Eso que llaman glamour – Ángel Comas

Glamour en el cine

Hedy Kiesler, en Éxtasis (1937) promocionada como la mujer más hermosa de la historia del cine.
Posteriormente pasaría a conocerse como Hedy Lamarr

Dos frases marcan las diferentes perspectivas desde las que se puede definir, glamour, una de las palabras más utilizadas desde hace mucho tiempo en el mundo del cine y la moda, que incluso se aplica a ciudades, locales de ocio o locales comerciales. Cuando algo se pone de moda, se explota a fondo, aunque se desvirtúe su esencia.

La primera frase la dijo Marlene Dietrich: «Glamour es lo que yo vendo. Es la materia prima con la que comercio». La segunda, Lily Dacher, una famosa modista estadounidense de origen belga que miraba siempre para su negocio: «Glamour es lo que hace que un hombre te pregunte tu número de teléfono, pero también lo que hace que una mujer te pregunte por tu modista». Una popular presentadora de televisión, Jessica Savitch, explicó algo esencial para conseguirlo: «Por cada dos minutos de glamour se necesitan ocho horas de trabajo duro».

Los dos conceptos dan en el clavo, aunque ahora pocos sean ahora capaces de definir lo que es eso que llaman glamour y, evidentemente, muy pocos recuerden que el primero que utilizó la palabreja fue nada menos que el escritor escocés sir Walter Scott (El autor de Rob Roy, entre otras) quien en su poema The Lay of the Last Mintrel la asociaba a un poder mágico capaz de convertir una persona vulgar en un aristócrata; a una rana en una princesa o una cenicienta en una chica de irresistible atractivo. Entonces, glamour significaba «encantamiento», «magia» o «un toque de magia».

Marilyn Monroe y Jane Russell protagonizaron Los caballeros las prefieren rubias (1953, Howard Hawks).
Aquí las podemos ver dejando sus huellas para la posteridad

El cine de Hollywood, el principal potenciador del glamour lo ignoró hasta los años veinte. Entonces, cuando comenzaba la época más dorada del cine, fue cuando sus modistos y fotógrafos empezaron a emplearse a fondo para convertir en iconos atractivos a simples actuantes en películas, creando las bases del más eficaz de los factores de venta de la industria de la moda. Las revistas de cine -las fan’s magazines- colaboraron a introducir en la mente del lector aficionado que las estrellas de cine podían tener «it» (ello), star-quality o sexappeal, pero que no eran nada sin glamour y ¿que era glamour?, ¿quién lo poseía? El glamour tenía que atraer de forma irresistible y no era únicamente un atractivo físico inusual sino también un estilo vida envidiable. Muchas de las consideradas estrellas glamorosas no encajaban con lo cánones de belleza clásicos aceptados. Las estrellas con glamour vivían en lujosas mansiones, se pasaban la vida de fiesta en fiesta con colegas igualmente glamorosos, se codeaban con celebridades de otros campos, jugaban a deportes caros sofisticados al alcance sólo de millonarios pero no se aireaban demasiado los detalles de sus vidas amorosas. Sus relaciones sexuales eran tratadas de forma muy light, casi de novela rosa, utilizando los más inverosímiles eufemismos. Pero, eso sí, eran envidiables modelos de vida a seguir. Si rompían los cánones de  belleza establecidos, mucho mejor, todavía eran más inalcanzables, necesitaban mayor esfuerzo para ser imitadas.

Los estudios diseñaban el aspecto físico de cualquier proyecto de estrella aunque cayesen en paradojas memorables. La Metro y la Paramount ficharon a dos actrices europeas, Greta Garbo y Marlene Dietrich y en un santiamén las convirtieron en dos atractivas desconocidas, eso sí más glamorosas según los cánones, pero en dos desconocidas, no tenían nada que ver con las originales que había importado. ¿Para qué las habían traído si las iban a cambiar radicalmente? Hacen lo mismo con Hedy Kiesler que había salido desnuda en un film húngaro, Éxtasis y es transformada en un sex symbol descafeinado y vestido muy al gusto de las feligreses de Hollywood, la perfecta next door girl, la perfecta chica de la casa de al lado, la que todas las madres del país quisieran para sus hijos. Hedy Lamarr, nuevo nombre de la chica, nunca más volvió a desnudarse ni nunca hizo de mujer fatal.

Apogeo erótico de Marlon Brando con su sugerente camiseta mojada en
Un tranvia llamado deseo (1951, Elia Kazan)

Poco a poco se ha ido definiendo que eso que llaman glamour es cosa de mujeres. Lo de los hombres es otra cosa porque ellas son un blanco mejor y más propicio del maquillaje y del vestuario, las dos herramientas básicas con que se fabrica el glamour, porque ahora todo el mundo está de acuerdo con que muy pocas nacen con glamour, todo es cuestión de técnica, lo que ocurre es que a algunas les sienta muy bien y a otras fatal (véase última gala de los Goya por ejemplo). Se pueden hacer virguerías vistiéndolas o desvistiéndoles cuidadosamente o añadiéndoles o quitándoles kilos. A la fabricación tradicional del glamour se ha añadido ahora la cirugía plástica capaz de hacer irreconocibles los rostros o los cuerpos de las actrices (véase por ejemplo el recién esperpento perpetrado contra Uma Thurman).A ellos es más difícil, Se les puede hacer más famosos por mostrar sus torsos desnudos -una constante en la mayoría de las jóvenes promesas- o por alterar virtudes consolidadas con una camiseta empapada de sudor (Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo), pero esto es sex appeal o erotismo, no tiene nada que ver con el glamour. La aparición de la llamada fotografía glamour, que se apoya en una inteligente utilización de la iluminación y el maquillaje, resulta decisiva para su potenciación en el cine, apoyada por la prensa masculina de calidad, men’s magazines, como Playboy o Lui. Ahora, con las cambiantes redes sociales se han adaptado las mismas reglas a los nuevos medios.

Javier Bardem, glamour español en Hollywood

¿Significa esto que el erotismo tradicional no tiene nada que ver con el glamour? Yo pienso que va vez menos, aunque sea importante, diferente y efímero. La popularidad de mujeres como Belén Esteban y un montón de actrices sin atractivo, ponen en cuestión y hacen reflexionar sobre si actualmente el glamour se va reinventando continuamente. Si echamos un vistazo a la alfombra roja previa de los últimos Goya (de infausto recuerdo por su incompetente realización, la alfombra no la gala) veremos que la mayoría de actrices que desfilan han perdido los atractivos y personalidad que las han hecho famosas en el cine. En su afán de tener glamour (una palabreja repetida hasta la saciedad en la gala) parecen cortadas todas por el mismo patrón marcadas por maquillajes idénticos o vestuarios hechos a propósito para despersonalizarlas en el que muchas parecen sentirse incómodas. Las chicas parecen hechas en serie e incluso hablan de la misma manera, aleccionadas por los entrevistadores, y hasta dirían que han perdido los mismos kilos. Algunas de ellas consideradas sex symbols tenían que pasar varias veces frente a la cámara para poder verlas, estaban esqueléticas, parecía que iban a romperse.

Los hombres de la gala confirman que eso del glamour no va con ellos. Casi todos van con smoking y pajarita y de negro. Van de uniforme alquilado. De glamour, nada de nada.

Penélope Cruz, el glamour salvaje latino conquista Hollywood

De hecho, en cuanto al glamour, los Goya son un fiel reflejo de lo que sucede en los Oscar, su modelo a seguir. Otras alfombras rojas de otros renombrados premios siguen el mismo patrón. Para mí queda muy claro que las chicas tienen mucho más glamour en las películas que las han hecho famosas que no desfilando excesivamente atildadas por las alfombras rojas, aunque en estas últimas estén supuestamente más elegantes. Y ojo, muchas de ellas es mejor que no abran la boca. El encanto del glamour entonces se hace añicos. Entre los comentarios que he leído sobra la gala, he leído una estupidez tan flagrante que cuestiona si el acento andaluz puede tener glamour. ¿Hasta dónde podemos llegar?

Scarlett Johansson, el erótico glamour de una de las últimas musas
de Woody Allen

Pero el término está de moda y oímos y leemos que se emplea sin rubor sin pararse nadie a matizarlo. Esta fiesta tiene glamour, estos almacenes tienen glamour, una calle con glamour., una sala de fiestas con glamour…  Asociar glamour con algo parece ser sinónimo de éxito. Por eso se inventaron las alfombras rojas en las galas cinematográficas. Por eso Hollywood lo viene utilizando desde que lo inventó durante su época dorada, la muda de los años 20. Por eso todos los departamentos de comunicación o diseñadores de estrellas tratan de utilizarlo, aunque no todos los consigan.

Nota de la redacción: Este artículo se publicó en Revista Atticus 29. Puedes descargarte el ejemplar en el siguiente enlace.

Revista Atticus 29

Ángel Comas

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