Crítica película de Destin Cretton – Cuestión de justicia

Cuestión de jusiticia, cuestión de principios

Cuestión de justicia

Ficha

Título: Cuestión de justicia

Título original: Just Mercy

Año: 2019

Duración: 136 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Destin Cretton

Guion: Destin Cretton, Andrew Lanham (Novela: Bryan Stevenson)

Música: Joel P. West

Fotografía: Brett Pawlak

Reparto: Michael B. Jordan, Brie Larson, Jamie Foxx, O’Shea Jackson Jr., Tim Blake Nelson, Rob Morgan, Lindsay Ayliffe, Ron Clinton Smith, Charlie Pye Jr., Michael Harding, Christopher Wolfe, J. Alphonse Nicholson, Jacinte Blankenship, Bryan G. Stevenson, Brad Sanders, Charmin Lee, Sebastian Eugene Hansen, John Lacy, Hayes Mercure, Tatom Pender, Rafe Spall, Karan Kendrick, C.J. LeBlanc, Scarlet Olivia Dunbar, Darryl W. Handy, Darrell Britt-Gibson

Productora: Warner Bros. / Endeavor Content / Participant Media / MACRO / Netter Productions. Distribuida por Warner Bros.

Género: Drama | Biográfico. Basado en hechos reales. Drama judicial. Racismo. Años 80. Años 90

Sinopsis

Cuenta la historia real del joven abogado Bryan Stevenson (Jordan) y de su histórica batalla por la justicia. Después de licenciarse en Harvard, Bryan recibe ofertas de trabajo muy lucrativas. Pero él prefiere poner rumbo a Alabama para defender a personas que han sido condenadas erróneamente o que carecían de recursos para tener una representación legal adecuada, y lo hace con el apoyo de la activista local Eva Ansley (Larson). Uno de sus primeros y más turbulentos casos es el de Walter McMillian (Foxx), que en 1987 fue sentenciado a la pena muerte por el asesinato de una chica de 18 años, a pesar de que las pruebas demostraban ostensiblemente su inocencia. En los años posteriores, Bryan se ve envuelto en un laberinto de maniobras legales y políticas y de un racismo abierto y descarado mientras lucha por Walter y otros como él, a pesar de tenerlo todo en su contra, incluido el sistema legal.


Comentario

Cuestión de justicia está basada en una historia real. La historia se recoge en el libro homónimo escrito por Bryan Stevenson donde narra algunos de los casos a los que tuvo que enfrentarse como abogado. Bryan Stevenson (Michael B. Jordan, que además es productor en de esta película) es un hombre negro, joven, ambicioso y comprometido con los más desfavorecidos, aquellos que la justicia arrincona, muchas de las veces por el color de la piel. Después de graduarse en Harvard, se traslada a Monroeville, Alabama.

Tiene un brillante expediente académico. Rechaza suculentas ofertas para centrarse en la defensa de personas condenadas sin una base jurídica sólida, o bien por no haber tenido la oportunidad de defenderse, con una representación legal adecuada la mayoría de las veces por la falta de recursos económicos. No hace distinciones. Para ello cuenta con el apoyo de la activista local Eva Ansley (Brie Larson). Casos no le van a faltar. Uno de los primeros que estudia es el que tiene como protagonista a Walter McMillian (Jamie Foxx). En 1987 fue sentenciado a pena de muerte por el asesinato de una joven blanca de tan solo dieciocho años. No había pruebas incriminatorias. El único testimonio en su contra era el de un delincuente que tras la incriminación de Walter, casualmente, se vio beneficiado con una reducción de condena, es decir, fue presionado para inculpar a Walter. Había mucha prisa por encontrar a un culpable tras muchos meses de parálisis en la investigación.

Cuestión de justicia se centra en la recreación del estudio e investigación que Stevenson hace del caso de McMillian y en cómo tiene que ir sorteando, uno tras otro, los obstáculos que le va poniendo la administración para impedirle que se celebre un nuevo juicio que saque a la luz la multitud de errores que se cometiendo hasta concluir en el arresto y condena de Walter. Se ve envuelto en una serie de maniobras legales, políticas, oscurantistas y con un sesgo de racismo evidente y descarado. Todo hacía pensar que el joven Bryan Stevenson sería uno más de esos que llegan con la intención de aprovecharse de la desgracia ajena y la buena voluntad de la gente. Pero no, a pesar de que lo tenía todo en su contra, un revés tras otro, a pesar de las incongruencias del caso Walter McMillan, decidió seguir adelante hasta la última instancia.

Hay que tener en cuenta que la acción se desarrolla en Alabama, donde los conflictos civiles de las minorías son una vieja historia. Allí fue donde Rosa Parks, en 1955, se negó a ceder su asiento en el autobús a una persona de raza blanca. Por ello fue encarcela dando motivo a una serie de protestas y lucha encarnizada en defensa de los derechos civiles de las personas afroamericanas. Y es allí donde surge la figura de Martin Luther King, un joven activista por los derechos civiles. Es el que promovió el boicot a los autobuses de Montgomery y también el que ejerció como líder en la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad en la que defendía la armonía racial acabando la misma frente al Monumento a Lincoln en la que pronunció el famoso discurso que comenzaba con: «Yo tengo un sueño». Esa marcha ayudó a la aprobación de dos leyes tan fundamentales como son La Ley de los Derechos Civiles (1964) y la Ley del Derecho al Voto (1965). Acudieron a la manifestación entre 200 y 300 mil participantes, la mayoría afroamericanos (un 20% de blancos y de otros grupos étnicos). Esta manifestación supuso un antes y un después en la vida de los afroamericanos.

Otro de los aspectos que hace que esta película sea un tan especial para quien escribe estas líneas (y para todos aquellos que hacemos posible este proyecto), es la circunstancia de estar ambientada en la zona, en la ciudad, donde Atticus Finch «desarrolló» su actividad como abogado en la ficción, en la novela de Herper Lee, llevada con posterioridad a la pantalla: Matar un ruiseñor. Incluso en la propia cinta se hace un guiño a la novela. Ambientada en los años siguientes a la Gran Depresión, la situación social era un autentico hervidero, donde el negro era poco menos que un animal de carga, una mano de obra necesaria, un sirviente a las órdenes del hombre blanco, un «sí, amo, lo que usted mande». Como hizo en su día Atticus, Bryan, en Cuestión de justicia, denuncia el perverso sistema judicial, pero no solo en la defensa de su cliente McMillian ante el orgulloso fiscal de distrito Tony Chapman y su racista jefe, sino lo que pretende es cuestionar a todo el estado, a todos los Estados Unidos, por la manera en que los estados del sur aplican la justicia.

Es importante que a través de películas se dé visibilidad a este tipo de situaciones. En el cine, son numerosos los casos que denuncian las tropelías que se hicieron y se hacen para evitar que se sigan haciendo a los afroamericanos. Nadie es superior por tener un color de piel distinto; ni tampoco existe (o tiene que existir) la supremacía del hombre blanco (parece mentira que no fuera hasta 1991 cuando se abolió el apartheid en Sudáfrica). Estas cuestiones son las que nuestro abogado protagonista Bryan defiende y lucha enconadamente. Tenía un expediente brillantísimo y lo sacrificó en aras de una Justicia equitativa.

El director Destin Cretton está considerado como un autor indie, de los que salen de la «factoría» del festival Sundance. Llamó la atención con un corto Short Term 12 en 2009. Tuvo éxito y lo convirtió en su primer largo en 2013. Personalmente me llamó la atención tras ver esta película en la SEMINCI (tuvo una muy buena aceptación). Las vidas de Grace (Short Term 12) supuso su espaldarazo en la industria cinematográfica y también su primera colaboración con la actriz Brie Larson. Larson se dio a conocer como cantante y compositora en 2005, abandonando esta carrera en 2010 para centrarse en el cine. Su gran interpretación en esa primera película de Cretton focalizó la atención y otros directores la echaron el ojo y así surgió su actuación en La habitación (Lenny Abrahamson, 2015) o Kong, la isla calavera (Jordan Vogt-Roberts, 2017) o Capitana Marvel (Anna Boden y Ryan Fleck, 2019), vamos que vale para todo. En esta ocasión Cretton, por mor del guion, le da un protagonismo menor y, por lo tanto, su presencia y peso también lo es. Aún así, su actuación es convincente, con gran naturalismo, como apoyo moral y constante a su compañero de trabajo.

El director ha sabido hacer una película en la que pasa desapercibido. Sigue el planteamiento de manual de cómo hacer una película de jueces, de salas de juzgados, de un drama judicial. Una fórmula perfecta (véase Testigo de cargo, Billy Wilder, 1957; Doce hombres sin piedad, Sidney Lumet, 1957; Philadelphia, Johathan Demme, 1993; Anatomía de un asesinato, Otto Preminger, 1959; Erin Brockovich, Steven Soderbergh, 2000 o la menciona Matar un Ruiseñor, Robert Mulligan, 1962). Esto que es su mayor virtud también puede ser su punto flaco, pues el espectador casi ya sabe lo que va a suceder en los siguientes momentos. Pero la tensión la mantiene y eso provoca que no decaiga el interés. Su técnica es impoluta y su trabajo con la cámara es fino, cediendo el protagonismo a los intérpretes que son los verdaderos catalizadores de las emociones frente a la pantalla.

Cuestión de justicia nos recuerda que el tiempo pasa, pero que en algunos lugares nada parece haber cambiado. A pesar de narrar y evidenciar tantas tropelías que se han cometido y cometen a la hora de impartir justicia mirando más bien el color de la piel, deja un poso de esperanza. Ningún hombre que tenga una chapa en el pecho, o una toga sobre los hombros puede imponerse a un sistema judicial y este no puede obviar a las personas. Y que la verdadera diferencia no se da entre los ricos y los pobres sino entre los que acceden a una justicia y los que, siendo más desfavorecidos, no tienen acceso a esa posibilidad de acceder a la Justicia. Una película que merece la pena y no olvidarse de ella.

Os dejo un tráiler:

Luisjo Cuadrado

Revista Atticus