Crítica – Palabras para un fin del mundo de Manuel Menchón

Película Palabras para un fin del mundo de Manuel Menchón

Ficha

Palabras para un fin del mundo.

Año: 2020.

Duración: 93 min.

País: España.

Dirección: Manuel Menchón.

Guion: Manuel Menchón.

Fotografía: Javier Calvo

Música: Iván Palomares.

Reparto: Documental, (intervenciones de: José Sacristán, Marián Álvarez, Antonio de la Torre, Víctor Clavijo, Andrés Gertrudix)

Productora: Pantalla Partida Producciones, Imagine! Factory Films, Televisión Española (TVE)

Género: Documental. Historia.

Sinopsis

Miguel de Unamuno fue desterrado por Primo de Rivera a Puerto de Cabras, hoy Puerto del Rosario, Fuerteventura, en 1924, por su oposición al Directorio militar. Los rectores de la Universidades españolas, como forma de protesta y solidaridad, le entregaron una parte alícuota de su salario para que pudiera mantener a su familia. De allí partió al exilio en Francia. No es de extrañar que con la caída de la monarquía tras unas elecciones y la proclamación de la II República fuera considerado uno de los “padres” del nuevo régimen, y que hubiera opiniones que le propusieran para presidente de la República. Con el tiempo Unamuno se distanció de la II República a la que quizá observaba con esa “sonrisa escéptica de la llamada generación del 98”, que dice Ignacio Carral. El 18 de julio de 1936 se adhirió a la sublevación militar, considerando probablemente que era un pronunciamiento militar al estilo del siglo XIX. Tardó poco en comprobar su error: el 12 de octubre improvisó su famoso discurso en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, en presencia de importantes gerifaltes de los facciosos, donde denunciaba su política de asesinatos y represión.  Como consecuencia sería desposeído de sus cargos y moriría en arresto domiciliario (como rehén, según su propio testimonio) el último día del año, para ser enterrado el 1 de enero de 1937, deprisa y corriendo, siendo su cadáver “secuestrado” a la familia, según testimonio de uno de su nietos.

Crítica

Esta película parte de un doble rigor: el cinematográfico y el histórico. El primero está representado por la decisión de utilizar solo imágenes contemporáneas de los hechos narrados, fundamentalmente entre los años 1930 a 1936. Digamos que son los protagonistas del documental (sobre todo Unamuno) a través de sus imágenes conservadas y sus propios textos (sus palabras) los que nos van contando los sucesos y van expresando sus pensamientos personales y políticos. Este esquema solo se rompe con la entrevista final a un nieto de Unamuno, llamado como su abuelo. Como recurso de montaje, o yuxtaposición de la narración cinematográfica y de la investigación histórica, se recurre a la presencia de una actriz en el papel de historiadora que representa o personifica el proceso de búsqueda en los archivos (como una moderna Ariadna en un laberinto de legajos, depositados a veces en largos corredores).

Es un documental, por tanto, con fotogramas en blanco y negro, solo roto por una decisión de orden cinematográfico como ha sido la de colorear algunos de los elementos de las imágenes: es el caso de las banderas, o la del fuego en las quemas de libros “degenerados” (utilizando un término nazi). Es un recurso eficaz desde la perspectiva de la representación y de gran belleza formal. Actores y actrices muy conocidos aportan su voz a imágenes rodadas sin sonido o a los textos leídos.

El director y guionista ha querido acercarse a la figura de Unamuno durante esos años cruciales de 1930 a 1936. Unamuno no le resultaba ajeno, pues había rodado una obra de ficción, La isla del viento, en 2012, sobre el destierro del intelectual en Fuerteventura. La película se inicia unos momentos antes del acto en el Paraninfo y a continuación, en forma retrospectiva, se narraba su estancia en Fuerteventura.

Manuel Menchón, apoyado por un trabajo previo de investigación tanto del material fílmico existente sobre Unamuno, como de documentación o de recientes descubrimientos (como los de los hispanistas Colette y Jean Rabaté), reconstruye la biografía personal, intelectual y pública de Unamuno en los años treinta: su regreso apoteósico a Salamanca tras el exilio, su participación en la manifestación del 1 de mayo de 1931 junto a Largo Caballero, Indalecio Prieto y otros socialistas en Madrid, su periodo de diputado al Congreso por la coalición republicano-socialista desde 1931 a octubre de 1933, o su militancia contra el belicismo y, por tanto, contra el fascismo. Para Unamuno, Hitler era “un deficiente mental y espiritual”, y Mussolini “un caudillo peliculero”. En el primer caso queda demostrada en el documental que el gobierno nazi lo consideraba un enemigo de su causa y que maniobró ante el comité que elegía el Premio Nobel de Literatura para que no se lo concedieran. Fuera esta la causa única o no lo fuera.

Pero a pesar de lo antedicho, el 18 de julio de 1936, Unamuno se alinea con los golpistas, que le colman de honores y que empezarán a instrumentalizarlo desde el primer minuto. Sin duda es una traición a la República, a la democracia expresada en las urnas en febrero de 1936 y una traición a sí mismo y a su trayectoria. Bien es cierto que los militares golpistas, en los primeros momentos, disimularon sus pretensiones ante la opinión pública nacional e internacional, pero los hechos los desmintieron inmediatamente. Los hechos (aparte de himnos, banderas e hisopos) eran los asesinatos de los “desafectos” al golpe de Estado: es decir, de todos los demócratas que se mantuvieron leales a sus principios y convicciones, desde los de derechas  a los que izquierda. Los hechos eran la práctica llevada a cabo según las “Instrucciones secretas” del “director” del golpe, general Mola: exterminio del enemigo ideológico, de todo los que tuvieran vinculación con partidos, sindicatos, asociaciones o tuvieran convicciones republicanas.

Son estos hechos los que convencerán a Unamuno de que las cosas no estaban siendo como él había creído. Empiezan las detenciones y los asesinatos. Entre los muchos asesinatos que se producen se hallan los de conocidos, colegas y amigos; especialmente dolorosos para él son los de sus amigos: el de Salvador Vila, discípulo y rector de la Universidad de Granada, o el de Atilano Coco, pastor luterano en Salamanca.

A la vez, los rebeldes inician las incautaciones y las “donaciones voluntarias”. Una forma de robo en los dos casos. En el segundo, en forma de chantaje. Unamuno que vive de su pensión de jubilado, y con hijos a su cargo, “dona” cinco mil pesetas de la época. Seguramente prestadas por algún allegado rico. Se ha iniciado, a la vez, la manipulación de la figura pública de Unamuno a través del aparato de propaganda de los golpistas que está a cargo de Millán Astray, fundador de la Legión, y que filtra y manipula todas sus entrevistas a la prensa propia y a la extranjera, según testimonio escrito del propio Unamuno.

Hay dos hechos sobre los que es pertinente detenerse porque el documental así lo hace, aportando nuevas pruebas y, en consecuencia, una nueva luz sobre ellos. Algo muy de agradecer a un documentalista como Manuel Menchón, que se acerca al objeto de su investigación sin un bagaje académico previo, como también lo hace, por ejemplo, El silencio de otros, 2018, de Almudena Carracedo y Robert Bahar.

El primer hecho es el famoso y controvertido acto en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, en el “Día de la Raza” (que Unamuno consideraba un despropósito). Los sucesos y hasta las propias palabras de Unamuno en el acto han sido objeto de polémica pero, ante todo, han sido objeto de una manipulación deliberada. Los investigadores del documental han podido contar (¡estaba ahí!) con algún testimonio inédito, recogido por Colette y Jean-Claude Rabaté en En el torbellino: Unamuno en la guerra civil, como son las notas tomadas por Ignacio Serrano en mismo acto, y no las recreaciones posteriores. El enfrentamiento “dialéctico” entre Unamuno y Millán Astray en el acto adquiere, con las nuevas aportaciones, la dimensión de gravedad que tuvo, sobre todo por las consecuencias que conllevaron a don Miguel.

Por otra parte, nos permite conocer las expresiones utilizadas en unos discursos que en buena parte fueron improvisados y que, en el caso de Unamuno, eran una réplica a las arengas previas en las que se había amenazado a los catalanes y a los vascos, entre otras barbaridades. Unamuno, en su intervención o réplica recordó a José Rizal, escritor e independentista filipino fusilado por las autoridades españolas, del que había sido condiscípulo y al que consideraba un igual por compartir la misma lengua: el castellano. (Millán Astray había combatido casualmente en la guerra del 98 en Filipinas). Y se dirigió a las autoridades allí presentes para advertirles, tras la oleada de crímenes que habían cometido en esos meses, que “vencer no es convencer”. Estas parecen ser las palabras exactas y no las de la recreación literaria posterior. A estas replicaría Millán Astray con su “muera la intelectualidad traidora”, y no con el “muera la inteligencia”. El resto de detalles son conocidos o el espectador los puede rememorar con este documental, en una aproximación lo más exacta que se conoce en este momento. No insisto por tanto.

Días después, Millán Astray, en otra arenga en Salamanca, amenazó sin veladuras: “ciertos profesores que quieren enseñar teorías averiadas, también morirán”. En este contexto Unamuno fue desposeídos de sus títulos (rector…) y permaneció en arresto domiciliario hasta su muerte.  La gravedad del enfrentamiento -y de sus consecuencias para Unamuno- parece evidente. Su rastro y las reflexiones consecuentes recorren un libro inconcluso, del que solo tenemos las notas: El resentimiento trágico de la vida; el reverso de El sentimiento trágico de la vida.

La propia muerte de Unamuno el último día de 1936 ha estado rodeada de manipulaciones varias. El documental descubre que la persona que estaba presente cuando murió no era quien la propaganda dijo que era, y así se ha mantenido en el tiempo: Bartolomé Aragón no era ni amigo ni discípulo de Unamuno. Nunca había estudiado en Salamanca. Sí era, en cambio, requeté carlista, admirador del fascismo italiano, y había participado en la represión contra los mineros en Río Tinto, e imitado la quema de libros de los nazis en Huelva.  Las últimas palabras que dijo Bartalomé Aragón que dijo Unamuno quedan, por tanto, en entredicho: ese “España se tiene que salvar porque tiene que salvarse” se parece mucho a las palabras de titulares del órgano de propaganda que digirió en Huelva en los primeros meses de la insurrección. Tenemos todas las razones para dudar de esa versión, probablemente falsa de raíz, inventada. A la vez, adquirimos la certeza de que no conoceremos la verdad de esas últimas horas de Unamuno porque se quiso tergiversarlas y falsearlas para servir a una causa: la de los facciosos.

La propia causa de la muerte, la falta de autopsia siendo preceptiva, las irregularidades en el acta de defunción o el entierro precipitado en la mañana el día 1 de enero de 1937, con protagonismo absoluto de los miembros del aparato de propaganda de Millán Astray, son datos constatables, más allá de otras especulaciones. El nieto de Unamuno, del mismo nombre, considera que su abuelo fue “secuestrado” a la familia y que las autoridades sublevadas quisieron “vender” a un Unamuno fascista a la prensa internación y a la del propio país, que no se corresponde con la realidad.

Para Manuel Menchón, el objetivo de su documental es hablar sobre la historia de nuestro país y cómo se ha contado, en buen parte, hasta ahora, sin haber eliminado todavía tanta baba o borra de propaganda heredada.  Ese ha sido uno de los sentidos de su acercamiento a Unamuno y a esa etapa final de su vida, durante la II República y en esos meses cruciales de 1936 en los que se había producido el golpe de Estado y el inicio de la represión. El director habla de la “manipulación sufrida por generaciones y que aún sufrimos en España”, según sus palabras, sobre hechos cercanos y fundamentales de nuestra historia.

No estamos, por tanto, ante una reconstrucción de la figura de Unamuno desde una visión determinada. Estamos, en todo caso, ante una “deconstrucción” de la maraña, o baba propagandística heredada y reiterada todavía en ámbitos del revisionismo histórico, y de ciertos ámbitos mediáticos y políticos, para acercarnos a unos sucesos determinantes, a través de pruebas, y hasta donde estas lo permiten. Ni un paso más. Ni uno menos.

Un film documental que, considero, marca un antes y después, tanto en su forma cinematográfica como en el rigor del su investigación histórica sobre Unamuno durante los años de la II República y, principalmente, sobre su relación rectificada con los golpistas, su condena de la represión y su muerte manipulada por los propagandistas del general Franco. Un regalo para la inteligencia. ¡Chapeau!

P.D. El documental se proyectó en “Tiempo de historia” de la SEMINCI 2020, junto al también excelente documental Ángeles con espada de Javier Rioyo.

Os dejo un tráiler:

Gonzalo Franco Blanco

Revista Atticus