Big Tom, Great Sean – Adiós a Sean Connery

Fallece Sean Connery, el James Bond favorito

            Hoy se nos ha ido uno de los más grandes del cine mundial. El forzudo de espectáculos circenses, las pesas y el culturismo, conocido como Big Tom, que decidió, definiendo lo que es ser inteligente, declinar la oferta del Mánchester United de veinticinco libras a la semana porque a los treinta eres viejo para el deporte profesional y ya estaba haciendo sus pinitos como actor en un musical.

Para entonces, con veintitrés años, ya había sido marino de su majestad, repartidor de leche y modelo para pintores y escultores. Y es que Thomas Sean Connery era un arquetipo de la virilidad, tal y como se entendía tras la II Guerra Mundial. Medía un metro y noventa centímetros, pesaba ochenta y ocho kilos de músculos bien definidos y tonificados y tenía el pelo negro, rareza en las Islas Británicas.

A Sean le llegó su gran oportunidad cuando Albert Broccoli no tuvo dinero suficiente para contratar a Cary Grant para su nuevo proyecto: James Bond. Y alguien le habló de un actor joven, treinta y dos años contaba entonces, y con las características antes citadas le hizo una prueba. Su magnífica dicción, había perdido su profundo acento escocés, y una capacidad innata para aguantar la cámara, cosa que ya destacaba en su primer papel en No Road Back, de 1957. Y Cubby decidió que era lo más parecido a la descripción en la novela de Ian Fleming, Casino Royale, idéntica estatura y sólo cinco kilos menos. Por si fuese poco le había llegado el chisme de que aquel joven de Edimburgo había desarmado e inmovilizado a Joe Stompanato, celoso y mafioso novio de su compañera de reparto, Lana Turner, quien le había puesto su semiautomática en la cara pensando que Lana estaba encaprichada por aquel joven. Por fortuna para Connery el voluble jefe de Stompanato, Micky Cohen, tan pronto puso precio a su cabeza como se cansó y le dijo a su muchacho que lo dejase pasar. La hija de Lana mató al poco tiempo a Joe tras ponerse grosero con ella. Destacamos la magnífica descripción de los hechos que hizo en su soberbia novela L. A. Confidential, James Ellroy.

Pero volvamos a Sean y su trabajo que desde ese momento fue un constante in crescendo. Y para homenajearle vamos a hablar de sus mejores interpretaciones, ésas que dicen tanto de un actor que ama su oficio.

Marnie, la ladrona, o como el público salía hablando del magnetismo de aquel hombre que era mucho más que el espía figurín, tal y como dijo de él el crítico del New York Times, a quien no pareció mucho gustarle Dr. No. Hitchcock quería que su película, combinación de suspense y expresionismo, tuviese una estrella masculina tal y como a él le hubiese gustado ser. Diálogos profundos y Tippi Hedren regalándonos una muy creíble cleptómana con trauma infantil incluido. Pero Connery destacaba y todo el mundo del cine vio que había mucho más que la descripción hecha por el periodista de la Gran Manzana.

Zardoz, donde decide aceptar un papel en una película de bajo presupuesto pos apocalíptica porque su papel le convertiría en un actor reputado más allá del star system de Hollywood. Rompe moldes y rueda otras joyas, tal y como hacen ahora las estrellas que quieren pasar por algo más que ser guapos, y ruedan indies y películas de autor. No hay nada nuevo bajo el cielo.

Robin y Maryan, donde interpreta a un Robin Hood crepuscular junto a Audrey Hepburn, que regresaba tras nueve años apartada de los platós. Y las buenas críticas les llovieron a ambos.

Pero los grandes premios de interpretación le estaban vedados. Y buscó papeles que le acercasen a la estatuilla de la Academia. Y, por fin, le llegó un papel capaz de darle la codiciada estatuilla: Los Intocables de Eliot Ness, haciendo del viejo policía irlandés en ese Chicago donde la ley seca y Al Capone mandaban en el día a día de Illinois. Recomiendo a todo el mundo ver la película, magníficamente interpretada y dirigida magistralmente por Brian de Palma, con escenas homenaje a obras maestras del cine como El Acorazado Potemkin o Fort Apache. Connery lo debía haber ganado el año antes por su sensacional encarnación de fray Guillermo de Baskerville en El Nombre de la Rosa, que le valió el BAFTA británico a mejor actor. Y, particularmente, por Atmósfera Cero, donde marca un antes y un después en su modo de enfrentarse a la cámara, alguno de sus biógrafos dice que es por su gran respeto por Gary Cooper, recordemos que esta cinta es una versión espacial de Sólo Ante el Peligro. Parece claro que Connery quería ganar y abandonar al agente 007, pero un guion excelente y un cheque más que jugoso le llevan a encarnar al agente del MI-5 otra vez en Nunca Digas Nunca Jamás. Y llega uno de sus papeles fetiche y que aún hoy todo el mundo destaca en su filmografía: Los Inmortales, donde hace uno de sus personajes favoritos, Ramírez, el maestro del protagonista.

Hizo otras grandísimas interpretaciones, particularmente dos, Indiana Jones y La Última Cruzada, de Steven Spielberg, dando una profundidad y un pasado al más cinematográfico de los arqueólogos, y Descubriendo a Forrester, su último gran personaje con Gus Van Sant donde hace de algo que a cualquiera le hubiese gustado que el genial Sean (Great Sean) fuese: todo un mentor.

Gracias por tantos instantes mágicos, por películas tan bien seleccionadas y por hacernos pensar que cualquiera puede decir aquello de

Bond, James Bond…

Aunque todos sepamos que siempre lo serás tú.

Carlos Ibañez – Pilar Cañibano

Revista Atticus