Varios Disparates y un Capricho – Encuentro entre Clara Martín y Luisjo Cuadrado

Novela Varios Disparates y un Capricho – Encuentro entre Clara Martín, escritora y Luisjo Cuadrado, editor.

La pandemia, la maldita pandemia protagonizada por el Covid-19 nos obliga a reinventarnos constantemente. En Revista Atticus acabamos de publicar una gran novela de la escritora abulense Clara Martín Muñoz, Varios Disparates y un Capricho. En estos días deberíamos estar de promoción recorriendo medios de comunicación o haciendo presentaciones públicas en distintos espacios. Pero las condiciones sanitarias para evitar contagios limitan estas actuaciones.

Por lo tanto, ofrecemos a nuestros lectores un encuentro entre Luisjo Cuadrado (editor de Revista Atticus) y Clara Martín, escritora y colaboradora habitual de nuestra publicación en el cual nos desvelan buena parte de sus respectivos oficios.

«… los libros se transformaron en eso precisamente: cuerpos habitados por las palabras, pensamientos tatuados en la piel».

El infinito en un junco

Irene Vallejo

Luisjo Cuadrado: Tenemos el placer de poder hablar con Clara Martín. Abulense, médico internista, escritora y colaboradora habitual de nuestra publicación Revista Atticus. Acaba de escribir su primera novela, Varios Disparates y un Capricho que hemos publicado y que desde el 2 de enero se puede encontrar en las librerías. La primera pregunta es inevitable. Clara, preséntanos a tu novela, ¿cómo surgió Varios Disparates y un Capricho?

Clara Martín: Fue gracias a un libro de grabados de Francisco de Goya que me regaló mi madre. Me gustó tanto que después de leerlo y mirarlo varias veces me dije: «Y ahora, ¿qué? ¿lo guardo en la biblioteca y ya, se acabó?». Es mi obsesión porque todo tenga que ser palabra, si no lo convierto en palabra escrita parece que no existe, se difumina en una existencia fugaz condenada al olvido y parece que no lo he vivido. Entonces decidí escribir un relato en torno a uno de los grabados. Pero el personaje protagonista que creé me embaucó tanto que supe que aquello no podía quedarse en un relato. La historia comenzó a crecer y decidí forjar la estructura de una novela que se fue complicando cada vez un poco más. Me documenté sobre la obra de Goya y elegí los grabados que podían tener más relación con la historia que se estaba fraguando en mi mente. Escogí siete para la primera parte y nueve para la segunda. Había también varios grabados de la serie Caprichos con los que escribí relatos, pero que tuve que sacrificar para dar más coherencia a la novela. Y al final quedaron Varios Disparates y un Capricho, la novela. Y ahí, surges tú, Luisjo.

CM: ¿Qué es lo que lleva a un editor a lanzarse a publicar una novela?

LJC: Yo lo veo todo de forma muy natural. Si eres colaboradora habitual de Revista Atticus; tus relatos me parecen excelentes; y si estoy muy orgulloso de contar con tus trabajos… lo natural sería publicar esa novela por coherencia. Sucedió con Salvador Robles y Marco Temprano. Yo creo que es la misma coherencia que mostré al editar de forma impresa nuestra revista. Los primeros números eran en formato digital y allá por 2010 decidí convertirme en editor. Me gusta decir que esto es casi una consecuencia lógica del ambiente en que se ha ido desarrollando mi vida. En casa de mis padres, de origen humilde, no faltaban los libros. Mis primeras propinas iban destinadas a comprar libros de bolsillo. Al poco de comenzar a trabajar me topé con los libros de Franco María Ricci (FMR). Todas esas circunstancias marcaron mi pasión bibliófila. En mi casa hay centenares de libros de arte entre los que no faltan los dedicados a la figura de Goya y sus grabados. Eso también me gustó de tu novela. En ella subrayas esa percepción que tengo de nuestro destino: «Todos los segundos de nuestra vida cobran sentido por cada segundo anterior que hemos vivido. Nuestro destino no es más que el sentido de nuestro pasado». ¿Cómo no voy a publicar tu novela? Llegado a este punto, ¿por qué eliges Revista Atticus para publicar Varios Disparates y un Capricho.

CM: Para mí, Revista Atticus es sinónimo de cultura, belleza, arte, calidad, buen gusto, una garantía. No quería publicar a cualquier precio. No estaba dispuesta a que una novela con un ingente trabajo por detrás, y sobre todo una obra en la que había volcado tanto entusiasmo, se publicara de cualquier forma. Prefería dejarla en un cajón. Revista Atticus, y, sobre todo, tú me parecías alguien cercano, que ama la cultura y el arte y en el que podía depositar mi confianza. Sabía que si se decidía a publicar mi novela era porque estabas convencido de que merecía la pena y no te moverías por intereses comerciales. Sabía que tú me ibas a acompañar en la aventura de llevar de la mano a la “criatura”. Durante la documentación y el proceso creativo se generó un universo tan amplio que abarcaba no solo la vida de Lucila sino también su relación con los grabados a través de generaciones de mujeres que la precedieron. El vínculo de Lucila y Goya se remonta a su tatarabuela, pero no podían salir en la novela porque hubiera sido demasiado extensa. Estos relatos que se desprenden de la historia los elegí para Atticus una vez que comencé a colaborar con la revista porque me pareció que encajan bien al mezclar arte, literatura e Historia. Que la novela estuviera ligada a esos relatos también era un vínculo que reafirmó que deseara que fuera Revista Atticus quien me publicara. En la revista escribo bajo seudónimo: Martina Trenza. Quienes lean la novela entenderán por qué. ¿Crees que será sencillo para el lector de Revista Atticus establecer continuidad entre la novela y los relatos de los antepasados de Lucila que aparecen en la revista?

LJC: Creo que los lectores de Revista Atticus tiene un gran nivel cultural. No tardarían en asociar los relatos publicados en nuestra revista con tu seudónimo Martina Trenza y que tienen como protagonista la figura de Francisco de Goya y tu novela. Si hay alguno despistado, ahora le estamos incitando a una nueva lectura. La buena literatura nos invita a una relectura y tanto unos -los relatos- como tu novela lo reclaman.

Encuentro con un café. Clara Martín y Luisjo Cuadrado

LJC: Varios Disparates y un Capricho va un poquito más allá del reciente libro de Carlos del Amor Emocionarte, que nos relata historias que le inspiran los cuadros. Tú exploras la obra y nos cuentas una historia sobre lo que en los grabados sucede y luego lo incardinas sabiamente en el desarrollo de la novela. ¿Cómo te surge esta idea?

CM: La idea surgió con el libro de grabados y quise que estos fueran el punto de partida de cada pequeña historia, luego capítulo. Tenían una doble misión, por un lado, trazar un esbozo artístico del grabado, de su significado enigmático y ambiguo; pero por otro lado que este no estuviera desligado de la trama. Los grabados son misteriosos, alegóricos, y como dice Lucila en su introducción a la novela, «interpretables», como sus experiencias. Esto me sirvió para poder analizar el grabado según la documentación que tenía, las conclusiones que los expertos en la obra habían sacado de ellos, y por otro enlazarlos con mi historia. Al ser tan alegóricos tuve que usar la fantasía para ello. Por ejemplo, en el disparate Volante, y el capítulo «El vuelo del gato», necesitaba un elemento mágico, fantástico que enlazara con el grabado, y así usé a Angora, una alegoría de la libertad y el amor libre, como un gato-humano que volaba. Con el Disparate femenino vi en las mujeres que mantean a un pelele a los antepasados de Lucila y al pelele como un símbolo de cualquier ser humano, no solo un hombre, porque somos presos del tiempo circular (las mujeres forman un círculo). En todo ello hay parte de intuición y parte de documentación. Lo bueno de los grabados es que hablan de cuestiones atemporales que atañen al ser humano; el matrimonio, el carnaval y sus disfraces, la libertad, el tiempo, la luz y la sombra. Los grabados son atemporales y hablan de la esencia del ser humano, por eso pueden extrapolarse a cualquier época y cualquier persona, y se pueden interpretar de distintos modos. Siempre hay una forma de identificarse con ellos. Pero, hay que saber y querer mirarlos más allá del propio aspecto meramente pictórico y artístico. Verlos desde un punto psicológico o sociológico. Francisco de Goya, fue un ilustrado, hombre de su época, versátil, pero también era un adelantado a su tiempo, un genio, que nos dejó un legado que hoy sigue de plena actualidad.

LJC: Una vez leída y releída tu novela y analizando esto que me cuentas no paro de sorprenderme. ¿Cómo es tu proceso de escritura, cómo has conseguido esa maestría siendo esta tu primera novela?

CM: En realidad no es mi primera novela, he escrito otras cuatro previamente que aún no me he decidido a publicar, pero sí es la que más me ha llenado, en la que he puesto más entusiasmo y trabajo, y a la que he dedicado más tiempo. Con la que más me he involucrado. En cuanto al proceso, ufff…, muy complejo. Tras leer el libro de grabados y decidir que quería comenzar una historia lo primero que hago es documentarme sobre los Disparates de Goya. Antes de la escritura en sí (que es lo más satisfactorio para mí) existe un largo proceso de pensar y pensar, planificar, estructurar y de ordenar las ideas que han surgido, dejando mucho espacio y flexibilizando porque van surgiendo muchas más y aunque tengo un buen esquema hecho al principio es muy dúctil y dejo que las ideas y los pensamientos fluyan, no todo está decidido desde el principio. Me valgo de un esqueleto, muy sólido, eso sí, que me sirva de eje en torno al que desarrollar la creatividad. Las ideas surgen en cualquier momento, te despiertan en medio de la noche como un mosquito inquieto que te picotea y tienes que levantarte a escribir esa frase, esa idea para no perderla. Otras veces vas caminando y escuchas como dialogan los personajes, una y otra vez hablan de las mismas cuestiones, hasta que consigues elegir las mejores frases que han usado…. Comienzo en agosto de 2011 y en la primera hoja del primer cuaderno que utilizo para los esquemas escribo: «El arte inspira arte… fantasías y preguntas».

Primera página del manuscrito de la novela Varios Disparates y un Capricho

La primera trama que creé fue Angora. Después, en torno a esa historia fui creando las características y la psicología de los personajes principales. Después la historia va creciendo, cada capítulo va de la mano de un grabado, que me sirve de hilo conductor. Hago muchísimos esquemas de la obra en general y de cada capítulo con: los personajes, los elementos que quiero incluir (objetos, atmósfera, descripciones, los espacios, ambientes), las tramas, los acontecimientos históricos y, sobre todo, las ideas que quiero transmitir. Esta es una de las partes más maduradas porque me gusta utilizar no solo símbolos universales sino propios. También alegorías, metáforas y transmitir las ideas, las dudas, los planteamientos que me hago o se puede hacer cualquier persona. Existe una intencionalidad común para la novela y otras más específicas en cada capítulo, y todas están bien definidas al principio, aunque creo que, en el proceso creativo, de forma inconsciente van surgiendo más, porque no somos conscientes de todo lo que hay dentro de nosotros y que luego plasmamos en la obra.

Hubo un momento en que la historia creció tanto que pensé que se me iba de las manos que había hecho algo demasiado complejo y no iba a saber salir del atolladero, pero de repente todo cuadra, y las piezas van encajando, como si todo estuviera ahí y yo solo tuviera que formar el puzle. Será que todos los caminos conducen a Roma. Esto me causó una sensación de irrealidad, de pensar que en realidad todo había sucedido, que los personajes, las tramas eran reales (sabía que no, por supuesto), pero hizo que lo viviera con gran intensidad, porque estaba realmente implicada con la novela, con esa época, con las tramas; todo giraba en torno a ella. Cuando acabé el libro Bomarzo, que me parece una obra magistral de una riqueza extraordinaria, leí que su autor, Manuel Mujica Láinez, se había quedado exhausto y sin ganas de escribir más. Así me sentí yo. Creo que una de los aspectos que más me ayudaron a dar consistencia a la novela fue la creación de un personaje con mucha fuerza, Lucila Camfora.

LJC: Es muy frecuente oír a nuestros escritores favoritos que sus personajes les revelan episodios y algunos hasta se rebelan. Cuéntanos, Clara, ¿cómo construyes la personalidad de un personaje tan rico en matices como es Lucila Camfora?

Cm: Lucila es un personaje que me embaucó desde el principio y el motor que me decidió a escribir la novela. A veces he pensado que es alguien real y yo solo la he descubierto. Quería un personaje rico, con contradicciones, que no tuviera ningún miedo (solo dos concretos), que fuera ajena a todo convencionalismo, subversiva y libre. Cuando definí el personaje, al principio de todo, puse una serie de características que quería que tuviera: misteriosa, curiosa, intuitiva… Esbocé sus gustos, su biografía, hice el árbol genealógico de su familia, y algunas cosas las cambié conforme iba escribiendo… Y luego ella hizo lo que le dio la gana, hizo conmigo lo que quiso, jajaja. Decía Ana María Matute que a ella no la mandaban ni sus personajes. Supongo que a mí la protagonista se me rebeló y terminé mandando poco. Creo que este personaje da fuerza a la novela. Sí, Lucila me ha revelado muchas cosas, del mundo, que he ido descubriendo gracias a ella; y de mí, cosas que no conocía y que gracias a la escritura he ido sabiendo y con las que he ido aprendiendo. Creo que muchas personas, muchas mujeres pueden encontrar en Lucila un espejo de un yo aún por descubrir, de un yo dormido o despierto o de un yo que quieren conocer. No es un personaje que sea una heroína al uso, sino que tiene contradicciones, defectos, se equivoca, evoluciona, se transforma, y no es un paradigma del virtuosismo porque sus ideas libres y contradictorias la llevan a hacer cosas reprochables desde el punto de vista moral. Es por eso que es casi más que un personaje, una persona. Lucila para mí está viva, es una revelación y una rebelde.

LJC: Hablas de mujeres, Irene Vallejo en su maravilloso libro El infinito en un junco decía que su pasión por la escritura le viene desde que, siendo niña, sus padres le leyeran cuentos. De ahí pasó a la escritura. Es muy frecuente las reuniones o talleres de iniciación a la lectura o escritura donde las mujeres son mayoría y, por lo tanto, prescriptoras de lecturas. En Varios Disparates y un Capricho, el peso de las mujeres es innegable (que me gustaría analizar posteriormente), pero voy más allá. ¿Tú crees que existe una literatura de o para mujeres?

CM: Podrían emplearse argumentos a favor y en contra de esa pregunta y es un eterno debate que nos lleva a otro más: ¿Debe el escritor tener en cuenta a un determinado lector cuando escribe, debe calcular su público? Todo lo que nos condiciona nos resta libertad y así, creatividad. Ya estamos bastante condicionados por nosotros mismos como para que otros dicten cómo y para quién escribir. He conocido a hombres lectores dotados de una gran sensibilidad y a mujeres carentes de ésta. Y escritores que se han puesto en la piel de las mujeres de forma inusitada y han dotado a sus personajes femeninos de una voz magistral. Me vienen a la cabeza autores como Cervantes, Galdós, o Andrés Neuman. Y muchas mujeres que han sabido retratar al hombre con destreza. Su forma de observar, escuchar y ponerse en el lugar del otro hace que sean capaces de recrear la riqueza de distintas personalidades con gran maestría. En cuanto a temática, tampoco hay una respuesta única para esta pregunta, pero considero que la buena literatura no tiene «sexo». Ahora me pongo en la piel de un personaje, Orlando (homónimo de la novela escrita por Virginia Woolf) que vivió durante cuatro siglos y va cambiando de sexo a lo largo del tiempo. Nuestra evolución como seres humanos, las circunstancias personales y sociales, nuestra dualidad (luz y sombra, femenino y masculino), pero sobre todo nuestros múltiples matices, hacen que no siempre necesitemos ni queramos las mismas lecturas ni necesitemos escribir siempre lo mismo y con un mismo fin. Y ahí radica una de las riquezas que nos aporta la Literatura; hoy día y en este lugar concreto podemos elegir nuestras lecturas. No siempre se ha tenido esa suerte, ni en todos los lugares del mundo pueden disfrutarla. Creo que este debate nos lo podemos permitir porque estamos en una sociedad como la nuestra, pero considero que son más preocupantes otras cuestiones como que millones de personas, sobre todo las mujeres, no tengan acceso a la educación, a aprender a leer y escribir, y carezcan de libertad. Para finalizar me remito a otra obra literaria y también cinematográfica, Quo Vadis. Nerón mira a través de una esmeralda la fiesta que se celebra y dice algo como: «Las mismas caras, las mismas narices, todas verdes». Y Popea le contesta: «Prueba con un rubí». Pues eso, depende del cristal con que se mire, aprendamos a cambiar de cristal.

Línea temporal de la novela de Calra Martín Muñoz

LJC: Hija, esposa, madre de dos hijos, trabajadora en la sanidad… ¿De dónde sacas el tiempo para poder leer, para documentarte y, sobre todo, para escribir?

CM: Eso me digo yo también, jajaja. A veces me pregunto cómo conseguí «vivir una doble vida». Por un lado, seguir con mi cotidianidad y obligaciones; y por otro estar tan involucrada con la novela que vivía en el Londres de 1913. Creo que a veces, cuando me sacaban de «mi realidad paralela», me incomodaba. Supongo que, aunque hayas dedicado un gran esfuerzo y trabajo, al final, hacer tantas cosas implica que estás en débito con alguna y que has tenido que sacrificar algo. Pero prefiero quedarme con lo positivo, con el resultado y sobre todo con lo que el proceso creativo ha conllevado: satisfacción, ilusión, conocimiento y una inmersión hacia mis aguas claras y mis aguas turbulentas. También poder compartir todo el universo de Lucila con mi amiga Noemí Valiente, nos hemos divertido mucho.

LJC: Como acabas de decir, has escrito anteriormente cuatro novelas. conviene recordar a nuestros lectores que ya has obtenido unos cuántos premios con tus relatos. ¿Cómo surgió tu pasión por la escritura?

CM: Para mí, como decía José Luis Sampedro, escribir es vivir. He escrito siempre, creo que lectura y escritura han estado entrelazadas toda mi vida. Escribí mis primeros relatos y poesías con siete años (aún conservo algunos). Es una necesidad, una pasión, no me concibo a mí misma sin la escritura. Sé que el hecho de que escribiera ha sido una sorpresa para mucha gente porque es algo mío, que no había hecho demasiado público, pero no se trata de un pasatiempo, ni un descubrimiento reciente. Mis padres leían mucho, me enseñaron a amar los libros, la cultura, la poesía, pero supongo que a mis hermanos también y ellos se decantaron por otras disciplinas. Creo que escribir es mi esencia, ha estado siempre ahí. Solo cuando escribo me siento realmente dentro de mí, como soy de verdad, y no me causo extrañeza. Me identifico conmigo misma, con la niña que fui, con mi esencia y con mis sueños. Escribir no es un capricho para mí, sino mi disparate más real, y por ello, quizás lo amo más.

LJC: Acabo de recibir una valoración de tu libro. A modo de resumen dice así: «Una joya de libro, que en su densidad a veces me ha obligado a parar de leer para recuperar el aliento y seguir después sumergiéndome en un mundo caótico, artístico y bello». ¿Cómo recibes lo elogios que estas recibiendo con Varios Disparates y un Capricho?

CM: Pues con alegría, claro, pero también con respeto y cautela, siendo consciente de que no puede gustar a todo el mundo y que no habré sabido llegar a mucha gente. Hay personas que me dicen que no es un libro fácil y que ciertas partes hay que releer o leer despacio. A otras personas quizás les parezca que no aporto nada con este libro. He tratado de hacer una trama lo más atractiva posible y creo que, incluso sin entender todo su trasfondo, la novela engancha. Es muy hermoso cuando alguien te trasmite que ha detectado algún detalle que has plasmado, un guiño hacia alguien o un símbolo poco visible. Compartir los entresijos de la historia con personas a las que les ha gustado te aporta riqueza y te hace revivir los buenos momentos de su creación.

LJC: «A veces, la infancia transcurre de manera tan sencilla y feliz que uno no tiene conciencia de haber pasado jamás hambre, o sed, o frío. Y cuando el frío se recuerda es porque un carámbano transparente y torneado ha abierto una grieta en nuestro interior». Clara ¿cómo se puede llegar a esta concreción en dos frases con las que arrancan un capítulo? ¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Tienes manías o ritos para invocar a las musas?

CM: Antes podía escribir en el tren, en el parque, pero ahora, cada vez más, necesito silencio y soledad. Si es acompañada de una tetera, mejor. Mi mano, como la de Lucila, es escribiente noctámbula; para bien o para mal, muchas de las ideas que se me ocurren son en pleno insomnio o me despiertan en mitad de la noche. Las ideas son traicioneras, hay que pillarlas al vuelo porque pueden no volver, así que no tengo más remedio que levantarme y escribirlas. Siempre llevo conmigo una libreta y un bolígrafo, y cuando salgo un día de excursión también un libro. El campo es de las cosas que más me inspiran y relajan, donde encuentro las pequeñas hermosuras que nos dan sentido. Hay libros y autores que me inspiran mucho y no puedo leerlos si al día siguiente tengo que trabajar, los dejo para los fines de semana o cuando no madrugo porque sé que conseguirán que no me duerma escribiendo, o me despertarán en mitad de la noche. Con la poesía me pasa a menudo. Así que suelo leer dos o tres libros a la vez, según el momento. Y con un lápiz en mano, para subrayar todo lo que me gusta. 

Esquema Lucila y sus relaciones de la novela Varios Disparates y un Capricho

LJC: Hablando de lecturas… Se habla mucho de Sara Mesa, (Un amor) un valor en alza con varias novelas publicadas, y Juan del Val del que acabo de leer Delparaíso tras haber devorado Candela, un escritor creador de personajes, aunque luego te preguntaré por tus influencias, Clara, ¿en qué lecturas andas sumergida? ¿qué es lo que lee una escritora?

CM: Me gusta leer casi de todo, aunque siempre hay autores que son un valor seguro, sobre todo los clásicos. La literatura del siglo XIX es siempre un referente, de entre todos escogería a Benito Pérez Galdós. Pero hay muchos otros, libros y autores que me han llenado y acompañado a lo largo de la vida. Mencionaré a algunos autores, pero faltan muchos: Miguel Delibes, García Márquez, Stefan Zweig, Tolstoi, Emilia Pardo Bazán, Clarín, Victor Hugo, Goethe, Pedro Salinas, Federico García Lorca, Bécquer, Machado, Teresa de Jesús… Y un autor contemporáneo que me apasiona es Andrés Neuman. A menudo tengo varios libros empezados; alterno poesía, ensayo, relato, novela… Acabo de terminar Palabras que son vida, de Luis Alberto de Cuenca y estoy leyendo Lamento de la paz, de Erasmo de Róterdam. El libro de poemas que tengo entre manos es Casa fugaz, de Neuman, y voy a comenzar Encuentros con libros, de Stefan Zweig. En mi mesilla de noche van cambiando los libros, pero hay unos que son fijos: El Quijote y varios poemarios, los que siempre me han acariciado el alma.

LJC: Volviendo con Varios Disparates y un Capricho. Cuando terminé de leer tu novela me pareció muy ambiciosa, con mucho trabajo de investigación y ambientada en un contexto en el que sucedieron muchos acontecimientos que marcaron en devenir de nuestra Historia. Hablamos un poco de ese espacio temporal de la novela.

CM: La novela está situada en Londres en 1913, el año previo a la Primera Guerra Mundial, una época de la Historia en que se dieron acontecimientos de gran relevancia como los que desembocaron en la Gran Guerra, el movimiento sufragista femenino y el auge del psicoanálisis. En torno a una trama detectivesca de crímenes y secuestros giran otras muchas tramas con múltiples personajes, que tratan de amor, misterio, arte y fantasía. En ellas se intenta hacer una reflexión sobre la relación del ser humano con valores atemporales como la belleza, el arte, la búsqueda de la verdad, del sentido de la vida, y la relación del ser humano con lo irracional. Creo que la novela tiene una función de entretenimiento y otra de hacernos preguntas y ahondar un poco más en nosotros mismos y en el sentido del mundo que nos rodea.

Así, la novela puede leerse de distintas formas y cada uno puede escoger la suya. Una que es puro entretenimiento, con múltiples tramas y personajes con una gran fuerza que arrastran al lector a lo largo de toda la novela; y otra que va más allá del mero entretenimiento, profundizando en lo irracional que nos rodea y en cuestiones que preocupan al ser humano y para lo cual he querido introducir elementos simbólicos y alegorías.

LJC: A lo largo de la novela nos hablas de muchas referencias literarias a escritores tan distantes como puedan ser san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús, Carl Gustav Jung, Rabindranath Tagore o el británico John Keats. ¿Podemos considerar que esos son tus referentes o has acudido a ellos porque la trama te lo pedía?

CM: Todos los que mencionas son autores que me encantan, aunque algunos los descubrí más tarde que otros. San Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús, siempre han estado ahí, como abulense y como amante de la poesía, han sido siempre referente. Igual que Tagore, al que conocí por mi padre cuando era niña, y cuyos versos copiaba de El Jardinero en hojas de papel rugoso para meter en mi poemario de Bécquer y así poder leerlo por las noches siempre que quisiera, si no tenía el libro a mano. Esos tres autores, además de ser referentes, me venían bien porque el personaje del Primer hombre, además de significar el amor platónico para Lucila, es un símbolo del amor místico y espiritual, y la obra de esos autores era coherente con la trama y el personaje. Además, muchos versos de esos autores, sobre todo de Teresa de Jesús están en consonancia con lo que piensa y siente Lucila. Como cuando Santa Teresa dice en sus Cuartas Moradas: “Quizás no sabemos lo que es el amar”. Keats, era el poeta inglés que exaltaba la belleza y quería que el círculo y el misterio se cerrara en torno a él. No voy a desvelar más. Pero hay otros, como Tennyson y su Flor en el muro agrietado, que reflejan de modo claro una de las ideas que quiero transmitir acerca de la búsqueda del sentido del ser humano y de Dios, de lo espiritual. He hecho pequeños guiños a autores que son especiales para mí y que están enmarcados en la época en la que se sitúa la novela: Galdós, Azorín, Unamuno, Bécquer, Juan Ramón Jiménez… Evidentemente tengo muchos más referentes literarios, pero tampoco quería que la novela se convirtiera en un ensayo metaliterario. Había una escena en la que hablaba de Shakespeare y Cervantes, porque quería aportar mi pequeño homenaje a ambos genios, sobre todo a Cervantes, pero la trama era un poco liosa y al final fue una de las podas que hice. Respecto a Carl Gustav Jung, es un psiquiatra y una persona apasionante que me descubrió mi hermana, que es psicóloga. Me documenté sobre él y sus teorías. Muchas de sus frases, sus reflexiones estaban muy relacionadas con todo lo que quería transmitir y era tanto lo que tenía que aportar que tuve que incluirle como personaje. Los diálogos que mantiene con Lucila, son en gran parte reflexiones extraídas de su obra (lo cual está señalado al principio de la novela). Llegar a él creo que no fue tan azaroso, al final, como he dicho antes, parece que todo encaja, que el momento que estaba viviendo Jung entonces cuadraba con que Lucila pudiera conocerle y aproximarse a él. Es como si al elegir ese momento de la historia en que se desarrolló la novela, todo lo demás jugara en torno a él, fueran casando las piezas. Y la frase de Jung que encabeza la segunda parte es una de las meditaciones más importantes que quería plasmar: “El mundo no es solo conforme a la razón sino también conforme a lo irracional”.

LJC: «Ridículo es rechazar lo que se ama y afanarse en arar la tierra que nos dará sepultura». ¿Es influencia mística o es puro Clara Martín?

CM: El Disparate ridículo se prestaba a la ironía y la paradoja; voy alternando afirmaciones que parecen ridículas con otras que realmente lo son. ¿Mística? Soy abulense, ¿eso basta? No sé, jajaja. Algo habrá, no tanto, creo yo.

LJC: Cultura, arte, belleza… son términos que manejas a lo largo de tu novela. Estamos en plena pandemia, casi aislados, arrinconados en nuestros hogares por más que desde púlpitos como nuestra publicación animemos a disfrutar de la cultura, del arte, de una forma segura. ¿Qué importancia tienen para ti estos términos?

CM: Como he indicado previamente, la primera frase de mi cuaderno de esquemas fue: “El arte inspira arte… fantasía, preguntas”.

Cuando Lucila está en su pueblo, aún no ha llegado a Londres, tiene una obsesión que es el conocimiento, la cultura, poder estudiar, escribir. Al inicio de todo este trabajo me gustaba pensar en metaarte, una obra que aunara la pintura con la literatura y que pudiera cuestionarse el significado de arte, de la belleza, que hoy día sigue siendo subjetivo y ambiguo. Lucila no tiene respuestas, puede mirar desde distintas perspectivas, no hay verdades absolutas aquí, lo que para unos es arte para otros no. En la novela se intuyen los primeros síntomas de un cambio hacia nuevas formas de expresión. Lucila se pregunta quién decide lo que es arte. El arte ha de enriquecer la vida humana, el alma, ha de ser algo más que lo aparente, que lo tangible, ha de transportarnos, ensanchar nuestro corazón, al igual que la belleza. Lucila aquí también plantea sus conflictos morales acerca del arte, de la vida privilegiada que vive como persona que tiene acceso a la cultura. Para ella su vida es cultura, es literatura, arte, belleza. Pero piensa en los niños pobres, las mujeres que sobreviven prostituyéndose, los enfermos, los abandonados, y se pregunta si es moral disfrutar del arte, de la belleza material cuando hay personas que sufren y que no tienen ni las necesidades básicas cubiertas. Las ideas de Lucila van evolucionando a lo largo de la novela, sufre una maduración y también una transformación gracias a personas que la enriquecen, y lo que para ella significaba la belleza al principio de la novela va progresando hacia otra forma más profunda de entenderla.

LJC: En tu novela nos presentas tres tipos de amor. El Primer hombre que yo entiendo como un amor místico, un amor espiritual. El amor intelectual, encarnado en la persona de Frank Andiem, un hombre que brilla más por su cabeza que por su físico. Proporciona seguridad, protección en la figura de un policía. Y, por último, John Hearthorn quien representa el bello amor. La belleza, lo físico, la pasión carnal. ¿Qué es el amor para nuestra protagonista Lucila Camfora?

CM: Supongo que para Lucila el amor (no el filial, ni fraternal… sino el amor erótico) surge cuando conoce al Primer hombre, y su obsesión es encontrarle porque La Vieja ambarina, que lee su pasado y su futuro, le dice que es esa la forma de combatir su mayor miedo. Utilizo esto como metáfora, porque las luchas contra nuestros mayores temores también tienen que ver con la búsqueda de la verdad, quizás con la búsqueda de lo que Lucila cree que es el amor verdadero. Esto la lleva incluso a seguir los dictámenes de la bruja y a irse con un desconocido hasta Londres. Lucila no sabe a quién ama, se pregunta cómo puede amar a tres hombres a la vez, es contradictoria y su falta de convencionalismo la lleva a herir a esos hombres, a hacer cosas reprobables y ambiguas. Pero ella se excusa con una frase de Jung “¿Por qué hemos de suponer egoísta lo que no es convencional?”. Los tres hombres también simbolizan los tres amores (eróticos) de los que hablaba Carl Gustav Jung y acerca de los cuales decía que el ideal sería un amor que aunara los tres: el comprometido (encarnado en John), el pasional (el comisario) y el platónico (Primer hombre). Creo que no es tan importante qué es el amor para Lucila como el hecho de que lo importante para ella es la búsqueda continua y el deseo de amar de verdad, de encontrar una verdad, y de encontrarla a través del amor. Pero el amor para Lucila no se limita solo al amor hacia una persona, sino que está firmemente ligado a su amor por la literatura y las palabras. Su encuentro con el Primer hombre en el monasterio es revelador para ella, de un amor más potente contra el que no puede luchar, un amor inconmensurable, y las frases que el muchacho le dice acerca de las palabras lo cambian todo. Al final del libro recuerda en su carta al doctor Jung la frase que estaba inscrita sobre el dintel de la puerta de su casa, de Erasmo de Rotterdam, y que, si entonces la hizo estremecer, ahora entiende al fin: Vocatus adque non vocatus Deus adebitSe le llame o no se le llame, Dios estará presente»). Para concluir esta cuestión recuerdo una reflexión que Jung le hace a Lucila: «Quizás lo que temas es no encontrar ese amor que eclipse a los demás». Y Lucila le dice que lo que teme es que ese amor no exista. Entonces, al final de la novela surge para ella una revelación, algo que la transforma y que está simbolizado por su capa virando al color de los acianos, como sucedió la noche que conoció al Primer hombre.

LJC: ¿Y qué es el amor para Clara Martín?

Ufff, vaya preguntita… (me lo imaginaba -Luisjo-)

Vuelvo a insistir con la frase de Las Moradas de Teresa de Jesús: “Quizás no sabemos lo que es el amar”. Existen muchas clases de amor: afecto, amistad, eros, caridad. Creo que cada persona vive el amor de una manera diferente pero que para el común de los mortales tanto el amor-dádiva como el amor-necesidad siempre son incompletos y hay que alimentarlos constantemente para que no mueran. Aun así, siempre serán imperfectos. Cuando estudié Psiquiatría en la facultad nos dieron una serie de pautas para evitar la depresión debido a las decepciones y se me quedó grabado una: El único amor incondicional es el de una madre. Cuando tuve a mi primer hijo, lo que sentí no era comparado a nada que hubiera sentido antes y pensé: «Y yo que creía saber lo que era el amor y no tenía ni idea».

Para sintetizar empleo dos referencias de la Biblia: Un mandamiento nuevo os doy (Juan 13:35) y I Corintios 13. Y acabo como he empezado, parafraseando a Teresa de Jesús: “No consiste en pensar mucho sino en amar mucho”.

CM: Como veo que sí que te has leído mi novela. ¿te atreverías a destacar una frase, un párrafo de Varios disparates y un capricho?

LJC: Claro que me la he leído. Ha estado conviviendo conmigo dos veranos. Te recuerdo que la primera versión que me pasaste eran algo más de 800 páginas. Había todo un capítulo dedicado a las rosas que te insinué sacrificar. Habría que recuperarlo para Atticus. Tengo varias frases y algunos párrafos. Dejo para nuestros lectores este que me parece magistral, evocador, con mucha fuerza:

«Cada uno recordará su propio viento: el que se lleva lo que más amas, el que te devuelve a aquel a quien esperas, el que levanta la falda de una niña y por primera vez es consciente de la mirada de un hombre sobre ella».

Esquema de los personajes de la novela de Clara realizado por Luisjo

LJC: Hablamos sobre el peso del arte, de la cultura de la belleza, pero me gustaría que nos hablaras de esa Lucila luchadora, que tratar de imponerse sobre el ambiente misógino que rodeaba la sociedad a principios del siglo XX. Para mí, además del arte, de los grabados de Goya, Varios Disparates y un Capricho es una reivindicación de la mujer. ¿Estás de acuerdo?

CM: Sí, el trasfondo social en el que comienza la novela es el movimiento sufragista femenino y se esboza la entrega de muchas mujeres que lucharon para conseguir algunos de los derechos que hoy tenemos (y que aún no se han alcanzado en muchos lugares del mundo), aunque no profundizo históricamente porque la novela abarcaba mucho más. Se tratan temas como el maltrato, la violencia contra la mujer, la explotación sexual o el abuso infantil. También la igualdad en el mundo social y laboral, los prejuicios contra las mujeres… Lucila es un personaje alejada de los convencionalismos, que considera iguales a hombres y mujeres, y que vive con naturalidad esa convicción, pero no olvida que el mundo que la rodea no. Lucila utiliza el anonimato porque le da libertad, aunque es consciente de que esto podría ser criticable por quienes reivindican que ha de visualizarse toda contribución femenina para hacer un mundo más igualitario. Pero ella va dejando su poso a lo largo de la novela porque, aunque diga poco al respecto («Hablaré cuando tenga que hablar, ni antes ni después», dice), actúa, en su propia vida, y cuando trata de ayudar a una mujer maltratada, intenta esclarecer los crímenes de las sufragistas, desenmascarar a un asesino, y resolver el caso de explotación sexual de adolescentes. En la novela hay muchas mujeres, todas diferentes, y creo que, sin intención de ser exhaustiva, pueden ser espejos del rico prisma de la condición humana.

LJC: No podemos obviar que este encuentro lo estamos celebrando por la pandemia provocada por la aparición en nuestras vidas del maldito Covid-19. Vivimos en un mundo distópico que ni el mejor guionista hubiera reflejado sobre el papel. La presentación de tu novela se ha visto condicionada. No podemos hacer, de momento, presentaciones en las que podamos reunir a ese gran número de amigos Atticus. Aun así, desde Revista Atticus hemos apostado por tu novela. El libro en papel está más vivo que nunca. Los vinilos toman impulso y por primera vez en muchos años superan en ventas a los Cds. La situación en el cine, sin embargo, la veo bastante delicada. ¿Cómo ves tú, Clara, la situación cultural en estos momentos?

CM: Esto da para un largo debate, pero me centraré en el momento actual que vivimos con la pandemia.

En la presentación de su libro La puerta de los pájaros, Gustavo Martín Garzo decía que el escritor tiene palabras portadoras de vida. Aquella frase tuve que escribirla cuando la oí porque condensaba una fuerza y una ternura arrebatadoras. Puede que la clave esté en la unión de esos dos vocablos: palabras y vida.

Durante la pandemia y los obligados confinamientos existe la sensación (no tengo evidencias) de que se lee más. Los libreros que, a pesar de las dificultades por las que pasa la cultura y el libro, luchan cada día a contracorriente, han sido también héroes anónimos que nos alentaban a leer, que retransmitían encuentros con autores de forma telemática, y que incluso, como mi amiga Gemma Orgaz, nos traían los libros a casa. Es hermoso que la gente encuentre en la lectura no solo un pasatiempo sino un refugio para evadirse de la realidad. Puede parecer frívolo pensar en literatura, cine, música, danza, teatro, arquitectura, pintura, cuando hay millones de personas que enferman y mueren a causa de la pandemia. Y cuando los profesionales sanitarios están al límite de sus fuerzas, y psicológica y emocionalmente agotados. Pero no podemos obviar que la fuerza de la cultura nos saca de esta realidad y puede que eso sea lo que muchas veces nos salva del desaliento y la extrañeza que nos causa esta situación y nos ayuda a sobrellevar mejor la cotidianidad. Decía Pessoa: «El arte nos salva porque nos saca de aquí». La cultura, el arte, están ligados a la libertad y es una necesidad vital que subyace en cada individuo y que cada uno encuentra en diferentes formas. Los presos de los gulags y de los campos trabajo que más sobrevivían no eran los más fuertes físicamente sino los que podían evadirse del lugar a través de una manifestación artística. Lo que a escondidas leían libros, escribían, cantaban, representaban pequeñas funciones. También Irene Vallejo en su Manifiesto por la lectura nos recuerda la historia de la escritora Laura Adler que al perder a su hijo entró en una depresión, y que una lectura de Marguerite Duras detuvo su tiempo al meterse en el de la novela y le dio fuerzas para continuar.

La cultura nos ofrece una esperanza, un motivo para seguir. El arte nos habla de algo que está más allá. La belleza nos redime de la brutalidad del ser humano y del horror del mundo. Sin olvidarnos de las necesidades físicas y materiales, no podemos ignorar las necesidades espirituales de los seres humanos, y entre ellas se encuentra el arte, la belleza, la cultura. Es algo sobre lo que reflexiono en la novela y pongo como ejemplo a Juan de Yepes (San Juan de la Cruz), que memorizó gran parte de su Cántico Espiritual estando preso en una celda.

La situación sanitaria es la prioridad y todos debemos ser responsables, actuar como una comunidad, por el bien común. Pero, siendo todos responsables, cada uno tiene una función o una misión. Los agricultores siguen cultivando el campo para que podamos comer, los maestros enseñando porque la vida continúa. Seguimos necesitando ahora como nunca ese otro alimento. Durante el confinamiento obligado, en la soledad, la espera, la incertidumbre, el miedo y el cansancio… han sido candelas los libros, los cuadros, la música, el cine. Se habla de los hosteleros, pero también pienso en todas las personas que viven de la cultura y el ocio, y la poca visibilidad que tienen sus necesidades. La cultura ha encontrado nuevas formas para salir adelante, pero no es suficiente.

También reflexiono en la novela sobre el papel del arte y la belleza en medio de una parte de la sociedad, pobre, que no tiene lo indispensable. Remito al lector a que lea un poema de César Vallejo Un hombre pasa con un pan al hombro. Decía Federico García Lorca: «Bien está que todos los hombres coman pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu porque lo contrario es convertirlos en máquinas, convertirlos en esclavos».

Necesitamos algo a lo que aferrarnos, y aunque quizás la cultura y el arte no sean el fin, puede que sí sean caminos por los que transitar junto a la belleza.

CM: Háblanos un poco de tu proyecto. ¿Qué es lo más satisfactorio de estar al frente de revista Atticus?

LJC: Son muchos años al frente de este gran proyecto cultural que es Revista Atticus. Alguna vez me dan ganas de tirar el ordenador por la ventana porque domina mi tiempo. Pero son muchas las satisfacciones que me proporciona. Una de ellas es el contacto con la gente que resultan ser amantes del arte, de la belleza, del buen gusto. Estos amigos Atticus tienen una característica que les hace especiales y es la generosidad. Nuestros lectores con su tiempo y la compra de ejemplares; nuestros patrocinadores con el incondicional apoyo y nuestros colaboradores, nos ofrecen sus trabajos para publicarlos. Como tu caso. Años de esfuerzo y me lo entregas para publicarlo. La mayoría de nuestros colaboradores me entregan ese trabajo de muchas horas de investigación, de privarse de sueño, de eludir compromisos para citarse con el teclado y dar lo mejor de sí. A veces quiero pensar que somos imprescindibles y, yo como editor, soy un poco el artista que da vida a esos sueños, que los materializo en forma de revista o de un libro tan hermoso como Varios Disparates y un Capricho.

CM: Las reflexiones de arte y belleza que se plantean en la novela están muy ligadas al espíritu de Atticus, ¿te has planteado las dudas y conflictos que tiene Lucila?

LJC: Los conflictos y dudas que tiene Lucila Camfora son inherentes al individuo en un momento u otro de su vida. Lo que les hace particulares es que nuestra joven protagonista tiene tiempo para la reflexión, para pararse a pensar ¿qué siento yo? Es uno de los males de nuestra sociedad. El otro día paseaba por el centro histórico de mi ciudad, Valladolid (momento para recordar que soy de Salamanca, eso se lleva en la sangre e imprime carácter) y no nos damos cuenta de por dónde pisamos. Imagínate tú en Ávila. Siglos de historia y a nuestro lado, inmensa belleza como la que podemos contemplar en las inmediaciones de la catedral o de Santa María de la Antigua. Esa contemplación provoca bienestar. Contemplar la belleza, sin duda alimenta. Echo mano de uno de mis autores favoritos, Mario Benedetti. Hay un poema que nos ayuda en estos días que lleva por título No te rindas. Se le atribuye a él, aunque hay dudas. Me quedo con una estrofa:

Abrir las puertas, / quitar los cerrojos, / abandonar las murallas que te protegieron, / vivir la vida y aceptar el reto, / recuperar la risa, / ensayar un canto, / bajar la guardia y extender las manos / desplegar las alas / e intentar de nuevo, / celebrar la vida y retomar los cielos.

Esas son mis dudas, mis inquietudes. Antes de formularte las últimas preguntas. Me gustaría resaltar un bello párrafo de tu novela que tiene que ver con lo que venimos hablando:

«Pero cuando salen del vagón les dice a los hombres con pinta de artistas que pasarán cien años y la obra de Goya seguirá siendo un misterio, demasiado enigmática y profunda para que cualquiera la entienda y más aún, para que la gente prosaica pueda admirarla».

LJC: Irene Vallejo ha escrito en su afamado El infinito en un junco que los libros se convirtieron en cuerpos habitados por las palabras, pensamientos tatuados en la piel». ¿Cómo encajas esta reflexión de Irene Vallejo en tu libro y en la vida?

CM: Todas las personas tenemos algo de libro, estamos habitados por palabras.

Los lectores también estamos hechos de libros, de todas las lecturas previas y de un inconsciente colectivo que nos une y que toma presencia a través de los mitos. Si los libros son cuerpo, piel, nosotros también somos un poco libros, toda persona tiene algo de pergamino porque en cada arruga de su piel se van depositando todas las historias que ha vivido, en sus gestos se adivinan pensamiento, por sus poros emanan sentimientos. Los pensamientos de una persona se plasmaban en pergaminos, después en papeles y de la misma forma se transfieren hacia nuestra mente a través de los ojos, el tacto o la voz. Cuando uno comparte lo que escribe pasa a formar parte de otros.

Varios Disparates y un Capricho es una novela en la que también se mencionan libros que nos han tatuado el corazón, obras que encierran otras historias, que nos llevan a otras lecturas, en que se habla del amor por escribir, por la poesía, por la Literatura. Los libros son cofres de tesoros que encierran dentro otras cajitas donde se encuentran secretos que llevan a otros. Y la llave de todos esos cofres la tienen los lectores; ellos van eligiendo lo que quieren abrir, hasta dónde quieren seguir buscando secretos y tesoros.

Creo que la palabra es uno de los dones más preciados del ser humano y el haber sabido construir un lenguaje común, un alfabeto, uno de los inventos más relevantes y reveladores. Irene Vallejo nos lo cuenta de forma magistral en El infinito en un junco, con sabiduría, sensibilidad, humanidad y belleza. Ha regalado al mundo una obra indispensable, un canto de amor a los libros que va más allá de poner en valor las Humanidades. Es un homenaje a los seres humanos, que, contra todo infortunio, a pesar de su fragilidad, como los libros, siguen viviendo y sobreviviendo gracias a ellos. En definitiva, creo que amar los libros significa tener una esperanza en la vida y en el ser humano.

LJC: Cuando estás llegando al final de una novela, tienes un doble sentimiento, por un lado, de pena por acabar tantas horas de disfrute, pero, por otro lado, estás ansioso también pro terminar, por ver cómo se cierra el círculo. Te quedas un poco huérfano. ¿Continúa la historia de Lucila? ¿Hay una segunda parte en mente?

CM: Algunos lectores, en mitad de su lectura o incluso al inicio, me han dicho emocionados: «pero, estás escribiendo, ¿verdad?». «Sigue escribiendo», «¿seguirás escribiendo…?» Las historias en Literatura no se acaban con el punto y final, continúan, igual que la vida no se acaba al finalizar un periodo, una fecha, a veces ni siquiera con la propia muerte. Nuestras historias se perpetúan a través de otros y con cada lector la historia se renueva. A veces creo que el mero hecho de pensar en un libro, incluso sin abrir sus páginas, lo resucita. Un pensamiento puede despertar a un libro del sueño profundo del olvido. Si uno lo lee, esa existencia se multiplica en el pensamiento, en los ojos del lector, en sus emociones. Para mí la historia de Lucila, al margen de los lectores, no está concluida; he pensado una continuación de la historia, como he dicho previamente, los personajes han convivido conmigo durante mucho tiempo, hemos habitado el mismo pequeño mundo y siguen formando parte de mí. Eso es lo que me llevó a escribir relatos sobre los antepasados de Lucila y es lo que me hace pensar en la historia de Lucila más allá de agosto de 1914. Es algo a lo que le doy vueltas, he pensado muchas anécdotas, pero… ¿escribir sobre ello? Si pienso en la ardua tarea que ha supuesto esta novela tengo que meditarlo mucho. La época histórica que sigue a la novela requiere una documentación muy exhaustiva. No sé si este es un momento propicio en mi vida para hacerlo. Quién sabe… Por acabar con un poco de música… quizás, quizás, quizás.

Fotografía gentileza Librería Letras

LJC: ¿Qué esperas que el lector se lleve de esta lectura?

CM: Cada lector ahondará más o menos en las tramas, las ideas, las reflexiones, y pondrá su atención en unos aspectos más que en otros: en la meta literatura, en los crímenes, en el estilo, en el arte… Algunos hallarán muchas cosas, a otros no les aportará nada. Pero ojalá encuentren en esta historia un revulsivo para tener presente que lo irracional también forma parte de nuestra realidad (pueden llamarlo magia, fantasía, lo maravilloso, los sueños, las creencias…) y que en el disparate palpita gran parte de nuestra verdad.

Me gustaría que la novela fuera una forma de perderse para descubrir una parte del mundo que no conocían y sobre todo para encontrarse a ellos mismos, para pararse y meditar. Sería hermoso que esta historia fuera un instrumento para soñar.

Clara Martín – Luisjo Cuadrado

Revista Atticus