65 SEMINCI – Crítica El profesor de persa de Vadim Perelman

Crítica El profesor de persa de Vadim Perelman por Carlos Ibañez

Título original: Persischstunden (Persian Lessons)

Año: 2020

Duración: 127 min.

País: Alemania

Dirección: Vadim Perelman

Guion: Ilya Tsofin (Novela: Wolfgang Kohlhaase)

Música: Evgueni Galperine, Sacha Galperine

Fotografía: Vladislav Opelyants

Reparto: Nahuel Pérez Biscayart, Lars Eidinger, Leonie Benesch, Jonas Nay, David Schütter, Luisa-Céline Gaffron, Alexander Beyer, Giuseppe Schillaci, Peter Beck, Andreas Hofer, Nico Ehrenteit, Marcus Calvin, Mehdi Rahim-Silvioli, Ingo Hülsmann, Felix von Bredow, Antonin Chalon, Serge Barbagallo, Pascal Elso, Elena Stetsenko, Gennadiy Fomin, Alexander Starchenko, Alexandr Zhdanovich, Anton Zhukov, Svetlana Anikey, Anastasia Gudei, Veronika Buslaeva, Elena Girenok

Productora: Coproducción Alemania-Rusia-Bielorrusia; ONE TWO Films, Hype Film, LM Media, Belarusfilm

Género: Drama | Drama carcelario. Nazismo. II Guerra Mundial. Holocausto. Años 40

Sinopsis

Francia, 1942. Gilles es arrestado por soldados de las SS junto con otros judíos y enviado a un campo de concentración en Alemania. Allí consigue evitar la ejecución al jurar a los guardias que no es judío, sino persa. Gracias a esta artimaña, Gilles consigue mantenerse con vida, pero tendrá que enseñar un idioma que no conoce a uno de los oficiales del campo, interesado en aprenderlo. Al tiempo que la relación entre ellos aumenta, las sospechas de los soldados van en incremento.

Crítica

            Y SEMINCI nos regala una historia conmovedora sobre una realidad que parece olvidar la Europa del siglo XXI. Y lo hace con algo que podría parecer cómico si no fuese porque fue trágico, existió y fue propio de dos monstruos que alimentamos otra vez hasta hartarse: el nacionalismo y el odio a lo diferente.

            El relato de un hombre que hace lo que sea con tal de permanecer vivo en esa Francia ocupada y colaboracionista, el ejemplo sutil viene del gendarme recostado en el bosque, y que recibe un libro en farsi, idioma de Irán, a cambio de medio bocadillo. Con eso evita ser ejecutado por una patrulla de las Waffen SS y comienza una mentira que engorda y engorda sabiendo aprovechar cada nombre que le llega, primero a la cabeza, después a la hora de servir su rancho, un caldo miserable, a los prisioneros y más tarde cuando el capitán que quiere aprender el idioma de los persas para montar un restaurante en Teherán cuando la guerra termine en Europa con la excusa de que su hermano vive en la entonces capital de los shas.

Pero el protagonista que parece un mero superviviente, un gato que siempre cae de pie aun cuando parece que se está estrellando se convierte poco a poco en alguien fundamental para narrar la barbarie del holocausto en ese protagonista tan de Saramago a caballo entre Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres. Y es este último quien toma relevancia en la rotunda escena final, tan tierna como cruda, cuando lo que creíamos que era una pista unívoca para su propia supervivencia en realidad es biunívoca y todos los nombres se convierten en un peso demoledor para cualquier ignorante malintencionado que minimice o, directamente, niegue el sistema de exterminio de todo lo que considerara molesto, prescindible e inferior el régimen de Alemania, la misma que parece ahora mandar en Europa sin sonrojo ni pasado, porque Estados Unidos decidió darle mucho en tablero de ajedrez llamado Europa cuando llegó la Guerra Fría. De esos lodos estos barros.

Pero regresando al puro cine hay que hablar de un excelente guion al inventar un idioma y hasta jugar con él, el poema que compone el lamentable capitán que se cree mejor que sus compañeros de uniforme, aunque también lleve con orgullo la insignia de afiliado en su uniforme y cuente, en un momento dado, cómo se hizo de esa gentuza que me ha llevado a la canción Tomorrow belongs to me de la banda sonora de Cabaret. Como otras partes me han conducido a El hijo de Saúl, con su confusión entre prisioneros del campo; o la española, que si hubiese tenido un protagonista y no lo que tiene hubiera sido sensacional y hubiese hecho un homenaje de verdad a los españoles presos en el más famoso campo de concentración de Austria, El Fotógrafo de Mauthausen.

He echado de menos conversaciones en romaní, yidis o ladino, que mucho de eso había en los campos. Y el políglota, e inventor, protagonista habla un alemán excelente teniendo en cuenta que es francés y no de zona cercana a la frontera del Reich, como se intuye en el primer diálogo con el judío de Amberes que le da el libro por el medio bocadillo que desde un principio intuimos que nunca va a digerir. Eso es lo único que me ha distanciado a veces de la historia, por otra parte, magnífica por su bocado de realidad y la tristeza que provoca a cualquiera que tenga una pizca de empatía.

Por fortuna se ha alejado, y mucho de las más famosas películas sobre el holocausto salvo en la música. Pero, aun así, todo cuadra incluido el final de ambos protagonistas. Me ha encantado Klaus Koch, y espero que el jurado le dé la espiga de plata a mejor interpretación. También me ha gustado que se apellide Koch (cocinero), al igual que su oficio cuando era civil y en las SS.

Y todo queda resumido en lo que se puede leer en la entrada del campo y que después vemos que es el leit motiv de esta magnífica historia:

Sie werden bekommen, was Sie verdienen (Tendrás lo que te merezcas).

Gracias.

Carlos Ibañez

Revista Atticus