Crítica película Ondina. Un amor para siempre de Christian Petzold

Ondina. Un amor para siempre de Christian Petzold

Ficha

Título original: Undine.

Año: 2020.

Duración: 89 min.

País: Alemania.

Dirección: Christian Petzold.

Guion: Christian Petzold.

Fotografía: Hans Fromm.

Reparto: Paula Beer, Franz Rogowski, Maryam Zaree, Jacob Matschenz, Anne Ratte-Polle, Rafael Stachowiak, José Barros, Julia Franz Richter, Gloria Endres de Oliveira, Enno Trebs, Christoph Zrenner.

Productora: Coproducción Alemania-Francia; Schramm Film, Les Films du Losange, ZDF, Arte, arte France Cinéma, Canal+, Ciné+ .

Género: Melodrama. Tragedia. Idilio.

Premios:

2020. Premios del Cine Europeo: nominada a mejor película y actriz (Paula Beer)

2020. Festival de Berlín: mejor actriz y Premio FIPRESCI

2020. Festival de Sevilla: mejor dirección y montaje

2019. Premios del Cine Alemán: nominada a mejor película y sonido.

Sinopsis

A Undine (Paula Beer) su novio la va a dejar por otra mujer. Se lo dice en la terraza de un café. Ella, apremiada porque tiene que regresar a su trabajo, le espeta: si me dejas, te mato. Parece convincente en su amenaza. A continuación regresa a su trabajo de guía en un museo, se cambia de ropa, se viste de uniforme y explica sobre maquetas el desarrollo urbanístico de Berlín a través de la historia. El de una ciudad que etimológicamente significa lugar pantanoso. Una ciudad edificada sobre el agua.

Crítica

Cuando salimos del cine, cuatro espectadores coincidimos en las sensaciones que nos ha sugerido la película: nos ha gustado, nos ha producido cierto encantamiento, nos ha arrullado con sus imágenes, sus diálogos, su monótona música y su actriz… A partir de este momento, nos toca, en todo caso, “entenderla”, es decir, interiorizarla, hacerla nuestra. No somos carne de “cine de festival”, sino espectadores de gustos variados. En mi caso dos tercios del cine que veo es cine clásico, y cuando digo clásico estoy refiriéndome al cine clásico de Hollywood en una abrumadora mayoría.

Esto no es una justificación (aunque suene a eso), sino la comprobación de algo que dice el director: “no somos capaces de soportar la complejidad de la Historia”. Lo dice en una entrevista en Babelia (21/11/2020). Donde yo he escrito “Historia” con mayúscula (para referirme a una disciplina humanística), podemos entender también “historia” con minúsculas, o la capacidad, cada vez menor, para soportar historias complejas en el cine o en la literatura.

Pero volviendo al film, podíamos decir que donde se cierra una puerta, se abre una ventana (dicen), así que Undine, abandonada por su novio, será cortejada casi de inmediato por Christoph, buzo que suelda tuberías en un embalse de las cercanía de Berlín. Hay una escena espectacular donde una pecera gigante se rompe y cae sobre ambos, “bautizándolos”, iniciándolos en una vida nueva en común que solo es posible tras una casi muerte. Undine no tiene que cumplir su amenaza, pues su vida vuelve a tener sentido al ser amada por Christoph: es el destino mítico de las ondinas acuáticas (de las náyades de nuestro Garcilaso: “¡Oh náyades, d’aquesta mi ribera/corriente moradoras…”).

Al llegar a la plaza de Zorrilla, en la caminata hacia casa y contra reloj por el toque de queda, empiezo a pensar en Jennie (Portraite of Jennie), 1948,de William Dieterle. Como saben, en esta encantadora y triste película, consiguen que dudemos si Jennie es realidad o imaginación. La historia (el guion), la puesta en escena, la soberbias interpretaciones (Jennifer Jones, Joseph Cotten) nos envuelven en ese mundo entre lo real y la ensoñación. Aquí Petzold nos lleva también a un mundo donde acabamos dudando sobre si Undine es realidad o fruto de la imaginación. En un mundo que es Berlín (el actual) y su historia torturada, pero también la de esos pantanos originarios y su mitología de ondinas y caballeros.

Berlín, como ciudad y su historia, tiene un papel en la película. Undine es historiadora y guía, y cuenta a los visitantes del museo la evolución urbanística de la ciudad a través de sus cicatrices y de las decisiones de sus políticos. De esa intención de reescribir la Historia (que decía el director en la entrevista), y simplificarla para un entendimiento más cómodo de la ciudadanía: para quien haya visitado la ciudad (tan ejemplar en tantas cosas, como el cultivo de la memoria), recordará como se está reconstruyendo el palacio real en el lugar donde estuvo el parlamento de la RDA.  Una forma, para el director, de borrar el pasado incómodo.

No conviene ir más allá para no desvelar al lector el argumento de este melodrama formalmente clásico con final de tragedia, que pretende crear en el espectador incertidumbre y, a la vez, estremecimiento. Una película de amor hiperromántico, en sus inicios, que nos llevará a otros caminos de emancipación. Y de la que, confieso, no he encajado todavía todas las pieza, ni creo que sea necesario. Undine cree que solo tiene sentido su vida si es amada. De ahí su amenaza de muerte al inicio de la película, y de ahí también su dolor cuando Christoph lo que aplica a Undine es su teoría y praxis sobre los celos o la exclusividad retrospectiva. También cuando una enamorada de Christoph (su compañera de trabajo) juegue sucio, muy sucio, para alejar a Undine de Christoph tras un accidente. Nosotros quizá no sospechemos que Undine sea un ser mitólogo o un ser imaginario, pero esa mujer sí lo sabe o sospecha. Y actúa en consecuencia.

Todo lo contado puede resultar (así, contado), un tanto extravagante, pero el arte no es solo el argumento, mejor o peor narrado. El arte cinematográfico es también poesía. Y estamos ante un poema lírico, una elegía, sobre un amor que discurre entre la tierra y el agua, entre el mito y la historia, entre la magia y la razón, contado en un tono realista, sencillo, casi didáctico en ocasiones. La fuerza proviene de una actriz en estado de gracia, Paula Beer, y de un actor convincente como Franz Rogowski, con un tono de voz tan particular. Y de su puesta de escena, de su fotografía acuática, y de su “música” de profundidades fluviales. Petzold parte de referencias clásicas (el melodrama y el cine negro de Holywood) para subvertirlo. Bajo una narrativa formalmente canónica, se deslizan en profundidad corrientes que quieren ocasionar estados emocionales, belleza, encantamiento…, que van más allá de la realidad visible y enlazan con el pasado mitológico, el pasado más cercano y, quizá, el futuro.

De Christian Pezold hemos podido ver Barbara, 2012, que fue Oso de Plata en Berlín, además Premio al Mejor Director, y que tuvimos ocasión de ver en la SEMINCI de ese año. O En tránsito, 2018, que pudimos ver en los cines. Con Undine, Paula Beer fue Premio a la Mejor Actriz en Berlín 2020. 

Quizá Undine, nuestra ondina, regrese a su mundo acuático decepcionada por la convivencia entre los hombres. O convencida de que su mundo es ese y no necesita para sentirse realizada la compañía humana.

En tanto, entre los humanos, solo una nueva vida en gestación mantiene la eterna esperanza.

Os dejo un tráiler:

Gonzalo Franco Blanco

Revista Atticus