Crítica película El amor de Sylvie de Eugene Ashe

El amor de Sylvie en Amazon Prime Video

Ficha

Título original: Sylvie’s Love

Año: 2020

Duración: 104 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Eugene Ashe

Guion: Eugene Ashe

Música: Fabrice Lecomte

Fotografía: Declan Quinn

Reparto: Tessa Thompson, Nnamdi Asomugha, Wendi McLendon-Covey, Eva Longoria, Ryan Michelle Bathe, Regé-Jean Page, Aja Naomi King, Lance Reddick, Erica Gimpel, John Magaro, Jemima Kirke, Ron Funches, Tone Bell, MC Lyte, Alano Miller, Christian Lagadec, Hayley McCarthy, Kalina Vanska, Raquel Horsford, Nina Ashe, B.J. Clinkscales, Kareem Stroud, Lorenzo Hughes, Shane Stevens, Khafre King

Productora: Iam21 Entertainment

Género: Drama | Música

Sinopsis

Años después de que termine su amor de verano, un aspirante a productor de televisión y una talentosa músico cruzan sus caminos, dándose cuenta de que los sentimientos que profesan el uno por el otro nunca han cambiado. Con sus carreras llevando a cada uno de ellos por senderos distintos, ambos deben decidir qué les importa más: su carrera profesional o su corazón.

Comentario

            Decía un crítico aficionado amigo que de vez en cuando hay que ver una película de Douglas Sirk para saber cómo de bien va tu vida. Pues en este sentido funciona El amor de Sylvie.

Una de las obras maestras de Sirk es la película Tiempo de amar, tiempo de morir, unmelodrama conmovedor de finales de los años cincuenta. Describe las diferentes situaciones jugando con el color, la textura de la película y una maravillosa banda sonora. Con todo ello, el maestro confecciona un soberbio montaje a su estilo. Además tuvo el valor de mostrarnos que no todos los alemanes eran nazis, y que sufrieron tanto como cualquier ser humano a medida que se acercaba el fin de la II Guerra Mundial.

En El amor de Sylvie  nos están narrando una historia muy similar a la de Sirk aunque la situación sea diferente. El mensaje es muy claro: las personas negras también se enamoran, también sufren, también son personas en toda la extensión de la palabra. No son ídolos si son futbolistas y el hecho de tener que atravesar el estrecho en una embarcación miserable no les convierte en basura. La película versa sobre un talentoso saxofonista de jazz, enamorado de la hija del dueño de la tienda de discos en la que trabaja para poder llegar a fin de mes.

Con un guion muy sólido, hay que destacar que todos los elementos del melodrama clásico se encuentran bastante bien repartidos por el director y guionista Eugene Ashe, que nos muestra el relato aderezado con algunas de las piezas musicales más maravillosas del estilo musical al que Nina Simone se negó a denominar Jazz.  Para ella «es una etiqueta que han puesto los blancos a lo que yo llamo clásicos negros»

Colmado de momentos ilusionantes en los que parece que todo va a salir bien, seguidos de otros en los que la vida, la cobardía y los silencios convierten en negativas fatídicas, giros que transforman el drama en melodrama y el amor en dolor. Y lo presenta sin complejos, homenajeando constantemente al viejo Hollywood, donde la elegancia y las interpretaciones señoriales se sucedían: desde el vestuario a la colocación de la cámara acorde a las situaciones, y marcando el ritmo en consonancia con los sonidos intrínsecos de la historia. Muy al estilo de Sergio Leone, cuando coreografiaba todo el conjunto porque la partitura ya estaba en su poder. No olvidemos al maestro Stanley Donen y su uso de los sótanos y espacios reducidos para generar atmósferas envolventes, capaces de embelesar justo antes de convertirse en asfixiantes, aunque el padre de Cantando bajo la lluvia suele concluir en comedia las situaciones dramáticas. Y Eugene Ashe, en esta película, gira al lado contrario su propio guion.

Como resultado, nos encontramos con un producto elegante, muy bien narrado, capaz de conmover y de engarzar con una de las mejores obras del gran Sirk, Imitación a la vida, melodrama también protagonizado por una niña negra.

No podemos dejar de recomendar esta película para amantes del cine que disfrutan de carteleras en las que figuran Audrey Hepburn, William Holden, Barbara Stanwyck o Humphrey Bogart. Eso sí, esta vez quienes lloran, sonríen, aman y se lamentan por no poder dejar de amarse son dos excelentes actores morenos, Tessa Thompson y Nnamdi Asomugha. Con sus magníficas interpretaciones nos transportan al espantoso mundo de las apariencias y las críticas malévolas de gente que se cree en posesión de la verdad absoluta, desde la hipocresía. Esa doble moral que condena a un negro con un móvil en una playa, porque viene a por tu trabajo y una subvención, y hay que echarle; y enaltece a otro que juegue en el Madrid o el Barcelona, y entonces es un ídolo que adorar, hasta el punto de llevar su rostro tatuado en el antebrazo. ¡Qué necedad!

Esta película refleja con realismo la hipocresía social y la doble moral imperante, la falta de respeto continuo hacia la privacidad de las personas, y al talento cuando se es pobre. La nociva moral judeocristiana juzgará con su doble rasero todo cuanto hagas, y será negativo si eres pobre, y provechoso si vives adornado por la fortuna. Ya lo dijo Quevedo: Poderoso caballero es don dinero.

Imprescindible destacar la magnífica química entre los protagonistas, que el director, al estilo de William Wyler, aprovecha para extender sus interpretaciones más allá del texto, con mantenimientos de cámara y micro gestualidades entre ambos.

Muy recomendable si sabes disfrutar del buen cine, si no etiquetas a las personas, y si disfrutas con cuartetos de jazz.

Os dejamos un tráiler:

Carlos Ibañez – Pilar Cañibano

Revista Atticus