Crítica serie de TV – Mad Men

Series en tiempos de coronavirus

Mad Men

            Dicen que es una serie que nos cuenta cómo eran nuestros padres, sólo que todo un poco exagerado. Comentan que tras la asfixiante vida laboral de oficina que tiene que ganar mucho dinero cada día está la cara b, con alcohol a gogó, tabaco hasta dejar la niebla londinense de la etapa victoriana en una mera nube pasajera y adulterio a la más mínima ocasión (esto en España era de otra manera porque teníamos la retorcida moral judeocristiana elevada a la máxima potencia por ese régimen que nos robó cuatro décadas sin sonrojo). Y subrayan que la vida de las agencias de publicidad cuando el fenómeno de la televisión comenzaba a fagocitar gran parte del pastel era para gente loca.

            Pero de lo que, en realidad, va Mad Men es de la búsqueda de la identidad individual en esa hidra de mil cabezas que es un lugar de trabajo donde todo se resume en tanto vendes, tanto vales.

            Y nos da pistas desde el principio cuando el protagonista, Don Draper, en realidad sólo es un tipo que huía de dos cosas y vio la ocasión de libarse de ambas: ser hijo bastardo y la guerra de Corea. Así que asumió la identidad de un veterano muerto para regresar antes y dejó su pueblo en el medio de la nada para instalarse en la Gran Manzana.

            Y, así, todos y cada uno de los protagonistas. Desde la secretaria que sube por méritos propios en un mundo tan misógino como la sociedad de Arabia Saudí, pasando por el ejecutivo de cuentas casado con una niña pija porque es lo que conviene, siguiendo por el homosexual que oculta bajo un matrimonio infeliz su condición, por no hablar de los jefes de Don, luego socios, dos tipos abandonados a una molicie extraña, el mayor en su despacho zen y unas dotes de mando que ya no sirven en los sesenta, donde está situada la acción de la serie; y un mujeriego, adicto a la nicotina, los buenos destilados y los contoneos en restaurantes de postín con empresarios a los que publicitar. En realidad, busca ser el chico que fue en la universidad y que se perdió en la vorágine del dinero y todas las cosas fáciles que éste trae (o eso dicen, porque no lo hemos tenido nunca). Después llegará el ejecutivo británico que descubre al otro lado del Atlántico quien diantre es.

            Todos se buscan y en ese camino vamos encontrando sensacionales historias de muerte en vida, supervivencia, odios enquistados y amores peregrinos. Aquí hay que hablar que no se disimula absolutamente nada, salvo el sexo. Con Mad Men volvemos a eso que denunciaba Garci en el guion de Asignatura Pendiente cuando se acuestan por primera vez los protagonistas y él le pide a ella que salga cubierta por la sábana, todo muy contra natura, para mofarse del puritanismo repulsivo que nos han vendido durante décadas.

            Pero la serie también habla de la poesía del instante del éxito y de que para llegar a ese momento sublime de saber vender un tabaco remarcando algo habitual en la producción como que “es tostado”, hay que fracasar y aprender un millón de veces, y que en eso consiste el negocio, saber conservar cuando yerras y disfrutar del segundo en el que todo llega. Es parte de la búsqueda de identidad: saber fracasar para llegar al día siguiente con la esperanza de vencer. Y quien mejor encarna esa alegoría es Joan, la imanadora jefa de secretarias: eficiente, discreta y antigua amante de uno de los jefes.

            Así que supongo que ver las siete temporadas de Mad Men es una magnífica idea si sabes quién eres, porque si te estás buscando te va a patear allí donde la espalda pierde su honroso nombre en cada episodio. Y, además, nos pone en situación de algo que, por fortuna, nunca seremos: enfermos del trabajo a la manera anglosajona, calvinista y donde todo vale para mantener un prestigio con trastienda. De eso va mi crítica, de que hay que estar muy bien formado para saber ver una serie tan compleja y no verla repleto de complejos.

            Para acomplejados ya tenemos a nuestra clase política y el penoso espectáculo de ayer en la Cámara Baja, cada día más. La caquistocracia salió a relucir como la cola de un pavo real o el olor a almendra amarga durante los tiempos del cólera.

Ficha

Título original: Mad Men (TV Series)

Año: 2007

Duración: 45 min.

País: Estados Unidos Estados Unidos

Dirección: Matthew Weiner (Creator), Phil Abraham, Michael Uppendahl, Jennifer Getzinger, Matthew Weiner, Scott Hornbacher, Lesli Linka Glatter, Tim Hunter, John Slattery, Andrew Bernstein, Alan Taylor, Chris Manley, Jon Hamm, Ed Bianchi, Paul Feig, Barbet Schroeder, Daisy von Scherler Mayer, Lynn Shelton, Matt Shakman, Jared Harris

Guion: Matthew Weiner, Jonathan Igla, Kater Gordon, André Jacquemetton, Maria Jacquemetton, Erin Levy, Carly Wray, Lisa Albert, Semi Chellas, Robin Veith, Dahvi Waller, Bridget Bedard, Tom Palmer, Chris Provenzano, Marti Noxon, Brett Johnson, Cathryn Humphris, Janet Leahy, Jonathan Abrahams, Victor Levin, Tom Smuts, Jane Anderson, Rick Cleveland, Andrew Colville, Keith Huff, Tracy McMillan, Frank Pierson, Jason Grote, Heather Jeng Bladt, David Iserson

Música: David Carbonara (Tema: RJD2)

Fotografía: Chris Manley, Phil Abraham, Steve Mason, Frank G. DeMarco, Bill Roe

Reparto: Jon Hamm, Elisabeth Moss, Vincent Kartheiser, January Jones, Christina Hendricks, John Slattery, Aaron Staton, Rich Sommer, Robert Morse, Bryan Batt, Alison Brie, Michael Gladis, Jared Harris, Jessica Paré, Maggie Siff, Beth Hall, Mark Moses, Christopher Stanley, Rosemarie Dewitt, Peyton List, Kiernan Shipka, Cara Buono

Productora: Emitida por AMC; Lionsgate Television

Género: Serie de TV. Drama | Años 60

Sinopsis

    Serie de TV (2007-2015). 7 temporadas. 92 episodios. Aclamada serie dramática que narra los comienzos de una de las más prestigiosas agencias de publicidad de los años sesenta, y centrada en uno de los más misteriosos ejecutivos de la firma, Donald Draper, un hombre con un gran talento. «Mad Men» es la mirada a los hombres que dieron forma a las esperanzas y sueños diarios de los americanos de la época. En 1960 la publicidad era considerada una de las profesiones con más glamour. Era un momento de gran ebullición en todos los sentidos; la manipulación profesional y el acoso sexual son parte del trabajo y de los negocios. Sterling Cooper Advertising diseñaba mejor que nadie las campañas de publicidad. Su lema era: «No importa lo que seas. Lo importante es cómo lo vendas…».

Os dejamos un tráiler:

Pilar Cañibano – Carlos Ibañez

Revista Atticus