Crítica película Falling, la obra prima de Viggo Mortensen

Falling. Hay conflictos que no se acaban de cerrar nunca

Ficha

Título original: Falling

Año: 2020

Duración: 112 min.

País: Canadá

Dirección: Viggo Mortensen

Guion: Viggo Mortensen

Música: Viggo Mortensen

Fotografía: Marcel Zyskind

Reparto: Lance Henriksen, Viggo Mortensen, Terry Chen, Sverrir Gudnason, Hannah Gross, Laura Linney, David Cronenberg, Bo Martyn, Ella Jonas Farlinger, Etienne Kellici, Carina Battrick, William Healy, Bracken Burns, Taylor Belle Puterman, Gabby Velis, Grady McKenzie, Piers Bijvoet, Ava Kozelj, Noah Davis

Productora: Coproducción Canadá-Reino Unido; Perceval Pictures, Baral Waley Productions, Scythia Films, Zephyr Films, Achille Productions, Ingenious Media. Distribuida por GEM Entertainment

Género: Drama | Vejez. Familia. Alzheimer

Sinopsis

John Petersen (Viggo Mortensen) vive con su novio Eric (Terry Chen) y la hija adoptiva de ambos en el sur de California. Su padre Willis (Lance Henriksen) un granjero tradicional y conservador de 80 años, decide viajar a Los Ángeles y quedarse en casa de John mientras busca el lugar idóneo para jubilarse. Una vez todo juntos, dos mundos muy diferentes colisionan. Willis muestra señas de estar perdiendo la cordura, y su peculiar forma de ser, tan divertida como dañina para algunos miembros de la familia, saca a relucir heridas del pasado y de años de desconfianza entre sus allegados.

Comentario

Hay conflictos que no se acaban de cerrar nunca

En el pasado Festival de San Sebastián, Viggo Mortensen presentó su ópera prima como director, Falling, un drama familiar con tintes autobiográficos. El actor/director ha sido galardonado con el Premio Donostia como reconocimiento a una carrera llena de desafíos. También es el productor, guionista, compositor de la música e interpreta uno de los papeles protagonistas en esta narración íntima y personal. Falling se estrenó mundialmente en el Festival de Sundance y tras su paso por Toronto recaló en Zinemaldia.

Viggo Mortensen ha dejado (y espero que lo siga haciendo) una huella única y personal en el cine, con una elección en los personajes que ha solventado con interpretaciones soberbias en papeles duros y difíciles. Desde su aparición en Único testigo, 1985, Un crimen perfecto (1998), La trilogía del señor de los anillos (2001, 2002 y 2003), Una historia de violencia (2005), Promesas del este (2007), La carretera (2009), Todos tenemos un plan (2012), Captain Fantastic (2016) hasta Green Book (2018).

Como si fuera un circo con tres pistas, Viggo Mortensen se ha enfrentado a este proyecto con la experiencia que le ha aportado esta sólida carrera en la que ha estado bajo la dirección de directores como Ridley Scott, Peter Jackson, David Cronenberg (tiene un pequeño papelito como doctor), Agustín Díaz Yanes o Ed Harris. Viggo Mortensen ha demostrado ser un hombre polifacético: poesía, música experimental, fotografía y pintura son algunas de las muchas cosas que domina el actor conocido por interpretar a Aragorn en El señor de los anillos.

John Petersen (Viggo Mortensen) acude a la casa de su padre Willis (Lance Henriksen) a prestarle ayuda. Willis es un hombre racista, xenófobo, misógino, cascarrabias, protestón. Un incordio de viejo. Willis casado con Gwen (Hannah Gross) con la que tuvo dos hijos: John y Sarah (Laura Linney) ahora se encuentra de cara con la soledad. John se siente responsable de la salud de su padre a pesar de todos los condicionantes que supone pasado y presente.

Más que nunca, Falling es de esas películas que cuanto menos sepas de ella mejor. Deja de leer y vete a verla. En ese deber que me he creado de comentar la película de la semana seguiré escribiendo tratando de no mostrar más de lo necesario. Todo lo que se hable de ella, es desvelar tramas o aspectos puntuales que debes de ir descubriendo según vas viendo la película.

Falling trata de las relaciones familiares, de las más cercanas, de los padres con sus hijos y viceversa. De una manera u otra, en algún pasaje nos podemos ver reflejados en la gran pantalla. El director ha sabido contarnos una historia en la que por medio de pinceladas vemos flashes, recuerdos evocadores, gestos, gritos apagados, miradas, insinuaciones, desplantes que luego conforman un todo en nuestra cabeza. Rehúye de la violencia gratuita y nos ahorra ese tipo de sufrimiento, sin eludir al final a la confrontación necesaria e imprescindible. Todo muy sutil, sin regodearse en el drama ajeno.

El resultado es una película incómoda de ver, pero de muy buena factura. La secuencia con la que arranca la película nos mete en situación rápidamente (el trabajo y cuidado que tiene que tener John con su padre Willis). Después mediante una serie de flashback vamos viendo cómo se construyen ambas identidades. Al poco del comienzo hay una escena con una frase premonitoria que marca el devenir de todo un personaje: «Siento haberte traído a este mundo para que tengas que morir». Es toda una declaración de intenciones y define el carácter del padre de la criatura que es el autor de esta frase que le dice a su hijo a los pocos meses de haber nacido.

Es un viaje a la infancia y desde esta hasta la madurez que desencadena en la inevitable vejez. Una vejez en este caso malograda con la aparición del declive mental. Nos habla del dolor y también del perdón. Nos habla del odio, nos habla de esa sociedad profunda en la que todavía el macho impera y campa a sus anchas, siendo la moneda común y todo lo que salga de ahí es repudiable.

Nos plantea una sociedad retrógrada, pero en la que sabiamente su director ha sabido introducir aspectos de una vida actual, digamos que moderna, que tienen que ver con la nutrición (comer verde -brócoli-), con llevar una dieta saludable, con dejar de fumar, con el color del pelo de los nietos, o los piercings, la tolerancia de otras razas o el matrimonio homosexual. Aspectos en los que el abuelo ha tenido que replantearse y parece que le cuesta demasiado para alguien tan ultraconservador.

Delante de la pantalla Willis es un personaje para mandarle a tomar por saco sin más contemplaciones. Pero Viggo Mortensen nos muestra ese lado humano, ese amor filial que trasciende al patio de butacas encontrándonos con un retrogrado y retorcido padre que solo sale maldades y daño por su boca, pero también a un enfermo desvalido que no sabe pedir ayuda. Y en eso se centra John… pero no se lo pone nada fácil.

Lance Henriksen da vida al viejo y gruñón Willis Petersen. Lleva el peso y está presente en casi toda la película. Despliega todo tipo de registros en una interpretación memorable. Sus trabajos más reconocibles son en Alien y en la serie Millenium. Viggo Mortensen no le va a la zaga. Una actuación en la que tenía que sujetarse, tratar de no dejar llevarse y mostrarse como un hijo comprensivo. Es un choque constante de personalidades antagónicas. El resto del reparto está más que solvente. Las dos mujeres tienen poco papel. Una pena que Hannah Gross no disponga de más minutos. El papel de Jill (Bracken Burns) está poco definido. Sin embargo, el poco tiempo que disfruta Laura Linney lo hace de forma magnífica a la hora de meterse en la atribulada hija de Willis, rota y desesperada que no pierde la sonrisa.

Hay una brillante puesta en escena con distintos escenarios y épocas. La historia se desarrolla con un sólido guion con la complicación de los saltos constantes en el tiempo. A pesar de eso no presenta ningún problema a la hora de entender la enrevesada estructura. La acción salta de una línea argumental a otra y no pierdes hilo. En la fotografía priman los colores cálidos y ocres para darle ese tono viejuno de un tiempo pasado. Es obra del director de fotografía danés Marcel Zyskind quién a pesar de su juventud ya ha recibido algún reconocimiento por sus trabajos (Viggo coincidió con él recientemente en Las dos caras de enero, 2014).

Como resultado, Viggo Mortensen ha creado una obra profunda, que invita a la reflexión, dolorosa, que toca el alma, donde su director, valiente, no rehúye la confrontación al abordar temas de actualidad como son la homofobia, el machismo, el racismo, el papel de nuestros mayores en la sociedad actual y, por supuesto, las relaciones familiares. Perlada con pequeñas genialidades que demuestran que Mortensen cuando va a rodar, como actor, no se queda en su camerino, sino que anda trasteando por los oficios del cine.

Una obra muy interesante, con algo de luces y sombras, que augura una brillante carrera para su novel director. Sustentada sobre sólido guion y solventes interpretaciones que le pone en la órbita de directores como Clint Eastwood.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus