65 SEMINCI – Crítica Nieva en Benidorm de Isabel Coixet, por Luisjo Cuadrado

65 SEMINCI arranca con la fría propuesta de Isabel Coixet, Nieva en Benidorm

Ni del tiempo, ni de la gente se puede uno fiar

Echas un vistazo al patio de butacas y ves a todos los espectadores (aproximadamente unos cuarenta) sentados en el patio de butacas como si fueran esos olivos o esas vides que pueblan nuestros campos: a tresbolillo. Todo un gran patio de butacas como es el del Teatro Carrión con unas hiladas de espectadores (pase exclusivo para prensa) miraras por donde miraras. Esto provocaba una sensación muy extraña en un día, comienzo del Festival, en el que el patio debería de estar lleno de murmullos de gente que se reencuentra frente a esa novia tan deseada que es el cine. Frío escenario y gélido ambiente en esta mañana otoñal de nuestro Valladolid. A la falta de ese calor humano se le unió el de la calefacción.

¿Qué nos ha ofrecido Isabel Coixet con su Nieva en Benidorm? Una película que no está a la altura de su brillante carrera, por la que la acaban de reconocer por el Ministerio de Cultura y Deporte el Premio Nacional de Cinematografía 2020.

Nieva en Benidorm muestra una ciudad de la Costa Blanca llena de todos los tópicos que uno se pueda imaginar de la ciudad de los británicos por excelencia y la de nuestra tercera edad. No se ha olvidado de nada: despedidas de solteros con las jóvenes británicas con sus penes en la cabeza a modo de diadema; juerga, cerveza y sangría en las calles de Benidorm al rebufo del poder de la libra y del bufé libre de alcohol; gimnasio callejero con los aparatos manejados por esa generación que está disfrutando de ese retiro dorado; gente haciendo Tai-Chi cubierta toda ella (incluso máscara) para evitar que les dé el sol; coral ensayando en plena playa; y algún que otro sujeto en la arena provisto de un buscador de metales para encontrar una migaja de oro. Benidorm es reflejada en su lado más hortera y  colorista, llena de rascacielos y de gente chabacana, un retiro o destino vacacional barato de playa y sol y buena comida (y aquellos que lo deseen, alcohol).

Allí, a la costa levantina, acude Peter Riordan un hombre solitario y rutinario que tiene como hobby la meteorología. Jubilado de manera forzosa por ese cáncer moderno que asola las grandes corporaciones que tiene que ver con echar al veterano para dejar paso a un sueldo más barato y manejable. Deja el banco porque dejó entrever un poco de sentimiento a la hora de echar a la gente de sus casas. «Te pasas toda la vida dando dinero a quien no lo necesita para negárselo a quien realmente lo necesita». Desde Manchester se desplaza para encontrarse con su hermano al que no ve hace mucho tiempo. Pero las cosas no salen como el quiere y esto descuadra al hombre metódico que es Peter.

En su desventura se va a encontrar a Alex, una mujer explosiva de las que no hay vuelta atrás.

La nueva entrega de Isabel Coixet se sustenta sobre la sólida interpretación de Timothy Spall y de Sarita Choudhury. A Spall tuvimos la suerte de verlo en una de esas películas que resulta raras de ver en los festivales de cine últimamente, una comedia: The Party (Sally Porter, 2017). Participo en la 62 edición de la SEMINCI. Además, cuenta con otras grandes interpretaciones como fue la que protagonizó en Mr Turner (Mike Leigh, 2014). Choudhury ha resultado ser un auténtico descubrimiento. Rezuma tanto sensualidad como verosimilitud en su papel. Ambos representan a dos soledades que buscan un poquito de amor en esa ciudad cuyo protagonista parece ser la banalidad, la frivolidad. Acompaña a esta pareja una Carmen Machi en un papel de agente de policía que resulta ser una ávida lectora de poesía, sobre todo de la que fue veraneante de Benidorm, Sylvia Plath. Coixet ha contado también con dos secundarios de lujo como son Ana Torrent y Pedro Casablanc. La primera de ellas interpreta a una recelosa y enigmática mujer de la limpieza y el segundo está soberbio para el poco tiempo que sale. dando vida a un socio del hermano de Peter. Merecían mayor presencia en la historia. El guion cuenta con algún fallo inexplicable a estas alturas de la carrera de la directora catalana. Por mucha suspensión de la incredulidad no puede ser que aparezcan cosa de repente y no se justifique como se accede a ello. Por cierto, no busquen en Benidorm el edificio La muralla (obra de Ricardo Bofil) una maravilla de arquitectura. Aquellos que lo quieran ver tendrán que desplazarse unos pocos kilómetros.

El poso que deja es el de una infinita tristeza a lomos de la habanera Yo te diré que cierra la película: Me falta tu risa. Me faltan tus besos. Me falta tu despertar. Tema que ya lo utilizaron recientemente en 1898. Los últimos de Filipinas (Salvador Calvo, 2016).

Isabel Coixet nos tiene acostumbrados a entregas con más enjundia. Una de las últimas fue La librería (2017, que ya abrió otra edición), pero parece que han quedado muy atrás grandes propuestas como La vida secreta de las palabras (2005), Mi vida sin mí (2003), El mapa de los sonidos de Tokio (2009), Nadie quiere la noche (2015) o incluso una deliciosa y suculenta serie de TV por encargo de HBO que fue Foodie Love (2019). A quien ha demostrado su buen oficio se le exige más y que no se contente con una entrega muy vistosa. Merecíamos más quienes hemos aguantado el frío patio de butacas de esta rara mañana en la que desde estos mismos momentos estamos bajo un toque de queda. Algo que si no fuera por la gravedad del asunto pensaríamos como surrealista.

Puedes leer la ficha completa y la crítica de Carlos Ibañez aquí

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus