Louise Glück, Nobel de Literatura 2020

Louise Glück: el arte de la sencillez frente al simplismo contemporáneo

Louise Glück – fotografía: El Cultural

Louise Glück: el arte de la sencillez frente al simplismo contemporáneo

            El pasado jueves, 8 de octubre, la Academia Sueca concedió el Nobel de Literatura a esta mujer, profesora en Cambrigde, Massachusetts, como lo es Haruki Murakami, uno de los olvidados en Estocolmo, o lo fue nuestro paisano Jorge Guillén, el mejor vivo de los del Veintisiete en el momento en el que se lo concedieron al más políticamente correcto del grupo, Vicente Aleixandre.

             El jurado destaca su “su inequívoca voz poética” y su “belleza austera” que hace universal “la existencia individual”. Y ahí es donde ella nos ganó hace ya años, cuando recibió el Pulitzer, con esa sencillez de llamar al pan pan y al vino vino, pero sin dejar de lado ese juego con las palabras y los sentimientos que es la verdadera poesía.

            Desde entonces Louise Glück, de idéntico apellido y, por lo visto con un significado inequívocamente positivo (Suerte, Fortuna) tanto para ella como para el compositor alemán del Barroco; nos ha dado ejemplo de que escribir es un arte al que le sobran alharacas y estrellas de escasa luz (y exceso de publicidad) y le falta la sencillez que ya demostró en prosa otra de las grandes que la Academia sueca premió años atrás, Toni Morrison, toda una maestra en el arte de la austeridad sin perder la belleza.

            Baste como ejemplo estos versos de su poema Ceremonia, tan claros como cotidianos sin ser rutinarios ni grotescos:

            ¿Por qué lo llamas rigidez?

¿No puedes llamarlo gusto

por la ceremonia? ¿O es que tu hambre de belleza

se satisface completamente con tu propia persona?

Glück, que vive en un condominio de la ciudad, escribe en un rinconcito desde donde observa el mundo y su discurrir diario. Lo pasa por su privilegiada mente y lo desnuda todo hasta conseguir que su poesía sea como aquella que tanto adoraba Juan Ramón Jiménez, sin artificios, ni ropajes, como la verdad en sí misma: corita y hermosa.

Ha publicado, eso ya lo han reflejados todos los periódicos, una docena de poemarios y media más de ensayos sobre la poesía, su pasión y lo que le da de comer, porque ella da clase en la universidad de Poesía, con mayúscula, porque es un arte en sí misma. Nos ha encantado comprobar que ningún firmante de los respectivos artículos habían leído su obra ni, mucho menos, comprendido. Así que tiraron de alrededores, como cuando Dylan o Ishiguro, de quien ya publicamos un artículo en REVISTA ATTICUS. Porque la poesía, como todo en la vida, es un placer a deleitar sabiendo que nos puede hacer daño porque Louise nos habla de eso: la vida y el dolor que provoca, porque ella sabe que es como el tabaco de pipa, que huele mejor que sabe. Y nos lo demuestra en cada verso, con amor a la existencia, aunque al respirar se nos claven sus espinas.

Aquí reproducimos uno de esos poemas sobre lo hermosa, pero cruel que es la vida, en cada momento y movimiento, sin necesidad de guerras descritas a la manera de Tolstoi, bendito Tolstoi, o crueldades intolerables a la manera de las denunciadas por la poesía social de Celaya, siempre magnífico.

EL DESEO

¿Te acuerdas de cuando pediste un deseo?

Yo pido muchos deseos.

Cuando te mentí

sobre lo de la mariposa. Siempre me pregunté

qué pediste.

¿Qué crees que pedí yo?

No sé. Que volvería,

que al final de alguna manera estaríamos juntos.

Pedí lo que siempre pido.

Pedí otro poema.

            Y la poetisa, también ahora la gente que no tiene otra cosa que hacer que dañar nuestro riquísimo idioma se mete con este término, nos muestra que el deseo en dos personas que fueron una pareja y ya no lo son, y mientras la una habla de mentiras y regresos la otra sólo habla de poesía, con todos los matices que ésta conlleva.

            Para nosotros es una voz necesaria en un mundo que por su globalidad necesita voces distintas y diferentes para poder ver que el pensamiento único al que nos desean conducir los totalitarismos del siglo XXI son sólo un espejismo en eso que tan maravillosamente describe la señora Glück, la vida.

            Y la vida

vuelve a llenarse. Y finalmente

cada cosa

encuentra su lugar.

Carlos Ibañez – Pilar Cañibano

Revista Atticus