Las películas que marcaron mi vida – Àngel Comas

Un repaso por una parte de la historia del cine a través de la visión personalísima de Àngel Comas

Quienes fuimos niños de la postguerra en la España franquista y vivíamos en la Barceloneta, un barrio más que modesto de Barcelona, vemos el cine de forma muy diferente a generaciones posteriores. En mi caso, muchas películas han marcado mi vida de forma decisiva, pasando a ser el factor más importante de mi entonces precaria formación. Después, con mi Doctorado y mi asistencia a festivales internacionales por todo el mundo, las películas que me han marcado han sido otras muy diferentes.

De pequeños, no teníamos otra cosa que el cine y, por mi parte no le buscaba los tres pies al gato. El cine era barato y yo iba al cine Marina de barrio con mi padre. De aquella época era El capitán Blood (1931 – Captain Blood – Michael Curtiz), de la cual no conocía los aspectos “cultos” que sabría después (director, género, etc.) pero sí que sabía quiénes eran Errol Flynn y Olivia de Havilland (a quienes denominábamos «Era un Flan» y «Oliva de Avellana») Vista años después, el film, lógicamente, ha envejecido en la parte técnica pero aún conserva la frescura, sencillez e ingenuidad  del género de aventuras en el mar, de piratas, que luego se han perdido a pesar del éxito de los Piratas del Caribe.

Luego vino mi aventura en Londres y París, donde sobreviví medio año con el washing up (lavando platos), aprendí bastante inglés y descubrí el cine, otro cine en el National Film Theatre y la Cinematèque. No hay espacio para detallar todas las películas que descubrí. Allí descubrí que tras una película había un director, y tal vez un autor, y que el cine no era solo entretenimiento para pasar el rato.

Con el tiempo, el cine siguió siendo el número uno de mis preferencias, más como una religión que como una simple diversión. No llegué al extremo de uno de mis amigos que le gustaba todo lo que oliese a celuloide, pero hacía la posible por ver todo el cine que podía. Recuerdo que no me perdí una proyección en el cine Club Universitario de un fragmento cortísimo de La calle sin alegría (1925- Die freudlose gasse, Georg Wilhelm Pabst), por el placer de descubrir a Greta Garbo antes de ir a Hollywood, cuando aún se llamaba Greta Gustafson. ¡El fragmento duraba solo 10 minutos!

En el tardo franquismo, recuerdo una sesión clandestina de Viridiana (1961 – Luis Buñuel) en el amplio vestíbulo de una casa de la parte alta de Barcelona, la parte rica y teóricamente de derechas, de la época, que había tenido problemas con la administración por su premio en Cannes. Viridiana fue escogida hace años como la mejor película del cine español (junto a El Verdugo, otro de los filmes que me han marcado) y mantiene su vigencia. A mí me sigue encantando y no sé que admirar más, si su crítica feroz de la religión y la sociedad o la habilidad de Buñuel en burlar la censura.

Luego vinieron los festivales y allí, aparte de conocer países en los que había soñado, descubrí que el cine no se acababa en Hollywood, sino que había países más que interesantes. No voy a hablar de todas las películas ni de todos los festivales, sino de un filme en concreto que vi en el Forum del viejo festival de Berlín, El imperio de los sentidos (1976 – Ai no corida – Nagisa Oshima), que vino precedido de un gran escándalo por sus “escabrosas” escenas de sexo, que me impactaron por su crudeza, y que todavía considero que es un film que rezuma tristeza sobre la condición humana a través del sexo explícito. No tengo espacio para hacer una relación de los filmes de festivales que me han impactado, pero muchos de ellos han alterado mi forma de entender la vida.

Luego vinieron las peregrinaciones a Ceret, Amèlie les Bains, organizadas por Mario (no recuerdo el apellido) para ver cine político y erótico prohibido en España, muy mal vistas por las fuerzas reaccionarias de la sociedad y prensa españolas que solo se quedaron en el erotismo.

Para hacerlo corto quiero destacar que me impactaron algunos westerns clásicos, de John Ford, Howard Hawks, William Wyler o Gordon Douglas a la cabeza, y destaco Horizontes de grandeza (1958 – The Big Country – William Wyler) un film épico donde los haya con un impactante tono de tragedia griega sin perder de vista que es un western, un film de género, es decir hecho como espectáculo, pero con ambición de ser algo más entretenimiento.

Me entusiasma Hitchcock, a quien considero mi director favorito y el mejor director del cine y me gustan todos sus filmes porque habla de cosas importantes a través de filmes aparentemente de entretenimiento. Destaco Con la muerte en los talones (1959 – North by Northwest) que se estrenó con críticas muy adversas y que considero una obra maestra. Es la película que he visto más veces en mi vida y siempre me sorprende por su modernidad y por lo que puede verse tras sus imágenes. Pero podría haber elegido cualquier otra película de Hitchcock.

Me gusta el cine francés de los 50 y 60, especialmente el polar, el cine negro francés, y destaco Ascensor para el cadalso (1958 – Louis Malle – Ascenseur pour l’echafaud) que me parece una prodigiosa reflexión sobre el destino y la imposibilidad de cambiarlo. También me gustan José Giovanni, Truffaut, Godard, Chabrol o Becker, Resnais… y un larguísimo etcétera.

Para finalizar, he de señalar que me han marcado muchos filmes del Nuevo Cine Español, el Neonoir, Ernest Lubistch, la comedia screwball, La guerra de las galaxias (1974 – George Lucas- Star Wars), El temible burlón (1952 – The Crimson Pirate – Robert Siodmak) o El halcón y la flecha (1950 – The Flame and the Arrow). Del cine actual, me quedó con Parasites (Gisaengchung (2019 – Bong Joon-ho) una obra maestra que ha reinventado el cine. Después de releer estas reflexiones veo os he contado mi vida. Es el poder del cine.

Àngel Comas

Revista Atticus