65 SEMINCI – Crítica película Un triunfo (Un triomphe) de Emmanuel Courcol

Un triunfo de Emmanuel Courcol para cerrar la 65 SEMINCI

Ficha

Título original: Un triomphe

Año: 2020

Duración: 100 min.

País: Francia Francia

Dirección: Emmanuel Courcol

Guion: Emmanuel Courcol

Fotografía: Yann Maritaud

Reparto: Kad Merad, Marina Hands, Laurent Stocker, Saïd Benchnafa, Lamine Cissokho, Sofian Khammes, Pierre Lottin, Wabinlé Nabié, Patrick Pineau

Productora: Agat Films

Género: Comedia | Teatro

Sinopsis

Aunque esté en el paro con frecuencia, Etienne (Kad Meran) es un entrañable actor que dirige un taller de teatro en un centro penitenciario. Allí́ reúne a un grupo insólito de internos para representar la famosa obra de Samuel Beckett Esperando a Godot. Cuando consigue la autorización para realizar una gira fuera de la cárcel con su pintoresca troupe de actores, a Etienne se le presenta finalmente la ocasión de prosperar.

Cada cita con el público se convierte en un nuevo éxito, y entre la improvisada compañía y su director se va forjando una relación única. Pero antes de que se dé cuenta, llega el momento de la última representación, que tendrá́ lugar en París. ¿Será esa función de despedida el mayor éxito del grupo?

Crítica

La proyección, fuera de concurso, Un triomphe de Emmanuel Courcol, ha sido la encargada de clausurar la sexagésima quinta edición de la SEMINCI., la edición de la covid-19 (esperemos que sea la única de ellas). El teatro y su supuesto poder que tiene como transformador y motivador ha sido utilizado en muchas ocasiones como parte de una terapia. Así ha sido probado en determinadas conductas de enfermos psiquiátricos o colectivos con dificultad de integración en la sociedad como puede ser, en este caso, aquellos que «viven» en una institución penitenciaria.

La película parte de un personaje entrañable, Etienne (Kad Merad) que es un actor teatral de segunda categoría que está pasando por un bache en forma de crisis personal y profesional. Trata de salir de ella aceptando el reto de dirigir a un grupo de presos en un taller de teatro de la prisión de alta seguridad. Va a sustituir a un viejo conocido que dedicaba las jornadas a ensayar con la representación de fábulas de La Fontaine en la que los actores asumían los roles de distintos animales. Allí se encontrará con un grupo de lo más granado. Son almas desorientadas. A unos y a otro, el propio Etienne, esto no les acaba de satisfacer. Les pide más implicaciones y más riesgos como es la representación de una gran obra: Esperando a Godot de Samuel Beckett. Una obra que encaja perfectamente en el estado en que se encuentran los presos: esperando que suceda algo en sus vidas. Una obra que forma parte del llamado teatro del absurdo y que encaja perfectamente en la filosofía del taller y del poder transformador que ejerce en las personas. El objetivo es estrenar en un teatro de la ciudad y delante de público. La película está basada en un hecho real que sucedió ya hace algunas décadas en Suecia.

Son cinco integrantes los que forman este curioso grupeto al que se les unirá un sexto integrante en labores técnicas. El proyecto que tienen por delante es poner en escena la obra del genial irlandés, pero para ello tendrán que solventar una serie de problemillas que les van saliendo al paso como son las horas de ensayo, las distintas representaciones y los molestos cacheos cada vez que regresan a sus celdas. Encontraran un hueso duro de roer en la directora de la cárcel.

Nada sabemos de los antecedentes de cada uno de los presos y la acción se centra en las relaciones entre cada uno de los miembros y la interacción con el propio libreto y el director de la obra. Como sucede en casi todas las películas, nada se deja al azar. La obra elegida no es caprichosa. Esperando a Godot tiene una gran carga simbólica. En la obra nada sucede, no hay un hecho relevante. Incluso se repiten pasajes que simbolizan el tedio y la carencia de significados en la vida humana. Esa espera a Godot es una metáfora a esa otra que se vive en la cárcel que bien pudiera ser esperando la libertad que no acaba de llegar y la obra es lo que se hace desde el ingreso hasta que esta llega. Este significado de la vida es un tema muy recurrente entre los existencialistas. Por eso el guion se centra más en los diferentes rasgos sicológicos que tienen cada uno de los personajes a través de su conducta, así como la manera de afrontar las dificultades el éxito.

En la puesta en escena, en esos actores que representan a otros actores, incluso con sus defectos de amateurs, el equipo técnico francés ha echado mano a unos rostros menos conocidos (salvo el del protagonista Kad Merad). Saïd Benchnafa, Lamine Cissokho, Sofian Khammes, Pierre Lottin, David Ayala y Wabinlé Nabié lo bordan. Al frente de ellos otro actor, pero en este caso en su labor de director, Emmanuel Courcol (segundo largometraje). A su lado un habitual en la SEMINCI, Robert Guédiguian ganador de una Espiga de Plata con Les neiges du Kilimandjaro (Las nieves del Kilimanjaro). En este caso acude como productor de la cinta.

Un triunfo, está construida con esa estructura conocida de la película dentro de la película. Nos puede recordar a la relativamente reciente Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2015) por discurrir por la tramoya del Teatro Broadway. En nuestro caso, en esta película francesa, participamos desde la elección de los actores a los distintos ensayos hasta llegar al día del gran estreno. Una especie de «así se hizo». Vemos a los personajes de Esperando a Godot interpretados por actores (presos de la cárcel) que no dejan de ser actores en la película.

Courcol muestra su oficio detrás de la cámara sabiendo conjugar de forma magistral los momentos dramáticos con los momentos de gran comicidad. A su lado estaba uno de esos actores que tienen un rostro potente, con personalidad, Kad Merad, con un amplio espectro interpretativo. Lo empezamos a conocer por su papel con una gran vis cómica en Bienvenidos al Norte (Dany Boon, 2008). Aquí está fantástico teniendo un papel muy importante en el final del desarrollo de esa actuación. Un papel para lucirse y sin duda que lo hace.

En síntesis, Un triunfo es una buena película, bien escrita y bien dirigida, con una gran interpretación de un variado elenco de actores, a la cabeza del cual se encuentra un soberbio Kad Merad.

La cinta es un canto humanista que busca en el valor de la cultura un activo en el proceso de reinserción y búsqueda de un horizonte en la vida de los presos de la cárcel de manera general y en particular en los que conforman ese pequeño grupo de teatro.

Es una pena que en estos tiempos marcados por la Covid-19 esta película tenga que participar de eso que tanto sucede en la obra maestra del teatro del absurdo: esperar. Hay que esperar y esperar sin perder esa esperanza para que pase esto cuanto antes y con los menores daños posibles tanto en las estructuras económicas que afectan a todo cuanto nos rodea (y la cultura es uno de esos aspectos esenciales en nuestras vidas), como, por supuesto, la pérdida de vidas humanas. En Francia han decidido posponer el estreno de esta magnífica película humanista que pone una nota positiva en nuestras vidas. Sin dudas es de esas películas que sales con buen cuerpo. Habrá que esperar un poco para verla por nuestras pantallas. No se la pierdan.

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus