65 SEMINCI – Crítica película The Wasteland – La tierra baldía de Ahmad Bahrami

Crítica película The Wasteland (La tierra baldía) de Ahmad Bahrami

Ficha

Título original: Dashte Khamoush (The Wasteland)

Año: 2020

Duración: 103 min.

País: Irán

Dirección: Ahmad Bahrami

Guion: Ahmad Bahrami

Música:  Foad Ghahremani

Fotografía: Masud Amini Tirani

Reparto: Ali Bagheri, Farrokh Nemati, Majid Farhang, Mahdieh Nassaj, Touraj Alvand

Género: Drama | Drama social. Pobreza

Sinopsis

    Una remota fábrica de ladrillos emplea el método de fabricación tradicional pese a su elevado coste. Muchas familias pertenecientes a distintas etnias trabajan en ella, y el supervisor parece tener la clave para solucionar sus problemas. Lotfollah, un hombre de 40 años que lleva toda su vida trabajando allí, funciona como el intermediario entre el jefe y los trabajadores. La vida transcurre con relativa tranquilidad hasta que un día su jefe le ordena citar a todos los empleados en su oficina para comunicarles el cierre inminente de la fábrica. La única preocupación de Lotfollah pasa por proteger a Sarvar a toda costa, la mujer de la que ha estado enamorado desde hace años.

Crítica

En un paraje desolado existe un submundo alrededor de una fábrica de ladrillos. Siguen empleando el método ancestral de elaboración utilizando el barro que les proporciona la tierra, que amasan con sus propios pies y manos y que distribuyen en moldes. Los secan y después los llevan al horno artesanal y rudimentario hecho en la propia tierra. Esta desolación de paisaje, con el aire silbando constantemente, como si fuera una localización del viejo oeste americano es un autentico protagonista más de esta nueva entrega del director iraní Ahmad Bahrami. La cinta acaba de alzarse con el máximo galardón en la sección Orizzonti en el pasado Festival de Venecia.

Está rodado en blanco y negro y en un formato casi cuadrado (4:3). Ambas circunstancias junto con el rodaje con muchos planos fijos y otros en los que la cámara realiza un lento barrido tanto de derecha a izquierda como a la inversa proporcionan a la cinta una asombrosa y admirable estética que nos sitúa en el neorrealismo italiano. Nos muestra también una realidad de hambre y miseria en un momento en que la globalización también ha llegado a Irán y, en concreto, al sector de la construcción. Los bloques de hormigón son ahora los nuevos ladrillos es la justificación que el jefe de la fábrica les lanza a todos los trabajos (apenas una decena), junto a sus familias. Esto es lo que hay. No podemos subsistir más y toca vender la fábrica. «Ya nadie quiere ladrillos». De las 50 fábricas que había en los alrededores solo quedaba esta.

Lotfollah es el encargado, la mano derecha del jefe. Es un hombre que no conoce otra cosa. Nació entre el polvo y el barro al calor del horno. Tiene cuarenta años, los mismos que lleva allí, en esa tierra tan inhóspita. Ejerce a modo de intermediario entre los trabajadores y su jefe. En ese lugar tan apartado llegan las rencillas, las envidias y hasta el amor. Lotfollah se desvive por Sarvar y hace todo por favorecerla (un amor no correspondido) y eso levanta recelos entre los trabajadores, un microcosmos con distintas etnias.

Además de esa vuelta al neorrealismo italiano también hay un guiño a Akira Kurosawa con su emblemática película Rashomon (1950). Ese contar la misma historia desde distintos puntos es el núcleo de esta magnífica película. Un esquema que se repite desde el punto de vista de los distintos protagonistas. Todo sucede de manera lenta y pausada. A esto le añadimos que se repiten los mismos pasajes con los mismos diálogos (aunque en cada uno de ellos se nos van mostrando nuevos detalles de la historia). El silencio está muy presente. Todo ello hace de esta película, The Wasteland (La tierra baldía), un bocado suculento no apto para todos los paladares. Es auténtico cine reflexivo, de autor, muy alejado de la industria del entretenimiento, pero ideal para la SEMINCI como muestra de una realización que trata de llamar la atención. La manera en la que está rodada es magistral y su final es contundente.

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus