brynner (nacido Yul Borísovich Brínner, en ruso, 19230 – 1985) marcó las pautas del gran cambio. Con su portentoso físico atlético, a pesar de una estatura normal y corriente (1,72 m), fruto de sus experiencias como trapecista, este ruso de origen gitano, supo complementar su cabeza rapada con un calculado misterio sobre sus orígenes y sobre su vida personal, sacando gran partido del exotismo de su físico. Se lo inventaba todo y los enigmas de su vida que iba divulgando sin cesar contribuían a mantenerlo como gran estrella. Él decía que tenía cabeza rusa, corazón gitano. Antes había sido rechazado por los grandes estudios, precisamente por demasiado exótico.

Los departamentos de prensa divulgaban que era mongol, japonés o militar del ejército ruso y Brynner no lo desmentía, sin renegar nunca de sus orígenes gitanos. De hecho, había nacido en Vladivostok (Rusia) el 11 de junio de 1920, de familia burguesa, ciudad donde tiene un monumento. Es su gloria local.

Al gran público le encantaba ese galimatías y no le importaba que fuese actor de registro limitado. Tenía personalidad y carisma, y hablaba inglés con un sugerente acento siguiendo el ejemplo de Eric von Stroheim, eligiendo sus personajes con inteligencia para darles credibilidad y justificar su cabeza rapada. Jugaba hábilmente con sus orígenes lanzando sugerencias sobre su nacimiento en lugares recónditos que, en una época en que se viajaba menos que ahora, hacían volar la imaginación de sus adeptos, haciendo válido el axioma de la proyección e identificación del espectador hacia alguien que veía en la pantalla con los que suplía la monotonía de sus vidas. Todo ello le dio un inusitado erotismo que no tenían las otras estrellas. Con el paso del tiempo, una cabeza rapada podía ser sinónimo de virilidad, algo insólito en un galán. Antes se asociaba únicamente a los villanos. Ahora (véase recuadro) es todo lo contrario. Brynner se adelantó al tiempo. Stan Lee se inspiró en su físico para crear el del profesor Charles Xavier de los X-Men.

Un genial fabulador


Antes de llegar al teatro y triunfar con musical El rey y yo, Brynner había vivido intensamente. Había residido en China con su madre, viajó a Estados Unidos sin apenas hablar inglés desde dónde escapó a Suiza por motivos fiscales, nacionalizándose. Cantaba y tocaba la balalika y la guitarra en clubs de la rive gauche de París; fue acróbata, fotógrafo y escritor; se hizo amigo de Jean Cocteau; se fotografió desnudo y tuvo los mil y un amores, cuatro matrimonios y romances con Marlene Dietrich, Judy Garland o Joan Crawford y hasta con el actor Hurd Hatfield, aunque Brynner nunca admitiera su bisexualidad, así como otros líos con absolutas desconocidas. Lo más selecto de las mujeres de Los Angeles se mataban para llevarlos a sus alcobas. Sus orgías eran clamorosas.

La fama le llegó cuando protagonizó en Broadway El Rey y yo y decidió raparse la cabeza, una efigie que solo abandonaría en contadas ocasiones (En Salomón y la reina de Saba, por ejemplo, para asemejarse a Tyrone Power, a quien substituyó por su repentina muerte). Brynner representó la obra en 4626 ocasiones y después le dieron un Oscar cuando esta pasó al cine. Antes, Cecil B. de Mille le había confiado el personaje de Ramsés II en Los diez mandamientos, un faraón musculoso, atlético… y sin pelo. Trató sin demasiado éxito de hacer televisión y más teatro. Hizo casi cincuenta películas como actor especializándose en personajes exóticos y vivió siempre de los réditos de su cabeza rapada. Fue una gran estrella, pero un actor limitado.

Enamorado de España y de las españolas Estuvo en España en diversas ocasiones por motivos profesionales y personales. Quienes le conocieron cuentan y no acaban. Le encantaban las juergas flamencas, especialmente las de Lola Flores y el Pescailla, y, sobre todo, las mujeres. Se encaprichó de Carmen Sevilla. Fue amigo de Curro Romero, Concha Márquez Piquer y la familia Flores. Se relacionó en con la colonia de extranjeros famosos de Marbella, donde se compró una mansión. Frecuentó la dolce vita de Torremolinos, como prolongación de la que vivía en Los Angeles. Murió de cáncer de pulmón no renegando de haber vivido. Ahora es un gran icono de un cine de Hollywood que ya no existe.

Esta entrada forma parte de un extenso artículo dedicado a la figura de Yul Brynner por Àngel Comas publicada en la Revista Atticus 41.

Puedes leer el artículo completo en este enlace:

Yul Brynner: El actor que rompió las reglas del star system

Àngel Comas

Revista Atticus